Hispania Romana y Al-Ándalus: Conquista, Romanización e Impacto Musulmán

Conquista y Romanización de la Península Ibérica: Aportaciones Romanas

La conquista romana de la península se puede dividir en cuatro etapas:

  1. (218-197 a.C.) Los romanos derrotan a los cartaginenses en la II Guerra Púnica, ocupan el sur y el levante peninsular.
  2. (197-133 a.C.) La política romana se orientó a la consolidación de su poder en los territorios ocupados (romanización) y a ocupar el interior. El incumplimiento de los pactos con los pueblos indígenas provocó revueltas generalizadas, en las que destacó la resistencia de pueblos como los lusitanos (Viriato) y celtíberos (Numancia).
  3. (133-29 a.C.) Hispania es el escenario de las guerras civiles en Roma (ej. entre César y Pompeyo).
  4. (29-19 a.C.) El emperador Augusto dirige las tropas contra las tribus cántabro-astures.

El Proceso de Romanización

La romanización es el proceso de asimilación cultural de los modos de vida romanos por parte de los pueblos indígenas. Fue más difícil en el centro y norte peninsular, donde el grado de desarrollo y urbanización eran menores. Los romanos se sirvieron de diversos cauces para imponer su forma de vida:

  • El ejército como vehículo de difusión de la civilización romana y reclutando a los indígenas como tropas auxiliares.
  • Fundando colonias con inmigrantes venidos de Italia (Itálica).
  • Extendiendo el modelo de vida urbano con la fundación de nuevas ciudades.
  • Imponiendo el Latín como lengua oficial que acabó desplazando a las lenguas vernáculas o mezclándose con ellas, dando origen, siglos después, a las lenguas romances (castellano, catalán, gallego).
  • El derecho romano que imponía el sistema legislativo romano.
  • La religión, con la introducción primero del panteón de dioses romano o el culto al emperador y, al final del imperio, el cristianismo.

Legado Económico, Social y Cultural

La economía era colonial y esclavista, exportando materias primas (trigo, aceite y minerales como el oro en Las Médulas) e importando productos manufacturados. La sociedad se divide en grupos con diferente categoría jurídica: libres (romanos y no romanos), libertos y esclavos. El legado cultural es amplio y duradero: figuras públicas como los emperadores Adriano y Teodosio, filósofos como Séneca, poetas (Lucano, Marcial), el geógrafo Mela o el agrónomo Columela; infraestructuras: teatros (Mérida), anfiteatros (Tarragona), puentes (Alcántara), acueductos (Segovia), murallas (Lugo), alcantarillados, calzadas (Vía Augusta, Vía de la Plata).

Al-Ándalus: La Conquista Musulmana y su Legado

La Conquista Musulmana de la Península Ibérica

La presencia de los musulmanes en la península ibérica se debió al movimiento expansivo del Islam y a la crisis del Estado visigodo por los problemas sucesorios de la monarquía. Los partidarios de Witiza pidieron ayuda a los musulmanes. Musa, gobernador del N de África, envió un ejército formado en su mayoría por bereberes al mando de Tariq. La batalla decisiva se produjo en Guadalete (711) donde fue derrotado Don Rodrigo. Tras la victoria se formó un nuevo ejército (con mayoría de árabes), con Musa al frente. Tariq y Musa se dirigieron entonces a Toledo. Entre 711 y 716 los musulmanes lograron el control de la península excepto la franja cantábrica y el O de los Pirineos.

El Emirato Dependiente y el Emirato Independiente

Durante el Emirato dependiente (714-756) la península fue una provincia más del califato de Damasco. Fue una época de inestabilidad política por los enfrentamientos entre los grupos musulmanes (bereberes y árabes) y por las campañas militares que marcarían los límites de la conquista musulmana (Covadonga, Poitiers). En el 750 la dinastía Omeya fue sustituida por la de los Abasíes. Abderramán I logró huir de Damasco y se refugió en Al-Ándalus, donde proclamó el Emirato independiente (756-929). Aunque fue una etapa de consolidación hubo expediciones militares de castigo (aceifas) contra cristianos del N para evitar su desarrollo militar y obtener botín de guerra.

El Califato de Córdoba: Apogeo y Declive

Abderramán III estableció el Califato de Córdoba (929-1031). A pesar de algunas derrotas (Simancas) logró mantener a los cristianos en sus fronteras. El periodo del califato constituyó el momento de mayor esplendor económico (auge del comercio y cobro de impuestos a los reinos cristianos), político (estabilidad interna) y cultural de la presencia musulmana en la península, en especial durante el gobierno de Al Hakam II (961-976). A finales del s. X el califato estuvo en manos del hayib (ministro principal) de Hisham II, Almanzor, quien lo convirtió en una dictadura militar que se mantuvo gracias a las victorias militares (Barcelona, Santiago de Compostela).

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