1. Las Guerras Carlistas
El carlismo apoyó las pretensiones al trono de Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII, en oposición a Isabel II. Más allá del problema sucesorio, el carlismo defendía los valores del Antiguo Régimen frente a la revolución liberal. Esto desembocó en tres guerras carlistas que afectaron la estabilidad política de España en el siglo XIX.
La primera guerra carlista comenzó poco después de la muerte de Fernando VII, con levantamientos en zonas rurales que fueron sofocados, excepto en el norte. Destacaron generales como Zumalacárregui y Cabrera. La guerra se dividió en dos fases: la primera dominada por Zumalacárregui con varios triunfos, y una segunda fase donde se organizó una expedición hacia Madrid que fracasó. El Convenio de Vergara puso fin a la guerra en el norte, aunque Cabrera resistió hasta 1840.
La segunda guerra carlista ocurrió durante el reinado de Isabel II y se originó por la no celebración de su boda con el conde de Montemolín.
La tercera guerra carlista surgió tras la elección de Amadeo I y fracasos electorales del carlismo, desarrollándose principalmente en Cataluña y Aragón, y finalizando con derrotas en Montejurra y Estella.
2. La Construcción del Estado Liberal
Durante el reinado de Isabel II, la implantación del liberalismo en España dio lugar a la aparición de dos principales tendencias políticas: los **moderados** y los **progresistas**.
Los **moderados** representaban los intereses de la nobleza, el clero y la alta burguesía. Defendían un sistema centralista, un sufragio censitario restringido, y un control político a través de Cortes bicamerales, donde predominaba una cámara alta que reflejaba los intereses de los antiguos estamentos privilegiados. Su ideología se plasmó en la Constitución de 1845 y sus líderes incluían a figuras como Martínez de la Rosa y el general Narváez. Este grupo formó una oligarquía que dominó el poder político y económico durante gran parte del siglo XIX.
Los **progresistas**, por otro lado, provenían de las clases medias urbanas e intelectuales. Promovían una soberanía nacional representada solo por las Cortes, un sistema unicameral para reducir la influencia de la nobleza y el clero, y una ampliación de derechos ciudadanos, incluido el sufragio universal. Abogaban por la libertad de prensa, la descentralización del poder hacia los ayuntamientos y la separación total entre Iglesia y Estado. La Constitución *non nata* de 1856 es el texto que mejor representa sus ideales. Entre sus líderes estaban Mendizábal, Calatrava y el general Espartero.
Además de estos dos partidos principales, existieron otros grupos políticos como la Unión Liberal, el Partido Demócrata y los Carlistas. Cada uno de estos grupos tuvo un papel significativo en el complejo panorama político español de la época.
3. La Regencia de Mª Cristina: Del Estatuto Real a la Sargentada: La Constitución de 1837
Durante la regencia de María Cristina (1832-1840), se aceptó el liberalismo en España. Francisco Cea Bermúdez fue jefe de gobierno y realizó reformas como la creación del Ministerio de Fomento. A pesar de ser conservadora, María Cristina nombró a Martínez de la Rosa, quien elaboró el Estatuto Real, una carta otorgada que no reconocía la soberanía nacional.
Las revueltas populares llevaron a que Mendizábal, un liberal radical, asumiera el poder en 1835 y promoviera la Ley de Desamortización. Sin embargo, su reforma electoral fue rechazada y dimitió. La rebelión de los sargentos de La Granja en 1836 llevó a un nuevo gobierno progresista que restableció la Constitución de Cádiz y convocó nuevas elecciones para una Constitución en 1837.
La Constitución de 1837 mantenía la soberanía nacional y derechos ciudadanos, pero los moderados intentaron limitar los avances progresistas tras ganar las elecciones. Esto generó un movimiento insurreccional que resultó en la renuncia de María Cristina y el nombramiento de Espartero como regente.
4. La Regencia de Espartero
Durante la consolidación del régimen liberal en España, la Constitución de 1837 y la Ley de Desamortización jugaron un papel crucial. Sin embargo, la oposición de los moderados, que realizaron pronunciamientos en contra del gobierno, complicó el proceso. El progresismo se encontraba dividido y su tendencia autoritaria generó tensiones.
La política económica de Espartero, que amplió la desamortización en beneficio de propietarios y estableció un arancel librecambista, enfrentó a los empresarios catalanes y provocó descontento entre los trabajadores, especialmente en Cataluña. Este descontento se tradujo en un movimiento revolucionario que fue reprimido duramente por Espartero, quien bombardeó la ciudad.
Los moderados aprovecharon este clima de inestabilidad y llevaron a cabo conspiraciones lideradas por figuras como Narváez y O’Donnell. Estas maniobras culminaron con la dimisión de Espartero en agosto de 1843 y el adelanto de la mayoría de edad de Isabel II, quien fue proclamada Reina con solo trece años en noviembre de ese mismo año.
5. La Constitución de 1845
La Constitución de 1845 fue la ley más significativa del periodo, estableciendo una soberanía compartida entre el Rey y las Cortes, sin separación de poderes. Las Cortes eran bicamerales, compuestas por un Congreso elegido mediante un sufragio censitario muy limitado y un Senado con miembros vitalicios nombrados por la corona, provenientes de la nobleza, la Iglesia, el ejército, la Administración y grandes fortunas.
La declaración de derechos era bastante restringida, con limitaciones sujetas a leyes posteriores. La religión católica se declaraba como la única oficial, comprometiendo al Estado a mantener el culto y al clero. Además, los Ayuntamientos y Diputaciones estaban subordinados a la Administración central, con alcaldes y presidentes elegidos por el Rey.
6. La Modernización de la Nación: Los Símbolos Nacionales
Durante el reinado de Isabel II, marcado por inestabilidad política y agitaciones sociales, el General Narváez lideró la Década Moderada. Impulsó la Constitución de 1845, controló el ejército y reprimió protestas, ganando apoyo de la corona y terratenientes. La «Ley de Imprenta» censuró publicaciones, mientras que la Guardia Civil fue fundada en 1844. La «Ley Moyano» secularizó la educación y el Concordato de 1851 normalizó relaciones con la Iglesia. Su matrimonio provocó la Segunda Guerra Carlista y una crisis económica en 1848 desató levantamientos reprimidos. La oposición progresista se radicalizó, dando lugar al partido Demócrata y a la escisión que formó la «Unión Liberal».
7. La Vicalvarada: El Bienio Progresista (1854-56)
La revolución de 1854, apoyada por el pueblo, comenzó con un golpe de Estado. Aunque el pronunciamiento de O’Donnell fracasó en Vicálvaro, los rebeldes publicaron el «Manifiesto de Manzanares», redactado por Cánovas del Castillo, que prometía reformas como el cumplimiento de la Constitución, cambios en la ley electoral e imprenta, reducción de impuestos, restauración de la Milicia Nacional y nuevas Cortes Constituyentes.
La reina entregó el poder a los progresistas, con Espartero como jefe de gobierno y O’Donnell como ministro de guerra. Esta coalición implementó un amplio programa de reformas, destacando la Constitución de 1856, la Ley de Desamortización General, que afectó propiedades del Estado y la Iglesia, y la Ley General de Ferrocarriles para impulsar su construcción. Sin embargo, la inestabilidad social provocada por una epidemia de cólera y protestas obreras llevó a que Espartero dimitiera y O’Donnell asumiera el gobierno.
8. La Política Exterior de los Gobiernos de Isabel II Hasta 1863
Hasta 1863, España experimentó una etapa de estabilidad política bajo el régimen moderado de la Constitución de 1845. Se destacaron hitos como el desarrollo económico, con un incremento en la red ferroviaria y la creación del Canal de Isabel II. En el ámbito exterior, se llevó a cabo un intervencionismo para desviar la atención de problemas internos y fomentar el nacionalismo.
Entre las intervenciones más significativas se encuentran: en Indochina junto a Francia, y en la Guerra del Pacífico en Chile y Perú, donde se defendieron intereses españoles. En Marruecos, Juan Prim se destacó como héroe en la batalla de Castillejos, logrando el Tratado de Tetuán que amplió las plazas de Ceuta y Melilla y obligó a Marruecos a pagar una indemnización. En México, Prim apoyó a Napoleón III en su intento por instaurar un imperio con Maximiliano de Habsburgo, pero tras escaso apoyo se retiró rápidamente. Los levantamientos campesinos y problemas internos del partido llevaron a la caída de O’Donnell.
9. Hacia la Descomposición Política del Reinado: Ostende
Entre 1863 y 1868 se suceden varios gobiernos, de tendencia cada vez más conservadora y autoritaria. La oposición al régimen se acentúa. Hay que destacar la crisis económica, el aumento de la corrupción y el progresivo desprestigio de la reina, sobre todo por su conducta privada y su continua injerencia en los asuntos de gobierno.
Finalmente, la firma del **Pacto de Ostende** reúne a progresistas, demócratas y republicanos y, tras la muerte de O’Donnell, también a los unionistas. Su objetivo era destronar a Isabel II y convocar unas Cortes Constituyentes.
10. El Sexenio Revolucionario (1868-1874). Antecedentes
Los cambios políticos en España comienzan en la fase final del reinado de Isabel II, marcada por gobiernos conservadores y autoritarios. La oposición se intensifica debido a una crisis social y económica, así como al desprestigio de la reina. Esto llevó al Pacto de Ostende, donde casi todos los partidos, excepto el Moderado, se unieron para destronar a Isabel II y convocar Cortes Constituyentes.
11. La Gloriosa
La sublevación comenzó en septiembre de 1868, liderada por el almirante unionista Juan Bautista Topete en Cádiz y los generales Prim y Serrano. Rápidamente, se sumaron levantamientos populares en varias regiones. Las tropas de Serrano derrotaron a las isabelinas en la batalla del puente de Alcolea, lo que llevó a Isabel II a huir a Francia. Esta revuelta, conocida como la «Revolución Gloriosa», triunfó con gran facilidad en el país.
12. El Gobierno Provisional
Tras la Revolución Gloriosa, se estableció un gobierno presidido por Serrano y con Prim como ministro de Guerra, que convocó elecciones a Cortes Constituyentes por sufragio universal. La coalición gubernamental ganó en comicios relativamente limpios, lo que permitió la inclusión de republicanos y carlistas, reflejando el carácter democrático del proceso.
La Constitución de 1869, promulgada en junio, estableció la soberanía nacional, la división de poderes, el derecho de reunión y asociación, y la libertad de cultos. Se definió una monarquía democrática donde el rey reina pero no gobierna, y se instauró un sistema judicial con oposición para ingresar a la carrera judicial y juicio por jurados. Esta constitución supuso un gran avance democratizador para España, adelantándose a muchos aspectos de Europa.
13. La Monarquía de Amadeo I
Tras la aprobación de la Constitución que establecía la monarquía, el general Serrano fue nombrado Regente y Prim presidió un nuevo gobierno. Se eligió a Amadeo de Saboya como rey, pero su llegada coincidió con el asesinato de Prim, lo que debilitó su posición. Amadeo enfrentó un amplio rechazo de grupos como los carlistas, los «alfonsinos» y republicanos, mientras la alianza que lo había llevado al trono se desmoronaba.
Durante su breve reinado, se intensificaron los conflictos, como la tercera guerra carlista y la guerra de independencia de Cuba. La inestabilidad política aumentó con crisis de gobierno y elecciones infructuosas. Finalmente, Amadeo I abdicó en 1873 y regresó a Italia, lo que llevó a las Cortes a proclamar la República el 11 de febrero de 1873 por falta de alternativas.
14. La I República
La I República fue proclamada por unas Cortes con mayoría monárquica que esperaban un regreso a la monarquía borbónica. Su falta de apoyo social y la oposición de grupos poderosos como la alta burguesía, terratenientes, altos mandos del ejército y la jerarquía eclesiástica debilitaron el régimen, que experimentó la sucesión de cuatro presidentes en un año: Figueras, Pi y Margall, Salmerón y Castelar.
Estanislao Figueras, el primer presidente, no definió si el régimen sería unitario o federal y se centró en convocar Cortes Constituyentes para redactar una nueva Constitución. Durante su mandato, se impulsaron reformas radicales como la supresión del impuesto de consumos, la eliminación de las quintas, la reducción de la edad de voto a 21 años, la separación Iglesia-Estado y la abolición de la esclavitud en Cuba y Puerto Rico.
Sin embargo, el régimen enfrentó importantes desafíos bélicos, destacando la Guerra Carlista liderada por Carlos VII en el País Vasco y Navarra. Aprovechando el caos republicano, los carlistas establecieron un gobierno en Estella. Al mismo tiempo, en 1868 comenzó en Cuba una insurrección anticolonial conocida como la “Guerra Larga”, que terminó en 1878 con la Paz de Zanjón.
Con el triunfo de los republicanos federales en las elecciones a Cortes, se proclamó la República Federal y Pi y Margall fue propuesto como presidente. Sin embargo, surgieron discrepancias entre transigentes e intransigentes sobre cómo construir la república. Los intransigentes vieron su proyecto constitucional rechazado y los más radicales proclamaron cantones en Valencia, Murcia y Andalucía. El ejército reprimió estas insurrecciones, con Cartagena como símbolo del movimiento republicano-federal y anarquista. Ante el fracaso de su proyecto constitucional y el avance del movimiento cantonal, Pi y Margall dimitió.
Tras un breve mandato de Salmerón, quien renunció por problemas de conciencia al negarse a firmar penas de muerte a los revolucionarios, Emilio Castelar asumió la presidencia. Su gobierno buscó restablecer el orden enfrentándose a los carlistas y al conflicto cubano, pero entre los mandos del ejército creció el deseo de restaurar la monarquía borbónica con Alfonso, hijo de Isabel II.
15. La Dictadura de Serrano
Las Cortes rechazaron a Castelar, lo que llevó a su dimisión. El 4 de enero de 1874, el general Pavía dio un golpe militar, disolviendo las Cortes republicanas y estableciendo un gobierno de concentración bajo el mando del general Serrano, quien suspendió la Constitución y los derechos. Aunque el régimen republicano se mantuvo nominalmente un año más, la dictadura de Serrano fue un paso previo a la restauración de los Borbones.
Serrano gobernó con poderes dictatoriales y, aunque acabó con el cantonalismo, no logró derrotar a los carlistas. La restauración borbónica tomó impulso con el pronunciamiento del general Arsenio Martínez Campos en Sagunto el 29 de diciembre de 1874, apoyando la vuelta de la monarquía.