Evolución de la OTAN y la Seguridad Global: De la Guerra Fría al Siglo XXI

La OTAN después de la Guerra Fría: Expansión y Nuevos Objetivos

En mayo de 1997, se llegó a un acuerdo que instituía un organismo de consultas entre Rusia y la OTAN. Poco después, se firmaba un documento similar con Ucrania. Ese mismo año, las relaciones se institucionalizaban mediante la creación del Consejo de Asociación Euroatlántico. Desde 1995, estaba abierto al diálogo con los países moderados del Mediterráneo, cuyo principal objetivo era la prevención de conflictos y el mantenimiento de un clima de colaboración entre las riberas del Norte y Sur.

El Nuevo Concepto Estratégico de 1999

El proceso de refundación de la OTAN culminó en el año 1999, cuando la Alianza celebraba el cincuenta aniversario de su existencia. En la cumbre conmemorativa de la efemérides que tuvo lugar en Washington los días 24 y 25 de abril, se aprobaba el llamado Nuevo Concepto Estratégico, que ampliaba la esfera de actuación de la organización a una intencionadamente difusa zona euroatlántica. La nueva OTAN se reestructuraba con el fin de adaptarse a las nuevas necesidades, como podían ser las operaciones de mantenimiento de la paz. Ya desde finales de 1995, la Alianza venía liderando la fuerza militar multinacional encargada de garantizar los acuerdos de paz sobre Bosnia. Se declaraban como objetivos irrenunciables asegurar la extensión de la democracia y sentar las bases de la cooperación en todos los terrenos, no solo en el militar. También se anunciaba la intención de potenciar la llamada Identidad Europea de Defensa en el seno de la Alianza, con el fin de que los europeos fueran asumiendo cada vez más protagonismo en su propia seguridad.

La refundación de la OTAN en 1999 traía consigo nuevos objetivos, mayor número de miembros, nuevas estructuras y un lenguaje renovado adaptado a los tiempos de la posguerra fría. Sin embargo, todo ello no lograba disimular las verdaderas funciones de la Alianza, que eran las mismas desde su nacimiento en 1949: mantener el vínculo defensivo de Europa con los Estados Unidos, garantizar la estabilidad de las fronteras y prevenir un hipotético expansionismo por parte de Moscú. El proceso de ampliación continuaría desde la primavera de 2004 con la incorporación de Rumania, Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia, Lituania, Estonia y Letonia. Quedaban en la lista de espera Croacia, Macedonia y Albania.

La Crisis de Kosovo y la Intervención de la OTAN

La virtualidad del nuevo modelo de defensa euroatlántico fue pronto puesta en entredicho por una grave crisis internacional. La desmembración de Yugoslavia comenzaba a cubrir una nueva etapa. En esta ocasión, se trataba de Kosovo, la provincia de mayoría albanesa a la que Belgrado había privado de su autogobierno. El antecedente de Bosnia estaba en la mente de todos, así que los europeos y norteamericanos decidieron actuar con contundencia. La negativa del neocomunista Milosevic a aceptar el plan aliado de autonomía para la región, provocó la contundente actuación de la OTAN. Entre abril y junio de 1999, Europa contempló la primera guerra bélica de la Alianza Atlántica.

La rendición de Serbia, lejos de solucionar el problema, arrojaba nuevas incógnitas. Kosovo se convertiría de hecho en un protectorado de la OTAN por un período de tiempo indefinido, pero formalmente continuaba perteneciendo a Yugoslavia. La guerra, además, avivaba las tensiones existentes entre Serbia y Montenegro, el último territorio de la vieja Yugoslavia que aún acataba la disciplina de Belgrado. Además, la operación militar, que coincidió con el cincuenta aniversario en Washington, puso de relieve una trascendental faceta de la nueva doctrina atlántica. Los aliados habían decidido actuar sin la cobertura legal del Consejo de Seguridad de la ONU. Si bien esta decisión estaba encaminada a impedir el veto ruso o chino, resultaba indudable que al actuar de este modo se había quebrado el derecho internacional vigente. La marginación de Naciones Unidas en esta cuestión señalaba el punto más bajo del prestigio de esta institución desde el final de la Guerra Fría.

El 11-S y la Guerra contra el Terrorismo

El nacimiento del nuevo siglo XXI coincidió con el cuestionado triunfo de Bush hijo en las elecciones presidenciales norteamericanas en noviembre del 2000. La nueva administración, por ejemplo, recogió con desgana el relevo en el papel de mediador en Oriente Medio que Clinton había desempeñado con entusiasmo. Sin embargo, los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 lo cambiaron todo. El presidente Bush calificaba los atentados terroristas como actos de guerra y aseguró que los Estados Unidos respondería con todos los medios a su alcance.

Las investigaciones del FBI y la CIA apuntaron como responsable a la organización terrorista Al-Qaeda, de carácter islámico radical, liderada por el millonario saudí Osama Bin Laden, residente en Afganistán. El presidente estadounidense comenzó entonces una campaña contra el terrorismo internacional y centró su actividad exterior e interior en la persecución del supuesto cerebro de los ataques y en la destrucción de su red. La lucha antiterrorista se desplegó en un frente muy amplio. Se creó una coalición diplomática internacional contra el terrorismo, nuevas leyes interiores dieron al Gobierno amplios poderes de investigación y detención, y se bloquearon los fondos de organizaciones sospechosas. El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas adoptó el 29 de septiembre una resolución para negar el refugio a quienes financiaran, planificaran, apoyaran o cometieran actos terroristas.

Washington solicitó formalmente ayuda militar a la OTAN el 3 de octubre, tras haber presentado pruebas de que Bin Laden y Al-Qaeda, con la protección de Afganistán, eran los responsables de los actos terroristas del 11 de septiembre. El 7 de octubre comenzó el ataque militar de Estado Unidos contra Afganistán, tras desoír el régimen talibán las demandas estadounidenses de cerrar los campos de entrenamiento de terroristas y entregar a los líderes de Al-Qaeda. Durante días (operación Libertad duradera) se produjeron continuados ataques aéreos contra la defensa antiaérea, radares y centros de mando. El 20 de octubre, el ejército americano lanzó el ataque terrestre. En pocos días, el régimen afgano se vino abajo. El 5 de diciembre tenía lugar la Conferencia de Bonn, patrocinada por Naciones Unidas, con objeto de establecer un gobierno de transición, con apoyo de fuerzas militares internacionales.

La Doctrina Bush y la Nueva Estrategia de Seguridad

Los acontecimientos del 11 de septiembre propiciaron un cambio sustancial de la concepción estratégica de Estados Unidos y de su papel en el nuevo mundo surgido tras el derrumbe soviético. Figuras como Paul Wolfowitz y Richard Perle, vinculadas al Secretario de Defensa Donald Rumsfeld, o la influyente Consejera de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice, elaboraron la nueva Estrategia de Seguridad Nacional presentada por el presidente al Congreso en septiembre de 2002. La Doctrina Bush sancionaba el nuevo papel de los Estados Unidos como hiperpotencia mundial en un mundo marcado por la emergencia de un nuevo enemigo global, el terrorismo islamista. La seguridad del país, dijo Bush, requerirá que todos los norteamericanos estén preparados para la acción preventiva cuando sea necesario para defender nuestra libertad y nuestras vidas. Para el presidente, la fuerza moral de los Estados Unidos les obligaba a propiciar el cambio de régimen en países no democráticos, y que representaran una grave amenaza para sus poblaciones y para la seguridad internacional.

La Guerra de Iraq y sus Consecuencias

Los planes de una guerra contra Iraq cobraron carta de naturaleza nada más producirse los atentados de Al-Qaeda. En el discurso de enero de 2002 sobre el estado de la Unión, el presidente Bush presentó ante las dos Cámaras su definición sobre el eje del mal, una serie de países que por razones o por otras representaban amenazas directas para la seguridad norteamericana. En concreto, situó en el punto de mira a Iraq, Irán y Corea del Norte.

Las relaciones con el régimen de Sadam Hussein habían sido muy difíciles desde el armisticio de 1991. El punto más controvertido estribaba en la obligación iraquí de deshacerse de las armas de destrucción masiva que estuvieran en su poder. Los inspectores de la ONU tenían la misión de verificar esos extremos, paralelamente el régimen de Sadam era sometido a un embargo internacional de petróleo (solo matizado por el programa de la ONU de petróleo por alimentos), así como a un control exhaustivo de su espacio aéreo por parte de norteamericanos y británicos concretado en la existencia de sendas zonas de exclusión al norte y sur del país. Las operaciones de castigo por parte de las fuerzas aéreas aliadas fueron frecuentes durante los años de Clinton (1993, 1998) y continuaron en los primeros tiempos de Bush (2001). En la mente de los gobernantes estadounidenses cuajó la idea de que el ataque terrorista podía proporcionar razones de peso para acabar definitivamente con el régimen de Sadam, y de paso provocar un vuelco geoestratégico en la zona. El establecimiento de una democracia aliada de Washington en Bagdad podría tener consecuencias decisivas para la estabilización del Oriente Medio, incluyendo también la solución al problema entre Israel y Palestina.

Las supuestas relaciones de Iraq con el terrorismo islámico y sus planes, también supuestos, de fabricación de armas de destrucción masiva, fueron los argumentos utilizados por Washington ante la comunidad internacional para justificar el ataque. Las posturas norteamericanas no fueron compartidas por varios miembros destacados del Consejo de Seguridad, como Francia, Rusia o China entre los permanentes, y Alemania y otros los no permanentes. España, que por entonces formaba parte del Consejo, se alineó del lado norteamericano. Los progresos de los inspectores en el desarme de Iraq no fueron suficientes para impedir el desencadenamiento militar el 20 de marzo de 2003, al margen de la legalidad internacional representada por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

La guerra de Iraq provocó serias fisuras en la ONU, la OTAN y en la UE. La política unilateral de EE.UU. se hacía así explícita. Esta actitud condujo a la dilapidación, en un reducido lapso de tiempo, de la solidaridad mundial con la sociedad estadounidense manifestada tras los atentados del 11 de septiembre. La guerra preventiva desatada contra Iraq contó con la oposición de buena parte de la comunidad internacional y de la opinión pública mundial, a diferencia de lo sucedido al respecto de la intervención en Afganistán.

La invasión militar en Iraq se saldó con un incontestable triunfo de la maquinaria bélica norteamericana. El 1 de mayo de 2003, el presidente Bush anunciaba el fin oficial de la Operación Libertad para Iraq y el inicio de las labores de reconstrucción. Simultáneamente, comenzaban los ataques terroristas por todo el país. En junio de 2004, las autoridades norteamericanas cedían el control a un Gobierno interino iraquí con el encargo de convocar elecciones para comienzos de 2005. Una vez celebradas éstas, el nuevo parlamento retrocedió a la redacción de una constitución aprobada a finales de ese mismo año en referéndum. A pesar de estos intentos por institucionalizar el nuevo régimen iraquí (o quizá debido a ellos), los ataques terroristas continuaron con un trasfondo de enfrentamiento entre diversas facciones religiosas y de éstas contra el ocupante norteamericano. Las armas de destrucción masiva, que oficialmente fueron la causa de la guerra, jamás aparecieron.

Un Nuevo Conflicto Global

Dieciséis años después de la caída del Muro de Berlín y del final de la Guerra Fría, un nuevo conflicto global parece haberse extendido por el planeta. Al igual que ocurriera en 1947 en el enfrentamiento con los soviéticos, los Estados Unidos han asumido el liderazgo de esta lucha contra la amenaza que supone el radicalismo islámico. La guerra contra el terror en la que la única superpotencia mundial está embarcada desde el 11 de septiembre de 2001, aparece como un conflicto de perfiles difusos, de duración indeterminada y de consecuencias imprevisibles. Los ataques del terrorismo islámico contra intereses occidentales se suceden por todo el planeta, desde Bali o Amman hasta Madrid o Londres. En 2009, Barack Obama es el nuevo presidente de los Estados Unidos. En 2010, Obama pone fin a la guerra de Iraq. El 31 de agosto de 2011, se comienza el repliegue masivo de tropas estadounidenses.

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