El Reinado de Carlos IV y la Crisis del Antiguo Régimen
El reinado de Carlos IV estuvo marcado por la influencia de la Revolución Francesa y la crisis del Antiguo Régimen en España. Para evitar el contagio de las ideas revolucionarias, se cerraron fronteras y se implementó un «cordón sanitario». La guerra contra Francia tras la ejecución de Luis XVI resultó desastrosa, obligando a España a firmar la paz de Basilea (1795) y aliarse con Francia mediante el Tratado de San Ildefonso (1796). Esta alianza arrastró a España a enfrentarse a Inglaterra, lo que provocó derrotas navales como las de Cabo de San Vicente (1797) y Trafalgar (1805), hundiendo a España como potencia marítima.
En 1807, el Tratado de Fontainebleau permitió el paso de tropas francesas por España para invadir Portugal, pero este acuerdo escondía los planes de Napoleón para ocupar España. La presencia de tropas francesas y la alianza con Francia generaron un creciente descontento contra Carlos IV y su ministro Godoy.
La crisis de 1808 evidenció la incapacidad del Antiguo Régimen para resolver los problemas financieros y económicos del país. Los ilustrados, como Jovellanos, propusieron reformas agrarias, pero estas fueron rechazadas por la nobleza y el clero, que se oponían a cualquier pérdida de privilegios. Las conspiraciones contra Godoy culminaron en el Motín de Aranjuez (marzo de 1808), que provocó su destitución y la abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando VII.
Napoleón aprovechó esta situación, convocó a Carlos y Fernando en Bayona y les obligó a abdicar en favor de su hermano José Bonaparte (Abdicaciones de Bayona). Con ello, Napoleón instauró una nueva monarquía en España y trasladó a la familia real a Francia. Esto marcó el inicio de la invasión francesa y la Guerra de la Independencia.
La Guerra de Independencia Española (1808-1814)
La Guerra de Independencia fue un conflicto contra la ocupación francesa que también buscó un nuevo orden político para España. Comenzó con el alzamiento del 2 de mayo de 1808 en Madrid, que, aunque reprimido, inspiró la creación de Juntas locales y provinciales que organizaron la resistencia. En septiembre se formó la Junta Central Suprema, presidida por Floridablanca, que asumió la autoridad en ausencia de Fernando VII.
Bandos en conflicto:
- Franceses: Dirigidos por Napoleón y José I Bonaparte, contaron con el apoyo de los afrancesados, que veían en la ocupación una oportunidad para modernizar España.
- Españoles: En nombre de Fernando VII, resistieron con el ejército, las guerrillas y el apoyo de Inglaterra y Portugal. Generales como Palafox y Castaños y guerrilleros como Espoz y Mina, El Empecinado y el cura Merino destacaron en la lucha. José I, aunque instalado en Madrid, tuvo una autoridad débil debido a la resistencia popular. La mayoría de los españoles rechazaron su reinado, empleando la guerra de guerrillas para desgastar al ejército francés.
Etapas:
- Hasta octubre de 1808: Reacción española. Los españoles respondieron a la invasión francesa. Aunque el ejército francés intentó controlar rutas clave hacia Lisboa, Sevilla y Cádiz, fue derrotado en Bailén (general Castaños frente a Dupont). Esto impidió la ocupación de Andalucía y obligó a José I a abandonar Madrid para refugiarse en Vitoria.
- Octubre 1808 – julio 1812: Predominio francés. Napoleón llegó con la Grande Armée (250.000 soldados) y dirigió las operaciones militares, ocupando casi toda España excepto Cádiz, protegida por la flota británica. La guerrilla comenzó a actuar y Reino Unido, liderado por Wellington, entró en el conflicto, liberando Portugal y venciendo a los franceses en Fuentes de Oñoro y Ciudad Rodrigo. En 1809, la mayoría de las ciudades españolas cayeron en manos francesas.
- Julio 1812 – agosto 1813: Ofensiva española e inglesa. Las tropas españolas, con apoyo inglés, lograron importantes victorias en Arapiles, Vitoria y San Marcial. A finales de 1813, el Tratado de Valençay (11 de diciembre) puso fin al conflicto: los franceses acordaron retirarse de la península y Fernando VII fue restituido como rey. Las últimas tropas francesas abandonaron España en 1814.
Revolución Liberal
Durante la Guerra de Independencia, España vivió un intenso conflicto político que marcó el primer intento de revolución liberal. La imposición de la monarquía de José I Bonaparte generó tres posturas: los afrancesados, que apoyaban su monarquía «constitucional» como un proyecto modernizador basado en el Estatuto de Bayona; los realistas o absolutistas, que defendían la restauración del Antiguo Régimen bajo Fernando VII; y los liberales, que buscaban acabar con el absolutismo y renovar el sistema político.
Entre 1810 y 1813, los liberales asumieron la iniciativa. La creación de Juntas locales y provinciales lideró la resistencia frente a los franceses y promovió la transformación política. En 1810, la Junta Central Suprema convocó las Cortes de Cádiz, formadas por representantes de nobleza, clero y burguesía. Allí, los liberales impusieron sus ideas y redactaron la Constitución de 1812, basada en principios como la soberanía nacional y los derechos ciudadanos, aunque moderada en aspectos como la protección de la religión católica.
Tras la guerra, los liberales confiaban en que Fernando VII respetara las reformas de Cádiz, pero tanto el rey como los absolutistas, apoyados por el clero y la nobleza, rechazaron cualquier cambio. A través del Manifiesto de los Persas, los realistas defendieron el regreso al absolutismo. Fernando VII derogó la Constitución de 1812 y las leyes liberales, aunque estas resurgirían brevemente durante el Trienio Liberal (1820-1823) y se consolidarían definitivamente bajo Isabel II.
Las Cortes de Cádiz
Las Cortes de Cádiz se convocaron durante la Guerra de Independencia con el objetivo de organizar la resistencia contra las tropas francesas y hacer frente al colapso del Antiguo Régimen. La Junta Suprema, presidida por Floridablanca, representaba a Fernando VII y buscaba contrarrestar el proyecto reformista de José I, además de coordinar la defensa nacional. Las Cortes se reunieron en 1810 en Cádiz, la única ciudad no ocupada por los franceses y protegida por la flota inglesa. A diferencia de las Cortes tradicionales, que estaban divididas en estamentos, las Cortes de Cádiz crearon una asamblea única en la que participaron más de 200 diputados procedentes de todos los estratos sociales, como la nobleza, el clero y, sobre todo, la burguesía. A lo largo de las sesiones, surgieron tres tendencias ideológicas predominantes:
- Los liberales o doceañistas, que defendían la soberanía nacional y las reformas revolucionarias, con un fuerte impulso hacia la creación de una nueva estructura política.
- Los jovellanistas, seguidores de Gaspar Melchor de Jovellanos, que buscaban reformas moderadas sin romper completamente con las tradiciones del Antiguo Régimen.
- Los absolutistas contrarrevolucionarios, que rechazaban cualquier cambio y defendían los privilegios de la nobleza y el clero.
Las Cortes de Cádiz se enfocaron en tres grandes objetivos:
- Desmantelar el Antiguo Régimen, eliminando instituciones y estructuras tradicionales como los mayorazgos, el régimen señorial, la Inquisición y los gremios.
- Fomentar el desarrollo económico basado en el libre mercado y la economía capitalista.
- Establecer un nuevo orden político y jurídico, que culminó en la creación de la Constitución de 1812, un texto que consagraba principios liberales como la soberanía nacional, la separación de poderes y algunos derechos fundamentales.
Este proceso fue fundamental en la historia del liberalismo en España, aunque las reformas y la Constitución de Cádiz fueron derrocadas por la restauración del absolutismo tras el regreso de Fernando VII.
La Constitución de 1812
La Constitución de 1812 (conocida como «La Pepa») fue la primera constitución española, de carácter liberal, aprobada el 19 de marzo de ese año. Estaba basada en cinco principios clave: soberanía nacional, división de poderes, igualdad ante la ley, sufragio universal y reconocimiento de derechos y libertades individuales. Reemplazaba la monarquía absoluta por una monarquía parlamentaria y limitaba el poder del rey, otorgando amplias facultades al poder legislativo, que estaba organizado en una sola cámara elegida cada dos años. El sufragio era universal masculino para los mayores de 25 años. También reconocía la igualdad jurídica de todos los ciudadanos, eliminando los privilegios del Antiguo Régimen, y proponía un Estado unitario y centralizado, eliminando los fueros vascos y navarros. Asimismo, implantaba un ejército permanente y la Milicia Nacional para defender el Estado liberal. En cuanto a la religión, la Constitución afirmaba la confesionalidad del Estado, estableciendo el catolicismo como la única religión oficial. Además, las Cortes de Cádiz llevaron a cabo reformas para desmantelar el sistema socioeconómico del Antiguo Régimen, suprimiendo los privilegios del clero y la nobleza, y estableciendo un concepto moderno de propiedad privada. Entre otras reformas, se impulsó la desamortización de bienes eclesiásticos, la libertad de comercio, de prensa, y la eliminación de los gremios. También se suprimió la Inquisición en 1813, aunque esta medida generó resistencia entre el clero. Sin embargo, la Constitución de 1812 tuvo poca operatividad inmediata, ya que gran parte de España estaba bajo control francés. Tras la restauración de Fernando VII, este derogó las leyes aprobadas en Cádiz en 1814. Sin embargo, la Constitución de 1812 fue restaurada brevemente en 1820 durante el Trienio Liberal, solo para ser derogada nuevamente en 1823. A largo plazo, la Constitución de Cádiz fue un hito en la historia del liberalismo español y sirvió de modelo para otras naciones, influyendo en futuras constituciones del siglo XIX.
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El Sexenio Absolutista (1814-1820)
En 1814, tras el Tratado de Valençay, Fernando VII regresó a España con el objetivo de restaurar el absolutismo, respaldado por las potencias europeas conservadoras (Austria, Prusia y Rusia). En Valencia recibió el apoyo de los absolutistas y publicó el Manifiesto de los Persas, que defendía la vuelta al Antiguo Régimen. En mayo anuló la Constitución de 1812, disolvió las Cortes y derogó toda la legislación de Cádiz. Su gobierno se basó en la restauración del Antiguo Régimen, reforzando la alianza entre la monarquía, la nobleza y la Iglesia, y en una dura represión del liberalismo, persiguiendo a liberales y afrancesados, reimplantando la Inquisición y los privilegios tradicionales. El periodo estuvo marcado por múltiples crisis:
- Ruina económica, con un Estado en quiebra y el hundimiento de la industria.
- Descontento social en el campo y las ciudades, agravado por la falta de reformas.
- Malestar en el ejército, especialmente entre los que lucharon en la Guerra de Independencia.
- La crisis colonial, con el inicio de las independencias americanas.
La oposición liberal se organizó en sociedades secretas y a través de pronunciamientos militares, siendo decisivo el de Riego en 1820, que logró el apoyo de gran parte del país y puso fin al Sexenio Absolutista, inaugurando el Trienio Liberal (1820-1823).
El Trienio Liberal (1820-1823)
Tras el pronunciamiento de Riego, Fernando VII se vio obligado a jurar la Constitución de 1812 y a aceptar un régimen constitucional. Este periodo estuvo marcado por una gran inestabilidad social y política. La división interna entre los liberales (moderados y radicales), la oposición del rey, que saboteaba las reformas y buscaba apoyo extranjero para restaurar el absolutismo, y la falta de respaldo popular, especialmente entre los campesinos, dificultaron su éxito. A pesar de ello, se llevaron a cabo importantes reformas legislativas:
- En el ámbito rural se promovió la desamortización eclesiástica, la supresión de los mayorazgos y la reducción del diezmo.
- En materia religiosa se abolió la Inquisición, se suprimieron órdenes religiosas como la Compañía de Jesús y se obligó al clero a jurar la Constitución.
- Se reorganizó la Milicia Nacional como garantía del régimen liberal.
- En educación, se impulsó la secularización y se promulgó una ley de instrucción pública.
- En hacienda, se creó la Contribución Territorial Única, se devaluó la moneda, se recortaron gastos y se buscaron créditos en el extranjero.
El gobierno se dividió en dos etapas: una moderada bajo Martínez de la Rosa (hasta 1822) y otra más radical con Evaristo San Miguel. Sin embargo, el sistema fue incapaz de consolidarse debido a la resistencia de los absolutistas, las divisiones entre los propios liberales y la capacidad del monarca para bloquear las reformas. En 1823, Fernando VII recurrió a la Santa Alianza, que envió a los Cien Mil Hijos de San Luis, un ejército francés que restauró el absolutismo. Terminó el Trienio Liberal y el rey reinstauró nuevamente el régimen absolutista.
La Década Ominosa (1823-1833)
Este periodo se caracterizó por una fuerte represión contra los liberales, con la ejecución de figuras como Riego, Torrijos o Mariana Pineda. Sin embargo, el retorno al absolutismo no fue tan radical como en 1814. Fernando VII adoptó un absolutismo moderado, influenciado por las ideas del despotismo ilustrado, y permitió reformas como el control de los gastos públicos y la introducción del presupuesto en Hacienda, confiando el gobierno a figuras como Cea Bermúdez. Esta política moderada dividió a los absolutistas:
- Reformistas: Partidarios de cambios para evitar una revolución.
- Radicales: Apoyaban al infante don Carlos y rechazaban las reformas.
A pesar de estos intentos, los problemas del país no se resolvieron. Persistieron la crisis económica, la caída de los precios agrícolas, el declive del comercio colonial, la mala situación de la Hacienda y la deuda exterior.