Es el periodo de la historia de España que va de 1875 a 1931, en el que se produjo la reposición en el trono de la dinastía borbónica (Alfonso XII) tras el Sexenio Democrático y la experiencia de la dinastía Saboya y la Primera República.
El Régimen Político
Se basa en la Constitución de 1876, fiel reflejo del pensamiento de Antonio Cánovas del Castillo. Se planteó de manera flexible para que diera cabida a las distintas tendencias liberales. Por otra parte, Cánovas pretendía establecer un sistema bipartidista, en el que dos partidos de notables se turnasen en el ejercicio del poder, mediante elecciones restringidas a los propietarios y contribuyentes.
La Constitución tenía un carácter moderado. No reconocía la soberanía nacional de modo suficiente y afirmaba los privilegios tradicionales de la Iglesia. Fue promulgada en junio de 1876 y establecía:
- La soberanía compartida entre el rey y las Cortes.
- Libertad y una práctica política que debía efectuarse sobre el principio de la existencia de unos partidos oficiales que aceptaran los reglamentos de la legalidad.
- El sufragio censitario, que dejaba la participación ciudadana reducida a no más de un 5% de la población.
La Constitución establecía el centralismo político-administrativo como fórmula de organización del Estado, aboliendo los fueros de las provincias vascas por una ley de julio de 1876. Solo hay un reconocimiento vago de ciertas libertades políticas, que fue reducido en la práctica por leyes restrictivas.
Se reorganizaron las diputaciones provinciales y los ayuntamientos. Se restringió la participación ciudadana en las elecciones de los cargos, dejándose estas a los propietarios.
En resumen, la Constitución canovista estableció un modelo moderado, censitario, lleno de limitaciones a los derechos políticos de los ciudadanos, conforme a los intereses de la oligarquía conservadora y basada en el turnismo entre dos grandes partidos de notables.
Los Fundamentos Sociales
El sistema canovista se basaba fundamentalmente en el apoyo de las clases y grupos más conservadores de la sociedad, la burguesía. La política económica y social de la Restauración era dictada por el triángulo formado por cerealistas castellanos, ferreteros vascos y empresarios del textil catalanes.
Pero también se ha hablado de una España dual en la que esas zonas industriales convivían con otro país muy atrasado, con un analfabetismo superior al 75% de la población y modos de vida y niveles de renta casi en la miseria permanente.
La Restauración se apoya en una sociedad organizada en torno a los caciques, hombres ricos e influyentes. El caciquismo era la forma de vertebración de una sociedad atrasada. El documento refleja claramente la importancia de esa oligarquía caciquil en el sistema. Además, la Restauración contaba, desde luego, con el apoyo indiscutible de instituciones sociales tan influyentes como la Iglesia y el ejército.
El desarrollo económico y urbano que se produce en el último tercio del siglo irá generando nuevas fuerzas sociales. La pequeña burguesía en Cataluña y País Vasco irá creando una conciencia regionalista que buscaba su expresión política en los primeros movimientos nacionalistas. Entre los obreros de la minería y la industria prenden con fuerza las ideas socialistas, predominando el anarcosindicalismo. El republicanismo se mantuvo vivo y pujante entre los sectores urbanos más ilustrados.
La base social del régimen se fue haciendo cada vez más estrecha y, a pesar de que se introdujo el sufragio universal y se promulgaron leyes que ampliaban las libertades políticas, sobre todo con los gobiernos de Sagasta, la realidad fue que a finales de siglo empezó a resultar inservible el sistema político para permitir la participación de la España real y la solución a los graves problemas del país.
La Evolución del Régimen
Alfonso XII muere en 1885, creándose una situación de riesgo para la continuidad del régimen. Sagasta, a la muerte de Alfonso XII, llegó a un acuerdo con Cánovas para garantizar la alternancia y el turno de los partidos (Pacto de El Pardo). Comenzó así el periodo de la regencia de María Cristina de Habsburgo, que duraría hasta 1902, fecha en que subió al trono Alfonso XIII.
A lo largo de estos años se mantuvo la alternancia entre los dos grandes partidos dinásticos. Sagasta aparecía como más liberal y avanzado que Cánovas. Con Sagasta se aprobaron diversas leyes, como por ejemplo la introducción del sufragio universal masculino en 1890. Pero el régimen, a pesar de las reformas, se basaba en el falseamiento electoral, gracias al control social que ejercían los hombres influyentes (caciques) del partido en esa zona. La España oficial y la España real no tenían nada que ver.
Los problemas que no resolvía el sistema eran: los nacionalismos periféricos, la cuestión colonial y militar, y el desarrollo del movimiento obrero. Cánovas fue asesinado en 1897 y Sagasta murió en 1903. Tras ellos, una nueva generación de políticos encabezaron los dos grandes partidos dinásticos, que en muchas ocasiones tuvieron que crear gobiernos de concentración con políticos de diversas tendencias.
Descomposición del Sistema Canovista
El sistema político institucional canovista, que se plasmaba en la Constitución de 1876, formalmente subsistiría hasta su sustitución por un nuevo régimen republicano en 1931. Sin embargo, la historiografía señala dos etapas en este periodo: una primera hasta finales del siglo XIX, en la que el marco político de la Constitución funcionó con normalidad, posibilitando la alternancia de partidos en el gobierno; y otra que comienza con el siglo XX, en la que el sistema entró en crisis por el surgimiento y desarrollo de fuerzas y movimientos sociales que no tenían posibilidad de expresarse en el marco del sistema.
Los principales factores de descomposición del sistema fueron:
- Los nacionalismos periféricos.
- La crisis social y los movimientos obreros.
- La crisis colonial.
- La inestabilidad política.