Evolución de China: De Mao a la Actualidad – Transformaciones y Desafíos

De Mao a la Actualidad: Evolución Política y Económica de China

La Revolución Cultural (1966-1969)

El Partido, el Gobierno y la Administración eran controlados por el máximo líder comunista chino. Desde mayo de 1966, a través de la organización de los Jóvenes Guardias Rojos, se potenció el culto a su personalidad y a su pensamiento para culminar la construcción del socialismo chino en un ambiente de revolución permanente. Estos años de histeria y de miedo colectivo supusieron el momento más turbio y caótico de China a todos los niveles. El final de esta dramática fase coincidió con la celebración del IX Congreso del Partido Comunista chino, en abril de 1969, que confirmó el triunfo de las tesis de Mao, convertido en el Gran Timonel.

Los Últimos Años de Mao (1970-1976)

En este período, y a pesar del mantenimiento de las formas radicales que había puesto de moda la Revolución Cultural, comenzó de nuevo la reconstrucción nacional, sobre todo en la economía. A este respecto, se prestó especial atención a la agricultura, al permitirles a los campesinos el acceso a parcelas de tierras individuales. En todos los sectores se empezaron a pagar salarios en función de las aptitudes, conocimientos y productividad de los trabajadores. China ingresó en las Naciones Unidas el 26 de febrero de 1971, pasando a formar parte como miembro permanente de su Consejo de Seguridad. En febrero de 1972, el presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, visitó China. Las buenas relaciones de Chu En-Lai abrieron las puertas del mundo a la República Popular y clausuraron la doctrina de las dos Chinas con la expulsión de Taiwán de la ONU (sin que se produjera por ello la reunificación nacional: al finalizar el siglo XX la cuestión de Taiwán sigue sin resolverse; por el contrario, tanto Hong Kong en 1997, como Macao en 1999 se incorporaron a la República Popular). El último estertor político de Mao en 1975 consistió en actuar hasta las últimas consecuencias según el principio marxista de la lucha de clases, que ahondó la división del Partido y provocó que el control político en China lo detentase la llamada Banda de los Cuatro, con la mujer de Mao a la cabeza. En el mencionado 1975 se reelaboró la Constitución marxista. El 9 de septiembre de 1976, moría Mao Zedong. A partir de ese momento los acontecimientos se sucedieron de la siguiente forma: Hua Guofeng al frente de China, el grupo de la señora de Mao fue encarcelado y, en julio de 1977, Deng Xiaoping fue rehabilitado. Se comenzó con la desmaoización de China.

Las Reformas de Deng Xiaoping (1978-1989)

La sexta fase coincidió con el momento inicial de las reformas puestas en marcha con la celebración del III Pleno del XI Comité Central del Partido Comunista chino a finales de 1978. Los cambios previstos fueron el comienzo de una transición en China a todos los niveles, con Deng Xiaoping como hombre fuerte del país. Desde el punto de vista político-institucional dichos cambios no fueron muy importantes: la Constitución se reformó dos veces, en 1978 y en 1982. En esta última ocasión se anotó lo concerniente a los derechos fundamentales de la persona, pero el dominio político continuaba exclusivamente en manos del Partido Comunista chino. En esencia, el sistema seguía siendo totalitario. En materia económica los cambios fueron trascendentes: de manera general se abrió la puerta a la inversión extranjera, así como a la instalación de empresas multinacionales o foráneas; y en cuanto a la agricultura se desmanteló en la práctica el régimen de comunas, reconociéndose de manera inmediata la tenencia, uso y usufructo del parcelas de tierra y cuantas actividades económicas realizaba el campesinado. Los dirigentes chinos se decidieron por la vía del desarrollo económico (una economía socialista de mercado, como quedó definida en 1993) para impulsar la modernización de China. Las transformaciones económicas crearon nuevos cambios políticos.

Las Protestas de Tiananmén (1989)

A finales de 1986, fueron reclamados por distintos sectores de la población, en primer lugar por los universitarios, que no aceptaban las rigideces del sistema político. Estos reclamos eran rechazados por los dirigentes del país, que en el XIII Congreso del Partido (25 de octubre al 1 de noviembre de 1987) recordaron a los sectores más inquietos de la ciudadanía china que no debían poner en cuestión las cuatro reglas del oro del sistema: el pensamiento marxista-leninista, el socialismo como práctica política, la dictadura del proletariado y el papel dirigente del Partido. En la primavera de Pekín de 1989 se produjo la reacción gubernamental ante la situación de protestas permanente que vivían la capital y otros núcleos importantes del país. En un ambiente crispado por la crisis económica que ponía en tela de juicio todo el proceso de reformas, al amparo de la ley marcial decretada el 3 de junio de 1989, los carros de combate del Ejército Popular tomaron la plaza de Tiananmén y terminaron a sangre y fuego con la protesta ciudadana ante el asombro del mundo entero. Las protestas internacionales no rebasaron la línea de la condena verbal de la represión y China no perdió el status que le otorgó Occidente en materia económica, tal y como se demostró cuando Estados Unidos le renovó la cláusula de nación más favorecida.

La Cuestión de Taiwán

La cuestión de Taiwán, una vez normalizadas en mayo de 1989 las relaciones diplomáticas con la Unión Soviética, de las demás cuestiones que afectaban a la política exterior de la República Popular de China, la crisis camboyana, las disputas fronterizas con la India, el problema tibetano o la reunificación con Taiwán, era esta última la que mayor interés y preocupación suscitaba al Gobierno de Pekín. En la isla de Taiwán (Formosa) se instalaron, tras perder la guerra civil con los comunistas en 1949, la administración y las tropas del Kuomintang con Chiang Kai-Chek a la cabeza. A partir de ese momento, la República Nacionalista de Taiwán contó con el apoyo de la comunidad internacional (formó parte de la Organización de Naciones Unidas hasta octubre de 1971) y continuó oficialmente en guerra con la República Popular. Con la apertura de la China de Mao en política exterior, que supuso su ingreso en la ONU y posterior visita del Presidente Nixon, el futuro de Taiwán como país independiente se hizo problemático. Sin embargo, en la actualidad la normalidad política y económica de la República Popular harán posible la reunificación. Teniendo en cuenta el desarrollo de los acontecimientos más recientes en el continente y como gesto de buena voluntad, el 1 de mayo de 1991, el presidente de Taiwán, Lee Teng-Hui, ponía fin a cuarenta y tres años de conflicto entre ambas partes de China al clausurar oficialmente el período de movilización nacional para la supresión de la rebelión comunista. Años más tarde, en marzo de 1996, Taiwán ponía en marcha nuevas reformas democráticas que, entre otras cosas, posibilitaron la elección por sufragio universal del máximo representante del país.

La China Post-Tiananmén (1990-1997)

Al comenzar la década de los noventa la tranquilidad volvía a reinar en China por la fuerza de la represión, pero los hechos mencionados en la primavera de Pekín y el proceso de reforma económica y desmaoización pueden representar el principio del fin del sistema comunista y el comienzo de una nueva era en China. Además, y en función del nulo respeto a los derechos humanos en China por parte de las autoridades y el creciente belicismo en su zona de influencia y en otras regiones del Sur potencialmente conflictivas (Corea, el subcontinente indostánico o el Medio y Próximo Oriente), las relaciones de China con el mundo occidental pueden deteriorarse rápidamente. Con la muerte de Deng Xiaoping, el 19 de febrero de 1997 (veinte años después del final de la época de poder personal de Mao), se consolidó la dirección colegiada del Partido, bajo las directrices marcadas en el XV Congreso del Partido Comunista chino, celebrado en septiembre de 1997, y de los acuerdos tomados por la IX Asamblea Nacional Popular, en marzo de 1998, pero sin que ello afectara a la esencia del régimen de Partido único, anclado, desde el punto de vista político, en los postulados maoístas del marxismo-leninismo.

La Era de Jiang Zemin (1997-2002)

Al frente del país estaba Jiang Zemin, en su calidad de Secretario General del Partido Comunista y Jefe del Estado. Al rechazo de reforma política en profundidad, las tímidas transformaciones económicas no pueden lograr los objetivos de modernización de toda la sociedad china. La división entre el mundo urbano de las grandes ciudades y el rural ampliamente mayoritario cada vez es más profunda, aunque ambos ámbitos viven inmersos en una grave crisis social, aumento del desempleo, salarios ínfimos y millones de trabajadores rurales subempleados, absentismo laboral, corrupción generalizada y el aumento de todo tipo de delincuencia; amenaza con desarticular a medio plazo la sociedad china, que no es capaz de erradicar las protestas y motines campesinos o los conflictos laborales que se producen a lo largo y ancho de todo el entramado industrial del país.

China en el Siglo XXI

En el siglo XXI, destaca por su peso en todo el continente, y de manera especial en la zona Oriental, Meridional y Suroriental, la República Popular de China. La China Comunista aspira a conservar su papel de gran potencia geopolítica y estratégica, sino también a convertirse en una nueva potencia económica como lo es Japón. La transformación de la economía china hasta alcanzar niveles competitivos internacionales, avalada además por su reciente ingreso en la Organización Mundial del Comercio, pretende hacerse compatible, en palabras del máximo dirigente del país Hu Jintao, con el denominado desarrollo pacífico. Pero tiene difícil encaje, ya que de convertirse en gran potencia militar con plena capacidad nuclear, ello explicaría la alarma occidental ante la evidencia hasta tal punto de que Estados Unidos, como las grandes potencias europeas, mantienen el bloqueo a la venta de armas a la China Comunista preocupados por el carácter hegemónico de su política exterior sobre la base de su gran potencia militar. Más que intentar dominar el mundo como pretendió la URSS en su momento, con el resultado de su desintegración, el Estado chino debería concentrarse en la creación de la riqueza y en la reducción de la pobreza, además de crear las condiciones para que avance más rápidamente la libertad civil, religiosa, política y social, es decir, los Derechos Humanos proclamados por la ONU hace seis décadas, pero que hasta el momento actual la China comunista sigue sin aplicar, además de violarlos sistemáticamente: el régimen chino mantiene vigente el sistema de cuotas en el ámbito de la demografía (un solo hijo por pareja), sigue persiguiendo toda disidencia, sigue sin respetar la libertad religiosa y sigue aplicando la tortura y la pena de muerte de manera permanente, incluso mediante ejecuciones públicas con claro contenido educativo-coercitivo. La China Comunista tiene planteados otros desafíos que pueden quebrar su proceso de transformación en gran potencia a todos los niveles: más que un país uniforme, la característica secular de China sigue siendo la diversidad territorial, étnica y nacional, en donde las desigualdades entre el mundo rural mayoritario y el mundo urbano en expansión, pero sin control y nulo respeto por el medio ambiente (deforestación en aumento, emanación de gases y contaminación descontroladas, etc.), siguen sin resolverse, y con una población sometida al control político y socioeconómico del Partido único, lo que genera unas situaciones de estatus social diferenciado con la mayoría de la población sometida a la explotación del sistema socialista todavía vigente. En la actualidad la China comunista es percibida no como un gigante planetario sino como un dragón de papel.

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