España: De Carlos IV a la Restauración (Siglo XIX)
Reinado de Carlos IV y la Guerra de la Independencia
El reinado de Carlos IV estuvo marcado por la Revolución Francesa. La guerra contra Francia se inició en 1793 y finalizó en 1795. Tras la derrota, España se vio obligada a firmar un acuerdo con Francia. Posteriormente, ante la invasión francesa de Portugal, se permitió el paso de las tropas francesas por territorio español. Sin embargo, los franceses ocuparon varias ciudades españolas. Fernando, hijo de Carlos IV, lideró el Motín de Aranjuez. Aprovechando el descontento popular, Fernando se convirtió en rey (Fernando VII). Napoleón secuestró a la familia real y estableció a su hermano, José Bonaparte, como rey de España. En 1808, una revuelta popular dio inicio a la Guerra de la Independencia. Se formaron dos bandos: afrancesados y fernandinos. Las tropas napoleónicas fueron retiradas debido a su campaña en Rusia. Los contraataques hispano-ingleses se sucedieron hasta el fin de la guerra. El Tratado de Valençay se firmó y Fernando VII recuperó la corona.
Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812
Ante el vacío de poder por la ausencia de la familia real, se crearon Juntas como resultado de la lucha. Se formó una Junta Central que convocó las Cortes de Cádiz. Entre los diputados, los liberales eran mayoría, mientras que los afrancesados eran una minoría. El objetivo de Fernando VII era volver al Antiguo Régimen. La Corte tuvo que jurar la Constitución de 1812, que establecía la soberanía nacional, la división de poderes y el sufragio universal masculino.
El Reinado de Fernando VII: Absolutismo y Liberalismo
Fernando VII regresó a España en 1814, abolió la Constitución y restauró el Antiguo Régimen. Los liberales fueron perseguidos y encarcelados. En 1820, el coronel Riego lideró un pronunciamiento que proclamó la Constitución de 1812. El rey se vio obligado a jurar la Constitución, organizar elecciones y liberar a los presos políticos. En 1823, un golpe de Estado absolutista, con la ayuda de la Santa Alianza y los Cien Mil Hijos de San Luis, restauró el absolutismo. El regreso de Fernando VII trajo consigo una crisis política y económica. El Tesoro estaba sin dinero y la pérdida del imperio americano intensificó la crisis. Además, surgió un problema dinástico. En España existía la Ley Sálica, que impedía reinar a las mujeres. Fernando VII, al no tener hijos varones, promulgó la Pragmática Sanción, que permitía reinar a las mujeres. Esto significaba que su hija, Isabel, sería reina. Muchos absolutistas no estaban de acuerdo con la Pragmática Sanción y apoyaron al hermano de Fernando VII, Carlos. En 1833, tras la muerte de Fernando VII, Carlos se autoproclamó rey, dando inicio a la Primera Guerra Carlista.
Las Guerras Carlistas y el Reinado de Isabel II
Se creó un conflicto entre los partidarios de Isabel (liberales) y los de Carlos (absolutistas), que querían restaurar el absolutismo y los fueros provinciales. País Vasco, Navarra, Aragón, Cataluña y Valencia se mostraron a favor de Carlos. La guerra duró siete años y terminó con la derrota carlista. El Abrazo de Vergara simbolizó el fin de la guerra. Entre los liberales, había dos grupos: moderados y progresistas. Los moderados defendían reformas limitadas y el poder del rey. Los progresistas abogaban por reformas profundas. Como Isabel II era menor de edad, su madre, María Cristina, asumió la regencia. María Cristina, aunque era moderada, cedió el poder a los progresistas debido a las protestas populares. Se adoptaron medidas progresistas para acabar con el Antiguo Régimen, como la desamortización de los bienes de la Iglesia. María Cristina dimitió tras enfrentamientos con los progresistas. El general Espartero asumió la regencia, instaurando un gobierno autoritario. Moderados y progresistas se unieron en un pronunciamiento que obligó a Espartero a dimitir. Ante la crisis, Isabel II fue declarada reina a los 13 años.
Década Moderada, Bienio Progresista y Crisis del Reinado de Isabel II
Los primeros diez años del reinado de Isabel II estuvieron dominados por los moderados. Se aprobó una nueva Constitución en 1845 y se organizó una política centralizada. Los progresistas se dividieron en dos grupos: demócratas (que exigían el sufragio universal) y republicanos. En 1854, se produjo el pronunciamiento de Vicálvaro, que llevó a los progresistas al poder, con Espartero a la cabeza. El nuevo gobierno inició un nuevo proceso desamortizador y aprobó la Ley de Ferrocarriles. Una grave crisis económica y las continuas protestas de campesinos y obreros llevaron a la reina a destituir al gobierno progresista. Se produjo una alternancia en el gobierno entre la Unión Liberal de O’Donnell y los moderados de Narváez, excluyendo a los progresistas del poder. Los últimos años del reinado de Isabel II estuvieron marcados por una grave crisis: problemas económicos, un gobierno autoritario y la vida escandalosa de la reina. Para acabar con esta situación, se firmó el Pacto de Ostende, que acordaba la democratización de la vida política y la expulsión de Isabel II. En 1868, un pronunciamiento liderado por los generales Prim y Serrano derrocó a Isabel II. Se creó una Junta Revolucionaria. La revolución fue un éxito y no hubo víctimas mortales. Se redactó una Constitución que establecía una monarquía constitucional. Serrano fue nombrado regente y Prim se encargó de buscar un rey.
El Sexenio Democrático: Amadeo I y la Primera República
Amadeo de Saboya, un demócrata italiano, fue elegido rey. A su llegada, el general Prim fue asesinado. Amadeo I se enfrentó a la oposición de los monárquicos, la Iglesia y los republicanos. Además, tuvo que lidiar con la Revolución Cubana y una nueva Guerra Carlista. Ante la falta de apoyo, Amadeo I abdicó. Al no encontrar un rey, el Parlamento proclamó la Primera República. La República tuvo graves problemas desde el principio: la guerra de Cuba, la Tercera Guerra Carlista y el cantonalismo. El golpe de Estado del general Pavía puso fin a la República, que duró once meses. Tras el golpe, el general Serrano se convirtió en jefe de gobierno. La República se mantuvo, pero sin espíritu republicano. Alfonso XII, hijo de Isabel II, fue proclamado rey de España, dando inicio a la Restauración.
La Restauración Borbónica: Alfonso XII y el Turnismo
Cánovas del Castillo fue nombrado Primer Ministro. Se promulgó la Constitución de 1876, que establecía una monarquía constitucional. Dos partidos políticos se alternaron en el poder: el Partido Conservador, liderado por Cánovas, y el Partido Liberal, liderado por Sagasta. La alternancia se basaba en el fraude electoral. Los caciques, fuerzas poderosas en los pueblos, manipulaban los votos para que los resultados coincidieran con los intereses del gobierno. Este sistema estabilizó la vida política, pero excluyó a otros grupos políticos, como anarquistas, socialistas y nacionalistas. Los anarquistas tuvieron mayor presencia en Cataluña y Andalucía. El PSOE (Partido Socialista Obrero Español) fue fundado por Pablo Iglesias. Los nacionalistas se oponían a la creación de un Estado centralizado. El nacionalismo tuvo mayor fuerza en el País Vasco, Cataluña y Galicia.
Economía Española en el Siglo XIX
La Revolución Industrial española se retrasó debido a varios factores: escasez de materias primas, malas comunicaciones, pobreza de la población, pérdida de las colonias y la ausencia de un mercado interno fuerte. La industrialización se concentró en determinadas zonas. Cataluña lideró la industria textil. La siderurgia se desarrolló en el País Vasco, Asturias y Andalucía, aunque el País Vasco se convirtió en el principal productor de hierro y acero. La industria española tenía dos problemas: baja competitividad y concentración en pocas áreas (Cataluña, País Vasco y Madrid). Se crearon instituciones financieras, como la Bolsa de Valores. El ferrocarril fue el medio de transporte más importante, construyéndose miles de kilómetros de vías férreas. Sin embargo, el ancho de vía en España era diferente al europeo, lo que dificultaba el intercambio continental. El principal sector económico seguía siendo la agricultura, que ocupaba al 70% de la población. El cambio más importante fue la liberalización de las tierras de cultivo, a través de la supresión de los mayorazgos y las desamortizaciones. Las desamortizaciones más importantes fueron la de Mendizábal, que vendió tierras de la Iglesia, y la de Madoz, que vendió tierras de municipios, hospitales y escuelas. Muchos burgueses compraron tierras para modernizar los métodos de cultivo, aunque muchos grandes propietarios siguieron existiendo.
El Siglo XIX en el País Vasco
En Vizcaya, existían tensiones entre Bilbao y los señores de la tierra. Zamakola consiguió una orden real que aprobaba la construcción de un nuevo puerto en Abando, lo que iba en contra de los intereses de Bilbao. Poco después, comenzó la Guerra de la Independencia. La sociedad vasca se dividió entre afrancesados y fernandinos. Las tropas francesas abandonaron España en 1813, y el País Vasco se vio especialmente afectado. San Sebastián fue sitiada por las tropas aliadas y conquistada el 31 de agosto. Tras la muerte de Fernando VII, se inició la Primera Guerra Carlista. Bilbao se dividió entre los partidarios de Isabel II y Carlos V. El País Vasco fue escenario de la Primera Guerra Carlista, con Tomás Zumalacárregui como líder carlista. Tras la muerte de Zumalacárregui, el general Espartero y el general carlista Rafael Maroto sentaron las bases para la paz, que se selló con el Abrazo de Vergara. En el País Vasco, hubo mucha confusión respecto a los fueros. Espartero eliminó los fueros en 1839, aunque fueron restablecidos por Fernando VII en 1823. Espartero volvió a abolirlos al asumir el poder. En 1876, se aprobó la ley definitiva que derogaba los fueros. En 1878, se aprobó el Concierto Económico.
La Revolución Industrial en el País Vasco
La Revolución Industrial, el proceso de modernización económica, tuvo un gran impacto en el País Vasco. Vizcaya fue la primera en industrializarse, gracias a la abundancia de hierro no fosfórico, ideal para la industria siderúrgica. En Guipúzcoa, la industrialización fue más lenta y se especializó en algunos sectores. En Álava, la industria se desarrolló mucho menos, manteniéndose la agricultura como principal actividad. Estos cambios económicos provocaron una gran inmigración al País Vasco. Este fenómeno influyó en la aparición de dos importantes partidos políticos: el socialismo y el nacionalismo. El socialismo buscaba mejorar los derechos laborales. El primer grupo socialista se formó en Eibar. El nacionalismo surgió como respuesta a la crisis del carlismo, la abolición de los fueros, el cambio en las formas de vida tradicionales y los rápidos cambios sociales. Sabino Arana fue el fundador del nacionalismo vasco.