El Sistema Político de la Restauración
Centralismo y Autoritarismo
El sistema político de la Restauración se caracterizó por su centralismo y autoritarismo, aunque con apariencias liberales. El centralismo se manifestó en la abolición de los Fueros de las provincias vascas y en la reorganización de los ayuntamientos y diputaciones provinciales, que perdieron autonomía. Los alcaldes de poblaciones con más de 30.000 habitantes serían designados por el gobierno, quien también aprobaría los presupuestos provinciales y municipales.
El autoritarismo se hizo evidente en el intento de imponer el orden a toda costa, controlando a la prensa y a los grupos de oposición al sistema. En esta línea, se estableció la censura previa para las publicaciones de menos de 200 páginas, se concedió a la Iglesia el derecho a censurar los libros que pudieran atentar»contra la moral y buenas costumbre» y se prohibieron las asociaciones políticas (partidos) que no aceptasen la Constitución.
Evolución hacia Posiciones Menos Autoritarias
El sistema fue evolucionando hacia posiciones menos autoritarias. Así, durante la presidencia de Sagasta se reimplantó el sufragio universal masculino (1890) y se restablecieron la libertad de imprenta y de asociación. Sin embargo, el sistema estaba viciado por la práctica del caciquismo.
El caciquismo consistía en la manipulación sistemática de las elecciones, cuyos resultados controlaban los caciques, que por lo general eran terratenientes de zonas rurales o individuos con mucha influencia en los pueblos o comarcas. La manipulación se hacía bien»comprand» los votos de los campesinos ignorantes, bien a través de la coacción (los caciques podían dar o quitar los puestos de trabajo), o también directamente mediante la falsificación de los votos «dar el pucheraz»). Siempre ganaba el partido que le tocaba gobernar por turnos. El candidato oficial, llamado»encasillad», sabía que tenía ganada la elección antes de que ésta se realizara.
Crisis y Desastre del 98
El sistema, al no ser capaz de adaptarse a los cambios sociales y económicos del país, acabó favoreciendo la aparición de partidos y sindicatos obreros (PSOE, UGT) y nacionalistas vascos (PNV de Sabino Arana) y catalanes (Bases de Manresa y creación de la Lliga Regionalista de Prat de la Ribá). Estos movimientos crecieron a medida que no se sentían representados por un sistema político que les cerraba las puertas de acceso al poder (el PSOE no tuvo representación parlamentaria hasta 1910 y porque se presentó en coalición con los republicanos).
La situación se hizo insostenible tras el desastre de 1898, por el que España, derrotada por Estados Unidos, perdió sus últimas colonias (Cuba, Puerto Rico y Filipinas). Este desastre acrecentó las críticas y denuncias que recibía el régimen de la Restauración por parte de intelectuales regeneracionistas como Joaquín Costa, Ángel Ganivet y algunos próximos a la»generación del 9″ (Ortega y Gasset, Antonio Machado, Vicente Blasco Ibáñez, Benito Pérez Galdós, Miguel de Unamuno, etc.), sin ningún éxito.
Conclusión
El sistema canovista se caracterizó por su estabilidad política, que favoreció la vigencia de la Constitución de 1876, y una relativa prosperidad económica. Sin embargo, bajo esta apariencia se escondían numerosos vicios:
* Bipartidismo que excluía a otras fuerzas políticas. * Fraude electoral y caciquismo. * Ignorancia de los problemas de la mayoría de la población.
Por ello, el sistema contó con la oposición del movimiento obrero y los nacionalismos. Podemos concluir que no era un régimen liberal democrático, sino doctrinario, claramente conservador y autoritario, que ejercía un control férreo de la oposición y en el que era prácticamente imposible introducir cambios. Ni siquiera el Desastre del 98, que puso de manifiesto la decadencia del sistema, logró provocar grandes cambios, y la Restauración sobrevivió intacta hasta la Dictadura de Primo de Rivera.