La Conspiración y el Golpe de Estado de 1936
Tras la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936, algunos sectores políticos, sociales y económicos, radicalmente opuestos a las transformaciones que anunciaba la coalición de izquierdas, decidieron pasar de la legalidad y recurrir a la conspiración para derribar, mediante un golpe de Estado, al régimen establecido. La conspiración fue amplia y en ella participaron en diverso grado elementos de:
- La oligarquía.
- La derecha clásica, monárquica y católica.
- La extrema derecha (Falange y carlistas).
- Sectores del ejército (generales africanistas).
- Potencias extranjeras (Italia y Alemania).
De todos modos, la dirección y ejecución del golpe quedaba en manos del ejército; los demás sectores actuarían de forma secundaria. Los principales militares implicados eran los africanistas, bajo el mando supremo del general Sanjurjo (en el exilio) y la dirección efectiva de Emilio Mola. Con él se situaban los generales Queipo de Llano, Miguel Cabanellas, Manuel Goded y, a última hora, Francisco Franco.
El plan consistía en una acción rápida y violenta, que se iniciaría con el pronunciamiento de los militares en sus respectivas capitanías, para controlar el poder, poner fuera de la ley a las organizaciones políticas y sindicales y así establecer un régimen dictatorial que determinaría el modelo político a establecer.
El pronunciamiento se inició en Marruecos el 17 de julio de 1936. Allí se había trasladado el general Franco y allí tuvieron lugar los primeros enfrentamientos con las guarniciones leales a la República. Los rebeldes se hicieron rápidamente con el control absoluto del protectorado y de sus fuerzas militares, las más preparadas del ejército español por su condición de profesionales: la Legión y los mercenarios marroquíes (Regulares). En el resto del país, la resistencia popular al golpe fue rápida, organizada y masiva, reacción que frustró los planes golpistas iniciales.
El Equilibrio Inicial de Fuerzas
Los rebeldes alcanzaron un éxito rápido y completo en las zonas predominantemente agrarias del norte y oeste de España: Galicia, Castilla y León, Navarra (esta última región fue la única donde el movimiento militar contó con un fuerte apoyo popular, consecuencia de la gran implantación del carlismo en la zona) y parte de Aragón y Andalucía Occidental.
En Asturias, las organizaciones obreras eran muy fuertes y mantuvieron controlada la situación, aunque el engaño del general Aranda a los mineros para que abandonaran Oviedo, fingiéndose leal a la República, le permitió apoderarse de la capital. En el País Vasco, la implantación nacionalista inclinó las fuerzas del lado gubernamental, aunque Álava quedó en manos rebeldes.
El resto del territorio nacional, incluyendo las principales zonas industriales y urbanas, así como los archipiélagos balear (excepto Mallorca e Ibiza) y canario (controlado por Franco), permaneció inicialmente leal a las instituciones republicanas. En las dos ciudades más importantes del país, Madrid y Barcelona, la sublevación fue derrotada tras una dura lucha.
- En Madrid, las masas populares organizadas por partidos y sindicatos invadieron los cuarteles, entre ellos, el de la Montaña, que dirigido por el general Fanjul era el centro de la sublevación. Rápidamente se formaron milicias populares, de entre las que destacó, sobre todo, el Quinto Regimiento, organizado por el Partido Comunista. La capital quedó definitivamente en manos republicanas.
- En Barcelona, el papel de las masas, en este caso mayoritariamente anarquistas (CNT-FAI), fue también de gran importancia, aunque aquí fue determinante que las fuerzas de orden público, y muy especialmente la Guardia Civil, permanecieran leales al gobierno de la Generalitat.
Los generales que se habían rebelado en estas dos capitales, Fanjul en Madrid y Goded en Barcelona, fueron días más tarde juzgados y fusilados.
División de las Fuerzas Armadas y de Orden Público
En las jornadas iniciales del golpe de Estado, la división de las Fuerzas Armadas y del Orden quedó así:
- Ejército de Tierra: Quedó dividido prácticamente a partes iguales entre gubernamentales y sublevados. Sin embargo, tras esta aparente igualdad existía un gran desequilibrio: la parte que permaneció fiel a la República era mayoritariamente el ejército de reemplazo (jóvenes cumpliendo el servicio militar), un sector mucho peor dotado y preparado. En manos rebeldes quedó el Ejército de África, compuesto por tropas profesionales (Legión y Regulares) bien entrenadas, equipadas y acostumbradas al combate real.
- Aviación: Permaneció mayoritariamente fiel a la República, aunque su importancia al inicio de la guerra era relativa por la escasez y antigüedad de los aparatos.
- Armada: La mayoría de los jefes y oficiales apoyaban a los rebeldes, pero en la mayor parte de los buques, la marinería y el personal técnico se amotinaron, deteniendo o matando a sus jefes y adueñándose de los barcos. De manera que, aunque la República dispuso al comienzo de la guerra de más unidades navales, estas a menudo carecían de mandos cualificados.
- Fuerzas de Orden Público: Quedaron también divididas. Entre el cuerpo de Carabineros, la mayoría se inclinó del lado rebelde. Justo al contrario ocurrió entre la Guardia de Asalto. La Guardia Civil quedó dividida prácticamente a partes iguales; la que permaneció leal a la República fue transformada posteriormente en Guardia Nacional Republicana.
Fracaso del Golpe y Comienzo de la Guerra
En los primeros días de la sublevación se constató el fracaso del golpe de Estado tal y como lo habían concebido los jefes rebeldes: no lograron apoderarse del aparato del Estado y la mayor parte del territorio nacional permanecía fiel al régimen republicano. Sin embargo, la República también fracasó a la hora de derrotar rápidamente a los golpistas, pues los rebeldes retenían parte del territorio nacional y, además, disponían de las mejores tropas, aunque estas se encontraban aún al otro lado del Estrecho, en Marruecos.
Esta sería una de las claves del inicio de la guerra: los sublevados necesitaban imperiosamente pasar el Ejército de África a la península; caso contrario, sus fuerzas, menos numerosas, podían ser sofocadas por los republicanos. Franco carecía de medios navales para pasar las tropas a Cádiz, ya que los barcos de la Armada habían sido tomados por sus tripulaciones y se mantenían fieles a la legalidad. Los escasos aviones de que disponía (su propio primo, el comandante Ricardo de la Puente Bahamonde, inutilizó los que pudo antes de que cayeran en manos rebeldes) eran claramente insuficientes.
En estas circunstancias, la intervención extranjera fue determinante para que el golpe de Estado fracasado se transformase en guerra civil: Italia y Alemania prestaron a Franco los medios aéreos y navales necesarios para transportar sus tropas a la Península. Desde ese momento, se irían configurando los frentes militares y la guerra se prolongaría.
Las Implicaciones Internacionales
Para muchos autores, la Guerra Civil Española es considerada un preludio o un campo de pruebas para la Segunda Guerra Mundial, dado que en ella se produjo el primer enfrentamiento armado a gran escala entre las fuerzas que representaban la democracia (con apoyo comunista) y el fascismo. Lo cierto es que la guerra española no dejó a nadie indiferente. Desde el primer momento, ciudadanos y estados de todo el mundo tomaron posiciones con respecto a los bandos enfrentados.
La Política de No Intervención y los Neutrales
Desde el comienzo del conflicto, las principales potencias democráticas liberales, Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos, optaron por una política oficial de neutralidad y promovieron la creación de un Comité de No Intervención con sede en Londres. Este comité debía impedir que llegase ayuda extranjera a cualquiera de los dos bandos. Sus motivaciones eran diversas: temor a la extensión de la guerra a Europa, miedo al avance del comunismo si la República ganaba, e intereses económicos.
Sin embargo, la presencia en este comité de países como Italia o Alemania, que ya estaban interviniendo activamente, puso de manifiesto su ineficacia desde el primer momento. Dentro de su neutralidad oficial, estos países mostraron inclinaciones:
- Francia, gobernada también por un Frente Popular, simpatizaba con la República, pero la presión británica y la división interna le impidieron una ayuda decidida, aunque inicialmente permitió cierto paso de material.
- Gran Bretaña y Estados Unidos mostraron una neutralidad más favorable a los sublevados. Empresas privadas, como la banca británica y compañías petroleras estadounidenses (Texaco) o automovilísticas (Ford, General Motors), proporcionaron suministros cruciales al bando franquista.
El Apoyo a los Sublevados
Los regímenes fascistas de Alemania, Italia y el régimen autoritario de Portugal prestaron una ayuda inmediata, masiva y decisiva a los sublevados. Algunos de estos países, incluso, habían establecido contactos con los conspiradores previamente a la sublevación.
- La Alemania nazi contribuyó con la Legión Cóndor (una fuerza aérea de élite), asesores militares, tropas de tierra y abundante material bélico (aviones, tanques, artillería).
- La Italia fascista colaboró igualmente con los sublevados, aportando un gran contingente de tropas (el Corpo Truppe Volontarie o CTV), aviación y material militar.
- En menor medida, pero también de forma directa, el Portugal salazarista prestó un importante apoyo logístico, permitió el tránsito de armas y voluntarios (los «Viriatos») y ofreció cobertura diplomática.
- Finalmente, hay que destacar el apoyo ideológico y diplomático del Vaticano a los rebeldes, quienes hicieron de la defensa de la religión católica una de sus principales banderas contra el laicismo republicano.
El Apoyo al Bando Republicano
Presumiblemente, el bando republicano, como gobierno legal y legítimo de España, debería haber contado con el apoyo de las potencias democráticas frente a una sublevación militar apoyada por las potencias fascistas. Sin embargo, la política de no intervención dejó prácticamente aislada a la República.
- Sólo dos países apoyaron con decisión al bando gubernamental: México y la Unión Soviética.
- México, gobernado por el general izquierdista Lázaro Cárdenas, facilitó alimentos, apoyo diplomático y algunas armas ligeras.
- El principal apoyo militar y material procedió de la URSS de Stalin, que facilitó abundante material bélico (aviones, tanques, armas) y asesores militares. Este apoyo no fue gratuito y se pagó con las reservas de oro del Banco de España, trasladadas a Moscú («el Oro de Moscú») en previsión de una eventual caída de Madrid.
- Capítulo aparte merece la formación de las Brigadas Internacionales. Fue este un cuerpo armado de voluntarios antifascistas, organizado principalmente por la Internacional Comunista (Komintern). Por estas brigadas pasaron unos 35.000-40.000 voluntarios (las cifras varían según las fuentes) procedentes de numerosos países. Aunque su número simultáneo en combate nunca fue decisivo (quizás unos 15.000), su contribución tuvo un importante valor militar en momentos clave (como la defensa de Madrid) y un enorme valor moral y propagandístico para la causa republicana.
La Evolución Política en las Dos Zonas
La Zona Republicana: Revolución y Guerra
El estallido de la sublevación tuvo como principal efecto la desarticulación del Estado republicano en muchas áreas. La ineficacia inicial del gobierno para atajar la conspiración, unido al papel decisivo que desempeñaron las milicias de partidos y sindicatos para reprimirla (especialmente en Madrid y Barcelona), cedió el protagonismo político a las organizaciones obreras y populares. Irónicamente, el golpe militar desencadenó en parte la revolución social que teóricamente venía a evitar.
Los primeros meses de guerra estuvieron marcados por una doble tarea:
- Recomponer el Estado republicano y su autoridad.
- Crear un ejército regular capaz de hacer frente a los sublevados, ya que el ejército profesional había quedado dividido y desmantelado en parte.
Pronto surgieron tensiones internas, especialmente entre comunistas (PCE y PSUC en Cataluña) y anarquistas (CNT-FAI), con el POUM (marxistas antiestalinistas) alineado a menudo con los segundos:
- Los comunistas y parte de los socialistas (PSOE) creían prioritaria la tarea de ganar la guerra. Defendían crear un ejército bien organizado y disciplinado, sujeto a un mando único, y centralizar el poder del Estado, posponiendo la revolución social para no alienar a las clases medias y a las democracias occidentales. Su lema era «primero ganar la guerra».
- Los anarquistas y el POUM creían que la guerra y la revolución eran inseparables. Defendían mantener la organización en milicias populares («el pueblo en armas») y profundizar las colectivizaciones y la revolución social, argumentando que esto era lo que motivaba al pueblo a luchar.
Las tesis comunistas, apoyadas por la ayuda militar soviética, se impusieron gradualmente. Lentamente comenzó la organización de un nuevo ejército, el Ejército Popular de la República, que se formaría sobre los restos de las antiguas Fuerzas Armadas, las fuerzas de orden público leales y la militarización de las milicias populares. Pese a todo, un ejército verdaderamente eficaz y unificado solo quedaría plenamente organizado tardíamente, quizás en vísperas de la Batalla del Ebro.
En cuanto a la reorganización política, el gobierno republicano (que ante el asedio de Madrid se trasladó a Valencia en noviembre de 1936) tomó varias decisiones:
- Prohibición de las fuerzas políticas que apoyaron la sublevación.
- Intento de controlar los comités revolucionarios locales y la represión espontánea («paseos»).
- Reestructuración del gobierno para incluir a todas las fuerzas antifascistas. Bajo el gobierno de Francisco Largo Caballero (PSOE), por primera y única vez en la historia, los anarquistas asumieron tareas de gobierno con cuatro ministros de la CNT.
El momento culminante de la disputa interna republicana tuvo lugar en los Hechos de Mayo de 1937 en Barcelona. Un conflicto entre la Generalitat (controlada por ERC y PSUC) y los anarquistas por el control de la Telefónica derivó en enfrentamientos armados que dejaron cientos de muertos. Estos sucesos llevaron a la caída del gobierno de Largo Caballero, presionado por los comunistas que le acusaban de debilidad frente a los anarquistas y el POUM (que fue ilegalizado y sus líderes perseguidos). Le sucedió Juan Negrín (PSOE), quien gobernó apoyado principalmente por los comunistas, cuya influencia sobre el ejército y el aparato estatal era cada vez mayor.
Bajo el gobierno de Negrín, culminó la organización del Ejército Popular y se intentó mantener la resistencia a ultranza (política de los «Trece Puntos»), con la esperanza de que el inminente estallido de una guerra europea entre las democracias y las potencias fascistas cambiara la situación internacional a favor de la República. Sin embargo, a estas alturas de la guerra, la República había perdido la iniciativa militar y se encontraba a la defensiva. El aislamiento internacional (reforzado por el Pacto de Múnich en 1938) favoreció a Franco.
A finales de 1938 y principios de 1939, tras la derrota en la Batalla del Ebro y la pérdida de Cataluña, creció el desánimo y el derrotismo en parte del bando republicano. La República quedó nuevamente dividida:
- Un sector (parte del PSOE con Julián Besteiro, parte de la CNT con Cipriano Mera, y militares como el coronel Segismundo Casado) era partidario de una rendición negociada para evitar más sufrimiento.
- Otro sector (el Partido Comunista, Negrín y parte del PSOE) defendía la resistencia a ultranza.
En marzo de 1939, el sector «antinegrinista» dio un golpe de Estado en Madrid contra el gobierno republicano del Dr. Negrín (el Golpe de Casado), provocando luchas internas en Madrid y el hundimiento final de la resistencia republicana, facilitando la entrada de las tropas franquistas en la capital.
La Zona Sublevada: Construcción de un Nuevo Estado
La evolución política de la zona sublevada fue radicalmente diferente. Se caracterizó por el rápido establecimiento de una autoridad militar única y la supresión absoluta de cualquier disidencia política o sindical.
Inicialmente, los sublevados se gobernaron mediante una Junta de Defensa Nacional, con sede en Burgos, presidida por Miguel Cabanellas como general de más alta graduación. De forma inmediata se tomaron medidas:
- Prohibición de todas las organizaciones políticas y sindicales (excepto las afines).
- Establecimiento de una férrea censura de prensa.
- Restricción drástica de todos los derechos y libertades ciudadanas.
- Instauración de una durísima represión institucionalizada contra todas las personas consideradas desafectas.
El poder efectivo recaía en los generales con mando de tropas: Franco (Ejército de África), Mola (Ejército del Norte) y Queipo de Llano (Ejército del Sur). El hecho de que el general Franco comandara las unidades más eficaces, controlara la ayuda alemana e italiana desde el principio, y lograra éxitos militares clave (como el paso del Estrecho y el avance hacia Madrid), le convirtió rápidamente en la figura más destacada.
El 1 de octubre de 1936, Franco fue nombrado Jefe del Gobierno del Estado Español y Generalísimo de los Ejércitos por la Junta de Defensa Nacional. Se inició así un proceso de concentración de todo el poder en sus manos.
Una manifestación clave de esta concentración de poder fue el Decreto de Unificación de abril de 1937. Las dos principales fuerzas políticas que apoyaban la sublevación, la organización fascista Falange Española y de las JONS y el tradicionalismo carlista (Comunión Tradicionalista), habían crecido enormemente y aportaban una base civil y milicias al movimiento. Sin embargo, su autonomía y rivalidades incomodaban a Franco. Mediante el decreto, Franco unificó por la fuerza a falangistas y carlistas (junto con restos de otros grupos derechistas) en un partido único bajo su jefatura: la Falange Española Tradicionalista y de las JONS (FET y de las JONS), que se convirtió en el partido único del nuevo régimen.
Sectores tanto falangistas («camisas viejas») como carlistas se opusieron a esta unificación forzada, pero fueron rápidamente marginados o reprimidos por Franco. La ejecución en zona republicana del fundador de Falange, José Antonio Primo de Rivera (noviembre de 1936), facilitó a Franco el control sobre el movimiento falangista.
La Evolución Militar de la Guerra
La Lucha por Madrid (1936)
La primera gran fase de la guerra (otoño de 1936) se centró en el objetivo de la conquista de Madrid por los sublevados. Para ello, desarrollaron operaciones previas:
- El paso del Estrecho por el Ejército de África (gracias al puente aéreo ítalo-alemán), que permitió el control de Andalucía occidental.
- La consolidación del frente norte por Mola, avanzando desde Navarra hacia Guipúzcoa (cerrando la frontera francesa) y conectando con Galicia y Salamanca, aunque sin poder dominar la cornisa cantábrica (Asturias, Cantabria, Vizcaya).
- El rápido avance del Ejército de África, bajo el mando de Franco, hacia el norte por Extremadura (toma de Badajoz, con una fuerte represión), enlazando así con la zona sublevada bajo control de Mola. Franco decidió desviar fuerzas para liberar el Alcázar de Toledo, un gesto de gran valor propagandístico pero que retrasó el asalto a Madrid.
A finales de 1936, las tropas franquistas avanzaron hacia el sur, tomando Málaga en febrero de 1937 con ayuda italiana. La huida masiva de la población por la carretera de la costa hacia Almería fue brutalmente atacada por aire y mar (la «Desbandá»), constituyendo una de las mayores masacres de civiles de la guerra.
Los frentes quedaron delimitados y Franco, ya como Generalísimo, afrontó la toma directa de Madrid. El ataque frontal se inició en noviembre de 1936 y provocó la salida del gobierno republicano hacia Valencia. Sin embargo, el asalto chocó con la férrea resistencia republicana bajo el lema «¡No pasarán!». Factores clave en la defensa fueron:
- La movilización popular y la organización de las milicias (como el Quinto Regimiento).
- La llegada de la primera ayuda soviética (especialmente aviones «Chatos» y «Moscas» que disputaron el dominio aéreo).
- La llegada de las primeras Brigadas Internacionales.
Las tropas rebeldes fueron frenadas en la Ciudad Universitaria y las afueras de Madrid. Fracasado el asalto frontal, Franco cambió su estrategia, intentando cercar la capital mediante maniobras envolventes, lo que dio lugar a las primeras grandes batallas de desgaste de la guerra a principios de 1937:
La Batalla del Jarama (Febrero 1937)
Intento franquista de cortar la carretera de Madrid a Valencia por el sur. Tras duros combates con enormes pérdidas en ambos bandos, los republicanos lograron detener el avance, aunque a un alto coste.
La Batalla de Guadalajara (Marzo 1937)
Intento de cercar Madrid por el norte, protagonizado principalmente por el CTV italiano. Las fuerzas republicanas, beneficiadas por el mal tiempo que dificultó la acción aérea y motorizada italiana, contraatacaron y lograron una importante victoria, provocando la desbandada de las tropas italianas y elevando la moral republicana.
Tras estos fracasos, Franco desistió temporalmente de tomar Madrid y cambió el eje principal de la guerra hacia el norte.
La Campaña del Norte (Primavera-Otoño 1937)
En la primavera de 1937, Franco trasladó el centro de operaciones a la franja cantábrica republicana (Asturias, Cantabria y Vizcaya). Esta zona estaba aislada del resto del territorio republicano, no podía recibir ayuda terrestre significativa y tenía dificultades para recibirla por mar o aire (Francia cerró su frontera).
El mando militar republicano intentó aliviar la presión sobre el norte con ofensivas de distracción en otros frentes:
- Ofensiva de Brunete (Julio 1937): Ataque republicano al oeste de Madrid. Logró un avance inicial pero fue contenido y finalmente rechazado por los franquistas tras duros combates, sin conseguir frenar la ofensiva en el norte.
- Ofensiva de Belchite (Agosto-Septiembre 1937): Ataque republicano en el frente de Aragón. Se tomó la simbólica localidad de Belchite, pero no se lograron objetivos estratégicos mayores.
La ofensiva franquista en el norte, dirigida por Mola (hasta su muerte en accidente aéreo en junio, siendo sustituido por Dávila), fue implacable:
- Campaña de Vizcaya (Marzo-Junio 1937): Tras una fuerte resistencia inicial vasca (apoyada en el «Cinturón de Hierro»), Bilbao cayó en junio. Durante esta campaña tuvo lugar el bombardeo de Guernica (26 de abril de 1937) por la Legión Cóndor alemana, un ataque aéreo de terror sobre población civil que alcanzó repercusión internacional. Hubo conversaciones secretas entre el PNV y los italianos (Pacto de Santoña) que facilitaron la rendición de parte del ejército vasco.
- Campaña de Cantabria (Agosto 1937): Santander cayó rápidamente.
- Campaña de Asturias (Septiembre-Octubre 1937): Asturias, con una fuerte tradición obrera y combativa, ofreció una dura resistencia, pero finalmente, sin apoyo exterior, cayó en octubre de 1937.
Con la caída del norte, Franco obtuvo importantes recursos industriales y mineros, y pudo concentrar todas sus tropas en los frentes del este y centro.
La Llegada al Mediterráneo y la Batalla de Teruel (Invierno 1937 – Primavera 1938)
Conquistado el norte, Franco dirigió su esfuerzo de guerra hacia el este. Su objetivo era alcanzar el Mediterráneo y dividir en dos el territorio republicano restante.
Para intentar frenar esta ofensiva, el Ejército Popular lanzó un ataque sorpresa en pleno invierno sobre Teruel (diciembre de 1937). La ciudad fue conquistada por los republicanos en enero de 1938, en una de las batallas más duras de la guerra debido a las condiciones climáticas extremas. Sin embargo, la contraofensiva franquista, con superioridad aérea y material, logró reconquistar Teruel en febrero de 1938.
Tras la batalla de Teruel, las tropas franquistas lanzaron una gran ofensiva en el frente de Aragón (marzo de 1938), rompiendo las líneas republicanas. Avanzaron rápidamente y alcanzaron el mar Mediterráneo en Vinaroz (Castellón) en abril de 1938, cortando definitivamente la zona republicana en dos: Cataluña quedó aislada del resto (zona centro-sur).
La Batalla del Ebro (Julio-Noviembre 1938)
Con su territorio partido en dos, el gobierno republicano de Negrín planificó una última gran ofensiva para intentar restablecer la conexión entre ambas zonas y demostrar su capacidad de resistencia, esperando un cambio en la situación internacional.
El 25 de julio de 1938, las fuerzas del reorganizado Ejército Popular cruzaron el río Ebro y avanzaron varios kilómetros en territorio enemigo, sorprendiendo a los franquistas. Fue la batalla más larga y sangrienta de la guerra.
Sin embargo, como había ocurrido en Brunete, la ventaja inicial no pudo ser explotada a fondo. La superioridad material y aérea franquista se impuso en una larga batalla de desgaste. Los republicanos resistieron durante casi cuatro meses, pero finalmente, en noviembre de 1938, tuvieron que retirarse de nuevo al otro lado del Ebro, habiendo sufrido pérdidas irreparables en hombres y material.
La derrota en el Ebro dejó al ejército republicano en Cataluña exhausto y sin capacidad para detener la ofensiva final franquista.
El Hundimiento de la República (Invierno 1938 – Primavera 1939)
Tras la Batalla del Ebro, Franco lanzó la ofensiva final sobre Cataluña en diciembre de 1938. El avance fue rápido ante un ejército republicano diezmado. Barcelona fue ocupada el 26 de enero de 1939 sin apenas resistencia. Cientos de miles de civiles y soldados republicanos huyeron hacia la frontera francesa en un éxodo masivo (la «Retirada»).
Con la caída de Cataluña, la guerra estaba militarmente decidida. Sin embargo, se agudizaron las divisiones en el bando republicano en la zona centro-sur:
- El presidente del gobierno, Dr. Negrín, y los comunistas abogaban por continuar la resistencia, esperando el estallido de la guerra en Europa.
- Otros sectores, liderados por el coronel Casado, el socialista Julián Besteiro y el anarquista Cipriano Mera, consideraban inútil prolongar la lucha y buscaban una rendición negociada para evitar represalias.
En marzo de 1939, el coronel Casado dio un golpe de Estado en Madrid contra el gobierno de Negrín, creando el Consejo Nacional de Defensa. Hubo enfrentamientos en Madrid entre partidarios de Casado y comunistas. Casado intentó negociar una rendición honorable con Franco, pero este exigió la rendición incondicional.
El 28 de marzo de 1939, las tropas franquistas entraron en Madrid sin resistencia. En los días siguientes, ocuparon el resto del territorio republicano.
El 1 de abril de 1939, el Cuartel General de Franco emitió su último parte de guerra, declarando la contienda concluida con la victoria del bando sublevado.
Consecuencias de la Guerra Civil
Las consecuencias del conflicto fueron devastadoras para España en todos los ámbitos:
- Demográficas: Las pérdidas humanas fueron enormes. Aunque las cifras exactas son debatidas, se estima alrededor de medio millón de muertos debido a combates, represión en ambas retaguardias, hambre y enfermedades. A esto hay que sumar:
- Unos 300.000 presos políticos en cárceles y campos de concentración al finalizar la guerra.
- Aproximadamente medio millón de exiliados republicanos, muchos de los cuales nunca regresaron.
- Un descenso drástico de la natalidad.
En total, una sangría demográfica de gran magnitud para un país que entonces tenía unos 24 millones de habitantes.
Económicas: Casi tres años de guerra causaron una enorme destrucción material.- Destrucción de infraestructuras (viviendas, puentes, vías férreas: se estima que quedó destruido el 40% del parque ferroviario).
- Caída drástica de la producción agrícola (en torno a un 20%) e industrial (en torno a un 30%).
- Disminución de la renta per cápita (cerca del 30%).
- Pérdida de las reservas de oro del Banco de España.
- Endeudamiento con las potencias que ayudaron al bando vencedor.
El país tardó décadas en recuperar el nivel económico anterior a 1936, sumido en la autarquía y el racionamiento durante los años 40.
Políticas: La consecuencia política más inmediata fue el fin de la Segunda República y el establecimiento de una larga dictadura militar liderada por el general Franco, que duraría casi cuarenta años (1939-1975). Este régimen se caracterizó por:- La abolición de la Constitución de 1931 y de todas las libertades democráticas (expresión, reunión, asociación).
- La supresión de los partidos políticos y sindicatos (excepto el partido único FET y de las JONS y los sindicatos verticales).
- Una dura y sistemática represión contra los vencidos.
- La anulación de las reformas republicanas (agraria, educativa, territorial).
En resumen, la Guerra Civil Española significó una catástrofe humana y material, el fracaso del intento de modernización democrática que representaba la Segunda República, y el inicio de un largo período de dictadura y atraso con respecto a los países del entorno europeo.