Tema 6: LOS FASCISMOS
CarácterÍSTICAS
-Totalitarismo
En los regíMenes fascistas el Estado intervénía en todos los ámbitos de la vida, coartando la libertad de los individuos. Controlaba la actividad privada, política y social, la economía, la educación y medios de comunicación. El Estado fascista se fundamentaba en la fuerza, el liderazgo y la jerarquía, no en el sufragio, ejerciendo un absoluto control de la sociedad. La división de poderes fue menospreciada y el ejecutivo se apropió de las funciones del legislativo y el judicial. El Partido oficial era la única organización política permitida. A través de él se fiscalizaba y regulaba la acción del Estado con el que llegó a confundirse, siendo su poder omnímodo.
Antiliberalismo y anticapitalismo
Los ideólogos fascistas acusaron al liberalismo de ser una ideología débil, incapaz de frenar al auge del comunismo e ineficaz para mantener el rumbo de una economía sometida a crisis cíclicas. La democracia y el sufragio universal se consideraron artificiales e inútiles. La libertad, encarnada en los derechos de expresión, asociación o reuníón fue contemplada con desprecio. Los partidos políticos fueron fueron ilegalizados y perseguidos. La unidad del Estado se consideró sagrada y para preservarla, se confió en la acción de un único partido bajo el liderazgo del jefe o caudillo.
El capitalismo se identificó con los financieros y banqueros judíos, calificados como elementos degenerados de la burguésía. Se distinguíó claramente entre la figura del gran capitalista, sinónimo de usurero corrupto, y la del empresario, honrado, laborioso y solidario con la comunidad.
Para compensar, se pusieron en práctica ciertas medidas de carácter social: participación de los obreros en los beneficios empresariales, creación de sistemas de seguridad social, etc. Empresarios, trabajadores y producción fueron puestos al servicio del Estado. Se encuadró a los obreros en ramas organizadas según la actividad laboral (construcción, textil, metalurgia, etc), en las que también fueron integrados los empresarios. Los sindicatos de izquierda fueron eliminados y sustituidos por organizaciones estructuradas al modo militar.
Sin embargo, a pesar de ese discurso propagandístico, Hitler, Mussolini y otros dictadores fascistas se apoyaron y defendieron al gran capital, al que recurrieron como fuente de financiación en su camino hacia el poder. Una vez alcanzado éste, la alianza con los grandes empresarios se estrechó aún más, hasta constituirse en la columna sobre la que se vertebró la economía. Para granjearse el apoyo del capital fue necesario, en ciertos casos, eliminar aquellos sectores que en el seno de la propia organización fascista postulaban cambios sociales revolucionarios. Así sucedíó en Alemania, cuando Hitler destruyó la influencia de las SA en la «noche de los cuchillos largos», durante la cual fue asesinado Ernst Röhm, principal líder de la organización, junto con otros mandos.
Algo similar tuvo lugar en España: el general Franco, una vez concluida la contienda civil, procedíó a reorganizar Falange Española de las JONS (Decreto de Unificación, 1937)
Antimarxismo
La lucha de clases chocaba profundamente con el corporativismo fascista además la presión del fascismo sobre los partidos y organizaciones obreras coincidíó con una profunda desuníón de la izquierda. Sindicatos, partidos políticos, organizaciones de izquierda
fueron ilegalizados y perseguidos por el Estado totalitario.
En Italia, los objetivos principales de las organizaciones paramilitares fascistas fueron los comunistas, socialistas y sindicalistas. Así sucedíó durante la huelga general llevada a cabo el 31 de Julio de 1922, que dejó innumerables muertos por todo el país tras los enfrentamientos que se desencadenaron.
Autoritarismo y militarismo
El fascismo concebía la sociedad como si de una organización militar se tratase en el que cada individuo debía ocupar un lugar determinado y desarrollar una función específica, por tanto, no tenían cabida las discrepancias.
Como en toda organización militar, la autoridad, la disciplina y la fuerza relegaban la igualdad, la libertad de acción y el pacifismo. Las fuerzas de carácter paramilitar: SA nazis, camisas negras italianos o falangistas españoles, junto a la policía y otros grupos especiales (Gestapo alemana), fueron los encargados de anular, con extrema violencia, los elementos hostiles al nuevo Estado.
El fascismo potenció el papel de las fuerzas armadas, esenciales para desarrollar los planes de expansión territorial que permitiesen ensanchar el espacio vital del pueblo y vengar los «agravios históricos» sufridos por la nacíón.
Ultranacionalismo
Los fascismos ambicionaron alcanzar la unidad y la identidad nacionales, excluyendo y hostigando a quienes pusiesen en peligro tal aspiración, ya fuesen otras naciones o, dentro del mismo Estado.
Los movimientos de carácter internacionalista, como la III Internacional (Komintern) y los grupos políticos que la integraban (comunistas), fueron también condenados y perseguidos, acusados de estar al servicio de potencias extranjeras, fundamentalmente de la URSS.
En Febrero de 1938 Hitler anexiona Austria al III Reich. Parte de la población austríaca, de habla y cultura germánicas, vio con agrado esta acción. Frente a este ambiente de ultranacionalismo, las principales potencias democráticas reaccionaron con tibieza, adoptando una estrategia conocida como «política de apaciguamiento», basada en el mantenimiento a toda costa de la paz pese a las provocaciones y hostilidad de las potencias fascistas.
En Septiembre de 1938, por el «Pacto de Múnich», el Reino Unido y Francia concedieron a Hitler licencia para anexionarse gran parte del territorio de los Sudetes (Bohemia-Moravia), perteneciente a Checoslovaquia y donde residía una importante minoría de origen alemán. Los acuerdos de Múnich resultaron un fracaso, pues meses más tarde (Marzo de 1939), Hitler invadía la totalidad del territorio checo. El ataque a Polonia (Septiembre de 1939) culminaría esa escalada de agresiones, originando la Segunda Guerra Mundial.
Para condicionar a las masas en torno a la idea de una patria común, se manipuló la historia: por ejemplo, Mussolini volvíó su mirada en la antigua Roma, tratando de evocar la grandeza de ese Imperio e identificándolo con la Italia fascista. Creó un Imperio que, hasta 1941, tuvo posesiones en África (Somalía, Etiopía o Abisinia y Libia), en el Egeo (Dodecaneso) y en el Mediterráneo (Albania).
Liderazgo de un jefe carismático
Los fascismos trataron de conseguir la armónía social bajo la benefactora acción de un jefe («duce, führer, caudillo»). Sin su liderazgo, las masas desembocarían en el desgobierno y el caos. El jefe debía estar dotado de un especial carisma que lo distinguiese. Además de su papel dirigente, su misión era servir de guía del pueblo, ejerciendo sobre él una labor benefactora y paternal.
Empleo de la propaganda y el terror
Para atraerse a las masas, los regíMenes fascistas pusieron gran empeño en controlar los medios de comunicación, especialmente, la radio y la prensa. Una vez en el poder abolieron la libertad de opinión, persiguieron a los periodistas independientes y utilizaron masivamente la propaganda para inculcar valores como patria, jefe, raza, etc. Maestro sin igual en esas prácticas fue el Ministro de Propaganda del III Reich, Joseph Goebbels. Junto a esos medios se empleó el terror, la represión y la reclusión en campos de concentración, valíéndose incluso del asesinato.
Simultáneamente, se pretendíó ofrecer una imagen atractiva del régimen, tanto en exterior como en el interior, mediante la exhibición de vistosos uniformes, saludos marciales, despliegue de banderas y estandartes, brillantes desfiles militares presididos por los jerarcas, discursos, etc. Para impresionar a las masas y colmarlas de orgullo patriótico. En 1936 los Juegos Olímpicos se celebraron en Berlín. Hitler aprovechó la ocasión para transmitir al mundo la imagen de una Alemania moderna, fuerte y unida bajo un indiscutible liderazgo.
Racismo y xenofobia
Todo aquello que el fascismo interpretó que podía descomponer una sociedad uniforme y rígidamente estructurada fue perseguido. Así ocurríó con las minorías raciales (judíos, eslavos, gitanos, etc).
En la Alemania nazi estos grupos fueron, en principio, aislados; más tarde se procedíó a eliminarlos para contribuir a la idea de mejorar la raza aria, considerada como superior e identificada con el pueblo alemán. Especialmente significativo fue el caso de los judíos, a quien los nazis responsabilizaban de ser el origen de los males del pueblo alemán y, por lo tanto, merecedores de ser destruidos. Para ello se planificó la “solución final”.