16- La Cochinilla y economía del Siglo XIX
El librecambio isleño, configuró una estrategia de crecimiento económico fuertemente vinculada al exterior, es decir, el desarrollo de un modelo capitalista enormemente sensible a las tendencias de la coyuntura internacional; en su etapa de bonanza generaba un ciclo expansivo; terminado éste, el paro, la miseria y la emigración. Por otra parte, al circunscribirse dicha estrategia al marco insular y a los intereses de clase de sus grupos dominantes, restó capacidad de acción a un mercado interior que en el pasado articulaba la variada potencialidad productiva de los diversos espacios insulares.
En resumen el nuevo modelo impedía la creación de un mercado nacional a nuestra medida. Arruinadas la viticultura y la barrilla en la década de 1830 era preciso hallar otros cultivos exportadores menos concurrentes con la oferta foránea en los posibles mercados compradores y que optimizaran las posibilidades geoclimáticas del Archipiélago. Por tanto, el cultivo elegido fue el nopal y su parásito, comúnmente conocida como cochinilla, minúsculo insecto empleado como colorante por la industria textil. A partir de 1850, cuando la política arancelaria librecambista inglesa y las franquicias mejoraron nuestra oferta con respecto a sus competidores americanos, afectados además por una epidemia de >. La producción de cochinilla, centrada principalmente en Tenerife y, sobre todo en Gran Canaria, isla que aportaba casi el 60 por ciento.
Su destino prioritario fue la industria textil inglesa; el cultivo generó un proceso de modernización de la actividad productiva, dirigido ahora por un empresario más sensible a la innovación tecnológica, pues era el único modo de obtener los incrementos de productividad que garantizaran la presencia de la grana isleña en mercados caracterizados por una sostenida baja en su nivel de precios. Aumentó la presión sobre los recursos hídricos y se importaron por primera vez abonos (> naturales y artificiales.
La influencia de las fuerzas de mercado quedó de relieve en la aparición de una prensa económica que recogía puntualmente las fluctuaciones de nuestra oferta exportadora. El asociacionismo empresarial ganó adeptos. Se debatíó la insuficiencia de las instituciones crediticias tradicionales –los pósitos, la usura y los adelantos sobre cosechas futuras-, frente al empleo del medio financiero moderno, instándose la creación del primer banco agrícola- comercial a mediados de siglo con la finalidad de reducir los altos tipos de interés. La balanza comercial con Inglaterra, nuestro principal mercado exterior, presentó un débil equilibrio entre 1845 y 1865 inaugurando luego de esta fecha y hasta 1882 con una etapa de elevados saldos favorables.
El ritmo poblacional y demográfico, aquejado del mal emigratorio. En el periodo anterior a 1850, cambió de signo, y la tasa anual de crecimiento acumulativo, del 0,02 por ciento entre 1835 y 1857, subíó al 0,92 por ciento. Las migraciones internas e interinsulares y espectaculares aumentos en las cifras de habitantes en comarcas ligadas al desarrollo del nuevo cultivo y de las actividades urbanas, revelan que el nuevo modelo económico demandó mayores dosis de fuerza de trabajo, limitando el flujo migratorio.
Ahora bien, la grana, siendo un nuevo cultivo exportador, como el viñedo o la barrilla, no por ello reprodujo modelos económicos del pasado; por el contrario, la expansión de la grana y las franquicias, asociadas además a la reforma agraria burguesa, aceleraron la penetración del capitalismo en la economía del país, al acentuar el creciente proceso de proletarización campesina.
Por su parte, los precios del cereal, si bien recuperados de su largo estancamiento anterior a 1850, no favorecieron la expansión de la producción cerealista. Asistimos ahora a los arribos de un grano y harina extranjero mucho más barato que la oferta doméstica. Los mayores costes económicos generados por el > recayeron sobre las economías campesinas cuyo corto excedente se destinaba al abastecimiento del mercado interior, al sustituirse su oferta por la foránea. Se rompíó así la tradicional división del trabajo existente en la agricultura del país. Las economías domésticas de pequeños propietarios en el marco del nuevo modelo económico se vieron obligadas a optar por dedicarse al nopal y su grana, a abandonar sus cortos predios camino de la emigración o a buscar parte de sus miembros, incluyendo mujeres y niños, un ingreso complementario en las explotaciones nopaleras de la terratenencia.