La Primera Guerra Mundial y sus consecuencias
España, al igual que Holanda, Noruega, Suecia y Suiza, se mantuvo neutral durante la Primera Guerra Mundial. Esta neutralidad trajo ventajas económicas, evitando los trastornos financieros sufridos por los países beligerantes. La industria española se benefició al poder satisfacer la demanda interna e incluso penetrar en mercados exteriores, ante la incapacidad de los países vecinos de suministrar bienes. Sin embargo, también hubo dificultades para importar materias primas, productos energéticos y bienes de equipo, lo que frenó el proceso de capitalización.
Tras el conflicto, algunas industrias españolas no pudieron competir con el retorno de las importaciones. No obstante, el alza del precio del combustible incentivó el uso de la electricidad de origen hidráulico, lo que resultó beneficioso para España. La guerra también generó un superávit récord en la balanza de pagos.
A pesar de las ventajas, la guerra tuvo efectos negativos. La inflación se disparó, beneficiando a empresas y agricultores a costa de los asalariados. Los ingresos reales de las familias disminuyeron a pesar del aumento del empleo y las horas de trabajo. La Hacienda Pública también sufrió las consecuencias de la inflación, lo que avivó el malestar popular. En 1917, estalló la primera huelga general en España, dando inicio a un periodo de gran conflictividad obrera que se extendió hasta 1920. Esta conflictividad no solo se debió al encarecimiento de las subsistencias y la pérdida de poder adquisitivo, sino también a la desigualdad social y el temor a la crisis económica.
La Posguerra y la Dictadura de Primo de Rivera
La posguerra trajo consigo un aumento de las importaciones, caída de los precios y la producción, cierre de empresas, despidos y movilización sindical. Esta crisis económica, combinada con la crisis social y política, llevó a la ruina del régimen de la Restauración, reflejando el retraso de España en su proceso de modernización.
A finales de la década de 1920, la situación económica mejoró notablemente. El PIB creció a un ritmo fuerte y sostenido, la industria se expandió y se modernizó, y la demanda de empleo industrial impulsó el proceso urbanizador. El gobierno de Primo de Rivera implementó un ambicioso programa de inversión pública en infraestructuras, que contribuyó al auge industrial.
La Gran Depresión y la Segunda República
La Gran Depresión llegó a España precedida por una crisis política. La dictadura de Primo de Rivera no supo gestionar la bonanza económica, y su incapacidad para incorporar a España al patrón oro y conciliar la inversión con la ortodoxia fiscal le acarreó descrédito. La dimisión de Primo de Rivera en 1930 dio paso a una transición política que culminó con la proclamación de la Segunda República en 1931.
España afrontó la crisis económica internacional en peores condiciones institucionales que otros países. Las tensiones sociales y políticas derivadas del nuevo régimen democrático y las reformas republicanas complicaron la gestión macroeconómica. A pesar de ello, el PIB español solo disminuyó un 6% durante la crisis. La falta de deuda externa, la no participación en el patrón oro y el menor peso de los sectores exportadores en el PIB amortiguaron el impacto de la crisis.
La Guerra Civil
La sublevación militar de julio de 1936, que desembocó en la Guerra Civil, truncó la salida de la crisis económica y puso fin al periodo de entreguerras en España.