La Construcción de los Estados Nacionales
Introducción
Para empezar, hay que distinguir entre Estado y Nación:
Un Estado es el cuerpo político que ejerce su soberanía sobre un determinado territorio, la nación, de ahí que se hable de Estado-Nación. En la Edad Moderna los Estados-Nación eran normalmente reinos como España, Francia o Gran Bretaña; ducados como Varsovia o La Toscana; repúblicas como la República de Liguria (creada por Napoleón a partir de Génova).
Una nación es el conjunto de ciudadanos de un determinado territorio, unido por características históricas, lingüísticas, sociales y culturales, que están insertos en un Estado-Nación. Serían el caso de Escocia e Irlanda con respecto a Gran Bretaña; Grecia con respecto al Imperio Turco; los estados italianos o alemanes; y los países Balcánicos con respecto al Imperio Austro-Húngaro.
Por tanto, el nacionalismo es el movimiento que pretende la consecución del Estado para una nación; y la unificación de Estados independientes en un solo Estado-Nación.
En este sentido se debe diferenciar entre nacionalismo centrífugo y nacionalismo centrípeto:
Nacionalismo centrífugo: Son aquellas naciones o territorios que forman parte de un Estado-Nación, que compartiendo características históricas, culturales, sociales y lingüísticas, diferentes al del Estado en el que están integradas, buscan su independencia política, conseguir su soberanía y convertirse en un Estado-Nación. Es el caso de Grecia con respecto al Imperio Turco, y el de Bélgica con respecto a los Países Bajos.
Nacionalismo centrípeto: Son aquellos Estados-Nación que compartiendo características históricas, culturales, sociales y lingüísticas, pretenden unirse en un solo Estado-Nación: por ejemplo Italia y Alemania.
Causas
Entre las causas que provocaron el surgimiento de estos movimientos nacionalistas hay que destacar las siguientes:
La Revolución Industrial, que planteó la necesidad de articular los mercados nacionales eliminando las aduanas interiores, la unificación de pesos y medidas, y la aprobación de códigos de comercio.
La independencia de EE.UU., que permitió la independencia de las 13 colonias inglesas de Norteamérica y su configuración como una república federal, basada en una constitución que recogía todo el pensamiento ilustrado. Fue el principal modelo en el que se basaban los defensores de los nacionalismos europeos.
La Revolución Francesa. Las ideas de libertad, derechos, soberanía nacional, constitucionalismo, división de poderes, separación Iglesia-Estado… que fueron extendidas a través de las guerras napoleónicas por Europa.
La reorganización territorial europea a raíz de la Restauración del Antiguo Régimen, que lo hacía ya inviable al haber calado las ideas de la Ilustración y de la Revolución francesa.
La existencia de Imperios de gran extensión como el Imperio Austro-Húngaro, el Turco o Rusia, que aglutinaban a pueblos muy diferentes entre sí, con historia, cultura y lenguas propias.
La existencia de estados independientes que compartían características históricas, culturales y lingüísticas comunes y que tenían sentimientos de unión: Italia y Alemania.
De este modo, surgirán movimientos nacionalistas en naciones que pretenderán conseguir su independencia y convertirse en Estados; o habrá Estados con rasgos comunes que buscarán unificarse en un solo Estado-Nación. En ambos casos, los procesos estarán liderados por la burguesía liberal, que contarán con la justificación de los intelectuales y el apoyo de la mayoría de la población.
Los Primeros Movimientos Nacionalistas (1820-1830)
a) La Independencia Griega
Grecia venía formando parte del Imperio Turco desde la conquista turca del Imperio Bizantino a finales de la Edad Media. El dominio turco se había caracterizado por el sometimiento de los pueblos sobre los que ejercía dominio, tanto desde el punto de vista político como cultural: conversión en waliatos o provincias, la prohibición del cristianismo y la islamización, introducción del árabe como lengua y prohibición de las demás lenguas (armenio, griego, lenguas eslavas…).
Desde el siglo XVIII se habían producido diferentes sublevaciones por toda Grecia y habían sido reprimidas duramente por los turcos. Estos movimientos independentistas cogieron apoyo tras la Independencia de EE.UU., la Revolución Francesa y el liberalismo político, por lo que, hacia 1820 aprovechando la inestabilidad política del Imperio Turco, se inicia la guerra de Independencia Griega, en la que los griegos contaron con el apoyo militar de Francia, Rusia y Gran Bretaña, lo que fue decisivo para derrotar a Turquía en 1825 y que ésta reconociera al estado griego. Representó el primero de los triunfos nacionalistas europeos del siglo XIX.
b) El Caso de Bélgica
Desde que las Provincias Unidas se separaron del Imperio Español en 1648, quedaron conformadas por dos grandes territorios con algunas características comunes como el desarrollo manufacturero y comercial, pero con grandes diferencias lingüísticas (en Bélgica se habla mayoritariamente francés; en los Países Bajos u Holanda el holandés) y culturales (los belgas eran mayoritariamente católicos, y los holandeses protestantes) fomentaban la existencia de ciertos antagonismos entre belgas y holandeses, pues los primeros deseaban una mayor autonomía política.
Fue a partir de la conquista napoleónica de las Provincias Unidas cuando la situación se volvió inestable, ya que los belgas se vieron muy beneficiados económica y logísticamente por la ocupación francesa, de modo que tras la Restauración, los belgas no estaban dispuestos a renunciar a sus logros.
Así, al calor de las oleadas revolucionarias liberales europeas, estalló una guerra civil, que culminó con la independencia de Bélgica con respecto a los Países Bajos, y su constitución como monarquía parlamentaria, siendo su primer rey Leopoldo I.