Evolución del Turismo: De la Élite a la Masificación en el Siglo XX

El Turismo de Élite y el Turismo Social: La Nueva Sociedad del Ocio en el Siglo XX

A principios del siglo XX, el afán viajero y la curiosidad de los europeos produjo una rápida transformación de la estética con el turismo y la incorporación cada vez más visible de nuevos actores en su práctica. La popularización del automóvil en la década de 1920 hizo que casi cualquier destino resultara accesible y se conformaron nuevas rutas turísticas. En ese primer tercio del siglo XX, Europa vivió, en términos generales, su completa inserción en la modernidad. La población urbana aumentó, las ciudades se planificaron de nuevo y los espacios hubieron de adecuarse a las nuevas necesidades de la población. En 1930, había en España diez ciudades con más de 100.000 habitantes, y tanto Barcelona como Madrid llegaban al millón. Esto era poco comparado con ciudades como Londres, con seis millones y medio de habitantes, o Nueva York, con cuatro millones. La estructura social también se modificó. La emigración del campo a la ciudad y la mejora de los transportes dio paso a un nuevo modelo social donde lo rural y lo local tenían cada vez menos importancia. La nueva sociedad demandaba también nuevos recursos turísticos. La sociedad moderna generaba un mayor consumo de cultura y ocio. En esta sociedad, cada vez había más personas que podían demandar los productos señalados. Desde 1919, la población trabajadora tenía derecho a una jornada laboral de ocho horas, lo que dejaba tiempo disponible para viajar. Además, atendiendo a las políticas de cada Estado, se podía disfrutar de una paga extra en verano con la que garantizarse el disfrute de un tiempo de vacaciones y de viaje. Desde finales del siglo XIX y hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, se vivió una especie de edad de oro del turismo. El avance tecnológico también ayudó; además, en estos años se produjo una notable inversión pública en infraestructuras que facilitaban la diversidad de formas de viajar. Hacen su aparición las primeras administraciones turísticas estatales. En el caso español, ello se observa en el nacimiento del Patronato Nacional de Turismo que, hasta la Guerra Civil, fue el organismo oficial que dirigía la industria turística.

El Turismo de Alta Sociedad: El Veraneo Aristocrático

Las primeras prácticas del turismo de costa estuvieron relacionadas con los viajes de las familias reales y la aristocracia. Puntos concretos del litoral español se identificaron enseguida con esta modalidad de turismo, pero también con la práctica del ocio de lujo. La reina Isabel II, entre otros, sirvió de aliciente para atraer al litoral a las clases más acomodadas. Isabel II prefería instalarse en San Sebastián, aunque en alguna ocasión lo hiciera en Santander, donde Amadeo de Saboya, Alfonso XII y la regente María Cristina fijaron definitivamente su lugar de veraneo. En ambas ciudades se habilitaron dos residencias reales estivales: el palacio de Miramar en San Sebastián y el de la Magdalena en Santander. Otras ciudades de la costa española se sumaron a este fenómeno de atracción de la aristocracia y la más alta burguesía. Las costas fueron llenándose cada vez más de bañistas, perdiendo muchas de ellas la exclusividad disfrutada hasta entonces. Las playas más aristocráticas de España trataban de retrasar el fenómeno forzando a los veraneantes a acceder a las playas mediante el pago de entrada a las instalaciones balnearias. Se temía el proceso que enseguida llegaría. San Sebastián continuó por mucho tiempo siendo reconocida como uno de los destinos más exclusivos de la costa cantábrica. El casino y el hipódromo de la ciudad siguieron atrayendo a lo más selecto del turismo europeo. Pero, sabiendo que la clientela aumentaba, y no solo entre la aristocracia, surgieron otros activos que incrementaron el prestigio de la ciudad. Se creó, por ejemplo, el circuito automovilístico de Lasarte, el Real Club Náutico, campos de golf, pistas de tenis… todo ello en las décadas de 1920 y 1930. En Santander, por su parte, además de inaugurarse el lujoso hotel Real, se reabrió un casino y se inauguró el hipódromo de Bellavista. Las clases altas europeas siguieron apostando por el crucero de lujo como otra forma distinguida de hacer turismo. El Mediterráneo estuvo, sin duda, entre los circuitos preferidos. Esta forma de turismo, al alcance de muy pocos, tuvo importantes repercusiones, por ejemplo, en la economía de las Islas Baleares. Se dinamizó también el servicio de tren y de autobús.

La Hotelería de Lujo

Una de las grandes realizaciones del siglo XIX y principios del XX es la construcción de una especie de red europea de hoteles de lujo. En todas las variantes nacionales estuvo muy presente el modelo europeo creado por César Ritz. Los hoteles de lujo simbolizaban el puente que unía a todas las élites europeas viajeras. En el caso de España, estos hoteles sirvieron también para dar cobertura a un grupo social que demandaba nuevos espacios de ocio y lujo. Se convertirían, además, en un aliciente para atraer al gran turismo europeo que solo iba allí donde el confort estuviera plenamente asegurado. Para ubicarlos en España se eligieron las grandes capitales, Madrid y Barcelona, y los centros de litoral más elegantes, San Sebastián y Santander. Grupos de inversores nacionales, banqueros e industriales, o el gobierno local estuvieron detrás de estas promociones. Solo el hotel Palace de Madrid se debió a inversión extranjera, al ser propiedad del hotelero belga Georges Marquet. El estilo de hotel “Ritz” revolucionó la hostelería al diseñar un proyecto integral de hotel donde se combinaba estética, higiene y eficacia-confort. Este nuevo estilo llegó a España por primera vez en 1910. Hasta ese momento, el que se consideraba el mejor hotel del país era el Grand Hotel de Palma, en el casco viejo de Palma de Mallorca, que fue construido en 1903. También destacaba en su momento el hotel María Cristina de Algeciras, construido el mismo año. En Madrid, en cambio, no había hoteles de ese nivel. La apertura en esos años de dos hoteles de lujo en Madrid, el Ritz y el Palace, supuso un estímulo en la modernización urbanística de la ciudad. La vida social experimentó una gran transformación al encontrar en estos salones un nuevo espacio en el que escenificar el poder. El hotel Ritz de Madrid fue inaugurado por Alfonso XII y estaba claramente inspirado en el modelo parisino. Poco después, Alfonso XII conoció al empresario belga Georges Marquet, al que sugirió que construyera un establecimiento de lujo en Madrid, justo enfrente del hotel Ritz. Enseguida, el hotel Palace se consagró como el mayor establecimiento de lujo en España. Se inauguró en octubre de 1912 y su éxito fue inmediato: en el primer año alojó a más de 90.000 viajeros frente a los poco más de 23.000 que pernoctaron en el Ritz. El hotel Ritz de Barcelona puede ser citado aquí como otro de los centros clásicos de turismo de alta sociedad en los comienzos del siglo XX. Otros muchos hoteles de lujo habían ido surgiendo en Europa y en Estados Unidos, como el Hotel Waldorf Astoria en Nueva York, o el Hotel Lutetia en París.

El Turismo Social

Se generó en la primera mitad del siglo XX también lo que se ha llamado turismo social. La costumbre de conceder vacaciones pagadas a algunos funcionarios y empleados del sector público se estableció a finales del siglo XIX. Se unía esta iniciativa a tantas otras que habían permitido la reducción de las jornadas laborales que se había fijado en las ocho horas diarias, o cuarenta y ocho semanales. Así, para la década de 1930, casi toda Europa disfrutaba de estos dos elementos que facilitaban la generalización del ocio y del tiempo libre. Los días de vacaciones pagadas a disposición eran muy pocos, entre tres y seis días al año. En la década de 1920 se organizó el primer congreso internacional sobre el tiempo libre de los trabajadores. La propuesta de organización del ocio popular logró su mayor respuesta en los gobiernos totalitarios que se establecieron en Europa en las décadas de 1920 y 1930. El turismo social fue definido por el BITS como el conjunto de relaciones y fenómenos resultantes de la participación en el campo turístico de estratos sociales económicamente débiles, participación que podía facilitarse mediante medidas bien definidas, predominando la idea de servicio y no la de lucro. Desde finales del siglo XIX, habían surgido en Europa central una serie de organizaciones de índole turística, cuyo objetivo era proporcionar facilidades a las familias obreras para descansar. Con el tiempo, desarrollaron múltiples actividades turísticas que eran siempre ofrecidas a bajo precio a los obreros. Más éxito tuvieron los sindicatos británicos. Tras la Primera Guerra Mundial, se fundó la Worker’s Travel Association (WTA). La WTA tenía como objetivo impulsar el turismo masivo de obreros británicos en el extranjero. El lema era “Algo más que vacaciones. Ve el mundo y conoce sus obreros”. En 1925, por ejemplo, la WTA ofrecía 6.000 viajes, de los que 5.000 eran al continente europeo. En Francia, en 1936, el gobierno del Frente Popular inauguró las vacaciones pagadas, que junto con el desarrollo del movimiento de los albergues juveniles, propiciaron los viajes. También creó un secretariado de Estado de Ocio y Deporte, cuyo objetivo sería abrir el turismo a amplias capas de la población. Una ley redujo también los billetes de tren para obreros y sus familias al 40%. La falta de experiencia en el turismo, en un primer momento, y la carencia de recursos, después, hicieron que muchos trabajadores prefirieran quedarse en sus casas durante las recién obtenidas vacaciones pagadas. La implantación de los programas de turismo social no resultó fácil. La propuesta tuvo que acompañarse de una fuerte publicidad. Poco a poco, las actividades aristocráticas asociadas al turismo, como las procesiones o los festivales, empezaron a dar paso a programas de ocio menos sofisticados y más populares como verbenas, conciertos de bandas populares al aire libre, cines de verano… Para que las clases populares acudieran a las playas, en algunos países, como en España, las compañías ferroviarias ofrecieron promociones especiales, billetes económicos, para el fin de semana, sobre todo. En estos años abundó un modelo de complejo de ocio y vacaciones, habituales en Italia, y con cierta presencia en España también. Las playas del Mediterráneo alcanzaron una enorme popularidad.

Hacia la Industria Turística: La Promoción del Turismo

A comienzos del siglo XX, la promoción turística partió de la iniciativa particular, al menos en el caso español. Hasta la creación de las oficinas de información turística, creadas en la década de 1930, la promoción local de los destinos dependía de los sindicatos de iniciativa turística o de alguna agrupación privada que trabajaba para saber cómo hacer de su localidad un destino turístico. El primer modelo para este tipo de iniciativas se encuentra en Francia y recibió diversos nombres. En 1888 apareció el primero, el Sindicato de Iniciativas de Grenoble y el Delfinado. Agrupaciones sociales, políticas y culturales surgieron en Francia, pero también en España, por ejemplo, la Sociedad Propagandística del Clima y Embellecimiento de Málaga, en 1899. También se creó en San Sebastián en 1903. Se animaron enseguida otras ciudades con interés por desarrollar en ellas el sector turístico: Barcelona, Cádiz y Tarragona. La principal función de estos sindicatos era la atracción de los turistas, debían favorecer su visita dándoles todas las facilidades posibles. Publicaban itinerarios, guías y mapas para facilitar los viajes, estimulaban todas las mejoras para mayor disfrute del lugar, obtenían ventajas de las compañías ferroviarias y navales para fomentar el viaje. Gracias a estas medidas, se consiguió en España la celebración de varios congresos nacionales de turismo entre 1908 y 1912. Las revistas ilustradas y la prensa periódica también se involucraron en el fomento del turismo. Si bien no se dieron en España revistas especializadas únicamente en turismo, sí hallaron hueco en las publicaciones generales. Fotos y noticias sobre los primeros cruceros, playas de moda o publicidad de grandes hoteles empezaron a aparecer. Las primeras guías turísticas sobre España se debieron a la iniciativa extranjera. Desde mediados del siglo XIX, los editores europeos pensaron en producir guías turísticas.

Las Primeras Políticas Estatales de Promoción del Turismo

La intervención del Estado en la promoción del turismo creció también durante la primera mitad del siglo XX. Las leyes francesas de 1919 ayudaron a organizar balnearios, hoteles de salud y centros turísticos. Para el caso español, la creciente importancia social y económica del turismo no dio lugar a una reacción rápida de los poderes públicos. España fue uno de los primeros países en crear en 1905 una comisión pública sobre el sector turístico. La creación de la Comisaría Regia de Turismo y Cultura Artística de 1911 parecía responder a una creciente demanda por parte de los profesionales del sector de una implicación efectiva de la Administración del Estado en el sector turístico. El organismo dependió de la Presidencia del Consejo de Ministros que nombró como comisario de turismo al marqués de la Vega-Inclán. A comienzos de la década de 1930, se creó en España el Patronato Nacional de Turismo, considerado el heredero natural de la Comisaría Regia de Turismo.

Las Asociaciones Turísticas y Excursionistas

Uno de los primeros focos del excursionismo español se situó en Cataluña. El excursionismo catalán fue pionero por razones geográficas, orográficas, por compartir los Pirineos con Francia y porque, con el auge del nacionalismo catalán, el conocimiento y descubrimiento de la tierra tuvo enorme influencia. En 1891 nació el Centre de Excursionistas de Catalunya. En Madrid se creó en 1886 la Sociedad para estudios del Guadarrama. En la moda del excursionismo alpino, surgió en Madrid también, el Club Alpino Español, y en 1913, la Sociedad Española de Alpinismo. A aquellos se unieron enseguida los autodefinidos turistas que también comenzaron a organizarse.

Otras Formas de Hacer Turismo: En Coche o Avión

El coche se popularizó como vehículo preferido por la clase media en sus desplazamientos turísticos, al menos en España, de forma considerable en las décadas de 1920 y 1930. La ciudad de Madrid tenía en 1900 solo cuatro coches matriculados, que pasaron a ser cerca de 240.000 en 1931. A la hora de hacer turismo, el automóvil concedía una enorme libertad, era cómodo y se podía parar donde se quisiera. Fueron cada vez más frecuentes la edición en papel de rutas por carreteras y la puesta en marcha de servicios de alquiler de coches para quienes, sin ser propietarios de uno, quisieran viajar por esta vía. La aviación civil concitó igualmente notable interés tras el fin de la Primera Guerra Mundial. El despegue de la aviación comercial en la década de 1920 coincidió con la reconversión de la aviación militar y la necesidad de reubicar a miles de pilotos militares. Fue en Alemania donde se establecieron por primera vez vuelos comerciales regulares. En España, la inexistencia de industria aeronaval nacional hizo que las primeras posibilidades de viajar en avión procedieran de compañías aéreas internacionales que comenzaron a hacer escala en España. El 15 de octubre de 1921 se inauguró la primera línea aérea comercial nacional que unía Sevilla y Larache.

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