Evolución Histórica de España: Desde los Pueblos Prerromanos hasta el Siglo XX

Los Pueblos Prerromanos y las Colonizaciones Mediterráneas

Durante el primer milenio a.C., en la Edad de Hierro, la Península Ibérica fue hogar de pueblos prerromanos y colonizadores mediterráneos. En este periodo, conocido como protohistoria, Tartessos floreció en el valle del Guadalquivir, con una economía minera y comercial, y una destacada orfebrería (ej. Tesoro de El Carambolo). Desapareció en el siglo VI a.C. Los iberos, en la costa mediterránea y el valle del Ebro, desarrollaron una economía agrícola y comercial, con una aristocracia tribal. Los celtas, de origen indoeuropeo, ocuparon el norte, organizándose en clanes y con una economía basada en la ganadería. Los celtíberos, en la Meseta central, tuvieron contacto con iberos y colonizadores, destacando en su arte los verracos. Los fenicios fundaron colonias como Gadir y Malak en el siglo VIII a.C., introduciendo la escritura y el comercio. Los griegos establecieron colonias como Emporion y Rhodes, influyendo en la cultura peninsular. Los cartagineses dominaron el sur hasta su derrota por Roma en las Guerras Púnicas, marcando el inicio de la romanización de Hispania. Los colonizadores introdujeron la moneda, el alfabeto y cultivos clave, fortaleciendo los lazos comerciales con el Mediterráneo.

La Hispania Romana

La romanización fue el proceso de adopción de la cultura romana por las sociedades de la Península Ibérica. Comenzó en el 218 a.C. con la llegada de las legiones romanas durante las Guerras Púnicas y avanzó en tres fases: conquista del litoral mediterráneo, la meseta central (tras enfrentamientos con lusitanos y numantinos) y la zona norte en las guerras cántabras, culminando con la Pax Augusta. Hispania se convirtió en una provincia clave del Imperio Romano, dividiéndose en provincias como la Bética y la Tarraconense. Las ciudades, como Tarraco o Emerita Augusta, fueron centros de romanización. De Hispania surgieron emperadores como Trajano y Adriano, e intelectuales como Séneca. Roma dejó un legado económico y cultural: el Derecho Romano, la ciudadanía, el latín, el cristianismo y grandes infraestructuras como el acueducto de Segovia. Su influencia perduró tras la conquista visigoda.

La Monarquía Visigoda

A principios del siglo V, suevos, vándalos y alanos invadieron la Península, llevando a Roma a pedir ayuda a los visigodos. Estos establecieron su reino con capital en Toledo, iniciando la Edad Media. Durante dos siglos, los visigodos se integraron con la población hispano-romana. Leovigildo logró la unificación territorial. Recaredo impulsó la unificación religiosa en 587 al adoptar el catolicismo. Recesvinto estableció la unificación legislativa con el Liber Iudiciorum. La monarquía electiva generó conflictos internos. El rey gobernaba con el Officium Palatinum y el Aula Regia, mientras que duques y condes administraban provincias y ciudades. Los Concilios de Toledo reforzaban las leyes reales. La sociedad era rural y feudalizada, con un declive cultural. San Isidoro de Sevilla destacó con su obra Etimologías.

Al-Ándalus: Evolución Política

La conquista islámica de la Península Ibérica comenzó en 711, cuando Tariq derrotó a Don Rodrigo en la batalla de Guadalete. Los musulmanes ocuparon casi toda la Península, excepto la franja cantábrica y los Pirineos, siendo detenidos en la batalla de Covadonga (722) y en Poitiers (732). Al-Ándalus se convirtió en un emirato dependiente del califato Omeya de Damasco (714-756). En 756, Abd al-Rahman I estableció el Emirato Independiente de Córdoba. En 929, Abd al-Rahman III se proclamó califa, estableciendo el Califato de Córdoba, que marcó el máximo esplendor de Al-Ándalus. Tras la muerte de Almanzor, el califato se fragmentó en reinos de taifas en 1031. La conquista cristiana de Toledo en 1085 llevó a los taifas a pedir ayuda a los almorávides (1090-1144), reemplazados por los almohades (1147-1238), derrotados en la batalla de las Navas de Tolosa (1212). El último reino musulmán fue el nazarí de Granada (1238-1492), que cayó ante los Reyes Católicos en 1492.

Al-Ándalus: Economía, Sociedad y Cultura

Al-Ándalus destacó en la Europa medieval por su desarrollo económico, social y cultural. En agricultura, impulsaron el regadío (norias, acequias) e introdujeron cultivos como los cítricos y el arroz. La ganadería se centró en el ganado ovino y el caballo andaluz. En minería, extrajeron plomo, cobre y oro. La producción manufacturera incluyó textiles, cerámica y armas. Su comercio fue próspero gracias al dinar de oro y el dirham de plata. La sociedad era diversa: musulmanes, cristianos mozárabes y judíos convivían junto a esclavos. Al-Ándalus fue un puente cultural, destacando en matemáticas, astronomía y medicina. En literatura destacan las jarchas e Ibn Jaldún. En filosofía, Averroes y Avempace difundieron el pensamiento aristotélico. El arte hispano-musulmán se reflejó en la arquitectura con mezquitas y palacios.

La comunidad judía de Sefarad prosperó, destacando en filosofía, ciencia y literatura. Recuperaron textos clásicos, influyendo en la Europa medieval. Maimónides fue una de sus figuras más relevantes. En el mundo cristiano, los judíos transmitieron el conocimiento árabe, participando en la Escuela de Traductores de Toledo. Fueron fundamentales en la medicina y la economía. Sin embargo, su éxito generó persecuciones a finales de la Edad Media y su expulsión en 1492.

La Guerra de Sucesión Española y sus Consecuencias

La muerte de Carlos II en 1700 y su testamento, nombrando heredero a Felipe de Anjou, desencadenaron la Guerra de Sucesión Española (1701-1714). Inglaterra, Austria y otros países, junto con la Corona de Aragón, apoyaron al archiduque Carlos de Austria, temiendo la unión borbónica entre España y Francia. Tras un inicio favorable a los austriacos, las victorias borbónicas permitieron a Felipe V consolidar su dominio. Cuando Carlos fue proclamado emperador de Austria, las alianzas antiborbónicas se fracturaron. Se firmaron los tratados de Utrecht (1713) y Rastatt (1714), donde España perdió territorios europeos. Felipe V renunció a la corona francesa. España firmó los Pactos de Familia con Francia, alianzas militares que llevaron a España a participar en conflictos europeos y en la Guerra de Independencia de EE. UU. Recuperó territorios, pero no Gibraltar.

La Nueva Monarquía Borbónica: Reformas y Centralización

Con los Borbones, el modelo de Estado se basó en el absolutismo monárquico. Felipe V (1700-1746) implementó los Decretos de Nueva Planta, aboliendo los fueros de la Corona de Aragón, unificando las leyes con las de Castilla. Las Cortes fueron suprimidas, excepto las castellanas y navarras. La centralización administrativa se consolidó mediante la división provincial y la creación de los intendentes. Los Consejos perdieron importancia en favor de los secretarios de despacho. Se fomentó la libre circulación de mercancías. La educación y la cultura prosperaron con la creación de academias. El sistema fiscal fue racionalizado, pero las resistencias dificultaron la implementación de impuestos. Con Carlos III, los vales reales se utilizaron para enfrentar el déficit. Aunque se fortaleció el Estado, la desigualdad social persistió.

Reformas Borbónicas en los Virreinatos Americanos

España se centró en sus colonias americanas para obtener beneficios económicos. Los Borbones impulsaron reformas, creando nuevos virreinatos. Formaron un ejército colonial, aumentaron los impuestos y colocaron funcionarios peninsulares en puestos clave, generando tensiones con los criollos. La política económica fue mercantilista. Para mejorar el comercio, trasladaron la Casa de Contratación a Cádiz y liberalizaron el comercio con América a partir de 1778. A pesar de estas medidas, la industria peninsular no pudo satisfacer la demanda americana y el contrabando superaba al comercio legal.

Sociedad, Economía y Cultura en el Siglo XVIII

El modelo económico borbónico impulsó el comercio, la industria y la agricultura. El crecimiento demográfico favoreció la producción. Se promovieron reformas agrarias, aunque encontraron resistencia. Se introdujeron cultivos intensivos. Se invirtió en infraestructuras y se crearon Reales Fábricas. En el comercio, se combinaron medidas proteccionistas con la liberación comercial de 1778, beneficiando a regiones como Cataluña. La Ilustración llegó tarde a España, pero se difundió a través de academias y prensa, con figuras como Feijoo y Jovellanos. En literatura destacaron Moratín y Samaniego, y en el arte predominó el Neoclásico, con Goya como figura clave. El despotismo ilustrado fue propio del reinado de Carlos III, pero su alcance fue limitado.

El Sexenio Revolucionario (1868-1874)

El régimen de Isabel II colapsó en 1868 debido a la crisis política y económica. La oposición, encabezada por Prim, firmó el Pacto de Ostende en 1866. La Revolución Gloriosa de 1868, liderada por el almirante Topete, forzó el exilio de Isabel II. El gobierno provisional, presidido por el general Serrano, convocó Cortes Constituyentes. La Constitución de 1869 fue la primera democrática en España. Prim negoció la llegada de Amadeo de Saboya como rey.

Reinado de Amadeo de Saboya

Amadeo de Saboya, al llegar a España en 1870, encontró un gobierno dividido. Las guerras internas y el asesinato de Prim en 1872 llevaron a su abdicación en 1873.

Primera República (1873-1874)

Tras la abdicación de Amadeo, se proclamó la Primera República Española el 11 de febrero de 1873. En menos de un año, cuatro presidentes se sucedieron (Figueras, Pi y Margall, Salmerón y Castelar). La división entre republicanos, la oposición de los carlistas y los cantonalismos complicaron la situación. En enero de 1874, el general Pavía dio un golpe de estado. Las clases dominantes buscaron la vuelta de los Borbones, proponiendo a Alfonso XII. En diciembre de 1874, un pronunciamiento militar restauró la monarquía borbónica.

Isabel II: Regencias, Guerras Carlistas y Evolución Política

La Cuestión Sucesoria y la Primera Guerra Carlista (1833-1840)

Tras la muerte de Fernando VII en 1833, su hermano Carlos María Isidro se autoproclamó rey, negando la Pragmática Sanción. Esto desató la Primera Guerra Carlista. Los carlistas, absolutistas, se enfrentaron a los liberales, defensores de un sistema político liberal. Tras varios fracasos militares, el bando liberal logró la victoria. En 1839, el Convenio de Vergara reconoció a Isabel como reina. El conflicto carlista continuó con brotes esporádicos.

La Regencia de María Cristina (1833-1840)

María Cristina fue regente. Este periodo fue testigo de una transición hacia el liberalismo. En 1834, se aprobó el Estatuto Real. La presión de los progresistas forzó medidas más radicales, como la desamortización de 1836. En 1837, se aprobó una nueva constitución que consolidó el régimen constitucional.

La Regencia de Espartero (1840-1843)

En 1840, Espartero asumió la regencia. Adoptó un estilo autoritario. Un pronunciamiento liderado por Narváez forzó su dimisión en 1843. Las Cortes adelantaron la mayoría de edad de Isabel II. Este periodo estuvo marcado por la división de los liberales en moderados y progresistas.

El Sistema Canovista y la Restauración Borbónica

A finales del Sexenio Democrático, la situación política en España era inestable. Antonio Cánovas del Castillo fue clave en la restauración de la monarquía con Alfonso XII. A través del Manifiesto de Sandhurst de 1874, Alfonso expresó su deseo de restaurar el régimen monárquico. En diciembre de 1874, el general Martínez Campos pronunció un golpe de estado.

Bajo la dirección de Cánovas, el nuevo sistema político buscaba la estabilidad. En 1876, se aprobó la Constitución, que consolidó la monarquía parlamentaria, estableciendo un sistema de «turno de partidos». Los dos principales partidos eran el Partido Conservador de Cánovas y el Partido Liberal Fusionista de Sagasta. El sistema se sustentaba en el fraude electoral y el «pucherazo», un sistema de manipulación electoral mediante el caciquismo.

La Constitución de 1876 estableció un sistema parlamentario bajo soberanía compartida. Durante la regencia de María Cristina, el pacto entre Cánovas y Sagasta aseguraba la continuidad. El asesinato de Cánovas en 1897 y el Desastre del 98 marcarían el fin de esta estabilidad.

La oposición al sistema provenía de grupos como republicanos, socialistas y nacionalistas. Movimientos nacionalistas como el catalanismo y el nacionalismo vasco ganaron fuerza.

Las Guerras de Cuba y la Crisis de 1898

España intentó mantener su imperio colonial en Cuba, Puerto Rico y Filipinas. La pérdida de estos territorios en 1898 marcó el «Desastre del 98».

La situación en Cuba fue importante debido a los intereses económicos. Los líderes independentistas cubanos, como José Martí, se rebelaron en 1895. España envió a Valeriano Weyler, cuyos métodos extremos exacerbaron el conflicto.

Estados Unidos intervino tras la explosión del acorazado Maine en 1898. Tras declarar la guerra, derrotó a la escuadra española. El Tratado de París de diciembre de 1898 reconoció la independencia de Cuba y la cesión de Puerto Rico, Guam y Filipinas.

Las repercusiones fueron económicas y políticas. La crisis agrietó el sistema de la Restauración, avivando el nacionalismo y el republicanismo. Surgieron movimientos regeneracionistas. El Desastre del 98 marcó el fin de la hegemonía del sistema político de la Restauración.

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