El impacto de acontecimientos internacionales: Marruecos, la Primera Guerra Mundial, crisis de 1917 y la Revolución Rusa
La guerra de Marruecos
Antecedentes
La política colonial marroquí influyó decisivamente en la vida española de la época: en 1909 el reclutamiento de reservistas provocó la Semana Trágica de Barcelona y, en 1921, el desastre de Annual aceleró el fin de la Restauración. España administraba el Rif —región del norte de Marruecos— desde la Conferencia de Algeciras de 1906 (convirtió a Marruecos en un protectorado controlado por España (norte) y Francia (sur)). Marruecos fue una oportunidad para la Corona y el ejército de recuperar el prestigio tras el Desastre del 98 (pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas). En los primeros años de ocupación se habían producido incidentes, como el ataque a Melilla y la derrota española del Barranco del Lobo (1909). Al finalizar la Primera Guerra Mundial, España reemprendió la ocupación del Rif, chocando con la resistencia de las cabilas indígenas. En 1921 el general Silvestre llevó a cabo una acción precipitada adentrándose en el Rif. El jefe rifeño Abd-el-Krim atacó las posiciones españolas e infligió una gravísima derrota: el desastre de Annual, en el que murieron 13.000 soldados españoles. Un contraataque del general Dámaso Berenguer consiguió recuperar parte del territorio perdido.
Consecuencias
La derrota aumentó la impopularidad de la presencia española en Marruecos. Se exigieron responsabilidades por esta derrota a los militares, al gobierno e incluso a Alfonso XIII, iniciándose el Expediente Picasso. La actitud de la oposición en las Cortes, defendiendo el abandono de Marruecos, dio gran popularidad al PSOE y a los republicanos. La reacción de los militares fue inmediata y se hizo efectiva en el golpe de Estado del general Miguel Primo de Rivera de 1923.
El final de la guerra no se debió a la iniciativa de Miguel Primo de Rivera, sino a la del dirigente rifeño Abd-el-Krim, que cometió el error táctico de atacar a los franceses en 1925. Esto propició una actuación militar conjunta hispanofrancesa en Alhucemas. La consecuencia inmediata fue la rendición de Abd-el-Krim y la finalización de la guerra en 1927.
Este fue sin duda el mayor éxito que se apuntó el dictador, ya que satisfizo la demanda generalizada de acabar con la guerra y elevó al mismo tiempo el prestigio de los militares africanistas.
Repercusiones de la Primera Guerra Mundial
La Primera Guerra Mundial marcó un compás de espera en los problemas políticos internos. España se declaró neutral, manteniendo la actitud aislacionista adoptada desde 1898; en esta política coincidían prácticamente todas las fuerzas políticas, tanto de dentro como de fuera del sistema.
El consenso sobre la neutralidad no se correspondía en absoluto con un consenso semejante en el ámbito de las simpatías hacia los contendientes. La opinión pública española se dividió entre aliadófilos y germanófilos. La mayoría de los intelectuales y los simpatizantes más o menos de izquierdas —desde liberales hasta socialistas— estaban con el bando de los aliadófilos, ya que países como Francia o Gran Bretaña representaban para ellos los ideales de la democracia.
En cambio, los simpatizantes de la derecha se inclinaron hacia el bando de los imperios centrales (Alemania y Austria-Hungría), representantes de valores como el orden y la autoridad.
La guerra estimuló la economía, ya que potenció la industria y multiplicó las exportaciones. Sin embargo, tuvo consecuencias sociales muy negativas:
- El aumento de la demanda exterior provocó inflación dentro de España, que no fue compensada con un aumento equivalente de los salarios, por lo que los trabajadores perdieron poder adquisitivo ante la subida de los precios.
- Al terminar la guerra, el descenso de las ventas obligó al cierre de fábricas y de minas, con el consiguiente aumento del paro y conflictos sociales.
Crisis de 1917
En 1917, tres problemas pudieron haber acabado con el régimen si los objetivos de sus protagonistas hubieran sido coincidentes:
- Se produjo un enfrentamiento entre el gobierno y el ejército, que se quejaba de la escasez de medios y de los bajos salarios. Los oficiales de baja y media graduación habían creado unas Juntas de Defensa que reclamaban aumento salarial y rechazaban los rápidos ascensos de los africanistas —oficiales que habían prestado sus servicios en el norte de Marruecos—. En junio publicaron un manifiesto, vagamente regeneracionista, y se negaron a disolverse. El gobierno del conservador Eduardo Dato tuvo que reconocer a las Juntas de Defensa como portavoces del ejército.
- Las prácticas de corrupción política continuaban. En julio se produjo una grave crisis parlamentaria: la oposición reclamó la reapertura de las Cortes, que habían sido cerradas por el gabinete liberal de Romanones. Ante la negativa gubernamental, la Lliga Regionalista, los republicanos y los socialistas convocaron en Barcelona una Asamblea de Parlamentarios, que reclamó un cambio de gobierno y la convocatoria de Cortes constituyentes. Los asistentes a la Asamblea de Parlamentarios fueron disueltos por la Guardia Civil y el movimiento parlamentario no tuvo continuidad.
- En agosto se produjo una huelga general. Fue convocada por UGT, con respaldo de la CNT, en protesta por la represión violenta de una huelga anterior de ferroviarios en Valencia. El comité de huelga reclamaba un cambio político similar al solicitado por la Asamblea de Parlamentarios (gobierno provisional y elecciones libres a Cortes Constituyentes). Solo tuvo éxito en Barcelona, Madrid, Bilbao y las cuencas mineras asturianas, donde fue reprimida por el ejército. El balance fue de más de 70 muertos, cientos de heridos y unos 2.000 detenidos. La huelga y su represión tuvieron consecuencias: la crisis política se agravó y en los años siguientes el sistema político de la Restauración entró en su declive definitivo.
La Revolución Rusa: El trienio bolchevique (1918-1920)
Los años de 1918 a 1923 fueron de inestabilidad. Se sucedieron hasta once gobiernos, muchos de concentración, que fracasaron. Empeoró la coyuntura económica, ganó fuerza el sindicalismo, creció la conflictividad social y hubo más huelgas.
El triunfo de la Revolución bolchevique de 1917 dio un notable empuje a las organizaciones obreras, para las que Rusia se convirtió en un mito, como paraíso de los trabajadores.
La presión de un movimiento obrero cada vez más fuerte aconsejaba que el gobierno adoptara algunas medidas de carácter social, como la tradicional reivindicación obrera de la jornada de ocho horas en la industria o la creación del Ministerio de Trabajo.
En Andalucía, la agitación social se había mantenido a muy bajos niveles desde principios de siglo hasta 1917, en cuya huelga general apenas hubo participación del campo. Sin embargo, entre 1918 y 1920 se vivió una fase de actividad revolucionaria, el “Trienio Bolchevique”, provocada por múltiples factores: la situación de miseria de los jornaleros agrícolas, la carestía de la vida y la influencia de la Revolución rusa.
Bajo la dirección de los dos grandes sindicatos se sucedieron las huelgas, se invadieron los campos, se repartieron las tierras, se tomaron los ayuntamientos, etc.
La revolución social acabó en 1920, como consecuencia de la declaración del estado de guerra y la consiguiente represión.
En Cataluña, a pesar del fracaso de la huelga general de 1917, el crecimiento de la CNT continuó de forma ininterrumpida, imponiéndose como corriente mayoritaria la anarcosindicalista —más violenta y partidaria de la acción directa— frente a la corriente sindicalista, más moderada y pragmática. Las huelgas, sabotajes y atentados se sucedieron continuamente.
La respuesta de la patronal catalana se caracterizó igualmente por su dureza: frente a la huelga obrera, el lockout (cierre temporal de la empresa por decisión del dueño); frente a la acción directa o “terrorismo rojo”, el “terrorismo blanco” o contratación de pistoleros y bandas armadas para asesinar a dirigentes obreros y sindicales. Por parte de las autoridades civiles y militares de Barcelona se practicó también un auténtico terrorismo de Estado, al servicio de la patronal, con la aplicación de la conocida “ley de fugas” (licencia para disparar al detenido que intentara fugarse), que ofrecía un pretexto legal para disparar por la espalda contra cualquier detenido. En definitiva, el clima de violencia en Cataluña adquirió una intensidad preocupante. La violencia se extendió también a otras ciudades, con atentados y asesinatos como los de Eduardo Dato y el líder anarquista Salvador Seguí.