España en el siglo XIX: Del Antiguo Régimen a la Restauración

1. La crisis del Antiguo Régimen (1808-1814)

1.1. La crisis de la monarquía borbónica

La reacción de la monarquía de Carlos IV frente a la Revolución francesa fue declarar la guerra a Francia, temerosa de la expansión por España de las ideas liberales. La guerra fue un fracaso y Manuel Godoy, el ministro más influyente, dio un giro radical a la política exterior. Se alió con Napoleón para enfrentarse a Gran Bretaña y autorizó al ejército francés a atravesar España para atacar a Portugal (Tratado de Fontainebleau). El descontento de parte de la población con las decisiones de Godoy provocó el estallido del Motín de Aranjuez que forzó la dimisión del ministro y la abdicación del rey en su hijo Fernando VII. Ante la situación, Napoleón decidió convocar a Carlos IV y a Fernando VII en Bayona (Francia) donde les hizo abdicar y aceptar el nombramiento de su hermano José Bonaparte como nuevo rey de España.

1.2. La Guerra de la Independencia (1808-1814)

Estos acontecimientos provocaron la rebelión popular y, el 2 de mayo de 1808, el pueblo de Madrid se levantó contra las tropas francesas. Su ejemplo fue seguido en muchos otros lugares, lo que provocó un movimiento de resistencia popular. Se crearon las Juntas para dirigir la resistencia, coordinadas por la Junta Suprema Central, mientras grupos de patriotas se organizaron en guerrillas para hostigar a los franceses. El curso de la guerra cambió cuando la campaña de Rusia obligó a Napoleón a desplazar parte de su ejército a aquel país. La ayuda ofrecida por las tropas británicas bajo el mando de Wellington resultó decisiva para que los franceses empezaran a abandonar el territorio español. Ese mismo año se firmó el Tratado de Valençay, por el que Fernando VII recuperaba la Corona y Napoleón retiraba sus tropas de España.

1.3. Las Cortes de Cádiz

Las abdicaciones de Bayona dejaron un vacío de poder, ya que el rey José I no gozó nunca de la aceptación de los españoles. Por ello, la Junta Central convocó una reunión de Cortes en la ciudad de Cádiz, el único territorio no ocupado por los franceses. Con enormes dificultades se reunieron representantes de todos los territorios y la mayoría defendieron en las Cortes las nuevas ideas del liberalismo e impusieron sus opiniones al sector más absolutista. La primera decisión tomada por las Cortes fue revolucionaria: todos los presentes, con independencia de su origen, se reunían en una única Asamblea y su voto tenía el mismo peso. Esa nueva cámara se erigió, por tanto, en representación de la nación española y redactó una Constitución, aprobada en 1812, que reflejó los principios básicos del liberalismo político: soberanía nacional, división de poderes, sufragio universal masculino y amplia declaración de derechos. Las Cortes de Cádiz aprobaron también unas leyes destinadas a abolir el Antiguo Régimen: supresión de los señoríos, abolición de los gremios, supresión de la Inquisición e igualdad de todos los españoles frente a la ley y los impuestos. Pero la situación bélica impidió aplicar todo lo legislado en Cádiz. Frente a los liberales, que impulsaron las Cortes y la Constitución, los antiguos privilegiados sólo deseaban el regreso a la situación anterior a 1808.

2. El enfrentamiento entre absolutismo y liberalismo

2.1. La restauración del absolutismo

Fernando VII, llamado “el Deseado”, regresó a España en 1814. Los liberales pretendían que el monarca jurase inmediatamente la Constitución de 1812, pero los absolutistas presionaron para que restaurase el absolutismo y derogase toda la legislación liberal de las Cortes de Cádiz. El rey clausuró las Cortes y anuló la Constitución. Era la vuelta al Antiguo Régimen. Los opositores del absolutismo organizaron múltiples pronunciamientos, la mayoría de los cuales fueron reprimidos y sus dirigentes ejecutados.

2.2. El Trienio Liberal

En 1820, un pronunciamiento protagonizado por el coronel Riego en Cabezas de San Juan (Sevilla) logró triunfar, inaugurando el Trienio Liberal (1820-1823). El rey se vio obligado a acatar la Constitución de 1812. Pero este proceso reformista no contaba con la simpatía de Fernando VII, que pidió ayuda a las potencias europeas para restaurar el absolutismo. La Santa Alianza encargó a Francia la intervención militar en España, y, en 1823, los llamados Cien Mil Hijos de San Luis entraron en España, derrotaron a los liberales y repusieron a Fernando VII como monarca absoluto.

2.3. La quiebra del absolutismo

Los gobiernos de Fernando VII se mostraron incapaces de dar solución a los graves problemas que tenía que afrontar el país. En primer lugar, existía una difícil situación económica debido a la guerra. Era imprescindible una reforma fiscal que obligase a los privilegiados a contribuir con sus impuestos. En segundo lugar, se produjo el conflicto dinástico. Fernando VII había tenido solo hijas y la ley sálica impedía a las mujeres reinar en España. Para garantizar el trono a su hija mayor Isabel, el rey dictó la Pragmática Sanción, que derogaba la ley anterior. Muchos absolutistas no aceptaron el cambio y defendieron que el trono correspondía al príncipe Carlos, hermano del rey. A finales del reinado de Fernando VII se hizo evidente la crisis del régimen absolutista y la necesidad de reformas en profundidad.

3. La revolución liberal (1833-1843)

3.1. La Guerra Carlista

A la muerte de Fernando VII, su hija y heredera tenía solo tres años. Los sectores más absolutistas apoyaron los derechos al trono del hermano de Fernando VII, don Carlos. Para defender los derechos de su hija, su madre Mª Cristina, que era la regente, buscó el apoyo de los liberales. Se inició así una guerra civil, que bajo la forma de un conflicto dinástico, significaba el enfrentamiento entre absolutistas (carlistas) y liberales (isabelinos). El Convenio de Vergara puso fin a la guerra, pero el carlismo se mantuvo a lo largo de casi todo el siglo XIX.

3.2. Las reformas progresistas

Los liberales se hallaban divididos en dos facciones: los moderados, partidarios de reformas más limitadas y los progresistas, que querían desmantelar toda la estructura del Antiguo Régimen. Entre 1835 y 1837, los progresistas, encabezados por Mendizábal implantaron un régimen liberal. Un conjunto de leyes permitieron la disolución del régimen señorial, la desvinculación de la propiedad y la desamortización de las propiedades del clero. Este proceso culminó con la Constitución de 1837, que inauguró un largo periodo de monarquía parlamentaria en España. El nuevo texto reconocía la soberanía nacional y los derechos individuales pero aceptaba el papel moderador de la Corona, a la que concedía algunos poderes (derecho de vetar las leyes, de disolver el Parlamento), y el sistema electoral era censitario.

3.3. La regencia de Espartero

En 1837, los moderados, con el apoyo de María Cristina, accedieron al gobierno e intentaron dar un giro conservador al proceso de revolución liberal. Un movimiento de oposición se alzó contra la Regente, que se vio obligada a dimitir en 1840. El progresista general Espartero fue nombrado regente, pero las medidas librecambistas y el autoritarismo con que gobernó le valieron la oposición de buena parte del país. En 1843, Espartero dimitió y las Cortes adelantaron la mayoría de edad de Isabel II y la proclamaron reina.

4. La etapa isabelina: el liberalismo moderado (1843-1868)

En 1843 las Cortes adelantaron la mayoría de edad de Isabel II y la proclamaron reina.

4.1. La década moderada (1843-1854)

Durante el reinado de Isabel II, el Partido Liberal Moderado estuvo, con breves excepciones, al frente del gobierno con el apoyo de la monarquía. En esta etapa se consolidó el liberalismo en España, pero con un carácter conservador y centralista. En los diez primeros años de la mayoría de edad de Isabel II y bajo los impulsos del general Narváez, se proclamó la Constitución de 1845, que establecía un sufragio muy restringido y la soberanía compartida entre las Cortes y el rey. También se firmó un Concordato con la Santa Sede que configuraba un Estado confesional. Otras reformas fueron la de Hacienda, que centralizó los impuestos en manos del Estado y la elaboración de un Código Penal. También creó la Guardia Civil para mantener la ley en el medio rural.

4.2. Del bienio progresista a la crisis del sistema isabelino

En 1854 triunfó un pronunciamiento militar apoyado por progresistas y por moderados descontentos. Madoz llevó a cabo una nueva desamortización, que afectó a los bienes de los ayuntamientos y también se impulsó la construcción del ferrocarril. La última etapa del reinado de Isabel II (1856-1868) fue de alternancia en el poder entre los moderados y la Unión Liberal. La oposición al régimen fue en aumento y surgieron nuevos grupos políticos, como los demócratas, que defendían el sufragio universal masculino, y los republicanos que abogaban por la abolición de la monarquía.

5. El Sexenio Democrático (1868-1874)

5.1. La revolución de 1868

A partir de 1866 se produjo una grave crisis económica que, unida al desgaste político del régimen isabelino, desencadenó una revolución contra la monarquía. Las tropas fieles al Gobierno y a la reina fueron vencidas e Isabel marchó al exilio. Se formó un gobierno provisional que aprobó una Constitución de 1869.

5.2. La monarquía democrática (1870-1873)

La Constitución de 1869 establecía la monarquía como forma de gobierno y hubo que buscar un rey entre las dinastías europeas. El elegido fue Amadeo de Saboya, de la casa real italiana, con una concepción democrática del papel de la monarquía, el cual llegó a España a finales de 1870. Pero Amadeo contó siempre con la oposición de los moderados, los carlistas y la Iglesia, que se mantuvieron fieles a los Borbones. Faltos de apoyos y con demasiados problemas por resolver, Amadeo de Saboya renunció al trono en 1873.

5.3. La Primera República (1873-1874)

Ante la abdicación del rey, las Cortes españolas votaron por una gran mayoría la proclamación de la República. Los republicanos tenían un amplio programa de reformas sociales y, por primera vez, se pretendió organizar el Estado de forma federal. Pero la República tuvo que enfrentarse a un buen número de problemas: las guerras carlistas y cubana; las divisiones entre los propios republicanos y, finalmente, los republicanos más radicales precipitaron revueltas sociales. En enero de 1874, un golpe de Estado protagonizado por el general Pavía disolvió las Cortes y entregó la presidencia del gobierno al general Serrano. Pero la base social que podía apoyarle había optado ya por el regreso de la monarquía.

6. La Restauración monárquica (1874-1898)

En diciembre de 1874, el general Martínez Campos proclamó en Sagunto, a Alfonso de Borbón, hijo de Isabel II, como rey de España. El nuevo sistema político, configurado por Antonio Cánovas del Castillo, tenía un carácter claramente conservador.

Existían dos grandes partidos:

  • El partido conservador, liderado por Cánovas del Castillo
  • El partido liberal, encabezado por Sagasta

La estabilidad del sistema vino favorecida por la redacción de una nueva Constitución (1876), que representaba un claro carácter moderado. Conservadores y liberales se pusieron de acuerdo para alternarse en el ejercicio del poder (turno pacífico), controlando la vida política española. Esta situación era posible gracias a un sistema electoral corrupto que manipulaba las elecciones y no dudaba en falsificar actas o comprar votos. Además, se utilizaban todo tipo de prácticas coercitivas sobre el electorado, valiéndose de la influencia política y del poder económico que determinados individuos ejercían sobre el conjunto de la sociedad, sobre todo en las zonas rurales (caciquismo). El afianzamiento de un Estado centralizado y uniformista provocó la emergencia de movimientos nacionalistas en Cataluña, en el País Vasco y en Galicia. En 1895 estalló una nueva insurrección en Cuba por la incapacidad de la administración española para hacer reformas políticas en la isla, dotarla de autonomía y reducir el control económico ejercido desde España. Además, Estados Unidos apoyaba a los insurrectos a causa de los aranceles que impedían el comercio, sobre todo del azúcar. El fin del conflicto llegó en 1898, cuando Estados Unidos declaró la guerra a España, tras el hundimiento del acorazado Maine en el puerto de La Habana. Después de una corta guerra, España fue derrotada y perdió sus últimas colonias: Cuba, Puerto Rico y Filipinas. La derrota de 1898 provocó en la sociedad y en la clase política española un estado de frustración y arraigó en ella una fuerte sensación de pesimismo. Como reacción surgieron movimientos regeneracionistas que pedían una verdadera democratización del Estado y el fin del caciquismo y la corrupción.

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