T 11.4. Estados Unidos, líder del mundo capitalista
4.1. La afirmación de la potencia estadounidense
La Segunda Guerra Mundial comportó la hegemonía estadounidense sobre el mundo capitalista. El predominio de EE.UU. se apoyaba en su superioridad tecnológica y económica:
Disponía de dos tercios de las reservas de oro y concentraba casi el 50% de toda la riqueza del planeta. Pero además gozaba de prestigio político por su papel decisivo en la derrota del nazismo y del fascismo, y poseía una enorme potencia militar:
Hasta 1949 fue el único país que dispuso de armamento nuclear.
La actuación de Estados Unidos se centró en dos objetivos primordiales: mantener su primacía sobre el mundo capitalista y frenar la expansión comunista. Los norteamericanos eran conscientes de que la mejora de la economía del mundo occidental resultaba la mejor arma para detener el avance soviético.
Por esta razón, a partir de 1947, Estados Unidos desarrolló un intenso programa de ayuda a la reconstrucción posbélica con una serie de medidas: garantizar la estabilidad de las monedas, fijando el dólar como moneda de intercambio (Acuerdos de Bretton Woods), crear organismos para asegurar la reconstrucción (FMI*
Y BIRD*
), y desarrollar un gran programa de ayuda a Europa (Plan Marshall)
.
4.2. La evolución política y social
En EE.UU., los dos grandes partidos políticos del país, demócratas y republicanos, se continuaron relevando en el poder. Los primeros tuvieron la presidencia en la posguerra (Truman), pero en 1953, los republicanos (Eisenhower) accedieron al poder. Aunque los demócratas eran partidarios de promover leyes sociales frente al conservadurismo republicano, en la presidencia de Truman se desarrolló una política fuertemente anticomunista (caza de brujas).
En 1960, el demócrata
John F. Kennedy consiguió ganar las elecciones, con un programa que pretendía relanzar la economía y la tecnología (carrera espacial) y hacer frente a las desigualdades sociales y raciales. El asesinato del presidente, en 1963, fue un duro golpe, aunque su programa continuó vigente durante la presidencia de su sucesor Lyndon B. Johnson.
En esta época, EE.UU. mostró al mundo un modelo de vida basado en la abundancia y el consumo.
Pero la sociedad de la abundancia tenía también su lado oscuro. Amplios sectores sociales (parados, jubilados, asalariados agrícolas) quedaban excluidos de la opulencia.
Además, la población negra sufría una gran discriminación racial, sobre todo en los Estados esclavistas del Sur.
A finales de la década de 1960 este modelo social empezó a ser contestado.
Las organizaciones de población negra se radicalizaron (Black Panthers*
, Malcolm X) y la juventud se rebeló (movimiento hippie) contra los valores imperantes. Estados Unidos también vio contestada su hegemonía en el ámbito internacional.
El conocimiento de las masacres en Vietnam y la simpatía por movimientos revolucionarios sensibilizaron a la opinión mundial y se extendió un cierto sentimiento antiestadounidense.
4.3. Europa: crecimiento económico y democracia
Como consecuencia, en la década de 1950, Europa occidental inició un largo período de crecimiento económico.
Las tasas anuales de crecimiento del PNB sobrepasaron el 5%. En general, se experimentó una mejora de la renta por habitante, una subida de los salarios, unos bajos índices de paro, una modernización de su aparato productivo y un gran crecimiento de nuevas industrias (química, automóvil, electrónica e informática). Asimismo, se originó una progresiva terciarización de la población activa, al aumentar las actividades de servicios (ocio y turismo, enseñanza, sanidad y transporte).
El crecimiento económico se vio acompañado en Europa occidental por la consolidación de sistemas políticos democráticos. Con la caída de las últimas dictaduras (Grecia y Portugal, en 1974, y España, en 1975), esta zona del planeta abarcaba el mayor número de Estados democráticos.
4.4. Japón, el capitalismo asiático
Tras su rendición en la Segunda Guerra Mundial, Japón fue ocupado por las fuerzas estadounidenses, que establecieron en este país un sistema político inspirado en las democracias occidentales.
Ante el temor de una expansión comunista en la zona del Pacífico, Estados Unidos vio en Japón a su mejor aliado asiático.
Por este motivo, los estadounidenses decidieron fomentar su rápida recuperación económica y devolverle la soberanía perdida. Así, en 1951, se dio por finalizada la ocupación del archipiélago, tras la renuncia de Japón a su imperio y el compromiso de no tener fuerzas armadas.
En menos de veinte años, Japón se convirtió en la segunda potencia económica mundial.
Una serie de factores explican las causas de este «milagro económico»: la ayuda de Estados Unidos, la no existencia de gastos militares, una elevada inversión, un gran esfuerzo de innovación tecnológica, la superabundancia de mano de obra y la escasa cobertura social. Además, Japón supo combinar la presencia de grandes grupos industriales y financieros, que controlaban los sectores básicos de la economía, con pequeñas industrias de tipo tradicional.