El Fascismo Italiano y el Nazismo Alemán: Un Estudio Comparativo
El Fascismo Italiano (1922-1943)
Italia en la Posguerra de la Primera Guerra Mundial
El fin de la Primera Guerra Mundial dejó en Italia graves secuelas humanas y económicas. Muchas industrias quedaron inutilizadas y la elevada deuda exterior provocó un aumento de la inflación. Además, los acuerdos de paz generaron una gran decepción, ya que los aliados entregaron a Italia el Trentino, Trieste e Istria, pero no Dalmacia y Fiume, territorios prometidos en el Tratado de Londres. Esto alimentó la idea de que la participación de Italia en la guerra había sido un engaño, y el irredentismo ganó adeptos. A esta situación se sumó la inestabilidad política, con gobiernos monárquicos incapaces de lograr mayorías estables. La crisis económica, por su parte, desencadenó una fuerte tensión social, con un movimiento huelguístico de tintes revolucionarios. El miedo a una revolución social alarmó a las clases conservadoras.
Ascenso del Fascismo
En este contexto, Benito Mussolini creó los Fasci di Combattimento, también conocidos como «camisas negras». Estos grupos paramilitares tenían como objetivo frenar el auge del movimiento obrero mediante ataques a sindicatos y a sus líderes. En 1921, los Fasci se transformaron en el Partido Nacional Fascista, que se presentaba como la solución más eficaz para detener los movimientos revolucionarios. Sus pilares ideológicos eran la construcción de un Estado fuerte, la defensa de la propiedad privada y una política exterior expansionista. Este nuevo partido recibió el apoyo de la pequeña burguesía, la financiación de los grandes propietarios y la tolerancia de la Iglesia y del rey Víctor Manuel III. Aunque en las elecciones de 1922 solo obtuvieron 22 de 500 diputados, los camisas negras lograron aplastar una huelga general convocada por sindicatos socialistas y anarquistas. Tras este éxito, Mussolini exigió al rey la entrega del gobierno, organizando la Marcha sobre Roma para demostrar su fuerza.
La Dictadura Fascista
Mussolini inició un proceso de restricción de libertades y persecución de sus adversarios, manteniendo la apariencia de un régimen parlamentario. Tras ganar las elecciones, instauró un régimen autoritario. El Estado y el Partido Fascista se fusionaron en un régimen en el que Mussolini, autodenominado Duce, concentró todo el poder. Los partidos políticos fueron prohibidos y el Parlamento fue reemplazado por una Cámara de los Fasci. Las huelgas también fueron prohibidas y los sindicatos sustituidos por un sistema de corporaciones.
La Instauración del Nazismo en Alemania (1933-1945)
La República de Weimar (1919-1933)
Al final de la Primera Guerra Mundial, el káiser Guillermo II abdicó y se proclamó la República, con capital en Weimar. Alemania tuvo que asumir la derrota militar y aceptar las duras condiciones impuestas por el Tratado de Versalles, considerado humillante por muchos alemanes. Los años de posguerra fueron de crisis económica, miseria y desempleo. La República de Weimar, gobernada por democratacristianos y socialistas, enfrentó una difícil situación económica y el descontento de amplios sectores de la población. En sus primeros años, la República se vio amenazada por movimientos revolucionarios de izquierda y por varios intentos de golpe de Estado de la extrema derecha.
Hitler y el Partido Nazi
Adolf Hitler, un soldado de la Primera Guerra Mundial que no aceptó la derrota alemana, fundó el Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores de Alemania (NSDAP), del cual se convirtió en líder. El partido se dotó de una organización paramilitar, las Secciones de Asalto (SA). Su ideología se basaba en el desprecio a la democracia, el odio al bolchevismo, el antisemitismo, la creencia en la superioridad de la raza aria y la necesidad de forjar un gran imperio (el Tercer Reich). Para atraer a los trabajadores, Hitler recurrió a la demagogia, prometiendo trabajo, la reducción de los beneficios industriales, la mejora de los salarios y una sociedad más solidaria. Acusó a judíos, comunistas y demócratas de ser los responsables de la crisis alemana. Las milicias nazis se enfrentaron violentamente a la República y protagonizaron varios intentos de insurrección.
El Nazismo en el Poder
Inicialmente, hubo una mejora en las condiciones económicas y cierta estabilidad social. Sin embargo, las consecuencias de la crisis de 1929 fueron devastadoras. La retirada del capital estadounidense llevó a la quiebra de muchos bancos, provocando el cierre de fábricas, un aumento del desempleo y un profundo descontento social. Este malestar social inclinó a una parte considerable de la población hacia las propuestas de los partidos extremistas, especialmente hacia el nazismo. El partido nazi comenzó a recibir el apoyo de figuras influyentes y a disponer de importantes ayudas económicas. Tras las elecciones de 1932, el partido nazi logró que Hitler fuera nombrado canciller. Poco después, los escuadrones nazis provocaron un incendio en el Parlamento (Reichstag) y culparon a los comunistas. Este hecho sirvió de pretexto para que Hitler exigiera plenos poderes y eliminara a sus adversarios. Tras la muerte del presidente Paul von Hindenburg, Hitler se proclamó Führer y Canciller del III Reich.