Carlos IV: Godoy y la crisis de 1808
Tras la muerte de Carlos III, le sucedió su hijo Carlos IV en 1788, quien estuvo casado con María Luisa de Parma. Se reunieron las Cortes y juró lealtad. Su reinado estuvo marcado por el estallido de la Revolución francesa que comenzó en 1789. Carlos IV mantuvo como primer ministro a Floridablanca, pero por influencia de la reina ascendió al cargo Manuel Godoy, siendo el verdadero gobernante de España, ya que Carlos IV fue un rey abúlico. Godoy corrigió las medidas reformistas e hizo algunos avances.
España tenía una política exterior marcada por la alianza con Francia, debido a los pactos de familia, pero la revolución hizo que esta cerrara su frontera con Francia y la Inquisición se encargó de perseguir a los franceses e ilustrados. Por eso se inició una guerra que acabó con la Paz de Basilea, donde se firmó el Tratado de San Ildefonso, el cual decía que España tenía que colaborar con Francia contra Gran Bretaña y Portugal, dándose la derrota de Trafalgar y suponiendo para España el hundimiento de su potencia marina.
En 1807 Godoy firmó con Napoleón el Tratado de Fontainebleau, el cual permitía a las tropas francesas su paso por España para conquistar Portugal. Con ello, Napoleón dispuso sus tropas en distintas partes de España. Al saber la situación, en 1808, estalló el Motín de Aranjuez, lugar donde se encontraba la corte, cuyo origen estaba en el partido que se había formado en torno al futuro Fernando VII, opuesto al excesivo poder y protagonismo de Godoy.
Carlos IV se vio obligado a destituir a Godoy y a abdicar a favor de su hijo Fernando. Napoleón los llevó a Bayona y los obligó a abdicar en él la corona, cediéndosela a su hermano José Bonaparte, que se convirtió así en rey de España y promulgó la Constitución de Bayona. El dos de mayo de 1808, el pueblo madrileño se amotinó, pero el general Murat reprimió la revuelta fusilando a muchas personas.
Tras las abdicaciones, España quedó dividida: por un lado, estaban los franceses, que contaban con el apoyo de los afrancesados, y por otro lado, los españoles que luchaban en nombre de Fernando VII (liberales y absolutistas).
Para controlar la situación, en las zonas no ocupadas por franceses, se crearon juntas locales que asumieron la autoridad en nombre de Fernando VII. Con delegados de las juntas quedó constituida, en 1808, bajo la presidencia de Floridablanca, la Junta Central Suprema, que en 1810 traspasó sus poderes a un Consejo de Regencia que se estableció en Cádiz y que convocó Cortes generales que llevaron a cabo un conjunto de decretos y la Constitución de 1812, lo que supondrá el primer intento de transformación liberal que se produjo en España. Por eso, para reprimir estos levantamientos, José I se vio en la obligación de traer un ejército mayor a España e intentar controlar la situación, lo que daría lugar a la Guerra de la Independencia.
La guerra contra la ocupación francesa se inició con el alzamiento del 2 de mayo de 1808. Los madrileños se enfrentaron a los soldados franceses. Los alzamientos se propagaron por otras ciudades españolas y las tropas se desplegaron por toda la península, y en julio de 1808 las fuerzas napoleónicas fueron derrotadas en Bailén por un ejército del general Castaños. Ante esta situación Napoleón se vio obligado a intervenir y mandó a 250.000 hombres de la Grande Armée para acabar con la resistencia. A finales de 1809, el ejército español fue derrotado en Ocaña. Esta derrota dio paso a la guerra de guerrillas, como recurso del pueblo ante la incapacidad del ejército, cuyos integrantes fueron paisanos armados que conocían el terreno y atacaban por sorpresa. A partir de 1812, la acción de los guerrilleros, unida a los fracasos de Napoleón en Rusia, debilitaron el poder francés y las tropas británicas de Wellington, aliadas con las españolas, derrotaron a los franceses. Este conflicto acabó con la Paz de Valençay, y Fernando VII obtuvo la corona.
Los efectos políticos de la guerra: Las Cortes de Cádiz
Tras los acontecimientos de 1808, España quedó en manos de José Bonaparte y estaba prácticamente ocupada por el ejército francés. Para controlar la situación, se crearon juntas en las regiones donde no había franceses, como la Junta de Asturias, la de Sevilla, etc., y eran en nombre de Fernando VII. En 1810, tras la victoria de Bailén, quedó constituida la Junta Central Suprema bajo la presidencia del conde de Floridablanca, mientras seguía la lucha contra las tropas de Napoleón. Más tarde, Floridablanca traspasó sus poderes a un Consejo de Regencia que se estableció en Cádiz, disolviéndose la Junta Central Suprema, y que convocó Cortes generales, por lo que provocó que se iniciara el proceso revolucionario. Se reúne una sola asamblea, en representación de la nación, aunque se reconocía como rey a Fernando VII y se le juraba fidelidad. Desde un principio, las Cortes de Cádiz tenían a la mayoría liberales, y había diputados de España y de la América hispánica. Se hace una nueva Constitución en 1812, “La Pepa”, ya que no aceptan la Constitución de Bayona impuesta por Napoleón.
Al mismo tiempo se le reconocía a las Cortes el poder constituyente, es decir, el poder de formular una ley única fundamental, una constitución. Esta constitución marca la soberanía nacional, la división de poderes (el ejecutivo recae en el rey y sus ministros, el legislativo en las Cortes y el judicial en los jueces), hay garantía de todo tipo de libertades, menos la libertad de culto, ya que todos los españoles deben ser católicos, conceden principios de organización, etc. La Constitución de 1812 es una constitución típicamente burguesa que acaba con el sistema político, social y económico del Antiguo Régimen para establecer otro de carácter liberal que asegura el control político, intelectual y económico a la burguesía. Cuando regresó Fernando VII, todos los que estaban en contra de la constitución se unieron al rey para acabar con ella y, además, “La Pepa” estaba mal elaborada, ya que carecía de virtualidad práctica. Su vigencia será muy limitada, sólo durante el Trienio Liberal, sin dar apenas tiempo a imponerla.
Entre los españoles, habían afrancesados, los cuales aceptaban a José I como rey; también estaban los juramentados, quienes se vieron obligados a jurar fidelidad a este; otros, simplemente, lo aceptaron para así probar con un monarca nuevo; y otros para no entrar en guerra con Francia. Al final de la guerra, que duró unos seis años, tuvieron que emigrar a Francia. Durante el reinado de José I se hicieron muchos avances: se suprimió la Santa Inquisición, se hicieron construcciones en Madrid, etc.
Reinado de Fernando VII
Mientras Fernando VII permanecía prisionero en Francia, el pueblo español, en nombre del rey, había redactado la Constitución de 1812 que acababa con el sistema del Antiguo Régimen y recortaba ampliamente los poderes del rey. Sin embargo, la Constitución no representaba la opinión de todos los españoles. Los diputados absolutistas, la Iglesia y parte del pueblo no aceptaban el nuevo régimen, por lo que se fragmentaron en absolutistas y liberales.
Cuando Fernando VII, tras su liberación por el Tratado de Valençay, en 1814, llega a España, quiere implantar el absolutismo, por ello, influenciado por el Manifiesto de los Persas y apoyado por la Iglesia y el ejército, hace un golpe de Estado y hace nula la Constitución y todas las leyes de las Cortes de Cádiz, restaurando el Antiguo Régimen y dándose la persecución de los liberales. Sin embargo, la vuelta al Antiguo Régimen ya no era posible y se volvió a un despotismo ilustrado. Esto provocó el descontento tanto de los absolutistas como de los liberales, y se dieron diversos pronunciamientos. Otro problema fue la falta de dinero, que llevó a la venta de Florida, por la corrupción e ineficacia administrativa que había. También América estaba en proceso de emancipación.
En 1820 el coronel Riego inicia un alzamiento en defensa de la Constitución de 1812. La rebelión se extiende por otras ciudades, y Fernando VII se ve obligado a capitular y a jurar la Constitución de 1812, lo que supuso el Trienio Constitucional.
Este periodo se caracteriza por la agitación política constante y la oposición al gobierno liberal. Por un lado estaba el rey, que intentó detener a los liberales y comenzó a pedir una intervención extranjera. Además, se crean partidas guerrilleras organizadas por la aristocracia y el clero, incluso los absolutistas instalan la Regencia de Urgel. Por otro lado, los liberales, que se dividieron en dos grupos: los moderados, dispuestos a introducir reformas en la constitución que la hicieran más conservadora; y exaltados, que la querían mantener y buscaban una política más progresista.
Ante el temor de que la Revolución se extendiera al resto de Europa, los miembros de la Santa Alianza envían un ejército, los Cien Mil Hijos de San Luis. En 1823 Fernando fue liberado y la constitución fue nuevamente abolida, finalizando el Trienio y comenzando la Década Ominosa.
Se impuso nuevamente el régimen absolutista y se inició una brutal represión contra los liberales, pero poco a poco el régimen absolutista se moderó. Los absolutistas más radicales formaron el partido carlista, en torno al hermano del rey, Carlos. Pero nació la futura reina Isabel, por lo que desencadenará una lucha entre los partidarios de Carlos y los de María Cristina y de su hija.
A principios del siglo XIX se desarrolló en América una conciencia revolucionaria que alcanzó la cumbre en la crisis de 1808. Los factores que la propiciaron fueron los errores administrativos de los españoles, la llegada de las ideas enciclopedistas traídas por ilustrados, como Los Derechos Humanos… y los factores económicos, ya que América era rica en materias primas. Influenciados por las ideas revolucionarias, fueron tomando una actividad más favorable a la emancipación. Durante la crisis de 1808 se crearon en las metrópolis núcleos rebeldes, como la de Simón Bolívar y Francisco Miranda, en los que depusieron a las autoridades españolas. A partir de 1816 los americanos fueron derrotando a los españoles e independizándose, y a España sólo le quedó Cuba.
Isabel II: Un reinado efectivo (1843-1868)
La muerte de Fernando VII, en 1833, abrió un largo periodo de transformación en la vida española, dando lugar a nuevas estructuras políticas, económicas, sociales y culturales. Durante el reinado de su hija, Isabel II, se produjo el paso definitivo del Antiguo Régimen al liberalismo burgués. La minoría de edad de Isabel II transcurrió bajo dos regencias, primero la de la reina María Cristina, su madre, (1833-1840) y después la del general Espartero (1840-1843). En 1843 se inició una revuelta encabezada por Narváez que hizo caer al gobierno de Espartero, que se exilió en Londres. Las Cortes, para evitar una nueva regencia, la coronaron reina a los trece años.
Tras la caída de Espartero se inició la Década Moderada (1844-1854). Isabel II encargó la formación de gobierno al partido moderado, liderado por el general Narváez. El partido moderado, apoyado por los sectores burgueses más conservadores, gobernó durante diez años. Redactó la nueva Constitución de 1845, las Cortes siguieron siendo bicamerales y los diputados del Congreso eran elegidos por sufragio censitario. En este periodo se firmó con la Santa Sede el Concordato de 1851, por el que quedaba zanjada la ruptura que se había producido con la Iglesia. También, los moderados configuraron un régimen basado en el centralismo político-administrativo.
Pero las divisiones internas del partido moderado y la corrupción hicieron que las clases populares dieran su apoyo a un pronunciamiento liberal progresista, liderado por O’Donnell, conocido como la «Vicalvarada», y el «Manifiesto de Manzanares», redactado por Cánovas del Castillo, determinó la movilización de los grupos progresistas. Por ello, la reina decidió llamar a Espartero, comenzando así el Bienio Progresista (1854-1856). Volvieron a adoptarse medidas radicales: se expulsaron a los jesuitas, se dio la Ley de Desamortización General de 1855, de Pascual Madoz, que afectaba al clero y a los bienes municipales. Esto, junto con las medidas anteriormente nombradas, la ruptura con la Iglesia y la oposición de los moderados y de algunos progresistas. También se dio la Ley General de Ferrocarriles de 1855.
Pero las presiones de la Corona y la Iglesia provocaron la reacción de los liberales moderados que provocaron la caída de Espartero y la vuelta de los moderados al poder, comenzando la Segunda Década Liberal Conservadora (1856-1868), donde se sucedieron los gobiernos de los generales Narváez y O’Donnell. Este periodo estuvo caracterizado por el predominio de tres sectores sociales: los terratenientes, los militares conservadores y la Iglesia. Se paralizó la desamortización, se le reconocieron a la Iglesia muchas prerrogativas. El periodo de mayor prosperidad coincidió con el Gobierno de la Unión Liberal de O’Donnell: expansión comercial, gracias a las coloniales de Cuba y Filipinas y una política exterior activa, pero también hubo guerras.
También se desarrolló el partido demócrata y apareció el republicanismo, y se crearon las primeras organizaciones obreras.
En 1864 volvió Narváez al gobierno, hubo nuevos pronunciamientos progresistas que llevaron a una dura represión. Esto llevó a una alianza entre progresistas y demócratas con el fin de destronar a Isabel. Más tarde comenzó la Revolución Gloriosa, con el apoyo de Prim y Serrano, que se extendió y logró vencer, lo que provocó la huida de Isabel a Francia.
Guerra colonial y crisis de 1898
Durante el reinado de Fernando VII las colonias españolas en América habían obtenido la independencia, formándose una serie de repúblicas independientes gobernadas por los criollos. Tras el movimiento independentista, España solo poseía las islas de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, constituyendo los últimos restos del gran Imperio español de la época de los Austrias.
Desde mediados del siglo XIX, Cuba tenía mejores relaciones comerciales con EE. UU. que con España, a pesar de que se mantenía el monopolio comercial tradicional. Había un movimiento que promovía la liberalización económica y una mayor autonomía en lo político. El estallido de la Revolución de 1868 en España lo alentó, pero lo único que se ofreció fueron unas medidas liberalizadoras que los independentistas consideraron insuficientes y exigieron constituirse en una República independiente. Pero los españoles se negaban a aceptar cualquier medida liberalizadora y se generó un conflicto, una guerra de diez años, la llamada Guerra Grande, que concluyó con la Paz de Zanjón, firmada por Martínez Campos tras conseguir la pacificación de la isla. Algunos líderes independentistas rechazaron la paz y siguieron trabajando por la independencia de Estados Unidos.
Pero la paz solo fue una tregua porque en la isla la sociedad seguía estando dividida y cualquier intento de reforma chocaba con los intereses de algún sector de la sociedad española. Ante esta situación, en 1895 la guerra vuelve a estallar, dirigida por José Martí, independentista cubano, que entró en contacto con otros líderes, Gómez y Maceo, y tras su muerte, la guerra va a continuar dirigida por estos, que adoptan una táctica de guerrillas.
Nuevamente fue enviado Martínez Campos a sofocar la rebelión, pero ante su fracaso fue sustituido por Weyler, que lleva a cabo una durísima represión que logra reducir la guerrilla. Cánovas aprovecha esta mejor posición para introducir algunas reformas, pero ya insuficientes. Cánovas es asesinado y Sagasta asume el gobierno, el cual decide conceder la autonomía en Cuba. Pero el clima de tensión en la isla aumentó.
Es entonces cuando EE. UU. decide intervenir directamente en Cuba enviando al acorazado Maine. Cuando el Maine fue volado, se desató una guerra con España, exigiendo la entrega de la isla, y ante la negativa de España se declaró la guerra en 1898. El gobierno no podía entregar la isla, considerada por la mayoría de los españoles como una parte de la nación, sin luchar. El almirante Cervera, encargado de dirigir la flota, y la flota española fue aniquilada mientras tropas estadounidenses invadían Cuba y Puerto Rico.
El otro escenario colonial fueron las Islas Filipinas, donde también habían aparecido movimientos de carácter independentista y donde también los norteamericanos se presentaron como sus libertadores.
En Filipinas la escuadra fue destruida y España, ante el desastre, pidió la paz. Por el Tratado de París perdió Cuba, Puerto Rico y Filipinas, que pasaron a depender de EE. UU. En el ámbito económico, aunque se perdieron las colonias, la industria nacional se recuperó y la repatriación de los capitales americanos permitió un gran desarrollo de la banca española. Pero en el ámbito ideológico supuso el movimiento regeneracionista.
Isabel II: Las Regencias (1833-1843)
Cuando Fernando VII muere en 1833, María Cristina se encargó de la regencia hasta que Isabel alcanzase la mayoría de edad. Pero los partidarios de Carlos, de carácter absolutista, no aceptaron la situación y se rebelaron, comenzando así la guerra civil. Tendrá consecuencias, ya que hay una inclinación de la monarquía hacia el liberalismo, el protagonismo político de los militares, y los enormes gastos de guerra llevan a darse reformas. Por otro lado, se caracteriza por la alternancia en el gobierno de progresistas y moderados.
A comienzos del reinado surgieron los primeros partidos políticos liberales: el partido moderado de Narváez, se apoyaba en las clases altas, defendía la soberanía compartida entre el rey y las Cortes, dotar al monarca de amplios poderes y la limitación de los derechos de los ciudadanos; y el partido progresista de Espartero, apoyado por las clases medias, defendía la soberanía nacional, representada en las Cortes, que debía limitar el poder del rey.
Durante la década de los 40, surgirán otras fuerzas políticas de tendencias democrático-republicanas.
La minoría de edad de Isabel II transcurrirá bajo dos regencias.
Primero la de la reina María Cristina (1833-1840). Los moderados se hicieron con el poder. Se dio el Estatuto Real de 1834, una carta otorgada, que se centraba en la reforma de las Cortes.
La guerra civil y la situación económica provocaron sublevaciones de las milicias urbanas, que exigían una ampliación de las libertades, del sufragio y la entrega del poder a políticos progresistas.
En 1836 se dio el Motín de La Granja de San Ildefonso, obligando a María Cristina a aceptar la Constitución de 1812, aunque se acabó redactando la Constitución de 1837 con soberanía nacional, reconocimiento de derechos ciudadanos, división de poderes y limitación del poder del monarca. Pero, para tener el apoyo de los moderados, había algunos aspectos del Estatuto Real: el poder del monarca de convocar y disolver las Cortes y de vetar leyes, Cortes bicamerales y el sufragio censitario.
Con esto se dieron algunas leyes progresistas como no pagar diezmo a la Iglesia o la eliminación de aduanas y suspensión de gremios. Además se adoptaron medidas para liberalizar el mercado de la tierra. Se disolvieron las órdenes religiosas y sus fincas se declararon bienes nacionales. También se dio la desamortización de Mendizábal, que tuvo el objetivo de sanear la Hacienda y extender el carácter liberal, aunque provocó graves tensiones entre la Iglesia y el Estado liberal.
Finalizada la guerra carlista, un gobierno moderado de Pérez Castro intentó limitar de nuevo las reformas y dio una ley de Ayuntamientos. Los progresistas se rebelaron y la regente tuvo que recurrir a Espartero, por lo que esta dejó la regencia.
La segunda regencia fue la de Espartero (1840-1843), que gobernó de manera dictatorial, reprimiendo a los moderados y sin someterse al Parlamento.
Se ganó así el rechazo de todos y puso en peligro la industria catalana, por lo que a este se le unió el apoyo carlista. Algunos sectores liberales progresistas, que habían apoyado inicialmente a Espartero, se enfrentaron a sus formas autoritarias. Debido a ello, en 1843 se inició una revuelta militar encabezada por Narváez que hizo caer al gobierno. Espartero se exilió en Londres.
Las Cortes, para evitar una nueva regencia, adelantaron la mayoría de edad de Isabel II, que de esta forma fue coronada reina a los trece años.
Reinado de Alfonso XII: el sistema canovista y la Constitución de 1876
:Restauración producida en 1875;
vuelven los dos grandes partidos de la época isabelina para turnarse en el
poder de manera pacífica y alterna; se crea una nueva Constitución que va a ser
una de las más longevas de nuestra historia; periodo que se caracteriza por la
pérdida de las colonias y el progreso económico. Retorno y primeras medidas:
desde el golpe de Pavía Serrano prepara el terreno, prohíbe asociaciones
obreras, y anula la oposición crece el
apoyo a la causa alfonsina; 1 de diciembre de 1874 manifiesto de Sandhurst; 28
de diciembre pronunciamiento de Martínez Campos en Sagunto; 31 de diciembre
proclamación de Alfonso XII como Rey; Primeras medidas: Cánovas nombra
gobernadores y alcaldes monárquicos y decretos represivos contra la oposición
sobre todo de tipo republicano; restablecimiento del Concordato con la Santa
Sede; campaña final contra carlistas → en 1876 Manifiesto de Somorrostro; Paz
de Zanjón en Cuba en 1878, amnistía, libertad de esclavos asiáticos, y promesas
de reformas que posteriormente no se cumplen. Sistema canovista y Constitución de 1876: Sistema canovista:
las instituciones básicas del nuevo modelo de Estado están basadas en la
historia medieval de España la Monarquía, las Cortes y los Municipios;
acogimiento de todas las tendencias liberales, creando un sistema que evite
pronunciamientos y crisis políticas; creación del sistema bipartidista de turno
de partidos, Partido Conservador liderado por Cánovas y Partido Liberal por
Sagasta; objetivo dejar al ejército en los cuarteles; modelo: bipartidismo
británico; sistema conservador, impuesto por la oligarquía tras las
convulsiones del
Sexenio.Constitución de 1876:
texto flexible, cuya concreción se remite a leyes de inferior rango,
ambigüedad, sobre todo en el apartado de derechos; su inspiración es
conservadora; establece soberanía compartida Rey – Cortes (derecho de veto 1
ley por legislatura); poder legislativo: dividida en Cámara Alta, Senado con
tres tipos de senadores, derecho propio, designación real y elección. Cámara
Baja: Cortes, sufragio, primero censitario y después universal masculino y
directo; poder ejecutivo: Rey a través de ministros, elige Presidente que
convoca elecciones (que siempre gana); estado centralista; poder judicial:
independiente; se garantiza la libertad de culto pero se reconoce el carácter
católico de España. Conservadores: en el gobierno de 1876 a 1881; dirigidos por
Cánovas; abolición de fueros vascos; restricción de libertades; censura;
anulación de la libertad de cátedra; recorte de derechos de asociación y
reunión; sufragio restringido al 5% de la población, elección de alcaldes por
el gobierno. Liberales: dirigidos por Sagasta; se crea en 1880 el Partido
Fusionista, después Partido Liberal; 1881 primer gobierno quiso terminar con
las restricciones anteriores, limitó las denuncias políticas, devolvió cátedras
retiradas, permitió asociaciones obreras y republicanas; 1883 disturbios en
campo andaluz y pronunciamiento republicano, respuesta con dura represión y
proceso contra golpistas. Caciquismo y pucherazo: adulteración, cuando había
desgate político por la acción de gobierno el Rey nombraba al candidato de la
oposición Presidente, éste convocaba elecciones y fabricaban la mayoría; se
ponen a trabajar los caciques de las zonas rurales que adulteran las elecciones
obligando a votar al candidato de turno. Si no sale se produce el pucherazo, o
introducción de papeletas falsas para que salga elegido el que corresponda;
este sistema produce indiferencia social hacia la vida política del país
7)La
Regencia de María Cristina de Habsburgo y el turno de partidos. La oposición al sistema.
Regionalismo y nacionalismo. Tras la muerte de Alfonso XII (1885), María
Cristina de Habsburgo, su viuda, asumió la regencia hasta la mayoría de edad
del futuro Alfonso XIII, (1902) del que estaba embarazada a la muerte de su
esposo. Esta etapa comenzó con un gobierno del Partido liberal de Sagasta
(18851890) que otorgó al sistema una orientación más progresista mediante la
promulgación de una serie de leyes como la ley de Asociaciones (1887), la ley
de Jurado (1888) o la ley del Sufragio Universal (1890). A Partir de 1890
Cánovas y Sagasta de turnaron en el poder. Pero en 1897 Cánovas murió víctima
de un atentado y el régimen sufrió un duro golpe. Aunque la verdadera crisis se
produjo a raíz de la pérdida de las últimas colonias españolas en 1898. El
régimen político de este periodo continúo siendo el ideado por Cánovas del
Castillo tomando como modelo el sistema británico: consistía en una monarquía
parlamentaria en la que dos partidos se turnaban pacíficamente en el poder. El
sistema Canovista se basaba en el turno de partidos pero dentro de un régimen
bipartidista, solo dos partidos, el conservador y el liberal, entran en el
juego en un primer momento. El resto de los partidos (republicanos, socialistas
o nacionalistas) formaban la oposición al sistema. El Partido Conservador. Fue
creado por el propio Cánovas. Integraba a los miembros del antiguo partido
moderado y de la Unión Liberal. Partidario de una monarquía parlamentaria que
fuera controlada por una oligarquía financiera (sufragio restringido), con
libertades limitadas, apoyo a la iglesia y un proteccionismo económico. El
Partido Liberal. Lo forma Sagasta en 1880, aglutinando a los progresistas y
radicales.Difería muy poco del conservador, ya que representaba los intereses
de la misma clase social,la burguesía, aunque su base social era más amplia.
Defendían la soberanía nacional, elsufragio universal, unas libertades más
amplias, incluida la de asociación y culto, eran anticlericales y defendían el
librecambismo (A. Smith). La alternancia en el poder de los dos partidos se
convirtió en cambios de gobierno pactados de antemano entre ellos. Una vez
acordado el cambio de gobierno, se convocaban elecciones y se amañaban para que
arrojaran resultados favorables al nuevo partido era la práctica del
caciquismo. Los dos partidos tenían su propia red organizada para asegurarse
los resultados electorales adecuados. En Madrid estaba la oligarquía integrada
por altos cargos políticos y personajes influyentes. En las capitales de
provincias la figura clave era el gobernador civil. Y en las comarcas, pueblos
y aldeas estaban los caciques locales, con poder económico e influencias.
Cuando un partido consideraba que le había llegado el turno de gobernar o de
pasar a la oposición lo pactaba
con el otro partido. La regente,
entonces disolvía las Cortes y convocaba elecciones. Desde Madrid los oligarcas
transmitían instrucciones a los gobernadores civiles de cada provincia, estos
elaboraban la lista de los candidatos que habían de salir elegidos en cada localidad
–los encasillados y se lo comunicaban a los caciques locales que se encargaban
de la manipulación directa de los resultados electorales utilizando distintos
procedimientos: actitudes protectores hacía los electores, amenazas,
extorsiones, el cambio de urnas o
“pucherazo”… Los demás partidos constituían la oposición al sistema.
Durante los primeros años de la Restauración tienen poco protagonismo, pero
poco a poco, a medida que la corrupción era más evidente el descontento creció
en la sociedad española y los partidos de oposición fueron ganando fuerza
provocando la crisis del sistema canovista, especialmente a partir de 1898.
Después del fracaso de la I República los partidos republicanos retrocedieron y
perdieron gran parte de su base social que empezó a seguir a los partidos
obreros y a los partidos nacionalistas; el más representativo fue el Partido
Republicano Progresista, heredero de la I República, al que pertenecían hombres
como Salmerón o Ruiz Zorrilla. Posteriormente se dividieron, algunos optaron
por la vía del catalanismo (Salmerón), otros por el regeneracionismo
(Melquíades Álvarez) y otros por la vía de la acción revolucionaria (Ruiz
Zorrilla y Lerroux). Los partidos obreros se organizan legalmente a partir de
la promulgación de Ley de Asociación . Desde la ruptura de la AIT en 1872 el
movimiento obrero estaba escindido en dos grandes corrientes ideológicas, los
socialistas marxistas y los anarquistas de Bakunin. En España el partido
socialista más importante era el PSOE, fundado en 1879 por Pablo Iglesias, que
seguía la corriente marxista que defendía el fin de la sociedad capitalista y
de la propiedad privada de los medios de producción mediante la revolución
obrera para establecer una dictadura del proletariado. Sin embargo poco a poco
el PSOE evolucionó hacia posiciones reformistas (socialdemocracia) presentando
candidatos en las elecciones. En 1888 P. Iglesias fundó el sindicato UGT, que
centro su luchar en la mejora de las condiciones de trabajo (salario mínimo,
jornada de 8 h., descanso dominical, prohibición del trabajo infantil). Los
Anarquistas, por su propia naturaleza, carecían de una única doctrina, pero
tenían
en común el rechazo de toda forma de
organización estatal. En España vamos a encontrar dos corrientes: En Andalucía el
anarquismo de Bakunin, que propugnaban la formación de comunidades autónomas,
autogestionadas, sin una autoridad ni propiedad privada y en Cataluña el
anarcosindicalismo que quería mantener los sindicatos como única forma de
organización social. La CNT fundada en 1911 fue el más importante sindicato
anarquista.
TRANSFORMACIONES
ECONOMICAS
La economía del siglo
XIX se desarrolló de una forma muy lenta debido a los grandes desajustes a
causa de los efectos de la Guerra de Independencia. Estaba basada principalmente
en la revolución industrial y en el sector agrario. El proceso de restauración
supuso un fuerte avance económico frente al escenario de crisis política,
demográfica y económica. En este periodo se pasó de la industria artesanal a la
fabricación mecánica. La agricultura siguió siendo la actividad más importante,
ya que más de dos tercios de la población estaba implicada en ella, pero se
tuvieron que adoptar medidas para innovar este sector, uno de ellos es la
desamortización. Desarrolladas en los siglos XVIII y XIX significaron un cambio
decisivo en el campo español. A través de ellos, el Estado convirtió el
patrimonio amortizado de la iglesia y las ciudades en bienes nacionales, lo que afectó a gran
cantidad de bienes rústicos y urbanos. Así, estas tierras que no se usaban eran
vendidas en pública subasta y se trabajaban. Las desamortizaciones tuvieron una
intencionalidad recaudatoria para sanear la Hacienda y erradicar la Deuda
pública. Igualmente, se intentó desarrollar el capitalismo en el medio rural y
crear una clase de propietarios para afianzar el régimen liberal. Los dos
principales procesos desamortizadores del siglo xix se dieron por Mendizábal y
Madoz. Con los fondos recaudados en las desamortizaciones se pudieron crear
infraestructuras además de sanear la deuda pública, y se pudo modernizar la
economía. Aunque hubo más tierras de cultivo, no todas daban fruto, y las
condiciones en las que trabajaban los campesinos seguían siendo precarias. Como
siempre suele pasar, esto sólo trajo beneficios a la clase media-alta. Seguían
predominando los cultivos de cereal (trigo, cebada, centeno), vid y olivo, aunque se empezaron a trabajar
cultivos frutales, que traían más beneficios. La Revolución Industrial en
España llega tarde y es incompleta, debido a que, además de la pobre
agricultura, no existía una burguesía que invirtiese en el progreso y a la
escasez de materias primas y la dependencia del exterior. Además no había un Gobierno sólido que
favoreciera la industrialización. En el sector textil se experimentaron nuevos
cambios y la mayor crecida la obtuvo Cataluña, con la industria del algodón. La
industria siderúrgica se localizó en la corriente cantábrica y se desarrolló
con bastante retraso respecto a Europa por la baja calidad del carbón y las
malas comunicaciones. Las minas de Asturias y Huelva se explotaban con capital
extranjero. Pero el auge verdadero se produjo durante la década moderada
gracias a la importación de tecnologías y capitales extranjeros. La
construcción de la red ferroviaria se convirtió en un hecho decisivo.
En conclusión, España no se
incorpora hasta el siglo XX a la demografía moderna, convirtiéndose en un país
agrícola cuyos habitantes se ven obligados a emigrar. El campesinado y el
proletariado urbano se enfrentarán al poder y originarán un siglo XX con muchos
conflictos y enfrentamientos, incluyendo actos terroristas.
TRANSFORMACIONES
SOCIALES Y CULTURALES
Durante siglos la sociedad española vivió condicionada por una estructura social estamental que apenas experimenta modificaciones. En el siglo XIX, sobre todo a partir de 1833 (muerte de Fernando VII) se sentaron las bases de una nueva sociedad donde en teoría todos los individuos son iguales ante la ley. La sociedad deja de dividirse en estamentos cerrados, con derechos y obligaciones diferentes, y se estructura en una sociedad de clases, donde el criterio de división de la población es fundamentalmente el nivel de renta. Esta población experimentó un notable crecimiento demográfico, gracias a las mejoras realizadas en la alimentación (extensión de cultivos, incorporación de la patata), avances de la medicina preventiva (vacunación), y la introducción de medidas higiénicas. España mantenía altas las tasas de natalidad y de mortalidad. Este crecimiento también se debió a la escasez de métodos anticonceptivos útiles. El crecimiento demográfico no se acompañó de un paralelo desarrollo económico, por lo que siguen produciéndose crisis de subsistencia y hambrunas, que explican la alta mortalidad junto a las epidemias (sarampión, tifus, tuberculosis…) La población tenía una distribución desequilibrada con un alto contraste entre la periferia litoral, muy poblada y el centro peninsular escasamente poblado. En este momento se inicia también el éxodo rural, las ciudades con desarrollo industrial se convierten en un foco de atracción para la población rural. Pero será durante los años de la Restauración cuando el éxodo rural se intensifique, sobre todo dirigido a las capitales de provincia, a los núcleos industriales de Cataluña y el País Vasco y a las grandes ciudades. (Madrid y Barcelona sobrepasarán los 500 000 habitantes). Hay que destacar la emigración a América, procedente sobre todo de Galicia, Asturias y Canarias, se estima que entre 1880 y 1914, un millón de españoles cruzaron el Atlántico. Estos cambios dejan atrás el Antiguo Régimen. El ejército será uno de los grupos sociales más importantes de la vida española en el siglo XIX, cuyos generales y oficiales formaran parte de las clases medias e incluso de las clases altas. Pero la gran mayoría de la población española pertenecía a las clases bajas, mayoritariamente jornaleros y campesinos con un estilo de vida precario. Aunque la mayoría de la población española seguía siendo campesina el principal cambio social del siglo XIX fue la aparición de la clase obrera industrial. El trabajo en las fábricas implicaba jornadas de 12 a 14 horas. Con salarios bajos, paro y explotación infantil. El analfabetismo igual que en el campo era general. Aquí surgieron los primeros intentos de asociación, que dieron lugar a corrientes ideológicas marxistas y anarquistas de Bakunin. La prensa tuvo un auge en esta época. Se publicaban todo tipo de periódicos y unos de tipo muy peculiar llamados vanguardias, que reflejaban los ideales europeos e incitaban a la europeización de España. Los autores de la Generación del 98 son importantes en esta época.