Evolución de los Movimientos Regionalistas y Nacionalistas en España: Cataluña, País Vasco, Galicia y Andalucía

Del Regionalismo al Nacionalismo

Uno de los acontecimientos más destacados durante la regencia fue la aparición de los movimientos regionalistas y nacionalistas en Cataluña, Valencia y Andalucía, pero no tuvieron un gran significado político hasta principios del siglo XX.

El origen de este movimiento se debió a diversos factores que varían en función de las características históricas, culturales, sociales y económicas, pero todos defendían la diferencia lingüística, cultural e institucional histórica frente a las tendencias uniformadoras y centralistas del Estado liberal.

La incapacidad de la Restauración para resolver los problemas de España permitió a los partidos nacionalistas presentarse como los únicos capaces de impulsar la economía y la cultura.

Catalanismo

Se formó en los años ochenta, tuvo su origen en el movimiento cultural llamado Renaixença, que ayudó a recuperar la conciencia nacional y, por otro lado, los cambios socioeconómicos que supusieron la ruptura entre los intereses de la oligarquía centralista y los de la burguesía catalana.

El catalanismo partió de dos corrientes. Aunque contradictorias ideológicamente, reivindican el reconocimiento de la identidad particular frente al unitarismo monárquico, el federalismo republicano y al conservadurismo tradicional católico.

El federalista Valentí Almirall elaboró las primeras formulaciones teóricas del catalanismo, convencido de la necesidad de crear una fuerza política desligada de los partidos estatales, creó el Centre Català (1882) que aglutinaba diferentes corrientes políticas con el objetivo de reivindicar la autonomía. El proyecto político de Almirall fracasó. A finales del siglo predominó el catalanismo conservador. Por un lado, existían los defensores del regionalismo historicista, tradicionalista y católico, que tuvo su exponente en Mañé y Flaquer.

Por otra parte, el sector moderado de la burguesía industrial empezó a apoyar el catalanismo como reacción a la política liberal y centralista del Estado. En este sentido, Enric Prat de la Riba fundó la Lliga de Catalunya (1887), que defendía un proyecto catalanista conservador y antirrepublicano.

En 1891 se constituyó la Unió Catalanista, fruto del esfuerzo unitario de las diferentes opciones políticas que elaboraron el primer programa político catalán conocido como las Bases de Manresa (1892), donde se reivindica el poder regional autónomo de carácter tradicionalista y antiliberal (sufragio censitario, ausencia de referencias a los derechos y libertades).

La politización de las distintas instituciones y la sociedad se generalizó a finales del siglo XIX, pero fue la pérdida del mercado colonial en 1898 cuando la burguesía industrial se comprometió con el catalanismo político con el objetivo de reformar el sistema de la Restauración, incapaz de afrontar los retos de la moderna sociedad industrial.

A partir del siglo XX, el catalanismo reivindicó la autonomía política en el marco del Estado descentralizado.

Nacionalismo Vasco

En el País Vasco, la reacción contra la abolición de los fueros después de la II Guerra Carlista (1876) originó un movimiento de defensa de las instituciones suprimidas y de la recuperación de su lengua y de la cultura vasca.

En esta época se inició una rápida transformación socioeconómica y cultural como consecuencia del desarrollo minero e industrial, transformación que se vio favorecida por la creciente inmigración que se establecía en las zonas industriales, como por la alta burguesía ligada al poder central. Ante esta situación, se dio un proceso de concienciación del vasquismo, identificado con la lengua euskera, las tradiciones, los fueros, el catolicismo y un cierto ruralismo idealizado como contraposición a una sociedad industrializada y castellanizada.

Fue Sabino Arana quien configuró el primer programa político nacionalista, afirmando la raza, la lengua, el ultracatolicismo y las tradiciones como elemento diferenciador de la nación vasca, para la reivindicación de la soberanía. Con estos postulados se crea en 1895 el Partido Nacionalista Vasco (PNV), partido conservador y radicalmente opuesto al liberalismo, la industrialización, el españolismo y el socialismo.

A finales del siglo, moderando su radicalismo, el PNV obtuvo sus primeros escaños con el apoyo de las clases medias urbanas y rurales, preocupado por el creciente peso de los trabajadores inmigrados, generalmente identificados con el socialismo.

Nacionalismo Gallego

La situación de atraso económico en Galicia dificultó la implantación del galleguismo, que en sus inicios se limitó a una minoría intelectual que actuó como impulsora. El nacionalismo gallego se inició como un movimiento cultural y literario (Rexurdimento) que buscó respuesta al atraso económico y cultural de Galicia, cuyas figuras más destacadas fueron Rosalía de Castro y Manuel Murguía, exponentes de un liberalismo progresista.

Se desarrolló una corriente conservadora, tradicional y vinculada al catolicismo que tiene en Alfredo Brañas su principal teorizador.

Entrado el siglo XX, tras los fracasos del regionalismo moderado, se inició una visión más progresista y combativa que no pretendía alcanzar un Estado independiente, sino un modelo jurídico político de descentralización autonómica (Alfonso Rodríguez Castelao).

Regionalismo Andaluz

Se inicia a partir de los movimientos cantonalistas de 1873. Para Blas Infante fue una fecha fundamental para la formación de una conciencia andaluza en el marco de una República Federal. El primer acto andalucista fue en Antequera en 1883, donde se proclamó la Constitución federalista, donde se pedía una Andalucía soberana y autónoma. Sin embargo, no alcanzó la consolidación de un partido burgués andalucista, posiblemente por la vinculación de este grupo con el poder central y por la derivación del obrero andaluz hacia el anarquismo, contrario a todo pacto con la burguesía.

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