Evolución Política y Social de España: Siglos XVIII al XX

El Tratado de Utrecht y sus Consecuencias en el Mapa Europeo (1713)

El mapa que nos ocupa se sitúa en 1713 y en él aparecen los territorios europeos afectados por el Tratado de Utrecht. Se trata, por tanto, de un mapa de tipo histórico-político. El Tratado de Utrecht, firmado en 1713, pone fin a la Guerra de Sucesión española (1701-1713), provocada tras la muerte sin descendencia del último de los Austrias, Carlos II, quien designó como heredero al trono español al príncipe francés Felipe de Borbón, el futuro Felipe V. Esta decisión ocasionó tensiones internacionales, ya que podrían reunirse bajo la misma persona las coronas de Francia y de España, lo que generó los recelos de otras potencias europeas, especialmente de Inglaterra, Austria, Portugal y Holanda, quienes propusieron un nuevo candidato: el Archiduque Carlos de Austria.

Esta doble candidatura generó una guerra, la de Sucesión al trono español, que contó con una doble vertiente: la de guerra civil y la de conflicto internacional. El desarrollo de la guerra se complicó cuando el Archiduque heredó el título de Emperador de Austria, lo que de nuevo crearía una gran potencia, desestabilizando el equilibrio político europeo, ya que reuniría España y sus posesiones, junto con las del Imperio alemán, que vemos englobado en el mapa con una línea roja. Ante este hecho, Inglaterra se vio forzada a solicitar el fin de la guerra, formándose el ya mencionado Tratado de Utrecht, cuyas consecuencias territoriales aparecen en el mapa.

Así pues, fruto del acuerdo entre las potencias beligerantes, España vio reducidas sus posesiones, obligándola a ceder parte del Milanesado, Nápoles, Cerdeña, Flandes y Luxemburgo a Austria. A Gran Bretaña le cedió Gibraltar y Menorca, lo que permitió a los ingleses tener un acceso al Mediterráneo; y finalmente Saboya recibió Sicilia y parte de los ducados del norte de Italia. Analizados todos los aspectos del mapa, podemos concluir que este tratado planteó en Europa un nuevo equilibrio de poderes, un nuevo orden internacional, que supuso el fin de la hegemonía del imperio español de los Austrias y el inicio de la hegemonía de Gran Bretaña.

La Guerra Civil Española (1936-1939): Un Conflicto Determinante

La Guerra Civil española (1936-1939) constituye el hecho más relevante y determinante del siglo XX en España. Fue un conflicto político y militar que se inició con un pronunciamiento militar el 17 de julio de 1936 en Marruecos, que al día siguiente se extendería por el resto del territorio peninsular, y que enfrentaría durante tres años a los grupos tradicionalmente dominantes en España (aristocracia, grandes propietarios agrícolas, empresarios, Iglesia y ejército) y a las clases medias y populares (campesinos, obreros y pequeña burguesía) que habían apoyado las reformas republicanas.

Significó el fin de las reformas democratizadoras emprendidas por la República, la instauración de una dictadura que llevó a cabo una durísima persecución y represión, y una larguísima posguerra que marcó la historia, la cultura y la memoria de la sociedad española. Desde el momento en que fue proclamada la República el 14 de abril de 1931, una parte del ejército mostró su oposición al nuevo régimen. La noche de las elecciones de febrero de 1936, cuando se conoció el triunfo electoral del Frente Popular, el jefe del Estado Mayor propuso la declaración del estado de guerra, pero sería a partir de abril cuando el general Mola (destinado en Pamplona) ideó un plan consistente en organizar un pronunciamiento militar simultáneo en todas las guarniciones posibles, dando un protagonismo especial al ejército de África, el más preparado, comandado por el general Franco.

Esta conspiración militar contaba con el apoyo de las fuerzas políticas de la derecha (monárquicos, falangistas, cedistas…). El 17 de julio de 1936 en Melilla, el coronel Yagüe, al mando de la Legión, se levantó en armas contra la República. El alzamiento se extendió rápidamente al resto del protectorado marroquí y entre el 18 y el 19 de julio la mayoría de las guarniciones militares del resto de España se unieron al golpe de Estado junto con sectores civiles falangistas y carlistas. Al cabo de una semana, la evidencia de que el golpe militar no había triunfado provocó la división del país en dos bandos ideológicamente opuestos. Empezaba así una larga guerra civil en la que la población quedó forzosamente en un bando u otro sin poder decidir sobre su adscripción ideológica en ninguna de las dos zonas.

El Sexenio Democrático (1868-1874): Un Intento de Modernización en España

En 1868 se produjo la revolución de La Gloriosa, que abrió una etapa de desarrollo democrático en España que culminó en la Constitución de 1869 y en la I República. Además, se intentó llevar a cabo reformas para una modernización económica basada en el librecambismo. Pero las expectativas de cambio social y político fueron insuficientes para las clases populares y, por otro lado, la oposición al sistema democrático de los sectores acomodados se fue incrementando y consiguió la vuelta de los Borbones en la figura del rey Alfonso XII.

La Revolución de 1868 y el Gobierno Provisional

Causas: A partir de 1860, la crisis económica y política era evidente:

  • Las inversiones ferroviarias no eran rentables y el valor de las acciones cayó, dando lugar a la caída de las cotizaciones de la deuda pública y otras entidades financieras.
  • Una crisis industrial producida por la subida de precios del algodón en rama, a la que muchas industrias no le pudieron hacer frente y quebraron, provocando un aumento del paro y el deterioro de las condiciones de vida de las clases populares.
  • Una crisis de subsistencia provocada por una serie de malas cosechas dio lugar a un aumento de los precios de productos de primera necesidad.

La situación política era muy grave, el gobierno moderado se volvió cada vez más autoritario, recurriendo al cierre de las Cortes y a gobernar por decreto; el intervencionismo de la monarquía en los asuntos políticos era cada vez más evidente. Así, en 1866 tuvo lugar el pronunciamiento de los sargentos del cuartel de San Gil, que derivó en un motín popular en Madrid duramente reprimido por el gobierno. Ante esta situación, los progresistas y los demócratas firmaron el Pacto de Ostende, al cual se incorporaron los unionistas, con la intención de poner fin a la monarquía de Isabel II, formar un gobierno provisional y convocar Cortes constituyentes por medio de un sufragio universal.

Esto se materializó en un levantamiento que tuvo lugar el 18 de septiembre de 1868 por parte de una escuadra comandada por el brigadier Topete. La sublevación posterior dirigida por el general Serrano se extendió por todo el país. El gobierno agrupó el ejército en Madrid para responder a la sublevación y se enfrentaron en la batalla de Alcolea, pero las tropas borbónicas fueron derrotadas, lo cual llevó a la dimisión del gobierno y el exilio de la reina Isabel II.

Paralelamente al pronunciamiento militar, la población formó juntas revolucionarias que se constituyeron en poder autónomo, destituyeron las autoridades e incorporaron demandas populares como, entre otras, la abolición de impuestos de consumos y la supresión de las quintas. Con la dimisión del gobierno moderado, se formó un gobierno provisional encabezado por Serrano como regente, y se convocaron elecciones que fueron ganadas por una coalición de progresistas, unionistas y demócratas. Reunidas las Cortes, crearon una comisión que elaborará la Constitución de 1869.

Esta Constitución contemplaba un extenso régimen de derechos y libertades como el derecho de asociación, reunión o el sufragio masculino. Establecía la soberanía nacional y Cortes formadas por un Congreso y Senado. El Estado se constituía como una monarquía parlamentaria, el poder legislativo recaía en las Cortes y el monarca no tenía derecho a veto, aunque podía intervenir en la formación del gobierno. Todas estas características hacen de esta Constitución una de las más democráticas de la época.

El nuevo ejecutivo tomó un programa de reformas que consistió, entre otras cosas, en la promulgación de decretos desamortizadores, convocatoria de elecciones por sufragio universal masculino, reorientación de la política económica con una reforma arancelaria llevada a cabo por el ministro Laureà Figuerola con el fin de introducir a España en un sistema librecambista. Se inició una reforma fiscal, se estableció la peseta como moneda nacional y la concesión de yacimientos mineros (Ley de Minas). Desde el inicio, las dificultades de la regencia fueron importantes: los carlistas defendían una monarquía tradicional, los moderados el retorno de los Borbones, los republicanos no estaban de acuerdo con una constitución que contemplaba un sistema monárquico y las clases populares habían visto frustradas sus aspiraciones de reparto de tierras o eliminación de quintas y consumos, el movimiento obrero pedía mejoras en las condiciones de trabajo y salariales y además, en Cuba, se desató una guerra que se prolongó durante 10 años.

La Monarquía de Amadeo de Saboya (1871-1873)

La Constitución de 1869 establecía que España era una monarquía constitucional, era necesario buscar un monarca de entre los candidatos europeos y el elegido fue Amadeo de Saboya, un hombre con una concepción democrática de la monarquía y que pertenecía a la dinastía que había llevado a término la unificación italiana. Bien pronto se hicieron evidentes las dificultades de su reinado: su principal valedor, el general Prim, fue asesinado poco antes de su llegada a España; los conservadores, bajo la dirección de Cánovas del Castillo, estaban organizando la vuelta de los Borbones en la figura de Alfonso XII; los carlistas se consideraban los legítimos herederos y protagonizaron una nueva guerra, la tercera guerra carlista, llegando a formar un Estado paralelo y a agrupar un ejército importante. El conflicto en Cuba se convirtió en una guerra colonial dirigida por sectores de propietarios criollos muy influyentes. Finalmente, hubo revueltas y protestas de los sectores populares descontentos por unas reformas que consideraban insuficientes. La coalición gubernamental se desintegró. Amadeo, consciente de la situación, renunciaba al trono a principios de 1873.

La Primera República (1873-1874)

Ante la renuncia al trono de Amadeo de Saboya, Pi y Margall propuso la proclamación de la República; los monárquicos vieron esta situación como una salida de emergencia mientras se preparaba la vuelta de Alfonso XII y para los republicanos suponía la ruptura con el sistema anterior. Así las cosas, se formó un nuevo gobierno presidido por Pi y Margall con el objetivo de pacificar el país y elaborar un nuevo proyecto constitucional que determinara un estado republicano basado en la soberanía popular con sufragio universal. Pero esta Constitución nunca fue aprobada.

La proclamación de la República reavivó el conflicto carlista con un enfrentamiento militar que se extendió por gran parte de Cataluña. Por otro lado, la guerra en Cuba continuaba extendiéndose. Pero el conflicto más grave fue la sublevación cantonal. El cantonalismo fue un fenómeno complejo en el cual se mezclaban las aspiraciones autonomistas con las aspiraciones de revolución social inspiradas en las nuevas ideas internacionalistas. Así se fueron proclamando cantones independientes con sus gobiernos autónomos y legislación propia; el primero fue el de Cartagena y desde aquí se extendió a otras poblaciones.

El presidente Pi y Margall se opuso a sofocar la revuelta por las armas y dimitió, lo sustituyó Nicolás Salmerón, que inició una acción militar contra el movimiento, pero se negó a firmar penas de muerte para los cantonalistas, por lo cual asumió el gobierno Emilio Castelar, republicano de carácter conservador, que cerró las Cortes y gobernó por decreto, pero fue derrotado en una consulta de confianza, lo cual precipitó el golpe de Estado del general Pavía. La inestabilidad gubernamental era evidente. A finales de diciembre de 1874, el general Martínez Campos encabezaba un pronunciamiento que proclamaba rey de España a Alfonso XII, hijo de Isabel II.

La Guerra de Independencia Española (1808-1814): El Inicio del Fin del Antiguo Régimen

La invasión napoleónica de 1808 precipitó la crisis del Antiguo Régimen y abrió las puertas a la introducción del liberalismo en España en base a la celebración de las Cortes de Cádiz y la promulgación de la Constitución de 1812. Cuando Carlos IV sube al trono en 1788, se vio desbordado por las consecuencias de la posible expansión de los ideales de la Revolución Francesa en España. Suprimió toda influencia ilustrada en su gobierno, nombró a Manuel Godoy secretario de Estado y participó en una coalición militar europea contra Francia.

La derrota del ejército español fue rotunda, las consecuencias económicas muy graves y por la Paz de Basilea (1795) se subordinó a los intereses de Francia. Así, ahora, ambas aliadas, declararon la guerra a Gran Bretaña, que les infligió una grave derrota. Para resolver los graves problemas económicos de la hacienda como consecuencia de la política bélica y de la falta de recursos procedentes de las colonias por la interrupción del comercio atlántico, Godoy tomó una serie de medidas muy impopulares como el endeudamiento de la hacienda, aumento de las contribuciones y desamortizaciones de tierras eclesiásticas, lo cual provocó la oposición de las clases más privilegiadas y la mala confianza del sucesor en la corona Fernando, además del descontento popular por la subida de impuestos, carestía de los alimentos, etc., que derivó en motines.

Al mismo tiempo, firmaba con Francia el Tratado de Fontainebleau (1807) autorizando al ejército francés a entrar al país para atacar Portugal, fijaba un reparto de este país y un principado. Las fuerzas imperiales llegaron a Madrid y la familia real, atemorizada, huyó a Aranjuez. Así las cosas, impulsado por nobles y eclesiásticos y protagonizado por soldados y sectores populares, tuvo lugar el conocido como Motín de Aranjuez (marzo 1808), exigiendo la destitución de Godoy y la renuncia de Carlos IV en favor de su hijo, proclamado como Fernando VII. Ante estos acontecimientos, Carlos IV pidió ayuda a Napoleón, el cual, consciente de la crisis de la monarquía española, convocó a los monarcas en Bayona y los obligó a abdicar en favor de su hermano José Bonaparte.

Napoleón convocó unas Cortes en Bayona que aprobaron un código constitucional, el “Código de Bayona”, en el cual se contemplaba la abolición de los privilegios y la igualdad de los españoles ante la ley. Todos estos acontecimientos fueron rechazados por una parte importante de la población. Así, el día 2 de mayo de 1808 tuvo lugar un levantamiento en Madrid de las clases populares, algunos nobles y el clero, que fue duramente reprimido por el general francés Murat, pero que no pudo evitar la generalización de la revuelta. Los insurrectos crearon juntas integradas por élites locales y una Junta Suprema Central que reconoció como rey a Fernando VII y asumió la autoridad hasta que volviera.

La guerra se desarrolló en tres fases:

Primera fase (mayo a finales de 1808): Las tropas invasoras ocupan Madrid y se dirigen hacia Cádiz. Al mismo tiempo, voluntarios contrarios a la ocupación, unidos a una parte del ejército fiel a Fernando VII, consiguieron importantes victorias en El Bruc (Cataluña) y Bailén (Jaén) y resisten a los asedios de Zaragoza y Girona. José I se ve obligado a abandonar Madrid.

Segunda fase (finales de 1808 hasta julio 1812): Napoleón en persona entra en España, ocupa Aragón, Cataluña y Madrid. José I vuelve a la capital. El momento más preocupante es cuando las fuerzas napoleónicas toman Valencia.

Tercera fase (julio 1812-1814): Napoleón ha empezado la invasión de Rusia y se ve obligado a desplazar una parte del ejército hacia el nuevo frente, lo cual facilita el contraataque de las fuerzas británicas y españolas dirigidas por el general Wellington, que venció en Arapiles, dando un vuelco al conflicto. José I huirá y Napoleón, ante la imposibilidad de mantener los dos frentes, optó por firmar el Tratado de Valençay (1813) por el cual retiraba las tropas y restablecía la monarquía de Fernando VII.

Fue una guerra atípica, en la cual el ejército español pasó a actuar de manera subordinada al ejército británico o bien se integró a la guerrilla, una nueva forma de organización que logró un protagonismo decisivo porque hostigaba constantemente a los franceses. Eran grupos reducidos de guerrilleros, que actuaban de manera informal, sobre todo en zonas rurales, y estaban formados por militares, clérigos y campesinos.

La composición de los bandos que participaron en la resistencia fue compleja. Un gran número de españoles apoyó al régimen de José I, eran conocidos como los afrancesados, muchos de ellos reformistas ilustrados e intelectuales, y hombres de negocios que se enriquecieron con la administración francesa. La oposición agrupaba posiciones ideológicas muy diversas. Por un lado, una buena parte del clero y la nobleza, partidarios del restablecimiento del absolutismo. Por otro, un sector de reformistas moderados, partidarios de un programa de reformas dentro del marco del Antiguo Régimen, y los liberales (burgueses, intelectuales, profesionales…) que esperaban que Fernando VII implantaría un nuevo régimen constitucional liberal.

La guerra provocó un empeoramiento de las condiciones de vida de las clases más populares; la presencia de los ejércitos contendientes perjudicó a los campesinos por las continuas requisas de cosechas, devastación de tierras, etc. La producción agraria quedó deshecha, la industria colapsó y el comercio se paralizó. Fue una guerra cruenta y larga, con una elevada mortalidad y la subsiguiente caída de la natalidad. El déficit público aumentó vertiginosamente, perjudicado todavía más por la caída de los ingresos como consecuencia de los procesos de independencia de las colonias americanas.

En medio del conflicto se inició un proceso constituyente y la elaboración de la Constitución de 1812, que tenía que acatar el rey Fernando VII al volver del exilio, pero lo que hizo fue restablecer el Antiguo Régimen e iniciar una dura represión contra los liberales y afrancesados.

El Reformismo Ilustrado de Carlos III: Un Intento de Modernización en el Siglo XVIII

Durante el gobierno de Carlos III, las ideas basadas en la Ilustración y en el uso de la razón llegaron a España. Estas ideas se expresaron en propuestas de reformas de carácter económico, social y agrario por medio de varios autores. Podemos destacar algunos autores como el fraile Benito Feijoo (uno de los encargados de introducir dichas ideas en España), Floridablanca (que llegó a ser ministro del propio rey) o, de forma más cercana a nosotros, la figura de Jovellanos. Entre otras cosas, el movimiento propone una fuerte crítica a la sociedad tradicional y a los privilegios de algunas esferas, y proponían la igualdad de todos los ciudadanos. Para ello realizaban una fuerte apuesta por la educación, base del cambio del país, que conlleva el progreso económico y social. Por ello proponen una educación obligatoria.

El Reinado de Carlos III (1759-1788)

Entre los años 1759 y 1788 encontramos el reinado de Carlos III, “el Político”, ejemplo del Despotismo ilustrado que se había expandido entre los monarcas absolutos europeos de la época. Carlos reinaba en Nápoles, designado por Felipe V tras la recuperación de muchos territorios, donde entró en contacto con las ideas ilustradas. Tras la muerte de su hermanastro Fernando VI, se encuentra con la herencia del trono español. Comienza a integrar reformas basándose en la ayuda de algunas personalidades ilustradas como Campomanes y Floridablanca, con el objetivo de modernizar el Estado. A pesar de ello, el rey se encuentra con una fuerte oposición que acabó provocando una serie de revueltas.

En lo económico, Carlos III, para intentar cambiar la sociedad, contó con ministros como Campomanes, Aranda, Olavide, Cabarrús o Jovellanos, que se interesan por el progreso, la ciencia, el espíritu crítico… Se centran en la educación como medio de cambiar el país. Por ello se oponían a las órdenes religiosas y a los estamentos privilegiados, y se proponían imponer una educación útil y práctica para todos, basada en los nuevos conocimientos y en contacto con el extranjero.

Por un lado, tenemos el descontento popular debido al alto precio de los alimentos derivado de una mala cosecha en 1765, la oposición al poder excesivo de los altos cargos extranjeros y la resistencia de los privilegiados a sus reformas. Una clara muestra de este descontento fue el Motín de Esquilache, surgido en Madrid ante una reforma del ministro italiano que pretendía acabar con los juegos de azar, las capas largas, sombreros amplios y el uso de armas. Ante ello, Carlos III destituye al italiano.

En cuanto a sus reformas, encontramos en un primer lugar un intento de abolir algunos privilegios de la sociedad del Antiguo Régimen, como por ejemplo el reconocer como honestas todas las profesiones y las actividades de alta utilidad pública para conseguir la hidalguía (nobles sin titulación). El monarca también defendió el poder del Estado ante la Iglesia, conocido como regalismo. Esto consistía en reclamar el derecho por parte del monarca a nombrar cargos eclesiásticos y el control sobre la Inquisición. Destacan medidas como la expulsión de los jesuitas (1766), los cuales acumulaban un gran poder y que obedecían directamente al papado.

En el ámbito económico encontramos diferentes reformas:

  • Limitar los privilegios de la Mesta e impulsar reformas agrarias.
  • Fomentar el mercado interior mediante la mejora de infraestructuras y transportes, establecer la libre circulación de mercancías y acabar con el monopolio del puerto de Cádiz, que tenía hasta entonces con el comercio colonial.
  • Apoyó la actividad industrial mediante la liberalización de la fabricación (abandono de las fábricas reales) y se establecieron aranceles con el objetivo de favorecer la industria nacional.
  • Estabilizó la política impositiva con el objetivo de fomentar la producción.

El Reinado de Isabel II (1833-1868): La Implantación del Liberalismo en España

Durante el reinado de Isabel II se llevó a cabo la implantación del liberalismo. Las bases del Antiguo Régimen fueron abolidas y los poderes de los monarcas quedaron limitados por una constitución y un parlamento, aunque fue un sistema liberal muy frágil e inestable debido a la fuerte presencia militar en el Estado, la constante injerencia de la corona en la política y el hecho de que muchas veces los gobiernos moderados recurrieron a la suspensión de las garantías constitucionales para mantener el orden ante los conflictos.

El reinado de Isabel II se puede dividir en dos grandes etapas: las regencias (1833-1843), durante su minoría de edad, y la construcción del Estado liberal durante su mayoría de edad (1843-1868).

Sistema de Partidos

La instauración del liberalismo comportó la formación de órganos representativos, los miembros de los cuales eran electivos. Los partidos políticos fueron los instrumentos para proveer de representantes a estas instituciones y organizar las diferentes opciones políticas.

Durante el reinado de Isabel II se fueron configurando las grandes familias políticas y los partidos que dominaron la vida política española a lo largo de todo el siglo XIX. Las grandes opciones del liberalismo fueron los moderados y los progresistas, que se alternaron el poder durante décadas. En medio de las dos opciones surgió la Unión Liberal, un partido con intenciones centristas.

También se configuraron dos opciones más radicales que recogían las aspiraciones populares, como el Partido Demócrata (1849), que defendía el sufragio universal masculino y aceptaba la monarquía como institución simbólica, sin intervención política, y el Partido Republicano, que abogaba por abolir la monarquía.

Moderados

  • Derecho de propiedad y oposición a la desamortización.
  • Defensa del sufragio censitario, restringido a los propietarios y los grandes contribuyentes.
  • Confesionalidad del Estado y defensa de la influencia social de la Iglesia católica.
  • Fortalecimiento del poder del rey.
  • Autoridad y orden por delante de la libertad.
  • Limitación de los derechos individuales y colectivos (prensa, asociación, opinión y reunión).
  • Soportes sociales: clases altas (terratenientes, grandes industriales, burguesía financiera y comercial).
  • Líderes: Ramón Narváez y Bravo Murillo.

Progresistas

  • Ampliación del sufragio restringido.
  • Soberanía nacional.
  • Defensa de los derechos individuales y colectivos.
  • Limitación de la influencia de la Iglesia y desamortización de bienes eclesiásticos.
  • Descentralización administrativa.
  • Milicia Nacional.
  • Apoyos sociales: clases medias urbanas.
  • Líderes: Mendizábal, Espartero y Prim.

Inestabilidad Política e Intervencionismo Militar

Durante el reinado de Isabel II, la fuerte presencia militar fue importante. Los militares, tanto moderados como progresistas, recurrieron sistemáticamente al pronunciamiento para derribar los gobiernos.

Por otra parte, la debilidad del sistema liberal estuvo favorecida por un sufragio muy restringido que excluía a buena parte de la población de toda participación política y por unas leyes que permitían que el gobierno controlara y manipulara los resultados electorales.

Para los gobiernos que, ante los conflictos, recurrían a la suspensión de las garantías constitucionales y a la proclamación de estados de excepción o de guerra, que les permitían actuar sin contemplaciones contra los grupos disidentes. Esta suspensión limita o prohíbe el ejercicio de los derechos, y los detenidos podían ser juzgados por tribunales militares.

Todos estos factores propiciaron que la dinámica política tendiera a desarrollarse al margen de lo que decía la Constitución, lo que afectaba negativamente a la estabilidad del sistema liberal y favorecía las actitudes de confrontación política y social en detrimento de la negociación y del respeto a la legalidad constitucional.

El Reinado de Alfonso XIII (1902-1931): La Crisis del Sistema de la Restauración

En España, el primer tercio del siglo XX coincidió con la proclamación de la mayoría de edad de Alfonso XIII (1902-1931) y estuvo marcado por la crisis definitiva del sistema de la Restauración. Los aspectos que caracterizaban la situación política y social eran la inestabilidad política creciente y cambios constantes de gobierno por las pugnas y divisiones internas; grandes desigualdades sociales y un aumento de la conflictividad social por la industrialización desigual; el incremento y desarrollo de la oposición política; el intervencionismo del rey Alfonso XIII en la vida política; y la reaparición del intervencionismo del ejército en la vida política.

Dentro de los gobiernos, encontramos en el reformismo conservador a Antonio Maura y, en el reformismo liberal, a Canalejas. Por otra parte, el republicanismo era la principal oposición política. Con el nuevo siglo se produjo una evolución del republicanismo histórico. En la Unión Republicana encontramos a Nicolás Salmerón; al Partido Republicano Radical de Lerroux, que tuvo un importante apoyo social y electoral en Barcelona. En 1909 se constituyó la conjunción Republicano-Socialista, que integraba varios grupos republicanos y el Partido Socialista Obrero Español. Más tarde se fundó el Partido Reformista.

Tras el desastre de 1898, a partir de 1906 España inició la penetración en el norte de África. La Conferencia de Algeciras y el posterior tratado hispano-francés comportaron el establecimiento de un protectorado franco-español en Marruecos. A España se le concedió una franja al norte, el Rif, y también Ifni y Río de Oro. La penetración estuvo estimulada tanto por intereses económicos (mineros, inversiones en ferrocarriles, obras públicas, etc.) como por la voluntad política de restaurar el prestigio del ejército, que pretendía convertir a España en una nueva potencia colonial.

La presencia española en esta área fue contestada por las tribus bereberes (cabilas). Los ataques continuados de los rifeños obligaron a mantener una fuerte presencia militar española, porque en 1909, en unas operaciones militares destinadas a asegurar la plaza de Melilla, los rifeños infligieron una dura derrota a las tropas españolas en el barranco del Lobo y ocasionaron numerosas bajas. Entonces se decidió incrementar el número de soldados españoles en el Rif para evitar la caída de Melilla. El gobierno decidió enviar tropas formadas por reservistas (hombres de entre 16 y 50 años que no eran militares y tenían que dejar su trabajo), muchos de ellos casados.

La Semana Trágica de Barcelona (1909)

El envío de un contingente de fuerzas reservistas provocó un importante movimiento de protesta popular en Barcelona, conocido como Semana Trágica, que tuvo el apoyo de anarquistas, socialistas y republicanos. Los incidentes comenzaron durante el embarque de las tropas en el puerto de Barcelona. Hubo una llamada a la huelga general y la revuelta en Barcelona se prolongó durante una semana, dando lugar a un movimiento que adquirió un fuerte componente antimilitarista y de rechazo a la hegemonía social y cultural de la Iglesia.

Se levantaron barricadas, se produjeron enfrentamientos con las fuerzas del orden y se incendiaron más de ochenta edificios religiosos. Las autoridades respondieron declarando el estado de guerra. Hubo heridos y muertos, con lo que el movimiento insurreccional se radicalizó y derivó en la actuación incontrolada de grupos que actuaban sin dirección ni coordinación. La represión posterior fue muy dura: cientos de detenidos, otros sometidos a consejos de guerra y se dictaron diecisiete condenas de muerte, cinco de las cuales se ejecutaron. El caso más conocido fue la ejecución del librepensador y fundador de la Escuela Moderna, Francisco Ferrer Guardia, que no había participado directamente en los acontecimientos; su proceso generó grandes protestas dentro y fuera de España.

La Semana Trágica tuvo unas consecuencias políticas que comportaron una desestabilización notable de los partidos del turno dinástico y la caída del gobierno de Maura. Como consecuencia, el rey disolvió las Cortes y entregó el gobierno al líder liberal, José Canalejas. Tras la caída o desaparición de sus dirigentes, los partidos dinásticos se encontraron fragmentados y faltos de un líder capaz de aglutinar las diversas tendencias, que se alternaron en el poder en una situación de inestabilidad permanente.

La nueva situación política conllevó también una reorganización de las fuerzas de oposición, basadas en el fortalecimiento del republicanismo con la creación de un nuevo partido de carácter moderado, el Partido Reformista; el descrédito del republicanismo lerrouxista, fruto del papel ambiguo que jugó durante los acontecimientos de 1909 y el paso de muchos obreros al anarcosindicalismo; y, finalmente, el reforzamiento de un catalanismo republicano.

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