Guerra Civil Española: Dos Visiones Opuestas en un Conflicto Fratricida

El Estallido de la Guerra Civil y la Fractura de España

El golpe de Estado, aunque fracasado inicialmente, desencadenó una cruenta guerra civil y la división del país en dos bandos antagónicos.

A pesar de ser un conflicto interno, la Guerra Civil Española tuvo un carácter internacional que influyó en su origen y desarrollo.

España Nacional vs. España Republicana: Dos Modelos Opuestos

La Guerra Civil tuvo como efecto político inmediato la destrucción del Estado. Entre 1936 y 1939, en ambas zonas se gestó un nuevo orden político, tarea simultánea a la contienda bélica.

La España Nacional: Concentración de Poder y Contrarrevolución

En la zona nacional, el Estado republicano fue desmantelado. Se estableció un nuevo régimen caracterizado por la concentración de poder, la disciplina militar y el nacionalcatolicismo como ideología dominante. Este modelo representaba la contrarrevolución, diametralmente opuesto a la España republicana.

La Concentración del Poder

Inicialmente, Sanjurjo iba a liderar a los sublevados, pero su muerte dejó un vacío de liderazgo. Tras el fracaso inicial del golpe, se formó una Junta de Defensa Nacional integrada por los principales militares golpistas (Franco, Mola, Queipo de Llano, Cabanellas, Dávila y Saliquet). La Junta designó a Franco como jefe del mando militar, en parte por el avance de su Ejército de África, el apoyo de Alemania e Italia, y su perfil cauto y menos ideologizado. Dos hechos clave consolidaron su liderazgo: la toma del Alcázar de Toledo y el respaldo popular (manifestación de la Falange en Cáceres) y eclesiástico (pastoral del obispo de Salamanca). Así, la Junta nombró a Franco Generalísimo de los ejércitos, jefe del gobierno y del Estado en septiembre de 1936.

La Institucionalización del Régimen

Con el poder concentrado, Franco inició la creación del nuevo Estado. Unificó a falangistas, tradicionalistas (carlistas) y restos de la CEDA en un único partido, Falange Española Tradicionalista de las Juntas Ofensivas Nacional Sindicalistas, purgando a quienes se opusieron, como el jefe falangista Manuel Hedilla. La unidad del mando militar se tradujo en unidad de mando político, con Franco como líder indiscutible del nuevo partido o Movimiento Nacional. El nombramiento del Consejo de Ministros confirmó esta tendencia, con Franco asumiendo la potestad legislativa y repartiendo carteras entre las distintas familias políticas, que aportaron el sustento ideológico y personal administrativo al régimen, anticipando la estructura de la posterior dictadura.

Este gobierno, a través de leyes y decretos, inició la institucionalización del nuevo Estado: el Fuero del Trabajo (sindicatos verticales e intervención estatal en la economía), la Ley de Prensa (censura previa) y la Ley de Enseñanza Media (control de la Iglesia católica). Se sentaron así las bases del régimen, que se consolidaría con la dictadura.

Primeras Medidas en la Zona Nacional

Inmediatamente, la vida política y social se militarizó en esta zona. Se impuso una rígida censura de prensa, se suprimieron e ilegalizaron todos los partidos políticos y sindicatos del Frente Popular y se suprimió el derecho de reunión y asociación. El único partido permitido, Falange de la JONS, se subordinó a las directrices del ejército. Los únicos símbolos políticos permitidos fueron el falangista (el yugo y las flechas) y el carlista (la cruz de San Andrés). Al mismo tiempo, se cancelaron todas las disposiciones legales sobre la Reforma Agraria y se devolvieron a sus antiguos propietarios las tierras incautadas.

Los Nacionales

Los sublevados se autodenominaron Nacionales, y los republicanos fomentaron ese apelativo, aunque con connotaciones negativas. Si bien esto mantuvo al PNV en el bando republicano a corto plazo, a la larga fue perjudicial para la República y la izquierda española. El error del Frente Popular fue ceder a la derecha la exclusividad de los símbolos nacionales y el patriotismo. El bando nacional se apropió del título de nacional, con consecuencias negativas no solo para los republicanos, sino para toda España. En la actualidad, en algunos lugares de España, llamar «español» a alguien puede ser una amenaza, y llevar la bandera española tiene connotaciones fascistas. La apropiación del nacionalismo español por parte de Franco y su dictadura ha agravado el problema de la estructura de España.

La Iglesia

La Iglesia pronto calificó la guerra como una cruzada nacional. Las malas relaciones con la izquierda venían del siglo XIX, pero se agudizaron en el XX. La Constitución de 1931 y las leyes religiosas posteriores llevaron a la ruptura de relaciones con las autoridades republicanas de izquierda. A esto se sumó la represión de las masas contra la Iglesia, especialmente durante el gobierno del Frente Popular y la guerra civil. En territorio republicano, fueron asesinados cerca de 7.000 clérigos y se suprimió el culto católico. Los incendios de templos quedaron a merced de los exaltados. Estos hechos, causados por la postura de la Iglesia a favor de los sublevados, perjudicaron gravemente la imagen de la República.

La España Republicana: Atomización del Poder y Revolución

La España republicana se caracterizó por lo opuesto a la nacional: atomización del poder y disputas políticas, desorden y asamblearismo, división y revolución.

Guerra y Revolución

El golpe de Estado tuvo dos consecuencias inmediatas: el nombramiento de Giral como jefe de gobierno y la entrega de armas a partidos obreros y sindicatos para combatir la rebelión, lo que supuso la desaparición del ejército tradicional. A la creación de milicias armadas siguió la colectivización y confiscación de medios de producción. No hubo una revolución social planificada por el Frente Popular, sino una reacción a la rebelión. Ante el colapso del poder público, surgió un nuevo poder obrero, militar, político, social y económico.

La destrucción del Estado y la proliferación de poderes sindicales locales marcaron el futuro inmediato de la revolución, la guerra y la República. El poder se descentralizó, sin una autoridad central coordinadora. Giral, incapaz de crear un ejército y una dirección política, dimitió y fue sustituido por Largo Caballero, líder de la UGT.

Largo Caballero formó un gobierno de concentración con socialistas, republicanos, comunistas, nacionalistas, UGT y CNT, uniendo a todas las fuerzas leales a la República. Se priorizó ganar la guerra, dejando de lado la revolución: creación de un ejército regular, militarización de milicias, nacionalización de industrias de guerra, restablecimiento de la autoridad del gobierno, centralización económica, defensa de la pequeña y mediana propiedad, contención de la revolución social y pacto de unidad de acción entre partidos y sindicatos. A pesar de logros como la reconstrucción del ejército, las circunstancias seguían siendo adversas. CNT y POUM seguían combinando guerra y revolución, los nacionalistas ignoraban al gobierno central, había escasez de armas por el cierre de la frontera francesa y el ejército africano avanzaba. El gobierno se trasladó a Valencia, dando por perdido Madrid, que resistió, aumentando el peso político de los comunistas (por su papel militar y la ayuda rusa). La crisis estalló con los sucesos de Mayo en Barcelona: CNT y POUM tomaron la telefónica desafiando al gobierno catalán, y se enfrentaron a los comunistas. La Generalitat se impuso, Largo Caballero cayó y los comunistas ganaron influencia.

Retorno al Frente Popular

Se formó otro gobierno de concentración, presidido por el socialista Negrín con Prieto como Ministro de Defensa y sin la presencia de los sindicatos, su objetivo era resistir en la guerra del interior y ganar la guerra del exterior. La labor del gobierno consistió en darle un fuerte impulso a las medidas ya iniciadas con Largo Caballero de consolidación de un ejército regular, centralización de poderes, mantenimiento del orden público y de la mediana y pequeña propiedad. La política más criticada de Negrín fue la centralización, cuando cayó el norte, la república era más pequeña pero también más unificada.

La caída del gobierno de Negrín y con él la de la república se debió al fracaso de sus objetivos políticos; defensa en el interior para no perder la guerra en el exterior y forzar una mediación internacional. La mediación internacional fracasó por la negativa de Franco y la postura de Francia e Inglaterra favorables a la no intervención, que se confirmó en la conferencia de Munich en Septiembre del 38. Sin éxito en la política exterior, en la interior; la guerra, el protagonismo recayó en los comunistas y los militares, siendo su influencia cada vez mayor. Prieto y Azaña consideraban que la guerra estaba pérdida; los comunistas y militares no. En esta situación se produce la salida de Prieto de gobierno y la ofensiva del Ebro que resultó ser otro descalabro militar. Los comunistas seguían aún queriendo resistir con la esperanza de unir nuestra guerra con la segunda guerra mundial, pero los militares no. Se produjo entonces el golpe de estado del general Casado con el apoyo de Besteiro para negociar la rendición. No hubo negociación, pero si rendición. La guerra empezaba con un golpe de estado y terminaba con otro.

LA HORA DE LA REVOLUCIÓN Cuando estalló la guerra civil, fruto de un golpe de estado fracasado pero no derrotado, muchos llegaron que había llegado la hora de la revolución obrera. Buscaron semejanzas en la revolución rusa y se dispusieron a compatibilizar la guerra con la revolución. Liderados por el POUM, la CNT y con cierta connivencia del sector radical del PSOE de Largo Caballero se dedicaron a colectivizar las fábricas, las propiedades agrarias y todos los medios de producción. Los republicanos, los socialistas parlamentarios liderados por Indalecio Prieto y los republicanos creían que eso era un error y que conllevaría la derrota en la guerra. Tras los Sucesos de Mayo en Barcelona triunfaron sus posiciones y tuvo prioridad la guerra.

DESORGANIZACIÓN REPUBLICANA La desorganización republicana contrasta con el orden y la disciplina militar del bando nacional. Esta desorganización se plasmó en muchos campos, como en las milicias nacionales que no respondían a ninguna orden superior, a la atomización del poder, donde los ayuntamientos o las nacionalidades históricas hacían caso omiso de las indicaciones de instancias superiores o en el enfrentamiento dentro de los mismos partidos que integraban el bloque republicano. Dos claros ejemplos de ello fue la guerra civil en Barcelona dentro de otra guerra civil con ocasión de los sucesos en la telefónica de Mayo o el golpe de estado del general Casado con apoyo de Besteiro. La guerra había empezado con un golpe de estado y terminaba con otro

EL TERROR ROJO En las dos zonas se produjo una gran represión en la zona que se denominaba. No obstante, la matanzas de civiles, denominadas paseillos, tuvieron un carácter totalmente distinto en una zona y otra. En la zona republicana estos paseillos fueron protagonizados por grupos de descontrolados y radicalizados ajenos al gobierno central. Las iras de estos grupos desorganizados fueron dirigidas especialmente a los miembros y posesiones de la iglesia, a miembros de la oligarquía financiera y terrateniente y a militantes de la Falange, la JONS, la CEDA, etc. Especialmente espeluznante resultan las matanzas de clérigos en Lérida o la matanza de 12.000 presos políticos en Paracuellos del Jarama y Torrejón de Ardoz.

EL TERROR AZUL La represión interna que se llevó a cabo en la zona nacional estuvo controlada por el ejército y tenía un objetivo militar; desmoralizar al enemigo. En el territorio sublevado se ejecutaron a los políticos adversarios, a masones, profesores, maestros y a algunos intelectuales o artistas sospechosos o confesos de izquierdismo. Como ejemplos paradigmáticos de este terror citar la matanza de 2.000 trabajadores en la plaza de toros de Badajoz o el asesinato de García Lorca. Si analizamos con cierta objetividad los dos tipos de represión interna, posiblemente lleguemos a la conclusión que las principales víctimas de las guerras suelen ser la inocencia y la inteligencia

II.- LA INTERVENCIÓN EXTRANJERA

PAÍSES QUE AYUDARON A LA REPÚBLICA El país que más ayudó a los republicanos fue Rusia. Rusia facilitó el petróleo y las armas necesarias (se le pagó con las reservas de oro del banco de España). Los consejeros militares soviéticos jugaron un papel destacado en la organización táctica de la guerra, así como sus consejeros políticos, que ejercieron su influjo a través del PCE. También asesinaron a Andreu Nin. México también colaboró con la República, pero de forma más testimonial.

Las Brigadas Internacionales prestaron gran ayuda en forma de unidades de combate. Estaban compuestas por voluntarios extranjeros de Europa y América muy ideologizados.

PAÍSES QUE AYUDARON A LOS NACIONALES Los nacionales fueron los más favorecidos por el apoyo extranjero. La ayuda alemana fue la más importante tanto numérica como técnicamente. Destacó el puente aéreo y la legión Cóndor. La ayuda italiana consistió en el envío de tropas, aunque también armas. Portugal también apoyo a los sublevados, sobre todo introduciendo armas y petróleo por su frontera. Voluntarios extranjeros portugueses e irlandeses colaboraron también con los nacionales. También lo hicieron tropas marroquíes, pero en este caso se trataba de mercenarios, muy temidos y famosos.

EL COMITÉ DE NO INTERVENCIÓN Francia tenía muchas simpatías por los republicanos, pero los ingleses la sentían por los nacionales, ya que veían en ellas una fuerza para parar el movimiento obrero en Europa. En estas circunstancias, a instancias de las dos potencias se formó el Comité de No Intervención con el objetivo de impedir que nadie ayudara a los dos contendientes y para que la guerra no se internacionalizase. Otra razón para la creación de este comité fue la política seguida por Francia e Inglaterra de apaciguamiento de Hitler. Este Comité no consiguió impedir que los dos bandos recibiesen ayuda del exterior.

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