Expansión de los Reinos Cristianos en la Península Ibérica: Siglos VIII al XV
Siglos VIII al X: Los Primeros Núcleos de Resistencia
El término “Reconquista” alude a la expansión de los reinos cristianos peninsulares sobre Al-Ándalus, aunque hoy en día es discutido, ya que los reinos cristianos no eran herederos directos de los visigodos. Entre los siglos VIII y X se configuraron, en las zonas montañosas del norte peninsular, unos núcleos de resistencia de cristianos que habían huido del control islámico.
Tras la victoria en Covadonga (722), los sucesores de Pelayo crearon el Reino de Asturias que, en la segunda mitad del siglo IX, aprovechando los enfrentamientos internos entre los musulmanes, ocupó los territorios hasta el valle del Duero, en un proceso de ocupación más que de conquista. Después de esto, la capital fue fijada en León por Alfonso III, naciendo el Reino de León. Para defender el este de la Meseta, el área más necesitada de refuerzo militar, se creó el Condado de Castilla, dependiente de León hasta el siglo X.
Por otra parte, el Imperio Carolingio ocupó los territorios al sur de los Pirineos, la Marca Hispánica, que fue dividida en condados. Pero en el siglo IX, el Reino de Pamplona y el Condado de Aragón se independizaron, mientras que los condados catalanes, entre los que destacaba Barcelona, mantuvieron los lazos con los francos hasta fines del siglo X.
Siglos XI y XII: Consolidación y Avance hacia el Sur
Entre los siglos XI y XII, los reinos cristianos se consolidaron políticamente mediante uniones dinásticas. Aragón y los condados catalanes quedaron bajo la misma Corona (mediante el matrimonio en 1137 entre el conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV, y la heredera de Aragón, Petronila). Lo mismo ocurrió con Castilla y León, a pesar de la pérdida de Portugal, que se constituyó como reino a mediados del siglo XII con Alfonso Enríquez.
León, Castilla y Portugal llevaron la línea de frontera de la cuenca del Duero a la cuenca del Tajo a lo largo de los siglos XI y XII. La debilidad de los reinos de taifas, después de la caída del Califato de Córdoba, permitió a Alfonso VI conquistar Toledo en 1085. La llegada de los almorávides, llamados en su auxilio por los reinos de taifas, frenó el avance cristiano hasta mediados del siglo XII. En ese momento, un nuevo período de fragmentación en el mundo musulmán permitió a Portugal conquistar Lisboa (1147) y la ocupación del valle del río Guadiana. La llegada de los almohades volverá a paralizar a los cristianos. Este dominio almohade, que será contrarrestado por la acción de las órdenes militares de Calatrava, Santiago y Alcántara, llegará hasta el siglo XIII.
En la frontera oriental, los avances fueron más lentos. A comienzos del siglo XII, la Corona de Aragón dominó el valle del Ebro gracias a los esfuerzos de Alfonso I El Batallador, quien conquistó Zaragoza en 1118. En las tierras que, a partir del siglo XII, se denominarán Cataluña, el conde Ramón Berenguer IV conquistó Tortosa y Lleida.
Siglo XIII: La Apertura del Valle del Guadalquivir
A comienzos del siglo XIII, la derrota de los almohades en la batalla de las Navas de Tolosa (1212) abrió una nueva etapa de expansión. Castilla se abrió paso hacia el valle del Guadalquivir, que será conquistado, junto con Extremadura, a lo largo del siglo XIII por la acción de Fernando III el Santo (toma de Sevilla en 1248). Su hijo, Alfonso X el Sabio, ocupará Cádiz y el reino musulmán de Murcia, cerrando la posible expansión aragonesa hacia el sur.
En Portugal se alcanza el Algarve y la Corona de Aragón ocupará las islas Baleares y el reino de Valencia (1238), pasando a estar integrada por cuatro reinos: Aragón, Cataluña, Valencia y Baleares, y orientando su expansión por el Mediterráneo.
Siglos XIV y XV: La Conquista de Granada
Los siglos XIV y XV son siglos donde el ímpetu conquistador remite en parte por la crisis económica y las luchas internas en Castilla. Solo quedará por ocupar el reino nazarí de Granada, que fue el último enclave islámico en la península hasta 1492.
La Repoblación de los Territorios Conquistados
Una vez que se expulsaba a los musulmanes de las tierras conquistadas, se producía un lento proceso de repoblación donde los monarcas, dueños de las tierras, animaban a la población cristiana a ocupar las tierras vacías a cambio de concesiones. Estas repoblaciones se hicieron siguiendo distintas fórmulas que influyeron en la estructura de la propiedad:
- Siglos VIII – XI: En un principio dominó la repoblación libre, por la que aquel que roturase una parcela obtenía la propiedad. Esto se denominó presura en el valle del Duero y aprisio en la Marca Hispánica. Tuvo lugar sobre las tierras despobladas del valle del Miño, Duero y somontano pirenaico. Promovida por la nobleza y el clero, también contó con el protagonismo de familias de campesinos libres que debían defender el territorio.
- Siglos X – XIII: Los reyes otorgaron fueros y cartas de poblamiento para la creación de villas y ciudades en zonas despobladas. En ellos concedían libertades y privilegios a los habitantes de esas ciudades que se deseaba repoblar. En el sur del Duero (siglos XI-XII), las tierras fueron repartidas por los concejos entre campesinos libres.
- Donaciones a las Órdenes Militares: En los valles del Tajo y del Guadiana, ante los ataques de almorávides y almohades, los reyes concedieron tierras, trabajadas por colonos, a las órdenes militares (Santiago, Alcántara y Calatrava) encargadas de la defensa del territorio.
- Siglo XIII en adelante: En Valencia, Murcia, Extremadura y el valle del Guadalquivir se cedieron tierras a los participantes en la conquista mediante la fórmula de los repartimientos, según su posición social. Los reyes entregaban grandes lotes (de casas y tierras) a la nobleza como pago por su apoyo militar. Se denominan donadíos (grandes latifundios) y heredamientos (propiedades más pequeñas). La entrega de estos lotes generó grandes latifundios en el sur de la Península.