Economía y Sociedad en la España del Siglo XVI
A lo largo del siglo XVI, la península ibérica experimentó un período de crecimiento demográfico y económico. La población aumentó, alcanzando los 8 millones de habitantes a finales de siglo. Se expandió el cultivo de cereales y viñedos a costa de los bosques, aunque la ganadería siguió siendo la base de la economía castellana. Las actividades artesanales continuaron siendo escasas. La demanda de productos aumentó, en parte debido a los colonos americanos. Además, la conquista americana permitió el intercambio de productos agrarios, aunque el oro y la plata fueron las mayores riquezas extraídas de América. Los nuevos territorios representaron una importante fuente de ingresos para Castilla, y especialmente para la Corona.
Sin embargo, España desaprovechó la favorable coyuntura económica y comenzó a quedar rezagada, mientras que otros países como Francia, Inglaterra y Holanda iniciaban su despegue económico. Los gastos de las guerras acabaron provocando la ruina de la Hacienda real. El endeudamiento y el aumento de la presión fiscal llevaron a la ruina de los sectores productivos. El crecimiento económico se tradujo también en una peligrosa subida de precios. A mediados de siglo, comenzaron a aparecer los primeros síntomas de crisis.
En cuanto a la sociedad, se mantuvo la estructura estamental tripartita de la Edad Media (nobleza, clero y pueblo llano), destacando la diferenciación de un grupo de nobles: los Grandes de España. Esta élite, instituida por Carlos I tras su coronación como emperador, vio aumentar su número con el tiempo, gozaba de ciertos privilegios y desempeñaba altos cargos militares y diplomáticos. También se generalizó el requisito de la «limpieza de sangre» para acceder a determinados cargos o instituciones. Esto conllevó el rechazo de prácticas fundamentales para el desarrollo económico, como el comercio, que eran repudiadas por considerarlas propias de judíos o conversos. Mientras que en los países protestantes mejoraba la consideración del trabajo de artesanos y mercaderes, en España estas actividades eran consideradas incompatibles con el honor.
La Ilustración en España
El pensamiento ilustrado llegó con retraso a España. Durante los reinados de Felipe V y Fernando VI, surgieron precursores como Mayans y Feijóo, quienes lucharon contra las leyendas en la historia, las supersticiones y los falsos milagros. También se crearon las principales Reales Academias.
El movimiento triunfó con Carlos III y sus contribuciones al urbanismo madrileño, sus medidas agrícolas (colonización de Sierra Morena), la liberalización del comercio americano y las expediciones arqueológicas en Pompeya. De especial importancia fueron las Sociedades de Amigos del País, extendidas por España para defender y premiar las nuevas ideas científicas, culturales, pedagógicas y económicas. Recibieron el apoyo de periódicos no literarios destinados a nobles y burgueses de buena posición, los verdaderos protagonistas de un movimiento elitista.
Repercusiones de la Revolución Francesa y Alianza con Napoleón
Carlos IV (1788-1808), recién ascendido al trono, y su ministro Floridablanca, intentaron evitar cualquier «contagio» revolucionario procedente de Francia desde el inicio de la revolución. Un férreo control en las aduanas y una estricta censura fueron los medios utilizados para aislar al país del tumulto francés.
Carlos IV tomó una decisión clave en su reinado: nombró ministro a Manuel Godoy en 1792. Este favorito de los reyes se convirtió en la figura clave durante el resto del reinado. La ejecución de Luis XVI en enero de 1793 provocó la ruptura de la tradicional alianza con Francia. España se unió a una coalición internacional y participó en la Guerra de la Convención. La derrota militar española fue rápida y concluyente. El fracaso bélico precipitó la firma de la Paz de Basilea, por la que España aceptó la pérdida de la parte española de la isla de Santo Domingo y el regreso a la tradicional alianza con Francia contra Inglaterra. Esta alianza se selló con el Tratado de San Ildefonso, firmado en 1796. Se iniciaba así una deriva diplomática en la que el ascenso al poder de Napoleón en 1799 y la debilidad del gobierno de Godoy llevaron a España a una creciente dependencia de la política exterior francesa y, por consecuencia, al enfrentamiento con Inglaterra. España sufrió una catástrofe naval en Trafalgar en 1805. Los ruinosos resultados de la alianza con Francia no impidieron que Godoy firmara con Napoleón el Tratado de Fontainebleau en 1807. Por este acuerdo, se autorizaba la entrada y el establecimiento de tropas francesas en España con el propósito de invadir Portugal.
La Guerra de la Independencia
Pronto se hizo evidente que la entrada consentida de las tropas napoleónicas se había convertido en una ocupación. El 19 de marzo de 1808 estalló un motín popular, el Motín de Aranjuez, que precipitó la caída de Godoy y obligó a Carlos IV a abdicar en su hijo, Fernando VII. Las Abdicaciones de Bayona, por las que los Borbones cedieron sus derechos a Napoleón, y la insurrección contra José I, desencadenaron la quiebra de la monarquía del Antiguo Régimen. El 2 de mayo de 1808 se inició una insurrección en Madrid, que fue abortada por la represión de las tropas napoleónicas. Comenzó la Guerra de la Independencia (1808-1814). Para hacer frente al invasor, se constituyeron Juntas. Las tropas españolas consiguieron algún triunfo, como la victoria de Bailén en julio de 1808. Napoleón vino a la península y ocupó la mayor parte del país, excepto las zonas periféricas y montañosas, donde se inició la «guerra de guerrillas». En 1812, tras la catástrofe de la Grande Armée en Rusia, Napoleón, debilitado, devolvió la corona a Fernando VII por el Tratado de Valençay (diciembre de 1813). Las tropas francesas abandonaron el país.
Las Cortes de Cádiz
Las Juntas Provinciales y la Junta Central
Las Abdicaciones de Bayona crearon un vacío de autoridad. Para llenarlo y organizar la insurrección contra los franceses, se organizaron Juntas Provinciales que asumieron la soberanía. En septiembre de 1808 se constituyó la Junta Central, que asumió todos los poderes soberanos y convocó a Cortes extraordinarias en Cádiz.
Las Cortes de Cádiz
Las sesiones comenzaron en septiembre de 1810. Se formaron dos grupos: los liberales, partidarios de reformas, y los absolutistas, partidarios del Antiguo Régimen. Las Cortes adoptaron reformas como la libertad de imprenta, la abolición del régimen señorial, la supresión de la Inquisición, la abolición de los gremios, la libertad económica y una tímida desamortización de bienes de la Iglesia.
La Constitución de 1812
Aprobada el 19 de marzo de 1812, «La Pepa» fue la primera constitución liberal. Sus rasgos principales son:
- Soberanía nacional: El poder reside en la nación.
- División de poderes: Legislativo (Cortes unicamerales), Judicial (tribunales) y Ejecutivo (Rey con limitaciones).
- Derecho de representación: La nación ejerce su soberanía mediante sus representantes.
- Derecho de voto: Hombres mayores de 25 años.
- Igualdad ante la ley.
- Omisión de los fueros.
- Reconocimiento de derechos individuales: Educación, imprenta, domicilio, libertad y propiedad.
- Catolicismo como única religión.