España en el Siglo XVII y XVIII: Guerra, Crisis y Reformas Borbónicas

España en los Siglos XVII y XVIII: Guerra, Crisis y Reformas Borbónicas

La Guerra de los Treinta Años (1618-1648)

El fracaso de la política exterior española en el siglo XVII se debió a la imposibilidad de alcanzar los objetivos dinásticos y defender los territorios patrimoniales, principalmente por la escasez de recursos financieros. El reinado de Felipe III se caracterizó por la búsqueda de la paz, evidenciada en el Tratado de Londres (1604) con Inglaterra, la Paz de Amberes (1609) con Holanda, y un acercamiento a Francia mediante política matrimonial.

Sin embargo, se reanudó el intervencionismo en Europa con el inicio de la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), reactivándose las hostilidades en los Países Bajos (1621). Aunque la guerra se inició bajo el pretexto de la defensa del catolicismo en el Sacro Imperio Romano Germánico, en realidad se trataba de una lucha por la hegemonía europea. Hasta 1635, la situación fue favorable para la Casa de Austria, que se enfrentó sucesivamente a Bohemia, el Palatinado, Dinamarca y Suecia.

El curso de la guerra cambió con la entrada de Francia en el conflicto, lo que llevó a derrotas españolas como la batalla naval de las Dunas (1639) y la batalla de Rocroi (1643). Estas derrotas obligaron a España a firmar la Paz de Westfalia (1648), que marcó la pérdida de la hegemonía española en Europa y el fin del ideal de Carlos I de una Europa católica unificada. A pesar de ello, la guerra con Francia continuó hasta 1659, cuando se firmó la Paz de los Pirineos, que implicó la pérdida de plazas en los Países Bajos, el Rosellón y la Cerdaña, así como ventajas comerciales para Francia en muchos territorios españoles.

Crisis Demográfica y Económica en el Siglo XVII

Durante el siglo XVII, gran parte de Europa experimentó una crisis demográfica, económica y social, generando inestabilidad que afectó a la monarquía española. En cuanto a los cambios demográficos, hubo un descenso en la población debido a factores naturales como malas cosechas y epidemias de peste, así como factores sociales como la expulsión de los moriscos, la emigración a América y las continuas guerras. La población se redistribuyó del centro a la periferia, contribuyendo al despoblamiento de numerosas ciudades de Castilla.

En relación con la economía, se produjo un estancamiento en la agricultura, con una disminución de la producción y la introducción de nuevos cultivos importados de América. Hubo un retroceso en la ganadería trashumante y un colapso en la producción artesanal y el comercio, debido a que las rentas agrícolas no se reinvertían, la demanda disminuyó y los intercambios comerciales cayeron. José de Austria creó la Junta de Comercio en 1679 para intentar paliar esta situación.

Los problemas con la Hacienda crecieron debido al aumento de la presión fiscal y el endeudamiento. La sociedad continuó siendo estamental, con un aumento de los privilegiados. La nobleza se incrementó y se crearon documentos, las *probanzas*, para probar su origen. El clero fue el sector de mayor crecimiento. El grupo predominante fue el de los campesinos, lo que incrementó la mendicidad y el bandolerismo. La burguesía era débil y estaba agrupada en gremios.

Crisis y Decadencia de la Monarquía Española

A la muerte de Felipe IV, Carlos II solo tenía 4 años, lo que dio inicio a la regencia de su madre, Mariana de Austria (1665-1675), con el jesuita Nithard como valido. Durante este período, se firmó el Tratado de Lisboa (1668), que reconoció la independencia de Portugal, lo que provocó la caída de Nithard tras un pronunciamiento militar de Juan José de Austria.

Con Carlos II como rey efectivo (1675-1700), el poder siguió en manos de validos como el duque de Medinaceli y el conde de Oropesa, quienes implementaron reformas económicas que estabilizaron la economía. Sin embargo, no se evitaron conflictos sociales como la Segunda Germanía en Valencia (1693) y el Motín de los Gatos en Madrid (1699). En política exterior, se produjeron cuatro guerras contra Francia: la guerra de Devolución (1667-1668), la guerra franco-neerlandesa (1672-1678) donde se cedió el Franco Condado, la guerra de las Reuniones (1683-1684) que finalizó con la Tregua de Veinte Años, y la guerra de la Liga de Augsburgo (1690-1697).

Carlos II se casó dos veces, primero con María Luisa de Orleans y luego con Mariana de Neoburgo, pero no tuvo descendencia, lo que generó un problema sucesorio que condujo al final de la dinastía de los Austrias españoles. El candidato inicial era José Fernando de Baviera, pero falleció en 1699. El problema de elección se centró entre el archiduque Carlos, hijo del emperador Leopoldo, y Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV. Esta situación provocó una contienda en la que intervinieron las principales potencias europeas: la Guerra de Sucesión (1700-1713).

La Guerra de Sucesión Española y el Sistema de Utrecht

Carlos II falleció sin descendencia el 1 de noviembre de 1700, nombrando sucesor a Felipe de Anjou, lo que llevó al trono a la dinastía de los Borbones. Se formó un bando en su contra, apoyando al Archiduque Carlos de Habsburgo, lo que desencadenó una guerra de sucesión tanto en España como en el exterior. Esta tensión surgió por el temor a la unión entre España y Francia, lo que llevó a Inglaterra, Holanda y otras potencias a apoyar al candidato austriaco.

La guerra terminó con la victoria de Felipe V, destacando sus triunfos en Almansa, Brihuega y Villaviciosa. La herencia del Imperio por parte de Carlos de Habsburgo en 1711 provocó un desinterés por su parte en el trono español. La guerra concluyó con los Tratados de Utrecht y Rastatt (1713), donde se acordó que Felipe V reinaría en España sin opción a Francia. España perdió territorios como los Países Bajos y territorios italianos, que pasaron a Austria, así como Gibraltar, Menorca y el asiento de negros, que fueron cedidos a Inglaterra. Como resultado, España se convirtió en una potencia de segundo orden.

La corona española salió reforzada y se concentró en la organización del Gobierno de España y América, implementando reformas que dieron unidad y solidez al nuevo estado borbónico. En política exterior, destacó la alianza con Francia, firmando los dos primeros Pactos de Familia en 1733 y 1743, que permitieron el acceso de los dos hijos del rey a tronos italianos: Carlos III fue nombrado rey de Nápoles y Sicilia, y su hermano Felipe, duque de Parma. El objetivo de los pactos era contrarrestar el poder británico en las colonias americanas, pero sin éxito, lo que llevó a Carlos III a firmar el tercer Pacto de Familia (1761), desencadenando una guerra entre España y Gran Bretaña. La derrota británica en la Guerra de la Independencia Americana permitió a España, tras la Paz de Versalles (1783), recuperar Menorca y Florida.

La Nueva Monarquía Borbónica y los Decretos de Nueva Planta

La nueva dinastía borbónica implementó importantes cambios en el estado, introducidos principalmente por Felipe V. Se instauró el absolutismo regio, concentrando en el rey todos los poderes. La reforma buscaba centralizar el poder e implantar la uniformidad legal e institucional en los reinos de la Corona española. Para ello, se introdujeron los Decretos de Nueva Planta (1707 para Aragón y Valencia, 1715 para Mallorca, 1716 para Cataluña), que abolieron los fueros e instituciones propias de la Corona de Aragón, así como los privilegios fiscales, introduciendo un impuesto para igualar los pagos a la Hacienda. También se anularon los privilegios militares, obligando a prestar servicio de armas.

Los fueros en las provincias vascas y Navarra se mantuvieron debido al apoyo que brindaron a Felipe V en la Guerra de Sucesión. Se crearon nuevos modelos de administración territorial, dividiéndose el territorio en provincias gobernadas por Capitanes Generales. Se mantuvieron las Reales Audiencias para cuestiones judiciales y se creó la figura de los intendentes, funcionarios encargados de la economía. El Consejo de Castilla se convirtió en el órgano asesor del rey. Se crearon las Secretarías de Despacho y se estableció la Junta Suprema de Estado. Las Cortes Generales del Reino se reunieron pocas veces y su papel se redujo. Se intensificó la política regalista, buscando la superioridad de la Corona frente a la Iglesia, lo que llevó a un mayor control sobre la Inquisición y la expulsión de los jesuitas.

Para reformar la Hacienda, se unificaron los impuestos gracias al Catastro de Ensenada, se buscó la unificación monetaria y se implantó la Ley Sálica para regular la sucesión del trono.

La España del Siglo XVIII: Expansión y Transformaciones Económicas

El siglo XVIII fue una época de estabilidad debido a un ciclo de recuperación demográfica y económica. El ascenso de la nueva dinastía borbónica supuso cambios en la política. Surgió un pensamiento y cultura optimista, con confianza en el progreso y la demanda de reformas propias de la Ilustración.

La agricultura era el sector dominante, con cultivos mayoritariamente de secano, basada en el auto consumo y con frecuentes crisis de subsistencia. Este sector no se actualizaba debido a la propiedad de la tierra, ya que los propietarios no podían venderlas y no tenían interés en cultivarlas o mejorarlas. Se intentó solucionar este problema con el *Informe sobre la Ley Agraria* de Jovellanos. A pesar de todo, la agricultura en España aumentó su producción durante este siglo, debido al aumento de tierras cultivadas.

En cuanto a la industria, la producción se centraba en manos privadas y en el estado, que creó las Reales Fábricas. Se desarrolló el comercio con América, exportando materias primas e importando productos industriales españoles. Se trasladó la Casa de Contratación a Cádiz, se combatió el contrabando y las intromisiones de otros países, especialmente Reino Unido, utilizando el método de los navíos de registro. Apareció un foco de industrialización en Cataluña en el sector textil, gracias a la iniciativa privada, pero muy dependiente de América, y a finales de siglo se vio interrumpido por el bloqueo inglés.

Ideas Fundamentales de la Ilustración y el Despotismo Ilustrado de Carlos III

El siglo XVIII fue el Siglo de las Luces y de la Ilustración, lo que produjo la aparición de intelectuales cuyo objetivo era la reforma de la sociedad y la modernización cultural. Con el reinado de Carlos III, junto con otros ilustrados como Jovellanos, se intentó reformar la enseñanza y modernizar la economía, así como impulsar el desarrollo técnico y artístico. Por iniciativas privadas y del Estado surgieron las Reales Academias y otras instituciones como museos. Aparecieron los periódicos y las revistas.

Se consiguieron logros en ciencias, con la aplicación del método científico, en literatura destacó el Neoclasicismo y en arte sobresalió Goya. Se implantó una nueva forma de gobierno, el despotismo ilustrado, una mezcla entre el absolutismo monárquico y las ideas ilustradas, cuya finalidad era lograr la felicidad de sus súbditos sin contar con ellos, logrando un progreso aplicando desde el poder las reformas necesarias, pero sin alterar los privilegios del monarca.

Carlos III, con su grupo de ministros ilustrados, puso en marcha un programa reformista donde destacó el regalismo, medidas para controlar a la Iglesia, como el Patronato Regio (derecho a nombrar cargos eclesiásticos) y el *Regium Exequatur*. También se produjo la expulsión de los jesuitas en 1767 por promover el Motín de Esquilache, y se implementaron reformas económicas como la creación de la lotería nacional, el embellecimiento de Madrid y la creación de una red de carreteras. La Revolución Francesa puso fin a las ideas ilustradas.

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