Liberales: Moderados y Progresistas
En el concepto de soberanía, los moderados consideran que la soberanía la comparten el Rey y las Cortes, y los progresistas consideran que la soberanía la tiene la Nación.
En los derechos y deberes, los moderados consideran que la Constitución debe recoger solo ciertos derechos individuales, y los progresistas consideran que la Constitución tiene que recoger y proteger los derechos individuales.
En el sufragio restringido, los moderados consideran que solo los grandes propietarios tienen derecho al sufragio, y los progresistas consideran que todos los propietarios deben tener derecho al sufragio.
En el centralismo, los moderados consideran que el gobierno central debe tener un estricto control sobre la administración local, y los progresistas consideran que las autoridades locales deben tener autonomía frente al Gobierno Central.
En el orden público, los moderados consideran que el control del orden público debe ser un asunto del Estado, y los progresistas consideran que el control del orden público debe ser un asunto autónomo de los propios ciudadanos de cada ayuntamiento.
En el modelo de economía, los moderados consideran que debe existir libertad en el mercado interior o nacional, y los progresistas que debe existir una libertad sin límites en el mercado interior y en las importaciones.
En el modelo de sistema impositivo, los moderados consideran que los impuestos deben ser indirectos, sobre las compraventas, y los progresistas consideran que los impuestos deben ser directos, sobre la riqueza.
En el modelo de ejército, los moderados consideran que el ejército debe estar compuesto por militares profesionales y quintos obligados, y los progresistas consideran que el ejército debe estar compuesto por ciudadanos voluntarios.
En las relaciones del Estado con la Iglesia católica, los moderados consideran que el Estado debe ser confesional, y los progresistas consideran que el Estado debe ser aconfesional o laico.
Los liberales moderados son conservadores y los liberales progresistas son radicales.
Absolutistas y Liberales
En la idea de soberanía, los absolutistas consideran que el único soberano es el rey, que recibe el poder de Dios y lo ejerce sin dar cuentas de su uso a ningún mortal; y los liberales consideran que la soberanía la tiene la nación o conjunto de individuos con derechos que la ejercen por delegación, a través de los representantes en las Cortes.
En el concepto del ejercicio del poder, los absolutistas consideran que el rey ejerce el poder como un todo absoluto; y los liberales consideran que lo ejercen tres órganos independientes (Cortes, Rey y ministros).
En el concepto de jurisdicción, los absolutistas consideran que las leyes que dicta el Rey afectan de forma distinta a sus territorios, y los liberales consideran que las leyes las elaboran los representantes en las Cortes y afectan a todos por igual.
En el concepto de Estado, los absolutistas consideran que el Estado debe ser absolutista y centralista, y los liberales consideran que el Estado debe ser liberal-parlamentario e hipercentralista.
En el concepto de individuo, los absolutistas consideran que el individuo es un súbdito, y los liberales consideran que el individuo es un ciudadano libre.
En el concepto de propiedad, los absolutistas consideran que el derecho de propiedad puede ser condicionado, limitado o común, y los liberales consideran que la propiedad tiene que ser privada, ilimitada o individual.
En el modelo de sociedad, los absolutistas consideran que los individuos deben estar agrupados por estamentos, a los que se va a pertenecer según el nacimiento, y los liberales consideran que los individuos deben agruparse por clases, a las que se va a pertenecer en razón del grado de riqueza o capital del que cada uno es propietario.
En el modelo económico, los absolutistas consideran que el Estado debe intervenir en la economía, y los liberales consideran que el Estado no debe intervenir en la economía.
Los absolutistas y liberales apenas coinciden en la idea centralista de cómo dividir el territorio.
Configuración del Imperio Español
En el siglo XVI, con la llegada de la dinastía Habsburgo o Austrias, se configuró un vasto imperio global. Carlos I (Carlos V) heredó extensos territorios: por parte materna, Castilla, Aragón, Navarra, las posesiones italianas, norteafricanas y americanas; y por parte paterna, los Países Bajos, el Franco Condado, Austria y los derechos al Sacro Imperio Romano Germánico, al que accedió en 1519. Buscó la unidad religiosa católica y la monarquía universal, pero fracasó debido a las guerras contra Francia, los príncipes protestantes alemanes y los turcos, lo que derivó en una crisis económica. En 1555 reconoció la libertad religiosa (Paz de Augsburgo) y abdicó, dividiendo el imperio entre su hermano Fernando (dominios austríacos) y su hijo Felipe II (resto de territorios).
Felipe II consolidó el imperio heredado y anexó Portugal en 1580 (Unión Ibérica), creando el mayor imperio marítimo y territorial de la época. Su política, centrada en la defensa del catolicismo y en la hegemonía europea, afrontó varios conflictos:
- Rebelión de Flandes: causada por la imposición de políticas autoritarias y la oposición calvinista, respondió con una dura represión militar (Tercios de Flandres), iniciando una guerra de 80 años que debilitó a la Corona.
- Inglaterra: bajo Isabel I, aliada de los rebeldes flamencos y promotora de ataques corsarios contra España. En 1588, la Armada Invencible intentó invadir Inglaterra, pero fracasó debido a temporales y errores, agravando la decadencia militar y económica.
A pesar de estas crisis, el mayor éxito de Felipe II fue la anexión de Portugal, respetando su autonomía y consolidando un imperio sin precedentes.
Crisis del Siglo XVII
- Crisis demográfica: España perdió alrededor de un millón de habitantes hasta 1660 debido a epidemias, malas cosechas, guerras, emigración a América y la expulsión de los moriscos (1609).
- Crisis económica: La agricultura sufrió por la expulsión de los moriscos, los impuestos y las malas cosechas. La ganadería, la artesanía y el comercio también declinaron, afectando especialmente el textil castellano. El comercio ultramarino disminuyó debido a ataques ingleses y holandeses y a la menor llegada de metales preciosos, que se destinaban al pago de deudas de la Corona.
- Bancarrota del Estado: Los gastos de la Corte y las guerras llevaron a la Hacienda real a repetidas bancarrotas (1607, 1627 y 1652).
El conde-duque de Olivares, valido de Felipe IV, impulsó un ambicioso programa de reformas para recuperar el prestigio exterior y solucionar la crisis interna.
Gran Memorial y Unión de Armas
- Propuso centralizar el poder, reducir el peso de la nobleza y la Iglesia, fomentar una economía mercantilista y repartir equitativamente los costos fiscales y militares entre todos los reinos de la Monarquía.
- La Unión de Armas buscaba un ejército común financiado proporcionalmente por todos los reinos, rompiendo con los privilegios tradicionales de Cataluña, Portugal y otros territorios.
Rebeliones de 1640
- Cataluña: La exigencia de mantener tropas provocó una revuelta conocida como el Corpus de Sangre, que resultó en el asesinato del virrey. Los catalanes proclamaron como rey al monarca francés, pero tras años de conflicto, Cataluña retornó al control de Felipe IV en 1652 a cambio de mantener sus privilegios.
- Portugal: La presión fiscal, la pérdida de colonias y el descontento con la castellanización llevaron a la proclamación del duque de Braganza como rey. En 1668, España reconoció la independencia portuguesa.
Conclusión: Las reformas de Olivares fracasaron debido a la oposición de los reinos, la crisis económica y los conflictos internos.
Economía y Sociedad en la Galicia de los Austrias
La economía y la sociedad en la Galicia de los Austrias estaban marcadas por una fuerte dependencia de la agricultura y una estructura social estamental que creaba grandes desigualdades. La mayoría de la población vivía en el rural y se dedicaba a la agricultura de subsistencia. Las técnicas de cultivo eran rudimentarias y la falta de innovaciones limitaba la capacidad de generar excedentes, lo que dificultaba mejorar las condiciones de vida de los labriegos. El sistema agrícola estaba centrado principalmente en el cultivo de cereales como trigo y centeno. En el siglo XVII, la introducción del maíz americano contribuyó a aumentar la producción, reduciendo el impacto de la crisis demográfica y mejorando la subsistencia, pero aun así los labriegos sufrían dificultades económicas.
La pesca también fue una actividad importante en la Galicia costera, donde puertos como Pontevedra y Muros destacaban por el comercio marítimo. Durante el siglo XVI, Pontevedra se convirtió en el principal puerto pesquero de Galicia, y en el siglo XVII, Muros se destacó en la exportación de sardina. La pesca permitía el comercio con otras ciudades españolas y europeas, exportando productos como pescado, vinos, pulpos, e importando cereales, aceite y sal. Con todo, los marineros también se enfrentaban a una economía precaria, sin avances tecnológicos, lo que limitaba el crecimiento de la actividad pesquera.
La sociedad gallega estaba estructurada en estamentos. La nobleza y el clero eran los grupos privilegiados. Los campesinos, que representaban la mayoría de la población.
La figura de la fidalguía (baja nobleza) también jugó un papel importante en la sociedad gallega. Los hidalgos adquirían tierras en foro y las subforaban a los campesinos, lo que les permitía aumentar sus rentas y enriquecerse. Este grupo se consolidó como oligarquías locales, controlando el poder político y judicial a nivel municipal, junto con la construcción de pazos y la influencia en diversos aspectos de la vida gallega.
A pesar de su importancia, los otros grupos sociales no privilegiados como marineros, artesanos y comerciantes también se veían afectados por la precariedad económica de la época, ya que no había una gran evolución tecnológica ni una economía diversificada.
Colonización de América
La llegada de Cristóbal Colón a América en 1492 marcó el inicio de la conquista y colonización de vastos territorios por parte de España, bajo el Tratado de Tordesillas (1494). A partir de este momento, la Corona española estableció instituciones como el Consejo de Indias y la Casa de Contratación para gestionar y regular el comercio y la administración en América.
Los conquistadores, mediante la capitulación, obtenían permiso real para conquistar, pero debían entregar un quinto de las riquezas a la Corona. La conquista fue rápida gracias a la superioridad militar y la desorganización de los imperios indígenas, destacando figuras como Hernán Cortés y Francisco Pizarro.
En cuanto a la explotación de los recursos, los sistemas de trabajo fueron muy abusivos: el repartimiento y la mita (trabajo forzado en las minas) y la encomienda (trabajo forzado de indígenas a cambio de protección y evangelización) fueron las principales formas de obtención de mano de obra. Esto generó una gran mortalidad entre los nativos, lo que llevó a la importación de esclavos africanos.
Las críticas sobre estos abusos provocaron la creación de leyes como las Leyes de Burgos (1512) y las Leyes Nuevas (1542), que intentaron mejorar las condiciones de los indígenas, pero su implementación fue débil y con escasos resultados.
La minería, especialmente de plata, y la agricultura fueron los sectores económicos más importantes, siendo el comercio de metales preciosos uno de los motores de la economía. Esto generó una inflación en Europa conocida como la «revolución de precios», que empeoró las condiciones de vida de las clases bajas, mientras que los grandes terratenientes y comerciantes se beneficiaban enormemente.
Cambio Dinástico y Guerra de Sucesión
La Guerra de Sucesión Española (1701-1714) fue el conflicto que surgió tras la muerte de Carlos II en 1700, último de los Habsburgo, sin descendencia directa. En su testamento, nombró a su sobrino Felipe de Anjou (futuro Felipe V), nieto de Luis XIV de Francia, como heredero, lo que causó preocupación en varios estados europeos por la posibilidad de que se unieran las coronas de Francia y España. El miedo a la hegemonía francesa llevó a la formación de una coalición antiborbónica, compuesta por Austria, Inglaterra, Países Bajos y otros, que apoyó al archiduque Carlos de Austria.
La guerra también fue un conflicto interno en España, donde la Corona de Castilla apoyó a Felipe V, mientras que los territorios de la Corona de Aragón (Cataluña, Aragón, Valencia y Baleares) apoyaron al archiduque Carlos, temerosos de la política centralizadora que representaba Felipe V.
El conflicto se extendió por toda Europa, con avances y derrotas para ambos bandos. En 1711, la muerte del emperador austríaco hizo que el archiduque Carlos se convirtiese en heredero del Imperio, lo que hizo que Inglaterra y Países Bajos reconocieran finalmente a Felipe V como rey de España.
La guerra terminó con los Tratados de Utrecht (1713) y Rastadt (1714), en los que Felipe V conservó la corona española y sus posesiones en América, pero renunció al trono de Francia. Austria recibió los Países Bajos del Sur, Milán y Nápoles, e Inglaterra consiguió Gibraltar y Menorca, así como privilegios comerciales. El equilibrio de poder europeo quedó establecido, y comenzó la hegemonía británica, mientras que España adoptaba un sistema político centralizado y reformista bajo los Borbones.
Los Decretos de Nueva Planta
Los Decretos de Nueva Planta, impuestos por Felipe V tras la Guerra de Sucesión, fueron un conjunto de normas que abolieron las instituciones y privilegios de los reinos de la Corona de Aragón (Cataluña, Aragón, Valencia y Mallorca), como parte de la política de centralización del poder. Estas reformas se justificaron como respuesta a la «rebelión» de los territorios aragoneses durante la guerra, y tuvieron como objetivo la unificación política y administrativa de España bajo el modelo castelán.
A través de los decretos, los reinos aragoneses perdieron sus Cortes, Consejos y privilegios forales, siendo integrados en las Cortes de Castilla. Esto significó la pérdida de poder político local y la sujeción a la legislación castellana y al sistema fiscal de Castilla. Las Cortes dejaron de reunirse sin la autorización del rey y no pudieron evitar el reclutamiento forzoso de soldados (las quintas), del que estaban previamente exentos. La Audiencia de cada reino fue substituida por tribunales al estilo de Castilla.
La centralización del poder también se refleja en la creación del cargo de capitán general, que asumió las funciones de jefe militar y político, y en el cambio en el sistema administrativo, con la introducción de los intendentes, que gestionaban funciones administrativas, judiciales y fiscales.
En términos económicos, la desaparición de las aduanas internas entre los reinos de Castilla y Aragón facilitó el comercio, especialmente en Cataluña, lo que impulsó su desarrollo económico.
En resumen, los Decretos de Nueva Planta consolidaron la monarquía absoluta de Felipe V, eliminando las estructuras políticas tradicionales de la Corona de Aragón, centralizando el poder en Castilla e imponiendo un sistema uniforme en todo el territorio, con efectos tanto políticos como económicos a largo plazo.
El Reformismo Borbónico en Galicia
El Reformismo Borbónico en Galicia, impulsado por el reinado de los Borbones en el siglo XVIII, tuvo como objetivo centralizar la monarquía y mejorar la economía y la defensa del imperio colonial. Galicia, por su situación estratégica, jugó un papel clave en la defensa contra las amenazas marítimas, especialmente la armada inglesa.
Una de las medidas destacadas fue la matrícula de mar, que obligaba a los jóvenes a registrarse para trabajar en el mar y ser llamados a la Armada. Esta reforma garantizó un número suficiente de marineros cualificados.
También se creó el arsenal de Ferrol en el siglo XVIII, que se convirtió en el centro de defensa marítima del norte de España. El Marqués de la Ensenada impulsó su construcción en 1746, siguiendo el modelo francés, y en 1776 se fundó la Academia de Guardiamarinas para formar los oficiales de la Armada. Este desarrollo transformó Ferrol en un centro urbano e industrial.
La Compañía de Galicia, creada en 1734, permitió el comercio de palo de tinte con América, pero las dificultades de la burguesía gallega limitaron su éxito. A partir de 1764, con el Decreto de Libre Comercio, el puerto de A Coruña comenzó a comerciar directamente con América, lo que ayudó al crecimiento económico de la ciudad.
En resumen, el Reformismo Borbónico en Galicia modernizó la defensa marítima y favoreció el comercio, aunque los beneficios económicos fueron limitados por la competencia con otras ciudades portuarias.