El Declive del Franquismo: Un Texto Historiográfico
El texto de Pere Ysàs reflexiona sobre el deterioro del régimen franquista en sus últimos años y el papel fundamental que jugaron los cambios sociales y culturales en el crecimiento del disenso. A pesar de los esfuerzos del franquismo por mantener el control y reprimir cualquier forma de oposición, la resistencia se expandió y terminó mostrando las debilidades estructurales de la dictadura.
Desde el punto de vista tipológico, nos encontramos ante un texto historiográfico, ya que pertenece a una obra de investigación sobre el franquismo y su lucha por sobrevivir entre 1960 y 1975. En cuanto a su forma, es claramente expositivo-argumentativo, pues no solo expone hechos históricos, sino que también plantea una interpretación sobre la fortaleza del disenso frente al régimen. En lo temático, se centra en el proceso de desgaste del franquismo, subrayando cómo los cambios sociales hicieron que la dictadura se volviera insostenible.
El autor, Pere Ysàs, es un historiador especializado en la historia contemporánea de España, con un enfoque particular en el franquismo y sus dinámicas de oposición. Su obra está dirigida a un público académico e interesado en la historia política del país, con la intención de demostrar que el declive del franquismo no fue solo consecuencia de los errores del régimen, sino también del empuje de una sociedad en transformación.
El contexto en el que se sitúa el texto es el del franquismo tardío, un período marcado por el desarrollo económico y la modernización de España. A partir de los años sesenta, la sociedad experimentó profundos cambios: el auge de la clase media, la urbanización, la expansión de la educación y la llegada de nuevas corrientes culturales provenientes de Europa. Todo ello contribuyó a que cada vez más sectores de la población empezaran a cuestionar la dictadura.
Aunque Franco se mantuvo en el poder hasta su muerte en 1975, la salud política del régimen estaba ya muy debilitada, y la dictadura no tenía un futuro viable en una España que había cambiado demasiado.
El texto plantea varias ideas clave. En primer lugar, destaca que, a pesar de todos los recursos desplegados para reprimir la disidencia, el franquismo no pudo evitar su crecimiento. En segundo lugar, señala que ese disenso se alimentó de los profundos cambios sociales y culturales de la época, que hacían que el régimen resultara cada vez más anacrónico. Además, enfatiza la influencia del entorno europeo en la transformación de la sociedad española, que se volvió más abierta y receptiva a ideas democráticas. Finalmente, subraya que, aunque Franco murió en la cama, su régimen ya estaba políticamente agonizante, incapaz de sostenerse ante una sociedad que había evolucionado más rápido de lo que la dictadura podía asimilar.
Contexto de Crisis y Opciones Políticas Tras la Muerte de Franco
A partir de 1973, el franquismo entró en una crisis profunda que afectó tanto a su estabilidad política como a la situación económica y social del país. La dictadura, que había logrado mantenerse durante casi cuatro décadas, se encontraba en un momento de debilitamiento estructural que se aceleró en los últimos años de vida de Franco.
Hasta principios de los años 70, España había experimentado un fuerte crecimiento económico gracias al desarrollismo de la década anterior. Sin embargo, la crisis del petróleo de 1973, provocada por el embargo de la OPEP, disparó los precios del crudo, lo que afectó gravemente a la economía española, muy dependiente de la importación de energía. Como resultado, aumentaron la inflación, el desempleo y la conflictividad laboral, con un auge de huelgas y protestas que ponían en evidencia el malestar social.
En diciembre de 1973, ETA perpetró uno de los atentados más impactantes de la historia de España al asesinar a Luis Carrero Blanco, presidente del Gobierno y hombre de confianza de Franco. Su muerte fue un duro golpe para la dictadura, ya que Carrero Blanco representaba la continuidad del régimen tras la eventual desaparición de Franco. En su lugar, fue nombrado Carlos Arias Navarro, cuya gestión se caracterizó por la indecisión y la represión, lo que aumentó el descontento tanto dentro del régimen como entre la oposición.
El franquismo también sufrió un importante retroceso en su política exterior con la pérdida de sus últimas colonias en África. En 1968, Guinea Ecuatorial obtuvo la independencia, lo que significó la primera cesión territorial del régimen. Pero la crisis más grave llegó en 1975 con el conflicto del Sáhara Occidental. Aprovechando el deterioro de Franco, Marruecos organizó la Marcha Verde, una movilización masiva de ciudadanos hacia el Sáhara para reclamar el territorio. Ante la imposibilidad de mantener el control, España firmó los Acuerdos de Madrid, por los cuales el Sáhara fue entregado a Marruecos y Mauritania, abandonando a la población saharaui y a su movimiento independentista, el Frente Polisario.
El deterioro de la salud de Franco fue evidente desde principios de los años 70, pero se agravó especialmente en 1974 y 1975, hasta su muerte el 20 de noviembre de 1975. Durante este tiempo, su capacidad de gobierno se vio muy reducida, lo que generó una lucha interna dentro del régimen sobre el futuro de España. Finalmente, tras su muerte, Juan Carlos I asumió la jefatura del Estado y juró las Leyes Fundamentales del Movimiento, en un primer momento manteniendo la estructura franquista, aunque con la intención de liderar un cambio político.
Con la desaparición del dictador, se abrieron tres opciones principales sobre el futuro del país:
La continuidad del régimen: los inmovilistas o «el Búnker»
Este sector estaba formado por los franquistas más reaccionarios, que defendían la permanencia de la dictadura sin concesiones democráticas. Sus principales representantes eran Carlos Arias Navarro, Blas Piñar y figuras del Ejército y la Falange. Consideraban que la monarquía debía ser una simple continuidad del franquismo y rechazaban cualquier apertura política.
La reforma pactada: los aperturistas
Frente a los inmovilistas, un sector dentro del régimen apostaba por una transformación progresiva hacia la democracia, pero desde la legalidad franquista. Esta postura fue defendida por Manuel Fraga Iribarne, Adolfo Suárez, Torcuato Fernández-Miranda y el propio rey Juan Carlos I. Su objetivo era evitar una ruptura brusca y mantener el control del proceso de cambio, garantizando así una transición pacífica.
La ruptura democrática: la oposición al franquismo
La oposición antifranquista, tanto en el interior como en el exilio, defendía una ruptura total con el régimen y la creación de un sistema democrático sin continuidad con el franquismo. En 1974, se creó la Junta Democrática impulsada por el Partido Comunista, y en 1975, la Platajunta (Coordinación Democrática), que unificaba a distintos grupos de la oposición. Su objetivo era formar un Gobierno provisional y convocar elecciones libres para establecer una nueva democracia.