España en el siglo XIX y principios del XX: Demografía, Industrialización y Crisis Política

Evolución Demográfica, Movimientos Migratorios y Desarrollo Urbano en la España del Siglo XIX

La población española experimentó un crecimiento durante el siglo XIX, pasando de 10,5 millones de habitantes en 1797 a 18,6 millones en 1900. Sin embargo, este crecimiento fue lento en comparación con otros países europeos (exceptuando Francia). Se caracterizó por una alta tasa de natalidad (34% a finales del siglo XIX), motivada por la consideración de los hijos como un seguro para la vejez, la influencia de la Iglesia y la prohibición de emigrar hasta 1853. Aunque la mortalidad disminuyó (29% en el siglo XIX) gracias a mejoras en la alimentación y avances médico-sanitarios, seguía siendo la segunda más alta de Europa, con una esperanza de vida inferior a 35 años. Las causas de esta alta mortalidad fueron:

  • Crisis de subsistencia recurrentes, debidas a factores dinámicos y estructurales, como el escaso desarrollo técnico de la agricultura y las deficientes infraestructuras de transporte.
  • Epidemias y enfermedades infecciosas persistentes, como la fiebre amarilla, el cólera, la tuberculosis, la viruela y la difteria, exacerbadas por las malas condiciones de vida.
  • Guerras que afectaron a España a lo largo del siglo.

El crecimiento demográfico fue desigual, destacando Madrid, Murcia, Canarias, País Vasco y, especialmente, Cataluña (con un aumento del 145%). En cuanto a los movimientos migratorios internos, se produjo un desplazamiento del norte al sur y de la meseta central (excepto Madrid) hacia la costa mediterránea y atlántica, impulsado por motivos económicos. Este movimiento se intensificó a partir de 1860 con el éxodo rural, debido al atraso agrario. A finales del siglo XIX, comenzó la emigración a ultramar (principalmente a América Latina) y al norte de África, motivada por el aumento de la población y la falta de empleo en las zonas rurales. La corriente migratoria catalana hacia Cuba fue notable debido a las relaciones comerciales tradicionales. El desarrollo de la navegación a vapor facilitó estos desplazamientos.

El desarrollo urbano fue menor que en otros países europeos debido a la escasa modernización agrícola y a una industrialización lenta, tardía y desigual. En 1900, la población española era predominantemente rural (el 91% vivía en localidades de menos de 100.000 habitantes). Solo Madrid y Barcelona superaban el medio millón de habitantes. En las últimas décadas del siglo XIX, algunas ciudades experimentaron un crecimiento notable, lo que llevó a la necesidad de realizar ensanches para acoger a la población rural. Los más destacados fueron el Plan Cerdá en Barcelona y el de Castro en Madrid, ambos basados en una planificación en manzanas.

Industrialización, Comunicaciones, Política Económica y Banca en la España del Siglo XIX

El proceso de industrialización en España fue lento y, en última instancia, no alcanzó el éxito esperado. Las causas de este retraso fueron múltiples:

  • Continuas guerras.
  • Pérdida de las colonias americanas.
  • Inestabilidad política.
  • Carencia de fuentes de energía.
  • Mala red de comunicación y dificultades geográficas.
  • Falta de capitales para la inversión.
  • Atraso tecnológico.
  • Política proteccionista del gobierno.
  • Insuficiencia del mercado interior.

Un factor crucial fue el estancamiento agrario, que redujo la demanda de bienes industriales por parte de los campesinos.

La industrialización se concentró geográficamente. La industria textil catalana, basada en el algodón, experimentó un mayor desarrollo a partir de 1840, favorecida por el mayor dinamismo de la economía catalana, la importación de maquinaria inglesa y la protección arancelaria. La siderurgia, por su parte, tuvo varios focos: una primera etapa andaluza (1830-1860), una fase asturiana (1860-1880) aprovechando el carbón mineral, y finalmente, la siderurgia vasca (a partir de 1880), que utilizaba mineral de hierro vizcaíno y carbón galés (Altos Hornos de Vizcaya, 1902). Durante el Sexenio Democrático, el sector minero experimentó un auge gracias a la Ley de Bases sobre Minas de 1868, que atrajo a compañías extranjeras interesadas en la exportación de minerales en bruto. España se convirtió en uno de los principales exportadores de minerales de Europa, especialmente de hierro.

El transporte, condicionado por la geografía, mejoró a lo largo del siglo en puertos y carreteras. Sin embargo, el gran avance llegó con el ferrocarril, que abarató y aceleró el transporte de personas y mercancías. La construcción comenzó en 1848, pero el verdadero despegue se produjo con la Ley General de Ferrocarriles de 1855. La construcción se realizó mediante concesiones a empresas privadas, lo que, a diferencia de otros países, no benefició a la industria siderúrgica nacional. La construcción se paralizó en 1866 debido a la crisis financiera y se reanudó en 1876, coincidiendo con el auge de la minería.

El comercio interior no estaba unificado debido a las diferencias geográficas y a trabas legales. El comercio exterior aumentó en volumen, pero la balanza comercial siguió siendo deficitaria (exportación de materias primas e importación de productos industriales). Predominó el proteccionismo durante la mayor parte del siglo, con un breve período de librecambismo iniciado con el Arancel Figuerola de 1869, que fue suspendido en 1875. Laureano Figuerola también implantó la peseta como unidad monetaria (1868-2002). Se produjo una modernización del sistema bancario con la creación del Banco de España en 1856, encargado de financiar el déficit público y emitir papel moneda.

Alfonso XIII y la Crisis de la Restauración: Partidos Dinásticos y Oposición (1902-1923)

En 1902, Alfonso XIII asumió la corona. El sistema canovista se mantuvo hasta 1923, pero se deterioró debido a la inestabilidad política, los conflictos internos en los partidos del turno (Conservador y Liberal) y el creciente protagonismo político del rey, que favorecía al ejército. Tras la crisis de 1898, surgió el regeneracionismo, que planteaba la necesidad de reformar el sistema. Los propios partidos del turno iniciaron un proceso de modernización conocido como revisionismo político, con el objetivo de revitalizar las instituciones, evitar una revolución social e impulsar la participación ciudadana. Sin embargo, estas medidas fracasaron debido a que podían perjudicar a la propia élite política.

El primer intento revisionista lo planteó Francisco Silvela (1902-1903). El proyecto más ambicioso fue el de Antonio Maura (1907-1909), partidario de la «revolución desde arriba». Maura intentó democratizar la vida política, acabar con la corrupción y el caciquismo, mejorar la administración y llevar a cabo reformas sociales (Ley Electoral con voto obligatorio, Instituto Nacional de Previsión, Ley de Huelga de 1909, consejos de conciliación y arbitraje). Su proyecto fracasó por falta de apoyos y por su actuación durante la Semana Trágica de 1909, una serie de disturbios en Barcelona y otras ciudades catalanas provocados por la movilización de reservistas para la guerra de Marruecos, el anticlericalismo y el descontento social. La dura represión gubernamental provocó la caída de Maura.

En 1910, el liberal José Canalejas inició un nuevo proyecto revisionista, destacando la Ley del Candado (relaciones Iglesia-Estado), propuestas sociales (eliminación del impuesto de consumos, regulación del trabajo femenino, nueva ley de reclutamiento) y la Ley de Mancomunidades (aprobada en 1913). Canalejas fue asesinado en 1912. El último intento de revisionismo lo protagonizó el conservador Eduardo Dato, con un programa de reformas sociales (Ley de Accidentes de Trabajo, sistema de pensiones obligatorio). Dato fue asesinado en 1921.

La Oposición al Sistema de la Restauración

  • Republicanos: Principal fuerza de oposición, con apoyo de las clases medias urbanas y trabajadores asalariados. Surgieron nuevos partidos: el Partido Radical (1908) de Alejandro Lerroux (izquierdista y anticlerical) y el Partido Reformista (1912) de Melquíades Álvarez y Gumersindo de Azcárate (más moderado).
  • Nacionalistas: Los catalanes tenían mayor apoyo social. El principal partido era la Lliga Regionalista, que buscaba la autonomía política y la defensa de los intereses económicos de Cataluña. En 1906 se creó la Solidaritat Catalana. A principios del siglo XX, apareció el primer partido independentista, Estat Català (Francesc Macià). El nacionalismo vasco estaba representado por el PNV, que en 1921 se dividió en dos ramas: una moderada (Ramón de la Sota) y otra radical independentista (Luis de Arana).
  • Movimiento obrero: Crecimiento de las organizaciones obreras. El anarquismo defendía la acción sindical, lo que llevó a la creación de la CNT (Confederación Nacional del Trabajo) en 1910, el sindicato más importante de España, que defendía la revolución social. El socialismo (PSOE, Partido Socialista Obrero Español) experimentó un crecimiento importante, liderado por Pablo Iglesias hasta 1925, y luego por Francisco Largo Caballero, Indalecio Prieto y Julián Besteiro. En 1921, las juventudes del PSOE se escindieron, dando origen al Partido Comunista de España (PCE).

La Intervención en Marruecos, la Primera Guerra Mundial y la Crisis de 1917

La intervención colonial española en Marruecos se enmarca en el reparto de África por las potencias europeas (Conferencia de Berlín, 1885). En 1904, se firmó una declaración franco-británica que reconocía los derechos de España sobre el norte de Marruecos, ratificados en 1906. En 1912, se creó el Protectorado hispano-francés de Marruecos. España buscaba garantizar la seguridad de Ceuta y Melilla, explotar las minas del Rif y compensar la humillación de 1898.

Los primeros problemas surgieron en 1909, cuando trabajadores españoles que construían un ferrocarril fueron atacados. El ejército español fue derrotado en las batallas de Monte Gurugú y Barranco del Lobo, lo que desencadenó la Semana Trágica de Barcelona. Entre 1910 y 1921, se alternaron fases de intervención y paralización. En 1920, se creó la Legión (con Millán Astray y Franco como jefes). En 1921, el ejército español sufrió el Desastre de Annual, una derrota que implicó la pérdida de gran parte del territorio conquistado y puso en peligro Melilla. El origen del desastre fue la campaña iniciada por el general Fernández Silvestre, con el apoyo del Alto Comisario, el general Dámaso Berenguer. La derrota provocó la caída del gobierno y una investigación (Expediente Picasso), pero el informe nunca vio la luz debido al golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera en septiembre de 1923.

España se declaró neutral durante la Primera Guerra Mundial. En la prensa, se produjo una polémica entre aliadófilos (sectores progresistas) y germanófilos (sectores conservadores). La guerra tuvo importantes repercusiones económicas: un proceso inflacionista que afectó a los productos de primera necesidad y empobreció a los trabajadores, y una recesión económica debido a la falta de mejora de la productividad.

En 1917, se superpusieron tres problemas que desembocaron en una grave crisis del sistema de la Restauración:

  • Juntas Militares de Defensa: Los militares, convertidos en grupo de presión, crearon estas juntas para reivindicar mejoras salariales y de ascensos, lo que implicaba una insubordinación al gobierno.
  • Asamblea de Parlamentarios: En julio de 1917, senadores y diputados de grupos no turnistas se reunieron en Barcelona, convocados por la Lliga Catalana de Cambó, para exigir una reforma constitucional y la autonomía política para Cataluña. La asamblea se disolvió sin éxito.
  • Huelga general de 1917: Las malas condiciones de vida de las clases bajas llevaron a la CNT y a la UGT a convocar una huelga general indefinida. La huelga tuvo éxito en los centros urbanos e industriales, pero el gobierno proclamó el estado de guerra y la reprimió.

La crisis de 1917 evidenció las dificultades del turnismo y el fracaso del revisionismo, y otorgó un peligroso protagonismo al ejército. El Trienio Bolchevique (1918-1920) se caracterizó por un aumento de la conflictividad social (manifestaciones, huelgas, ocupaciones de tierras, sabotajes), con violencia por parte de sindicatos, partidos de izquierda, fuerzas del orden (tortura y ley de fugas) y empresarios (pistolerismo). El gobierno decretó el estado de guerra en 1920 y reprimió duramente a las organizaciones sindicales y partidos de izquierda.

La Dictadura de Primo de Rivera y el Final del Reinado de Alfonso XIII (1923-1931)

El período 1917-1923 se caracterizó por la inestabilidad política y social, el ascenso del nacionalismo, las consecuencias de la guerra de Marruecos y el declive de los sistemas parlamentarios en Europa. En septiembre de 1923, el capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, dio un golpe de Estado. Alfonso XIII manifestó su adhesión al golpe, confirmando su pérdida de confianza en los partidos de la Restauración.

Primo de Rivera justificó la sublevación por:

  • El fracaso del sistema político de la Restauración.
  • La derrota en Marruecos y sus implicaciones políticas.
  • La agudización de los conflictos sociales.
  • Los atentados anarquistas.
  • Las actividades del nacionalismo catalán y vasco.

Su ideario era militar y autoritario, basado en el orden, la disciplina y el amor a la patria.

Inicialmente, Primo de Rivera creó un Directorio Militar (1923-1925) como solución provisional. Suspendió la Constitución de 1876, disolvió las Cortes, prohibió los partidos políticos y amnistió a los militares implicados en el desastre de Annual. Concentró todos los poderes en sus manos. Declaró el estado de guerra, reprimió a los grupos de izquierda y a los nacionalistas, e impuso un nacionalismo unitario. Su mayor éxito fue poner fin al problema de Marruecos gracias al Desembarco de Alhucemas (1925).

En diciembre de 1925, Primo de Rivera creó un Directorio Civil (1925-1930) para institucionalizar el régimen mediante el corporativismo. Las bases del nuevo sistema serían:

  • Unión Patriótica: Partido único para apoyar al dictador. Su ideología era antiparlamentaria, autoritaria, monárquica y católica. Careció de respaldo social.
  • Asamblea Nacional Consultiva (1927): Buscaba organizar un nuevo modelo de Estado autoritario inspirado en el corporativismo. Carecía de función legislativa y se limitaba a tareas de asesoramiento. La Constitución de 1929, que establecía un sistema corporativo, antiparlamentario, católico y de unidad nacional, no llegó a entrar en vigor.

Los aspectos más destacados del Directorio Civil fueron la intervención del Estado en la economía (control gubernamental de los sectores productivos, proteccionismo arancelario, creación de monopolios, inversiones públicas en infraestructuras, subvenciones a empresas privadas) y la regulación de las relaciones laborales mediante los comités paritarios (con participación de la UGT). Estas medidas disminuyeron la conflictividad social, crearon obras públicas y aumentaron la producción.

A finales de 1928, la dictadura entró en declive debido a:

  • Escaso apoyo al proyecto de la Asamblea Consultiva.
  • Distanciamiento entre Alfonso XIII y Primo de Rivera.
  • Pérdida de apoyo de una parte del ejército.
  • Problemas financieros del Estado.
  • Reaparición de la conflictividad social (a partir de 1929).
  • Desconfianza de los empresarios hacia los comités paritarios.
  • Fuerza de los grupos de oposición.

Primo de Rivera dimitió en enero de 1930 debido a problemas de salud. El rey nombró jefe de gobierno a Dámaso Berenguer, quien intentó restablecer el sistema parlamentario y la Constitución de 1876, y salvar la figura de Alfonso XIII, sin éxito. La oposición se reforzó y convocó el Pacto de San Sebastián (agosto de 1930), en el que participaron republicanos, socialistas, algunos políticos conservadores, grupos nacionalistas y la CNT, para preparar un golpe de Estado que fracasó. Berenguer dimitió y fue sustituido por Juan Bautista Aznar, quien convocó elecciones municipales el 12 de abril de 1931. Estas elecciones dieron un triunfo a los candidatos republicanos y socialistas en las principales ciudades. El 14 de abril, Alfonso XIII abandonó España para evitar una guerra civil, y se proclamó la Segunda República.

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