España: La Restauración Borbónica (1874-1931)

La restauración de la monarquía en la persona de Alfonso XII supone una etapa de estabilidad que durará hasta finales del siglo XIX. Esa estabilidad estará propiciada por la Constitución de 1876, el sistema bipartidista creado por Cánovas, y una cierta prosperidad económica. Pero estos logros no ocultan grandes defectos del sistema: fraude electoral y caciquismo que deja a las masas fuera del sistema, marginación del sistema (republicanos, movimientos obreros, nacionalismos…). A la vez, afloran en las regiones periféricas los primeros movimientos regionalistas y nacionalistas que aspiran a conseguir un cierto grado de autonomía en un Estado fuertemente centralizado.

Tras el Sexenio Democrático

Tras el fallido intento de instaurar un régimen democrático durante el Sexenio se instauró la monarquía borbónica y España volvió al liberalismo censitario. La Restauración duró más de 50 años (1874-1931, proclamación de la Segunda República) con una parada en 1898 (pérdida de las últimas colonias españolas, Cuba y Filipinas, lo que llevó a la Restauración a una gran crisis política y moral: “el desastre”). A partir de este momento se realizarán unas reformas que darán lugar a una nueva etapa: el Regeneracionismo.

Reinado de Alfonso XII

Este período comprende los reinados de Alfonso XII, la regencia de María Cristina de Habsburgo y Alfonso XIII. Se consolidó un régimen constitucional y parlamentario, pero a pesar del establecimiento del sufragio universal masculino en 1890, el régimen político de la Restauración nunca llegó a ser plenamente democrático, pues estuvo dominado por una burguesía oligárquica.

Partidos políticos

Con el paso del tiempo, los dos partidos hegemónicos, ambos liberales, el liberal conservador y el liberal fusionista, se fueron descomponiendo y no fueron capaces de dar entrada a fuerzas como el obrerismo, el republicanismo (posibilistas, Castelar, progresistas, Zorrilla, unitarios: Salmerón y federales, Pi y Margall), nacionalistas (catalanes y vascos) y ultracatólicos (carlistas, integristas y Unión Católica).

El pronunciamiento de Martínez Campos (1874)

El pronunciamiento de Martínez Campos en 1874, que significó la proclamación de Alfonso XII como rey de España (restauración de la monarquía), fue aceptada por la mayoría de los españoles. La Restauración, preparada por el político Cánovas del Castillo, no significaba ni pretendía la vuelta al sistema isabelino, sino establecer en España un régimen constitucional, pero respetando la tradición española (monarquía y religión católica) y superar algunos de los problemas del liberalismo precedente.

Objetivos de Cánovas

Cánovas tenía dos objetivos:

  • Elaborar una constitución que vertebrase un sistema político basado en el bipartidismo.
  • Pacificar el país (poner fin a la guerra de Cuba y al conflicto carlista).

Medidas políticas

Su primera medida política fue la convocatoria de elecciones para unas Cortes constituyentes (primeras elecciones por sufragio universal, a pesar de que Cánovas no era partidario, por ello posteriormente se volvió al sufragio censitario hasta 1890, en esta fecha se aprobó el universal).

Constitución de 1876

De gran duración, pues llega hasta la Dictadura de Primo de Rivera en 1923:

  • La monarquía: institución superior, incuestionable y permanente.
  • Las Cortes bicamerales: Senado y Congreso. La organización política debe partir de la soberanía popular.
  • Importancia del diálogo entre los partidos: hay que ponerse de acuerdo con lo que tienen en común.
  • La facultad de hacer las leyes reside en las Cortes con el Rey.
  • Amplia declaración de derechos (de propiedad, de libertad de reunión, de expresión).
  • Respecto al derecho al voto, salvo la excepción inicial comentada anteriormente, primero censitario, a partir de 1890 universal.
  • En cuestión religiosa: confesionalidad católica, pero se toleran las demás.

Uno de los resultados más positivos de la Restauración fue terminar con los conflictos bélicos y obtener el reconocimiento del nuevo sistema por la opinión liberal.

El bipartidismo

Cánovas introdujo un sistema de gobierno basado en el bipartidismo y en la alternancia en el poder de los dos grandes partidos, que renunciaban a los pronunciamientos para acceder al gobierno; se aceptaba el turno pacífico de partidos, lo que aseguraría la estabilidad institucional y pondría fin a la intervención del ejército en la vida política. El ejército quedó subordinado al poder civil; en contrapartida, se les otorgaba cierta autonomía para sus asuntos y se les daba un presupuesto.

Fin de las guerras carlistas y cubana

La estabilidad del régimen se vio favorecida por el fin de las guerras carlistas y cubana. La Restauración borbónica hizo que defensores de la causa carlista acabaran reconociendo a Alfonso XII como rey. Además, los militares del gobierno hicieron posible la reducción de los núcleos carlistas en Cataluña, Aragón y Valencia; el conflicto duró algo más en el País Vasco y Navarra, donde el ejército gubernamental consiguió debilitar la resistencia navarra y vasca hasta su rendición en 1876; en ese año, Carlos VII huye a Francia exiliado. La consecuencia inmediata de la derrota carlista fue la abolición definitiva del régimen foral; de esta manera, los territorios vascos quedaron sujetos al pago de impuestos y al servicio militar, pero en 1878 se estipularon conciertos económicos que otorgaban un grado de autonomía fiscal a las Provincias Vascas. El final de la guerra carlista permitió acabar con la insurrección cubana (1868-1878) con la Paz de Zanjón, en la cual se incluían una amplia amnistía, la abolición de la esclavitud, reformas políticas y administrativas por las que Cuba tendría representantes en las Cortes españolas. El retraso o incumplimiento de estas reformas provocaría el inicio de un nuevo conflicto en 1879 (“Guerra Chiquita”) y la insurrección en 1895.

El turno de partidos

El turno de partidos diseñado por Cánovas se cumplió hasta finales del siglo XIX, cuando la crisis del 98 puso en jaque al sistema. Cánovas había sido el dirigente del Partido Alfonsino durante el Sexenio; tras el regreso de Alfonso XII, lo transformó en el Partido Liberal-Conservador, que aglutinaba a los partidos más conservadores (carlistas e integristas) y acabó llamándose Partido Conservador. El proyecto de Cánovas requería otro partido de carácter más progresista, la izquierda dinástica, y él mismo propuso a Sagasta. Estaba formado por unionistas, progresistas y algunos republicanos moderados; nació así el Partido Liberal-Fusionista, más tarde Partido Liberal. Ambos debían aceptar la monarquía alfonsina y la alternancia de poder, de ahí el nombre de dinásticos.

Conservadores y liberales

Conservadores y liberales coincidían en:

  • Defensa de la monarquía.
  • La Constitución.
  • La propiedad privada.
  • El Estado liberal, unitario y centralista.
  • Formados por clases elitistas económicamente y una clase media acomodada (eran partidos de minorías).

Diferencias escasas:

  • Conservadores: tendían al inmovilismo político, sufragio censitario, defensa de la Iglesia y el orden social.
  • Liberales: defendían el sufragio universal masculino, inclinados a un reformismo social progresista y laico.

Estabilidad institucional

La alternancia regular en el poder tenía como objetivo asegurar la estabilidad institucional. Cuando el partido en el gobierno sufría un desgaste político y perdía la confianza de las Cortes, el monarca llamaba al jefe del partido de la oposición a formar gobierno; este convocaba elecciones con el objetivo de conseguir el número de diputados suficiente para formar una mayoría parlamentaria que le permitiese gobernar.

Corrupción electoral

El turno pacífico pudo mantenerse por la corrupción electoral y el uso de poder de determinados individuos sobre la sociedad, “caciques”. El caciquismo se dio especialmente en Andalucía, Galicia y Castilla. Los caciques eran personas notables, sobre todo del medio rural, con gran influencia en la vida local, social y política; también podían ser abogados, profesionales o funcionarios. Estos manipularon las elecciones de acuerdo con las autoridades; esa adulteración de los resultados electorales recibe el nombre de pucherazo: se llegaba a manipular el censo, incluyendo a personas muertas o impidiendo votar a las vivas.

El desastre del 98

Entre 1876 y 1898, el turno funcionó con regularidad, hasta el desastre del 98, que erosionó a los políticos y a los partidos dinásticos. De todas las elecciones realizadas, 6 fueron ganadas por los conservadores y 4 por los liberales. El Conservador se mantuvo en el gobierno desde 1875 al 81; en 1884 volvió al poder, pero el temor a una desestabilización del sistema político tras la muerte de Alfonso XII en 1885 impulsó a un acuerdo entre conservadores y liberales: el Pacto del Pardo. Su finalidad era dar apoyo a la regencia de María Cristina y garantizar la continuidad de la monarquía ante las presiones de carlistas y republicanos. Bajo la regencia, el Partido Liberal gobernó más tiempo que el Conservador: el gobierno largo de Sagasta, del 85 al 90. Los liberales impulsaron una importante obra reformista (hacendísticas, militares, nuevo Código Civil…), pero la reforma de mayor transcendencia fue la implantación del sufragio universal masculino para los mayores de 25 años; sin embargo, esta novedad quedó desvirtuada por la continuación de los sistemas de fraude y corrupción electoral, que impidieron una democrátización del sistema. En la última década se mantuvo el turno pacífico: en 1890 los conservadores volvieron al poder, en 1892 los liberales y en 1895 Cánovas, hasta 1897, fecha de su asesinato. Sin embargo, el personalismo del sistema deterioró a los partidos, que dependían de la personalidad de sus líderes, provocando disidencias internas y la descomposición de ambos partidos.

Partidos de la oposición

Socialistas, republicanos, nacionalistas y carlistas quedaron relegados a la oposición y nunca consiguieron un número suficiente de diputados para formar gobierno o constituir una minoría parlamentaria influyente.

Socialistas

Socialistas: movimiento obrero. La industrialización a España llegó tarde y movilizó a un escaso número de obreros. Con el Sexenio democrático llegan a nuestro país las ideas de Fanelli, discípulo de Bakunin, y uno de sus resultados fue la creación de la Asociación Internacional de Trabajadores, pero las divisiones entre anarquistas y socialistas debilitaron el movimiento obrero. Después de los primeros años de la Restauración, los anarquistas vuelven a resurgir de forma clandestina y violenta (asesinato de Cánovas del Castillo, bomba en el Liceo de Barcelona…). El socialismo español tiene su origen en 1879 de la mano de Pablo Iglesias, quien funda el Partido Socialista Obrero Español, que se ve reforzado más tarde por la creación de un sindicato filial, la Unión General de Trabajadores; ambos fueron reconocidos legalmente por uno de los gobiernos de Sagasta.

Republicanismo

Republicanismo: tras el fracaso de la experiencia del Sexenio Democrático, el republicanismo tuvo que hacer frente al desencanto de parte de sus seguidores y a la represión de los gobiernos monárquicos. Además, los republicanos se hallaban fuertemente divididos: posibilistas, Castelar (postura moderada); progresistas, Ruiz Zorrilla (republicanismo radical); unitarios, Salmerón (debido a las prácticas insurreccionales, provocaron la ruptura de Salmerón con el partido de Zorrilla); federales, Pi y Margall (el más fiel a su ideario inicial). Tras 1886, durante la Restauración, hubo una minoría republicana en las Cortes, y con el sufragio universal masculino en 1890 comportó una revitalización del republicanismo y estimuló la formación de alianzas electorales que agrupaban a distintas familias republicanas (Unión Republicana), a excepción de los posibilistas (Castelar).

Carlismo

Carlismo: tras la derrota carlista en 1876, se prohibió la estancia en España del pretendiente Carlos de Borbón, y el carlismo entró en una grave crisis después de que algunos de sus miembros destacados reconociesen a Alfonso XII. (La Constitución del 76 descartaba de la sucesión al trono a toda la rama carlista de los Borbones).

Nacionalistas o regionalistas

En el último cuarto del siglo XIX comenzó el ascenso de movimientos de carácter regionalista o nacionalista en Cataluña, País Vasco y Galicia, más tarde en Valencia, Andalucía y Aragón, que defendían políticas contrarias al uniformismo y al centralismo estatal propios del liberalismo estatal.

  • Regionalismo: doctrina política según la cual en el gobierno de un Estado debe atenderse especialmente al modo de ser y a las aspiraciones de cada región.
  • Nacionalismo: ideología de un pueblo que, afirmando su naturaleza de nación, aspira a constituir una entidad autónoma o un Estado independiente.

Cataluña

Principal foco del nacionalismo en Cataluña, donde el nacionalismo comenzó siendo un movimiento literario durante el Romanticismo, la Renaixença, más tarde movimiento político, que se apoyaba en ciertos hechos diferenciales como la lengua y la historia. Cataluña había tenido un desarrollo económico muy superior al de cualquier otra región española (primera zona industrial de España), lo que había propiciado el nacimiento de una burguesía de empresarios industriales. Este desarrollo económico coincidió con un renacimiento de la cultura catalana y una expansión del catalán. De esta manera, se puede decir que el catalanismo surgió de la conjunción del progreso económico y el renacimiento cultural. Se manifestó en los movimientos carlista y republicano: en el primero como aspiración a restaurar los fueros, en el segundo como deseo de implantar la república federal; pero el nacimiento de un partido político de ámbito sólo catalán y autonómico no tiene lugar hasta 1901: “Lliga Regionalista”, de Prat de la Riba y el abogado Francesc Cambó.

País Vasco

Surgió en la década de 1890. En sus orígenes hay que considerar la reacción ante la pérdida de una parte sustancial de los fueros, tras la derrota del carlismo; pero también el desarrollo de una corriente cultural en defensa de la lengua vasca. Su gran propulsor fue Sabino de Arana, quien creyó ver un gran peligro para la subsistencia de la cultura vasca en la llegada de inmigrantes procedentes de otras regiones de España a la zona industrial y minera de Bilbao. Sus propuestas prendieron en la pequeña burguesía, y en 1895 se creó el Partido Nacionalista Vasco, en Bilbao. El movimiento defendía la pureza racial del pueblo vasco (sentido xenófobo).

Galicia

Tuvo un carácter estrictamente cultural hasta bien entrado el siglo XX. La lengua gallega se usaba sobre todo en el medio rural, y a mediados del siglo XIX, intelectuales y literatos gallegos emprendieron el camino de convertirla en lengua literaria. Ello dio lugar al nacimiento de la corriente llamada Rexurdimento, cuya figura literaria de mayor influencia fue la poetisa Rosalía de Castro (1837-1885). Unas minorías cultas, insatisfechas con la situación del país, empezaron a responsabilizar del atraso económico a la subordinación política de Galicia, que forzaba a muchos gallegos a la emigración. En la última etapa de la Restauración, el galleguismo fue adquiriendo un carácter más político, pero este movimiento se mantuvo muy minoritario a pesar del prestigio de algunos de sus componentes: Manuel Murguía y Alfredo Brañas. Más tarde fue importante la figura de Vicente Risco, que en la segunda década del siglo XX se convertiría en el gran teórico y líder del nacionalismo gallego.

Otros

Los movimientos de resurgimiento cultural, que más tarde pasaron a la esfera política, se dieron también en otras regiones como Valencia, Aragón, Andalucía e incluso Castilla. Pero su expansión no se produjo hasta bien entrado el siglo XX, durante la Segunda República, cuya Constitución preveía la creación de autonomías regionales.

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