Gobierno de Antonio Maura y la Crisis de 1909
Los gobiernos del conservador Antonio Maura supusieron un intento de revitalizar la política de la Restauración mediante una «revolución desde arriba». Con la Ley de Administración Local intentó una moderada descentralización regional. Procuró acabar con el caciquismo a través de una nueva Ley Electoral que, sin embargo, no logró su objetivo. Creó el Instituto Nacional de Previsión (antecedente de la Seguridad Social) y el Instituto de Reformas Sociales. En lo económico, instauró un cierto intervencionismo estatal: protección para la industria, aprobación de una ley de fomento de la industria nacional, impulso de las comunicaciones, etc.
Esta “revolución desde arriba” no consiguió reformar la estructura político-social y provocó el enfrentamiento con grupos sociales clave. El ejército se sintió agraviado por críticas antimilitaristas y presionó para que se aprobara la Ley de Jurisdicciones (1906), que sometía a la justicia militar las ofensas contra el ejército o la patria. Poco después, estalló la Crisis de 1909, conocida como la Semana Trágica de Barcelona. El gobierno decidió enviar reservistas a Marruecos para defender los intereses mineros españoles amenazados. Las protestas contra el embarque de tropas en el puerto de Barcelona derivaron en una huelga general y una insurrección popular antimilitarista y anticlerical que se extendió durante una semana.
La represión por parte del gobierno y del ejército fue durísima. La ejecución del pedagogo anarquista Francesc Ferrer i Guàrdia, acusado sin pruebas concluyentes de ser el instigador, provocó fuertes críticas a nivel nacional e internacional. El Partido Liberal, liderado entonces por Segismundo Moret, exigió la dimisión de Maura bajo la campaña «¡Maura no!». El rey le retiró la confianza y Maura tuvo que abandonar el gobierno. El consenso básico entre los partidos dinásticos (el llamado Pacto de El Pardo) se había roto, y correspondió a Alfonso XIII intentar reconstruir la normalidad del turnismo.
Gobiernos hasta la Crisis de 1917
La desaparición de los fundadores de los dos partidos dinásticos (Cánovas y Sagasta) y crisis como la de 1909 agudizaron las disputas internas y el faccionalismo dentro de estos. El rey tenía que arbitrar cada vez más entre las distintas facciones para formar gobierno.
El liberal José Canalejas (1910-1912) pretendió llevar a cabo un programa regeneracionista más audaz para atraer a las clases populares (Ley del Candado, servicio militar obligatorio, impuestos progresivos), pero fracasó en su intento al tener que enfrentarse a una creciente conflictividad social (movimientos huelguísticos) y fue asesinado por un anarquista en 1912.
La Crisis de 1917
El gobierno conservador de Eduardo Dato declaró la neutralidad de España en la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Esta neutralidad posibilitó un periodo de extraordinarios beneficios económicos debido a la enorme demanda de productos por parte de los países beligerantes. Sin embargo, este auge exportador provocó también un fuerte incremento de los precios interiores (inflación) al que no podían hacer frente los salarios de las clases trabajadoras y populares, generando un gran malestar social.
Esta etapa expansiva fue mal aprovechada: los beneficios no se invirtieron suficientemente en la modernización de infraestructuras o del tejido productivo, y aumentaron las diferencias entre las clases sociales. El creciente malestar social y político desembocó en la triple crisis de 1917: militar, política y social.
Revolución Militar
El ejército español arrastraba problemas de macrocefalia (exceso de oficiales) y un sistema de ascensos que generaba tensiones internas. La guerra de Marruecos suponía una vía rápida para ascender por méritos de guerra, lo que provocó la aparición de dos sectores enfrentados: los africanistas, que ascendían rápidamente, y los peninsulares, que permanecían en guarniciones peninsulares y ascendían lentamente por antigüedad.
En 1916, oficiales de infantería y caballería crearon las Juntas Militares de Defensa para defender sus intereses profesionales y económicos frente a los ascensos por méritos de guerra y el favoritismo. Estas juntas se extendieron por toda la península y presionaron al gobierno con sus reivindicaciones, encontrando cierto eco en la sociedad. Las presiones sobre Alfonso XIII forzaron la dimisión del gobierno liberal y el nombramiento de uno conservador, encabezado por Eduardo Dato, quien cedió ante las demandas de las Juntas, reconociéndolas y aceptando la mayoría de sus peticiones.
Revolución Política
La debilidad del gobierno frente a los militares animó a políticos regionalistas (especialmente la Lliga Regionalista de Cambó) y de la izquierda republicana y socialista a exigir una reforma profunda de la vida política. Francesc Cambó, líder de la Lliga, convocó en Barcelona a todos los parlamentarios españoles (diputados y senadores) a una Asamblea de Parlamentarios para impulsar la reforma del sistema y la autonomía para Cataluña.
Ante la prohibición del gobierno de Dato, la Asamblea se reunió igualmente en Barcelona (julio de 1917), aunque con escasa representación del resto de España. Exigió la convocatoria de Cortes Constituyentes para realizar una reforma radical en política. Sin embargo, el estallido de la huelga general de agosto y el temor a una revolución social llevaron a la Lliga a aceptar la oferta del rey de participar en un gobierno de concentración nacional. Esto desactivó el movimiento parlamentario.
Revolución Social
El creciente descontento social, agravado por la inflación derivada de la Primera Guerra Mundial y la represión de protestas previas, llevó a los sindicatos UGT y CNT, con el apoyo del PSOE, a convocar una Huelga General indefinida en agosto de 1917. La huelga tuvo un seguimiento desigual, siendo más intensa en los centros industriales (Cataluña, País Vasco, Asturias, Madrid), pero fue duramente reprimida por el gobierno, que recurrió al ejército.
Se declaró el estado de guerra. Los enfrentamientos entre huelguistas y el ejército dejaron decenas de muertos y miles de detenidos. Los miembros del comité de huelga (entre ellos Largo Caballero y Julián Besteiro del PSOE-UGT) fueron condenados a cadena perpetua, aunque serían amnistiados posteriormente.
Conclusión: La Agonía del Sistema (1918-1923)
La triple crisis de 1917 (militar, política y social) demostró la profunda debilidad del sistema de la Restauración. Como solución temporal, se recurrió a gobiernos de concentración, que incluían a líderes de distintas facciones políticas, incluso catalanistas como Cambó. Sin embargo, estos gobiernos fueron inestables y no lograron solucionar los problemas de fondo, iniciando la fase final de descomposición del régimen (1918-1923).
La inestabilidad política fue constante, con continuos cambios de gobierno. Las elecciones seguían marcadas por el fraude y el caciquismo, generando un creciente desinterés ciudadano. La conflictividad social alcanzó niveles muy elevados (el «trienio bolchevique» en Andalucía, pistolerismo en Barcelona). El ejército mantenía su influencia y protagonismo en la vida política.
El año 1921 fue especialmente crítico, marcado por el asesinato del presidente del gobierno, Eduardo Dato, y el humillante Desastre de Annual en la guerra de Marruecos, donde las tropas españolas sufrieron una terrible derrota frente a los rifeños de Abd el-Krim. El debate sobre las responsabilidades por el desastre (Expediente Picasso) erosionó aún más al ejército, al sistema parlamentario y a la propia monarquía de Alfonso XIII.
En este clima de crisis generalizada, amplios sectores (incluyendo al rey y parte del ejército y la burguesía) vieron en una solución autoritaria la única salida. Finalmente, el golpe de Estado del general Miguel Primo de Rivera en septiembre de 1923, aceptado por Alfonso XIII, puso fin al régimen constitucional de la Restauración e instauró una dictadura militar.