Caciquismo y Fraude Electoral
La farsa debía venir legitimada a través del sufragio. Aquí intervenía un nuevo entramado de corrupción que tenía su protagonista principal en la figura del cacique. Tanto el Partido Conservador como el Liberal tenían su propia red organizada para asegurarse los resultados electorales adecuados cuando les correspondiese el turno. Se trataba de una red piramidal con la siguiente estructura:
- En Madrid estaba la oligarquía integrada por los altos cargos políticos y personajes influyentes de ambos partidos, vinculada a las clases dominantes.
- En las capitales de provincia, la figura clave era el gobernador civil.
- Por último, en las comarcas, pueblos y aldeas se encontraban los caciques locales (nombre con que se designaba a los jefes en los primitivos pueblos indios).
Con esta estructura se organizaba el fraude electoral de arriba abajo, bajo la coordinación del propio ministro de la Gobernación:
- Desde Madrid, los oligarcas transmitían las instrucciones a los gobernadores civiles.
- Estos elaboraban la lista de los candidatos que tenían que salir elegidos en cada localidad (los «encasillados») y daban las instrucciones necesarias a los caciques locales.
- Por último, estos se encargaban de la manipulación directa de los resultados electorales.
En conclusión, el sistema político implantado por la Restauración era una fachada institucional para ocultar el verdadero control del poder por parte de la reducida oligarquía.
Los Excluidos del Sistema
Los dos grandes movimientos sociales, como el movimiento obrero y campesino, por un lado, y los regionalismos y nacionalismos, por otro lado, quedaron fuera del sistema político de la Restauración y acabaron destruyéndolo debido a su incapacidad para integrarlos.
El Reinado de Alfonso XII (1875-1885)
Interrumpido por su muerte a los 28 años de edad, representa la fase de construcción y consolidación del sistema político canovista. El gobierno lo ejerció el Partido Conservador, salvo de 1881 a 1884, en que, con el primer gobierno del Partido Liberal, se inició la práctica del turno pacífico. El gran protagonista de esta década fue Cánovas del Castillo, quien restauró la monarquía borbónica y consolidó su sistema político con importantes éxitos:
- Se promulgó la Constitución de 1876, estable y duradera.
- Se acabó con el tradicional protagonismo político de los militares y con la práctica del pronunciamiento.
- Se liquidaron las dos guerras heredadas (la Carlista y la de Cuba).
- La buena coyuntura económica internacional favoreció la consolidación del deficiente capitalismo español.
Estabilización de la Vida Política y Consolidación del Poder Civil
El objetivo prioritario de Cánovas era la creación de un sistema político estable y basado en el orden social. El sistema ideado por Cánovas era estable, pero también corrupto y antidemocrático. Dicha estabilidad se consiguió gracias a tres factores: una constitución elástica, la integración en dos grandes partidos y el sistema de turno de partidos. Ante la facilidad de los dos partidos tanto para acceder al poder como para gobernar, desapareció la tentación de recurrir al ejército para provocar el cambio político. Lo más importante de esta nueva estabilidad, desde el punto de vista político, fue la consolidación del poder civil.
Finalización de la Guerra Carlista
La tercera guerra carlista (1872-1876) se inició durante el reinado de Amadeo de Saboya y se prolongó durante la Primera República y el reinado de Alfonso XII. Las acciones militares se desarrollaron en la zona norte de la península y, en menor medida, en Cataluña, Valencia, Aragón y zonas aisladas de Andalucía. Este conflicto finalizó por diversos motivos: el desgaste militar de las tropas carlistas; la nueva situación política; el desarrollo de una mayor capacidad militar y ofensiva por parte del nuevo régimen. A finales de febrero de 1876, Carlos VII cruzó la frontera de Francia y finalizó la última guerra carlista. El carlismo desapareció después de casi medio siglo de luchas intermitentes.
Finalización de la Guerra de los Diez Años
Tras la aprobación de la Constitución de 1876, se crearon las condiciones para reforzar en Cuba la fuerza militar española, por lo que se decidió enviar al general Martínez Campos con un ejército. En 1877, Martínez Campos combinó las victorias militares con gestiones políticas. Fruto de su labor fue la Paz de El Zanjón (1878), que finalizaba la guerra y ofrecía algunas concesiones a los cubanos: mejora de las condiciones políticas y administrativas de la isla y amplia amnistía. Esta paz también fortaleció el nuevo régimen alfonsino. De hecho, en 1879 estalló una nueva revuelta, conocida como Guerra Chiquita. Fue reducida con facilidad, pero tuvo una gran repercusión, pues anunció lo que sería la definitiva Guerra de Independencia (1895-1898).