El Siglo XVII Español: Crisis y Esplendor

Los Austrias del siglo XVII: Gobierno de validos y conflictos internos

El Gobierno de los validos

La principal innovación en el funcionamiento del sistema político de la monarquía española en el siglo XVII fueron los validos. El monarca se desentendía de las labores de gobierno y el valido tomaba las principales decisiones.

Dos razones explican su aparición: las labores de gobierno eran cada vez más complejas y los monarcas españoles del siglo XVII, los Austrias Menores, no destacaron por su espíritu laborioso.

Los mejores ejemplos de sistema de validos, aunque no en España, fueron Mazarino o Richelieu en Francia.

En España, como órganos de asesoramiento, se crearon Juntas reducidas compuestas por los partidarios del valido.

Los validos aprovecharon su poder para conseguir privilegios, lo que provocó críticas generalizadas por parte, sobre todo, de los letrados que formaban los Consejos y los miembros de la aristocracia que no gozaban del favor del valido.

  • Validos de Felipe III: Duque de Lerma y Duque de Uceda.
  • Validos de Felipe IV: Conde-Duque de Olivares y Luis de Haro.
  • Validos de Carlos II: Padre Nithard, Fernando Valenzuela.

La venta de cargos

Otro fenómeno que se generalizó en la administración española del siglo XVII fue la venta de cargos. Iniciada en épocas anteriores por la Corona como medio para obtener dinero rápido, su uso se extendió con Felipe III.

Pese a las muchas protestas, esta costumbre se mantuvo durante todo el siglo XVII.

Conflictos políticos

Desde el siglo XVI se manifestaron conflictos entre una tendencia centralizadora, que trataba de homogeneizar los territorios de la Corona siguiendo el modelo de reino más poderoso, Castilla, y una tendencia descentralizadora que buscaba el mantenimiento de las leyes (fueros) e instituciones particulares de cada territorio.

A estas tensiones de tipo político se unieron en el siglo XVII las derivadas de la dura crisis económica y social que sufrió la monarquía hispánica.

Felipe III continuó la política de intolerancia religiosa: en 1609 decretó la expulsión de los moriscos. Esta medida afectó especialmente a los reinos de Aragón y Valencia y provocó el despoblamiento de determinadas zonas y falta de mano de obra agrícola.

La Unión de Armas y la crisis de 1640

Este proyecto de Olivares, conocido como la Unión de Armas, desencadenó la crisis más grave del siglo XVII, la crisis de 1640.

La negativa a colaborar de las Cortes Catalanas (1626 y 1632) no impidió que Olivares decidiera llevar tropas para luchar contra Francia a través del Principado. Muy pronto, los roces de las tropas castellanas e italianas con el campesinado alentó el descontento que terminó por estallar en el Levantamiento del Corpus de Sangre, el 7 de junio de 1640.

La muerte del Virrey fue solo el inicio de una guerra de Cataluña entre los rebeldes catalanes, dirigidos por la Generalitat con el apoyo de Luis XIII de Francia, y las tropas de Felipe IV. La guerra civil concluyó cuando Barcelona fue recuperada por las tropas españolas en 1652.

Las Cortes portuguesas proclamaron rey al duque de Braganza. Los rebeldes fueron apoyados por Francia e Inglaterra, potencias interesadas en debilitar a España. Finalmente, Mariana de Austria, Madre-regente de Carlos II, acabó reconociendo la independencia de Portugal en 1668.

La crisis de 1640

El enorme esfuerzo militar que para la Monarquía suponía las continuas guerras europeas (la Guerra de los Treinta Años había comenzado en 1618 y las hostilidades con los rebeldes holandeses se habían reanudado) y la demanda de sacrificios a los reinos que componían la Corona realizada por la Unión de Armas propuesta por el Conde-Duque de Olivares en 1632 precipitaron la crisis de 1640 con dos escenarios principales: Cataluña y Portugal.

El fracaso de Olivares para que las instituciones catalanas aceptaran la Unión de Armas no le impidió mandar tropas al Principado al estallar la guerra con Francia. La presencia de tropas castellanas precipitó el estallido de revueltas entre el campesinado catalán. Finalmente, el día del Corpus Christi de 1640, grupos de campesinos atacaron Barcelona, asesinaron al virrey y precipitaron la huida de las autoridades.

Ante el avance de tropas castellanas, los rebeldes aceptaron la soberanía de Francia. Sin embargo, la Corona Española perdió el Rosellón y la Cerdaña en la Paz de los Pirineos en 1659.

La rebelión en Portugal, organizada en torno a la dinastía de los Braganza, se extendió rápidamente.

La España del siglo XVII: El ocaso del imperio español en Europa

El siglo XVII fue testigo de la aparición y consolidación de un nuevo orden internacional en Europa. Las guerras fueron una constante del que ha sido denominado Siglo de hierro. La cruel Guerra de los Treinta Años (1618-1648) y, ligada a la anterior, la Guerra Franco-Española que culminó en 1659 son buen ejemplo de ello.

Este tratado significó el triunfo de una Europa horizontal, basada en monarquías independientes y en la búsqueda del equilibrio diplomático y militar, y la derrota de la idea de una Europa vertical, en la que los reinos estarían subordinados al Emperador y al Papa.

El reinado de Felipe III (1598-1621) fue un reinado pacífico. Agotada España y sus enemigos tras las continuas guerras del siglo anterior, se paralizaron los conflictos con Francia, Inglaterra y los rebeldes holandeses, con los que se firmó la Tregua de los Doce Años.

Con Felipe IV (1621-1665) y su valido, el Conde-Duque de Olivares, España volvió a implicarse en los grandes conflictos europeos. El fin de la Tregua de los Doce Años (1609-1621) añadió un nuevo frente al conflicto.

Pronto cambió el signo del conflicto y las derrotas se repitieron, como en Rocroi ante Francia, mientras que franceses e ingleses atacaban las posesiones americanas. La impotencia de los Habsburgo llevó finalmente al Tratado de Westfalia (1648) por el que se ponía fin a la Guerra de los Treinta Años y en el que España reconoció la independencia de Holanda.

La guerra continuó hasta 1659 contra Francia, en beneficio de la Francia de Luis XIII.

Su muerte sin descendencia provocó la Guerra de Sucesión (1701-1713) al trono español en la que al conflicto interno se superpondrá un conflicto europeo general. La Paz de Utrecht en 1713 significó el fin del imperio español en Europa.

La España del siglo XVII: Evolución económica y social

El siglo XVII fue un siglo de crisis económica en Europa en general, en el Mediterráneo en particular, y, muy especialmente, en la Península Ibérica. En la Corona española la crisis fue más temprana y más profunda que en el resto de Europa.

Ya en la primera mitad del siglo aparecen serios problemas demográficos. La crisis golpeó con más fuerza a Castilla que a los reinos periféricos.

En la segunda mitad del siglo, la crisis continuó y se agudizó. A la decadencia de la agricultura, agravada por la expulsión de los moriscos, se le unió la de la ganadería lanar, que encontró graves dificultades para la exportación, y la de la industria, incapaz de competir con las producciones extranjeras.

Consecuencia de la crisis comercial fue la disminución de la circulación monetaria.

La situación fue empeorada por la incorrecta política económica de los gobiernos de la Corona, que agravaron más que solucionaron los problemas: envilecimiento de la moneda (menos plata en su contenido), devaluación monetaria, aumento impositivo

En este marco de crisis económica, la sociedad estamental española vivió un proceso de polarización marcada por el empobrecimiento de un campesinado que constituía la mayor parte de la población, la debilidad de la burguesía y las clases medias, y el crecimiento numérico de los grupos sociales improductivos como la nobleza y el clero en un extremo y los marginados: pícaros, vagos y mendigos en otro.

La mentalidad social imperante, marcada por el desprecio al trabajo, agravó la crisis social y económica. El hidalgo ocioso y el pícaro se convirtieron en arquetipos sociales de las España del Barroco.

La España del siglo XVII: Esplendor cultural. El Siglo de Oro

La sociedad española siguió marcada por los valores aristocráticos y religiosos de la mentalidad colectiva en la centuria anterior.

Así, valores típicamente nobiliares como el honor y la dignidad fueron reivindicados por todos los grupos sociales. Hubo que esperar al siglo XVIII para que se prohibieran legalmente los duelos.

Esta mentalidad llevó a que, exceptuando ciudades mercantiles como Cádiz o Barcelona, no se pueda hablar de la existencia de una burguesía (mercaderes, fabricantes) con mentalidad empresarial que promoviese el desarrollo económico, tal como estaba ocurriendo en Inglaterra, Holanda…

Las gentes con medios económicos, en vez de hacer inversiones productivas en la agricultura, el comercio o la artesanía, tendieron a buscar el medio de ennoblecerse, adquirir tierras y vivir a la manera noble.

Iniciado el siglo con la figura de Cervantes (1547-1616) y su «Quijote» (1605 y 1614), las letras hispanas brillaron con figuras como Quevedo, Lope de Vega o Góngora.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *