España en el Siglo XVI: Auge y Consolidación del Imperio de los Austrias

El Imperio Español en el Siglo XVI: De Carlos V a Felipe II

El Reinado de Carlos V (1516-1556): Conflictos Internos

El siglo XVI marca el inicio de la dinastía de los Austrias en España con la llegada al poder de Carlos I, hijo de Juana la Loca y Felipe el Hermoso. Heredó un vasto imperio que incluía, por parte de sus abuelos paternos, los Países Bajos, el Franco Condado, el Archiducado de Austria y la posibilidad de ser elegido emperador del Sacro Imperio Romano Germánico; y por parte de sus abuelos maternos, Castilla, Aragón, los dominios americanos y parte de Italia (Nápoles, Sicilia y Cerdeña). El objetivo principal de Carlos I y sus sucesores fue conservar y ampliar estos dominios.

Carlos I llegó a España en 1517 acompañado de un séquito que incluía a Guillermo de Croy y Adriano de Utrecht. En 1518, las Cortes de Valladolid lo reconocieron como rey, exigiéndole que reconociera a Juana como reina legítima y que nombrara a españoles para cargos de gobierno. Los elevados gastos para la elección de Carlos I como emperador de Alemania obligaron a solicitar ayuda económica a las Cortes castellanas y aragonesas. Esto, junto con el nombramiento de extranjeros para cargos de gobierno, provocó el movimiento de los comuneros en Castilla.

Las comunidades se organizaron en la Junta Santa y recibieron el apoyo de la pequeña nobleza, la alta burguesía urbana y las masas populares. A pesar de este apoyo, el ejército comunero fue derrotado en Villalar en 1521, y sus principales líderes (Padilla, Bravo y Maldonado) fueron ejecutados.

Paralelamente, en Valencia y Mallorca, las Germanías protagonizaron una serie de revueltas sociales que enfrentaron a la burguesía y a los grupos populares de las ciudades contra la nobleza, que apoyaba al emperador. Los rebeldes fueron finalmente sometidos por el ejército real.

Tras estas revueltas, el poder del rey se vio reforzado, pero se vio obligado a destituir a sus consejeros extranjeros del gobierno de España.

La Monarquía Hispánica de Felipe II (1556-1598): La Unidad Ibérica

La vida de Felipe II transcurrió principalmente entre Madrid y los sitios reales de Aranjuez, El Pardo y El Escorial. Dirigió personalmente las tareas del gobierno con un carácter autoritario. Su objetivo era mantener íntegra la herencia recibida y luchar contra la herejía.

La política exterior de Felipe II se inspiró en los mismos principios que la de Carlos I: hegemonía en Europa, lucha contra el Imperio Otomano y defensa de la ortodoxia católica. La situación internacional había cambiado: Francia, ocupada en guerras de religión, no suponía un peligro para España; Italia y Alemania ya no eran una preocupación para la monarquía hispana. Sin embargo, surgieron nuevos problemas:

  • Contra el Imperio Otomano, aliándose con la Liga Santa.
  • Contra Francia, vencida en San Quintín.
  • Contra Inglaterra, con el fracaso de la Armada Invencible.
  • Su problema más agudo fue en los Países Bajos.

Felipe II enfrentó graves problemas internos, como la rebelión de las Alpujarras, con trasfondo religioso y estratégico, y la revuelta de Aragón. Por otro lado, se logró el sueño de los Reyes Católicos de la unidad peninsular cuando Felipe II ocupó el trono portugués en 1580, resultado del matrimonio entre la casa de Avis y la de Austria. Al morir sin descendencia Sebastián I de Portugal, Felipe II, sobrino del legítimo rey portugués Juan III, era el candidato más importante. Las clases populares apoyaban a don Antonio, que contaba con la ayuda de Francia e Inglaterra. En 1580, la invasión de Portugal, dirigida por el Duque de Alba, tomó Lisboa. En 1581, las Cortes portuguesas reconocieron a Felipe II como rey de Portugal. La anexión se hizo respetando las leyes, instituciones y cargos portugueses. Se creó un Consejo de Portugal y se eliminaron las fronteras. La anexión significó la unión de dos imperios coloniales, aumentando considerablemente los dominios de Felipe II.

El Modelo Político de los Austrias: La Unión de Reinos

La monarquía hispánica del siglo XVI estaba constituida por un conjunto de reinos y territorios dispersos, con un alto grado de autonomía. Carlos I se enfrentó por primera vez a la necesidad de organizar el gobierno de un imperio vasto y heterogéneo. Con este objetivo, se crearon nuevos consejos especializados en los asuntos de los diferentes territorios. Felipe II realizó algunas modificaciones al sistema:

  • Consejo de Estado: creado por Carlos I e integrado por personalidades de los diferentes reinos. Sus funciones eran la política exterior, la guerra, la paz y todo lo relacionado con las grandes cuestiones de Estado.
  • Consejos Territoriales: se ocupaban de los asuntos específicos de cada reino o territorio.
  • Consejos Técnicos: se encargaban de asuntos particulares, como la Inquisición.

Dentro de este sistema, los secretarios adquirieron gran importancia, actuando como puente entre el monarca y el consejo al que pertenecían.

Administración territorial: cada territorio mantenía sus propias instituciones:

  • Virreyes
  • Cortes: mantuvieron la misma estructura que en la Baja Edad Media.
  • Audiencias: se crearon nuevas sedes durante el siglo.

Administración local: en los municipios castellanos, se inició con Carlos I y aumentó con Felipe II la venta de cargos municipales con carácter vitalicio e incluso hereditario.

Economía y Sociedad en la España del Siglo XVI

A lo largo del siglo XVI, la península ibérica experimentó una etapa de crecimiento demográfico y económico. La población aumentó, alcanzando los 8 millones de habitantes a finales de siglo. Se amplió el espacio dedicado al cultivo de cereales y viñedos a costa de los bosques, aunque la ganadería siguió siendo la base de la economía castellana. Las actividades artesanales eran escasas. La demanda de productos aumentó, en parte debido a los colonos americanos. La conquista americana permitió el intercambio de productos agrarios. El oro y la plata fueron las mayores riquezas extraídas de América. Los nuevos territorios supusieron una importante fuente de ingresos para Castilla y, especialmente, para la Corona. Sin embargo, España desaprovechó la buena coyuntura económica y comenzó a quedar relegada, mientras que otros países como Francia, Inglaterra y Holanda iniciaban su despegue económico. Los gastos de las guerras provocaron la ruina de la Hacienda real. El endeudamiento y el aumento de la presión fiscal arruinaron a los sectores productivos. El crecimiento económico se tradujo en una peligrosa subida de precios. A mediados de siglo, comenzaron a aparecer los primeros síntomas de crisis.

La sociedad se mantuvo estamental y tripartita, como en la Edad Media. Destacó la diferenciación de un grupo de nobles: los Grandes de España, una élite instituida por Carlos I tras su coronación como emperador. Se generalizó el requisito de la limpieza de sangre para acceder a determinados cargos o instituciones. Esto provocó el rechazo de prácticas fundamentales para el desarrollo económico, como el comercio, que eran consideradas propias de judíos o conversos. Mientras en los países protestantes mejoraba la consideración del trabajo de artesanos y mercaderes, en España eran consideradas incompatibles con el honor.

Cultura, Mentalidad y el Papel de la Inquisición en el Siglo XVI

España quedó marcada por el espíritu humanista del Renacimiento y el movimiento contrarreformista, que influyeron definitivamente en la mentalidad y la cultura de la España de los Austrias. Las estrechas relaciones con Italia y Flandes permitieron la entrada del humanismo, con diversos representantes. Con Felipe II, hubo un cambio de actitud ante las corrientes intelectuales europeas. El triunfo de la Reforma en parte de Europa supuso una impermeabilización de las fronteras y un aumento de la intolerancia religiosa. España se convirtió en el bastión de la ortodoxia católica frente a las distintas corrientes del protestantismo. A la vanguardia estuvieron las órdenes religiosas de los carmelitas, con Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, y, sobre todo, la Compañía de Jesús, fundada por San Ignacio de Loyola, que encabezó la defensa de la Iglesia católica frente al protestantismo. Los jesuitas se interesaron especialmente por la educación como instrumento para reforzar la ortodoxia católica.

La progresiva intolerancia religiosa consolidó la separación entre cristianos viejos y nuevos, entre los conversos y los que podían dar testimonio de su limpieza de sangre. La Inquisición tuvo una gran importancia en la persecución de la herejía y en el cierre cultural. En 1533, la Inquisición publicó el primer Índice de libros prohibidos, y cinco años más tarde se instauró la censura. En 1558, surgieron en Sevilla y Valladolid dos brotes de protestantismo en torno a grupos de intelectuales y nobles. Se detuvo a los sospechosos y los principales cabecillas fueron ejecutados. El propio Felipe II acudió al auto de fe celebrado en Valladolid para manifestar su posición frente al protestantismo.

En definitiva, la Inquisición marcó profundamente la mentalidad de la España del siglo XVI.

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