España Siglo XIX: De la Regencia a la Restauración

España en el Siglo XIX: Un Periodo de Transformación

Regencia de Espartero y Contrarrevolución

La regencia de Espartero, que duró tres años, inicialmente contó con el apoyo de los progresistas. Sin embargo, su política autoritaria y la represión de las protestas llevaron a una pérdida de popularidad. En 1842, una insurrección fue duramente reprimida, lo que provocó una sublevación militar que obligó a Espartero a dimitir. En los meses siguientes, Narváez maniobró para controlar todos los resortes del poder progresista.

El Reinado de Isabel II (1843-1868)

El reinado efectivo de Isabel II comenzó en 1843, cuando fue declarada mayor de edad a los trece años. Este periodo se caracterizó por una tendencia muy conservadora, con gobiernos autoritarios y una activa intervención de la reina en la vida política, apoyando a los conservadores. Esta situación llevó a la caída de la monarquía en 1868. La participación de generales en el gobierno y la exclusión de la gran mayoría del país de la vida política fueron también rasgos distintivos de este periodo.

La Década Moderada (1844-1854)

Los primeros diez años del reinado estuvieron protagonizados por Narváez. Se promulgo la Constitución de 1845, de carácter conservador, con una declaración de derechos muy teórica, la religión católica como oficial, la no existencia de la milicia nacional, y un reparto del poder entre las cortes y el rey. El senado estaba compuesto por miembros elegidos por la corona. El régimen tenía un carácter oligárquico, con censura y un sistema centralista. El Concordato de 1851 reconoció a Isabel como reina por parte del Papa. A partir de 1849, la corrupción se deterioró, se formó el partido demócrata por radicales progresistas, las cortes fueron suspendidas y se instauró un gobierno autoritario.

El Bienio Progresista (1854-1856)

La revolución de 1854, tras un golpe de estado fallido, ganó apoyo y obligó a la entrega del gobierno a Espartero, con O’Donnell como ministro de la guerra. Se convocaron elecciones constituyentes y se intentó la unión de moderados y progresistas en un solo partido (Unión Liberal). La nueva constitución de 1856 no entró en vigor. El bienio se caracterizó por un clima de permanente conflictividad social.

Gobierno de la Unión Liberal

Tras el bienio, la reina confió el gobierno a la Unión Liberal, de carácter conservador. Este periodo se caracterizó por una activa y agresiva política exterior.

La Crisis del Fin del Reinado (1863-1868)

La dimisión de O’Donnell dio paso a una sucesión de gobiernos inestables y autoritarios. La larga crisis de la monarquía isabelina se caracterizó por una crisis económica, graves acontecimientos políticos, la sublevación del cuartel de San Gil y varios intentos de pronunciamiento por parte de los progresistas. En 1866, progresistas, demócratas y republicanos firmaron el Pacto de Ostende para coordinar la oposición y destronar a Isabel II, convocando cortes constituyentes por sufragio universal.

La Revolución de 1868 y la Constitución de 1869

La revolución de 1868 fue un golpe militar que, tras la formación de juntas locales y provinciales, obtuvo un amplio apoyo. El 18 de septiembre, las fuerzas gubernamentales fueron derrotadas e Isabel II se exilió. Los conspiradores procedieron a detener la revolución, formando un nuevo gobierno con Serrano, Prim y Sagasta. Se disolvieron las juntas y los batallones de voluntarios. La Constitución de 1869, fruto de elecciones por sufragio universal masculino, fue de carácter democrático, con separación de poderes, una detallada declaración de derechos, libertad de cultos y plena soberanía nacional.

El Reinado de Amadeo I y la Primera República

El reinado de Amadeo I (1871-1872) fue un fracaso debido a la inestabilidad de los gobiernos, las mociones de censura, los escándalos y la manipulación electoral. Amadeo I abdicó el 11 de febrero. La Primera República (1873) no contó con apoyos suficientes. Hubo levantamientos campesinos, intentos de insurrección federalista y un intento de golpe de estado, que fue sofocado. Tras la dimisión de Figueras, Pi y Margall redactaron una constitución.

La Emancipación de la América Española

Causas del Independentismo

En el siglo XVIII, los criollos controlaban la hacienda y la producción manufacturera, mientras que los indios, mestizos y negros eran campesinos y mineros explotados. Los peninsulares ocupaban los altos cargos administrativos. La minoría criolla rechazaba el trato discriminatorio. Los movimientos de protesta y los levantamientos campesinos, junto con la difusión del ideario liberal, crearon un clima de reivindicación.

Inicio del Proceso

El proceso fue liderado por las principales ciudades de la América colonial y las élites criollas. En una primera fase, se formaron juntas similares a las españolas, que depusieron a los virreyes y capitanes generales, sin reconocer la autoridad de la junta central. Las tropas realistas lograron controlar la situación.

Triunfo del Independentismo

Tras la restauración del absolutismo en España, las fuerzas revolucionarias actuaron con mayor fuerza. Se logró la independencia de Chile, la República de la Gran Colombia, y en la última fase, tras la revolución de 1820, la independencia de Bolivia, Perú y México.

Oposición al Liberalismo: Carlismo y Guerra Civil

Características del Carlismo

Tras la muerte de Fernando VII, Carlos María Isidro reclamó sus derechos dinásticos desde Portugal. En 1833, fue proclamado rey en varias ciudades. El carlismo tenía un fuerte contenido ideológico y de clase, basado en el legitimismo y la alianza entre el altar y el trono. Contaba con el apoyo de la nobleza, miembros ultraconservadores de la administración y el ejército, el bajo clero y parte del campesinado, especialmente en zonas rurales del norte.

Primera Guerra Carlista (1833-1839)

El bando cristino estaba formado por sectores moderados y reformistas del absolutismo y liberales. Contaba con el apoyo de generales y el ejército, funcionarios, altas jerarquías de la iglesia y el apoyo diplomático y militar de la Cuádruple Alianza. Inicialmente, la guerra fue favorable a los carlistas, pero en 1835 fracasaron en el sitio de Bilbao. Tras varios fracasos, pasaron a la defensiva y se iniciaron negociaciones que culminaron con el Abrazo de Vergara. A cambio de su rendición, se reconocieron los grados y empleos de los vencidos. El acuerdo de Vergara significó la renuncia a Navarra a cambio de autonomía, que se concretó en una ley de 1841 que otorgaba a la diputación foral la administración de impuestos y competencias administrativas.

Segunda y Tercera Guerras Carlistas

La segunda guerra carlista (1846-1849) y la tercera (1872-1876) fueron consecuencia de la transmisión de los derechos dinásticos a Carlos VI y Carlos VII respectivamente. En 1846, se intentó pactar una boda con Isabel II, pero fracasó, dando inicio a la segunda guerra, que no se extendió más allá de Cataluña. En 1872, tras la caída de Isabel II y la llegada de Amadeo de Saboya, Carlos VII inició la tercera guerra, que arraigó en el País Vasco y Navarra. Tras la proclamación de la Primera República en 1873, muchos monárquicos apoyaron el carlismo, que se extendió considerablemente. A partir de 1874, con la restauración de la monarquía, las tropas gubernamentales lograron derrotar a los carlistas.

Construcción y Evolución de la España Liberal

La Regencia de María Cristina y la Revolución Liberal (1833-1840)

María Cristina gobernó como regente. Aunque no era liberal, tuvo que llamar a Martínez de la Rosa, quien consiguió ayuda extranjera y un programa de tímidas medidas reformistas: amnistía que permitió el regreso de exiliados, limitada libertad de prensa y la creación de la milicia nacional. El carácter conservador de estas medidas provocó la división del liberalismo en dos alas: moderada y progresista. Los progresistas obtuvieron mayor apoyo y en 1835, una insurrección obligó a María Cristina a entregar el gobierno a los progresistas. El nuevo jefe de gobierno, Mendizábal, tomó decisiones encaminadas a desmantelar el sistema legal del Antiguo Régimen, lo que enfrentó a los moderados y a la regente, provocando su dimisión. Una nueva insurrección progresista llevó a la sublevación de la Guardia Real y a la vuelta del gobierno a manos de los progresistas, restableciendo la Constitución de 1812. Calatrava, nuevo jefe de gobierno, impulsó la demolición del absolutismo: libertad de imprenta, supresión del diezmo y del régimen señorial, y la desvinculación de mayorazgos. Las cortes elaboraron la Constitución de 1837, que establecía un poder ejecutivo fuerte, derecho de veto, unas cortes bicamerales (congreso por sufragio censitario y senado de designación real). En 1840, María Cristina dimitió y fue sustituida por el general Espartero.

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