La Restauración Borbónica y el Sistema Canovista
Introducción
El régimen de la Restauración fue el resultado del fracaso de la experiencia republicana durante el Sexenio Democrático. La formación del partido alfonsino preparó la llegada al trono de un nuevo monarca, Alfonso XII, hijo de Isabel II. El principal representante de este sector fue Antonio Cánovas del Castillo, quien diseñó un sistema político basado en la hegemonía de dos partidos: el Conservador y el Liberal. En torno a ellos giró la vida política durante varias décadas.
El Sistema Canovista
La restauración de la monarquía borbónica en la figura de Alfonso XII fue producto de un concienzudo trabajo preparatorio llevado a cabo durante el Sexenio Democrático y, de forma intensiva, durante el gobierno de Serrano en 1874. El objetivo era situar en el trono al hijo de Isabel II, y el gran protagonista fue Antonio Cánovas del Castillo. En 1870, Isabel II abdicó en favor de su hijo. El instrumento básico de Cánovas fue la creación de un partido alfonsino, cuyo primer núcleo estuvo formado por diputados de las Cortes Constituyentes de 1868. Su programa inicial se reducía al liberalismo y a la fidelidad al príncipe Alfonso, pero a partir de agosto de 1873 se fue elaborando un programa más conservador con la adhesión a la causa de buena parte del partido moderado. Fue un nuevo experimento revolucionario, como el del Sexenio.
Al papel de Cánovas en este proceso se ha de sumar el del ejército, protagonista hasta ese momento de la vida política y a quien Cánovas deseaba asignar un papel subordinado al poder civil y someter sus iniciativas al sistema constitucional.
El Manifiesto de Sandhurst
En diciembre de 1874, se publicó el Manifiesto de Sandhurst, redactado por Cánovas y firmado por don Alfonso en la academia militar donde se formaba. Este documento recogía las ideas básicas del proyecto restaurador: carácter abierto e integrador de la monarquía constitucional, necesidad de que la tradición católica fuera compatible con la libertad y superación de las dos constituciones precedentes: la de 1845 y la de 1869. El pronunciamiento del general Martínez Campos significó la restauración monárquica en la persona de Alfonso XII, hijo de Isabel II. El nuevo sistema político fue diseñado por Cánovas del Castillo, por lo que se llamó el sistema canovista. Cánovas intentó restablecer el orden anterior a 1868, resolviendo los problemas heredados de la etapa revolucionaria.
La Constitución de 1876
La Constitución de 1876 es un texto breve, de 89 artículos, que surgió de una síntesis entre las dos constituciones precedentes, las de 1845 y 1869. La forma en que se elaboró muestra su espíritu de partida: el pacto, lo que explica su durabilidad. Estuvo vigente hasta 1923, cuando el general Primo de Rivera instauró la Dictadura y la dejó en suspenso. Sus rasgos esenciales eran:
- La soberanía compartida entre el rey y las Cortes.
- El derecho de sufragio se dejaba pendiente al no precisar el sistema de votación.
- La religión era la católica, pero se permitía la libertad de culto en la intimidad.
- La Corona retomaba amplios poderes: potestad legislativa junto con las Cortes y derecho de veto.
- Las Cortes eran bicamerales.
- Realizaba una amplia declaración de derechos.
Bipartidismo y Turnismo
El proyecto político de Cánovas defendía un sistema en el que la monarquía fuera su base y los partidos políticos un instrumento a su servicio. Para ello era necesario formar nuevos partidos que, superando la etapa anterior, creasen un muro frente a los radicalismos republicanos y carlistas. Esos dos partidos que luego se turnaron en el poder fueron el Conservador, presidido por Cánovas, y el Liberal, presidido por Sagasta.
El turnismo o turno pacífico fue uno de los elementos fundamentales del sistema de la Restauración. Su origen estuvo en la exigencia de Sagasta de que el rey llamase a gobernar en el año 1881 a su partido como alternancia al de Cánovas. La cesión del rey a esta petición instauró el precedente del relevo pacífico en el poder, y alejó el riesgo de pronunciamientos y motines. Se rompía así con lo que había sido la práctica del reinado de Isabel II, que se fundamentó en el monopolio del gobierno por los moderados, por lo que los progresistas solo tenían la vía del levantamiento para alcanzar el poder.
Lo normal en este relevo era que antes existiese un cierto desgaste del gobierno y que la oposición presionase para que se produjera el cambio. Pero en la práctica esto no era lo esencial: se instauró un acuerdo tácito de que los dos partidos que apoyaban la monarquía de Alfonso XII se turnarían en el poder, mediante la manipulación del proceso electoral, un verdadero fraude que permite hablar de democracia puramente formal o sistema liberal sin democracia.