El Sistema Canovista de la Restauración Española: Funcionamiento y Claves (1876-1923)

El Sistema Canovista de la Restauración: Un Análisis Profundo

Antonio Cánovas del Castillo fue la figura clave que articuló los principios ideológicos y estableció las bases institucionales y jurídicas del sistema de la Restauración en España.

El Sistema Político Canovista

El sistema político concebido por Cánovas se inspiraba en el modelo bipartidista británico. Su funcionamiento se basaba en el turno pacífico de dos partidos principales, denominados «dinásticos» debido a su lealtad a la Corona. Estos partidos eran:

  • Partido Liberal-Conservador: Liderado por el propio Cánovas, este partido tenía sus raíces en el partido alfonsino del Sexenio Democrático. Heredero del moderantismo, el unionismo y una facción del progresismo de la época isabelina, representaba los intereses de la burguesía latifundista y financiera, así como de los grupos residuales del Antiguo Régimen. Se mostraban más defensores de la Iglesia y el orden social.
  • Partido Liberal-Progresista: Encabezado por Práxedes Mateo Sagasta, este partido integraba a antiguos progresistas, demócratas y ex republicanos moderados. Contaba con el respaldo de profesionales liberales, la burguesía industrial y comercial, y el alto funcionariado. Estaban más inclinados hacia las reformas sociales y una educación más laica.

Las diferencias ideológicas y políticas entre ambos partidos eran mínimas. De hecho, la creación del Partido Liberal respondió a la necesidad del sistema canovista de generar una oposición con un programa político similar al partido gobernante. En la práctica, la actuación de ambos partidos al alcanzar el poder no difería significativamente, existiendo un acuerdo tácito de no promulgar leyes que forzaran al otro partido a derogarlas al regresar al gobierno.

La Restauración excluyó a las formaciones políticas no dinásticas (carlistas y republicanos), así como a los regionalistas (que cuestionaban la administración centralista) y a las organizaciones obreras (contrarias al orden liberal y capitalista).

El Pacto del Turno y el Fraude Electoral

Los dos partidos dinásticos pactaban su acceso al gobierno. Este mecanismo evitaba que la monarquía se identificara con un solo partido, como había ocurrido durante el reinado de Isabel II, y garantizaba la continuidad del régimen al alejar a las tendencias políticas antimonárquicas.

Para asegurar el turno, se recurría al fraude electoral y a la influencia de los caciques locales. El sistema, por lo tanto, no empleaba procedimientos democráticos reales. Como señaló el escritor y político regeneracionista Joaquín Costa, el sistema político de la Restauración era una síntesis de «oligarquía y caciquismo».

La Constitución de 1876

El régimen político de la Restauración se regía por la Constitución de 1876, que estuvo en vigor hasta el golpe de Estado de Primo de Rivera en 1923, siendo la más duradera de la historia constitucional española. Sus principales características eran:

  • Soberanía compartida entre el Rey y las Cortes.
  • El Rey controlaba el poder ejecutivo, tenía iniciativa legislativa y derecho de veto.
  • Las Cortes eran bicamerales, con un Senado que aseguraba el control del poder legislativo por parte de las minorías privilegiadas.
  • Garantizaba las libertades de expresión, reunión y asociación.
  • Se establecía la tolerancia religiosa, con el catolicismo como religión oficial, pero permitiendo el ejercicio privado de otros cultos.

El texto constitucional no especificaba el tipo de sufragio. Inicialmente, se mantuvo el sufragio censitario, que excluía a la gran mayoría de la población (aproximadamente el 95%) de la participación política. En 1890, se implantó el sufragio universal masculino. La Constitución mantenía un carácter centralista y unitario del Estado, sin atender a las crecientes demandas descentralizadoras.

La Constitución de 1876 se inspiraba en la moderada de 1845, pero incorporaba elementos democráticos de la de 1869, como el reconocimiento de derechos y libertades (aunque estos estuvieron restringidos en la práctica). Esta ambigüedad permitía que la Constitución se adaptara a las diferentes tendencias liberales que formaban parte de la Restauración, otorgándole una apariencia de democracia parlamentaria, aunque distaba mucho de ser una democracia auténtica.

Funcionamiento Detallado del Sistema: El Encasillado y el Caciquismo

El mecanismo del turno operaba de la siguiente manera: Periódicamente, o cuando un partido sufría desgaste político y perdía la confianza de las Cortes, el Rey encargaba al jefe del partido de la oposición la formación de un nuevo gobierno. Se convocaban elecciones para construir una mayoría parlamentaria que permitiera gobernar de forma estable.

Desde el Ministerio de la Gobernación se elaboraba el «encasillado«, una lista de diputados que debían ser elegidos en cada distrito. Estas listas estaban compuestas por miembros de la alta burguesía y la aristocracia, una oligarquía que monopolizaba los cargos político-administrativos y los escaños de las Cortes. El encasillado se entregaba a los gobernadores civiles, quienes lo imponían en las provincias y ayuntamientos a través de los caciques locales.

El caciquismo era especialmente evidente en las zonas rurales, donde una gran parte de la población dependía de los caciques para:

  • El control de los ayuntamientos.
  • La elaboración de informes y certificados personales.
  • El control del sorteo de quintas (servicio militar).
  • La resolución o complicación de trámites burocráticos.
  • La obtención de puestos de trabajo.

Los caciques, a cambio de «favores», aseguraban la fidelidad electoral y el respeto a sus intereses. Si los mecanismos caciquiles fallaban, se manipulaban los resultados en el Gobierno Civil, garantizando el triunfo de la candidatura oficial. Se recurría a diversas trampas electorales:

  • Falsificación del censo electoral (incluyendo a personas fallecidas o impidiendo votar a personas vivas).
  • Manipulación o cambio de las actas electorales.
  • Colocación de urnas en lugares inaccesibles.
  • Compra de votos y amenazas al electorado.

El fraude electoral fue una práctica habitual durante toda la Restauración, incluso tras la introducción del sufragio universal masculino en 1890. Solo en los núcleos urbanos importantes, donde la oposición política era más fuerte, se hizo más difícil el control caciquil del voto. Estas prácticas fraudulentas se veían favorecidas por la abstención de una parte considerable de la población, descontenta y sin sentirse representada en el proceso electoral. La participación electoral durante gran parte del período no superó el 20%.

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