El Sistema de la Restauración y la Crisis Colonial de 1898 en España

El Sistema Político de la Restauración y sus Consecuencias

Dos partidos políticos se pusieron de acuerdo para que el sistema funcionase y se evitase la constante intervención del ejército en política mediante pronunciamientos. Estos partidos fueron conocidos como partidos dinásticos. Uno era el Partido Liberal-Conservador, que reunía a los moderados, y el otro el Liberal Fusionista o Liberal, formado por progresistas. El Partido Conservador estaba dirigido por el artífice del sistema, Cánovas del Castillo. Y el Partido Liberal estaba liderado por Práxedes Mateo Sagasta. No eran partidos de masas sino de élites y no existían grandes diferencias entre ambos. Los partidos se repartían los escaños previo acuerdo y debían gobernar alternativamente de forma pacífica.

Las elecciones eran un fraude. El Gobierno y la oposición decidían los candidatos que debían ser elegidos, (encasillado). Se recurría al pucherazo: manipular o cambiar los votos de la urna, el soborno o la compra de votos, el falseamiento del censo, la amenaza o la violencia, etc. Para asegurar el éxito del ganador fijado se contaba con los caciques, personajes influyentes y ricos que intimidaban a la población del ámbito rural. De este modo, el sistema estaba cerrado para otras fuerzas políticas: republicanos, carlistas, socialistas, etc.

El rey, apodado «El Pacificador», se limitaba a garantizar la alternancia en el poder de ambos partidos. En las convocatorias electorales la abstención era muy elevada.

El Regeneracionismo y la Generación del 98

La catástrofe colonial de 1898 provocó un notable impacto en la sociedad española que tuvo repercusiones en diversos ámbitos como el político y el cultural, pero también en el militar. Repentinamente, los españoles se hicieron conscientes de su declive como potencia mundial. Esto degeneró en un pensamiento pesimista, pero también en un deseo de regeneración del país, aprender de los errores e iniciar las reformas necesarias para salir de la postergación producida por la derrota.

Como consecuencia, se desarrolló en España un movimiento intelectual preocupado por la situación descrita, el Regeneracionismo.

Su principal representante fue el político aragonés Joaquín Costa, que en su obra Oligarquía y caciquismo denunciaba los males del sistema y expresó la necesidad de que surgiese un «cirujano de hierro» que acabase con ellos. Costa apostaba por olvidarse de las glorias del pasado, (“echar siete llaves al sepulcro del Cid”), y defendía la europeización de España. “Escuela y despensa” fue su lema. Muchas de sus ideas influirían en políticos, intelectuales y militares españoles.

En el terreno literario, toda una generación intentó analizar el «problema de España» y llegó a la conclusión de que era necesaria una renovación moral, social y cultural del país. Ángel Ganivet, Pío Baroja, Miguel de Unamuno, Ramón del Valle Inclán, Antonio Machado, etc., fueron algunos de sus representantes. Esta generación es conocida como la Generación del 98.

La guerra comportó importantes pérdidas humanas y materiales. Los efectos económicos fueron graves; los ingresos venidos de las colonias cesaron. El retorno de capitales cubanos originó la aparición de bancos, pero no se tradujo en una mejora de la economía a largo plazo.

La Crisis Colonial: Cuba y Filipinas

A mediados del siglo XIX, España sólo conservaba de su antiguo imperio colonial Cuba, Puerto Rico y Filipinas, y algunas islas en el Pacífico.

Cuba recibía un importante flujo de inmigrantes procedentes de la metrópolis. La isla concentraba numerosos intereses económicos por los cultivos de caña de azúcar, tabaco y café. El Estado y muchas empresas españolas se beneficiaban de estos negocios. Pero el comercio cubano estaba limitado por la política arancelaria que obligaba a comprar productos españoles e impedía exportar los propios al resto de Europa o EEUU.

Además, los cubanos no tenían derechos ni representantes en las Cortes para defender sus intereses. El incumplimiento de los compromisos de la Paz de Zanjón (1878) provocó la aparición de un Partido Liberal Cubano formado por criollos partidarios de la autonomía. Los sucesivos gobiernos conservadores y liberales intentaron introducir algunas mejoras en la isla, pero había muchos políticos españoles que representaban los intereses de los latifundistas azucareros contrarios a los cambios.

El malestar de la población cubana se incrementó a partir de 1891, al introducir un nuevo impuesto, el Arancel de Cánovas, creado para dificultar el comercio de productos de la isla con EEUU en beneficio de los que procedían de España.

La situación en Filipinas era semejante, pero en estas islas la presencia española era insignificante, se limitaba a un contingente del ejército y a varias órdenes religiosas.

El independentismo fue defendido por José Rizal, fundador de la Liga Filipina en 1892 y partidario de la expulsión de las órdenes religiosas y la confiscación de los latifundios.

La Guerra Hispano-Estadounidense y sus Consecuencias

En 1895 se reinició el conflicto cubano. La insurrección se inició en Baire (Grito de Baire) y fue encabezada por José Martí, creador del Partido Revolucionario Cubano. España envió al general Weyler a poner orden. Más de 200.000 soldados españoles desembarcaron en la isla. Pese al numeroso contingente, los españoles poco pudieron hacer frente a las enfermedades tropicales y la guerra de guerrillas.

Por otra parte, EEUU era partidario de intervenir en la guerra. En 1897, el presidente McKinley, fiel a la doctrina Monroe («América para los americanos»), envió armas a los rebeldes.

En 1898, la explosión del Maine, buque de guerra norteamericano, en el puerto de La Habana, sirvió de pretexto para declarar la guerra a España. Ese mismo año se reanudó la insurrección en Filipinas, que también buscó el respaldo de EEUU.

España subestimó el poder de EEUU; muy pocos españoles quisieron admitir que el país se enfrentaba a un poderoso enemigo. La flota española fue destruida con facilidad en Santiago de Cuba y en Cavite (Filipinas).

En el Tratado de París, España cedió a EEUU las colonias de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Las islas del Pacífico (Marianas y Carolinas) se vendieron a Alemania.

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