Crisis del Antiguo Régimen e Independencia Americana
La Guerra de la Independencia y los Comienzos de la Revolución Liberal
La Guerra de la Independencia
El impacto de la Revolución Francesa en España
En 1788 sube al trono Carlos IV, quien mantenía las instituciones propias del Antiguo Régimen. La Revolución Francesa abrió la posibilidad de un primer intento de revolución liberal, produciendo una reacción inmediata en las autoridades españolas ante la posibilidad de que se extendiera el movimiento. Esta guerra tuvo dos dimensiones: una guerra civil que enfrentó a los patriotas defensores de los Borbones frente a los afrancesados, y una guerra internacional, ya que España fue el escenario principal de las operaciones de los ejércitos inglés y francés.
A Carlos IV le sustituye en 1792 el Conde de Aranda, quien procuró mejorar las relaciones con las autoridades francesas, esperando contener la revolución y salvar la vida de Luis XVI. Godoy sustituye al Conde de Aranda, quien no logró salvar a Luis XVI. Llega la Paz de Basilea, en julio de 1795. Por este tratado, España recupera su integridad territorial a cambio de la isla de Santo Domingo. Un año después, el Pacto de San Ildefonso restaura la alianza franco-española para luchar contra Inglaterra, convencido Godoy de que la amenaza radicaba en la penetración británica en el mercado americano. La marina española es derrotada en el cabo de San Vicente, quedando desprotegido en adelante el comercio ultramarino.
A partir de la toma del poder por Napoleón Bonaparte, en 1799, y ante la debilidad de Carlos IV, aumenta el intervencionismo napoleónico, que obliga a Godoy a dirigir la invasión de Portugal –Guerra de las Naranjas–, con objeto de cerrar sus puertos al comercio británico. En 1802, Francia e Inglaterra firman la paz, pero pronto España pierde su flota en Trafalgar (1805) ante la escuadra del almirante Nelson. Las posesiones americanas quedan incomunicadas y el hundimiento económico de España se hace imparable. Así, a finales de 1807, la situación interna del país era caótica.
A esto se unía la bancarrota de la Hacienda, a causa de las sucesivas guerras. Crecía el desprestigio de las instituciones. Todo contribuía al descrédito del Príncipe de la Paz –Godoy–. La nobleza se unió en torno al príncipe heredero Fernando, que no dudó en conspirar contra sus padres. El clero no le perdonaba que siguiera adelante con las desamortizaciones y que persiguiera al Santo Oficio, convenciendo a las clases populares de que Godoy era el culpable de todos los males.
La población veía en el heredero a un salvador del país y de la dinastía. Se desconocían los detalles de sus actividades conspiradoras. En octubre de 1807 fue descubierta una primera conspiración de Fernando, apoyado por “la camarilla”. El príncipe de Asturias acabó obteniendo el perdón de sus padres tras el llamado Proceso de El Escorial, en el que no tuvo reparo en delatar a todos sus partidarios.
La Guerra de la Independencia: Fases y consecuencias
El origen de la Guerra de la Independencia puede rastrearse en 1807. Napoleón había optado por declarar el Bloqueo Continental contra todos los productos británicos, pero chocó con Portugal, que se negó a aplicarlo.
Para ocupar Portugal, firma el Tratado de Fontainebleau. Por él, España permitía al ejército francés atravesar territorio español rumbo a Portugal. La conquista no ofreció mayor dificultad y en pocos días las tropas de Junot entraron en Lisboa. En la noche del 17 al 18 de marzo de 1808 se produjo el llamado Motín de Aranjuez, cuando los partidarios de Fernando tomaron al asalto el palacio. A la mañana siguiente Godoy fue depuesto y detenido. Carlos IV se vio obligado a abdicar, cediendo la Corona a su hijo. Estos sucesos fueron contemplados por Napoleón, que, aprovechando la presencia de sus tropas en España y comprobando la debilidad de la Corte española, concibió un proyecto nuevo con un doble objetivo:
- Eliminar a la dinastía real borbónica española, que sería sustituida por su hermano José I Bonaparte.
- Convertir los territorios españoles al norte del río Ebro en provincias francesas.
Cuando el rey Fernando entró en Madrid, las tropas de Murat se encontraban ya en la capital. Durante varias semanas la familia real española fue, de hecho, rehén del general francés. Fernando optó por rehabilitar a sus viejos partidarios mientras destituía a los de Godoy. Finalmente Napoleón decidió intervenir y envió a Madrid al general Savary, con la misión de convencer a Fernando de que se trasladara hacia el Norte para salir al encuentro del Emperador. Tras dejar en Madrid una Junta de Gobierno, Fernando partió el 10 de abril en un viaje que le llevaría más lejos, llegando a Bayona el 20 de abril. Donde tendrían lugar unas negociaciones vergonzosas.
La alarma provoca un levantamiento el día 2 de mayo en Madrid. Murat publicó un bando en el que dejaba claro que a partir de entonces él era la máxima autoridad en la península. La misma tarde del día 2 el alcalde de Móstoles, Andrés Torrejón, dictó un bando llamando a las armas contra los franceses. En los días siguientes se difundieron por todo el país tanto las noticias de lo ocurrido en Madrid como las Abdicaciones de Bayona.
Estas abdicaciones consistieron en la renuncia de Fernando en beneficio de sus padres y la de éstos en la Casa Bonaparte (7 de mayo 1808). Las únicas condiciones que consiguió incluir Carlos IV en su renuncia fueron la de la unidad de los dominios cedidos al Emperador y la exclusividad de la religión católica; a cambio, obtuvo varios castillos en Francia y una renta de 30 millones de reales, que equivalía a vender literalmente el reino. Tampoco Fernando se convirtió en un rey secuestrado, el Deseado, inició en el castillo de Valençay un exilio dorado. Napoleón decidió entonces nombrar Rey de España a su hermano José, a la sazón Rey de Nápoles. Pero para entonces la guerra ya había estallado.
El Consejo de Castilla y la Junta de Gobierno acataron las órdenes francesas; la misma actitud se dio entre buena parte de los altos funcionarios, en la jerarquía de la Iglesia y en casi todos los mandos militares, que apoyaron la represión. Pero muy distinta fue la reacción del resto de la población; la abdicación de Fernando VII se interpretó como una renuncia forzada y se rechazó de plano al nuevo soberano. Por todas partes se tomaron medidas para cumplir el bando de Móstoles, y entre el día 22 y el 30 de mayo casi todo el país se había sublevado contra los franceses.
Los levantamientos de mayo de 1808 tienen como características esenciales las siguientes: fue una guerra nacional y popular, pero no revolucionaria; guerra española y al mismo tiempo conflicto internacional. La lucha contra los franceses acrecentó el sentimiento de pertenencia a una misma comunidad. El ideario que hizo posible el levantamiento partía de la defensa de la religión y de la monarquía, de una visión tradicional de la sociedad no compartida por la minoría liberal que, además de afirmar la nación frente a Francia, deseaba hacer su propia revolución.
La Iglesia no pudo evitar que una minoría, aislada en Cádiz por causa de la guerra, legislase a su gusto y estableciese los fundamentos de la futura revolución liberal, de espaldas a la realidad social de España. Así como el clero consiguió movilizar al pueblo contra los franceses, José Bonaparte no logra un apoyo de las minorías ilustradas.
Con el estallido de los levantamientos y las Abdicaciones de Bayona se produjo un vacío de poder y la ruptura del territorio español. Para controlar la situación en las regiones no ocupadas por el ejército francés, los ciudadanos más prestigiosos establecieron un nuevo poder: las Juntas Provinciales, que asumen su soberanía y legitiman su autoridad en nombre del rey ausente. Con delegados como Jovellanos, quedó constituida en Aranjuez (septiembre de 1808), bajo la presidencia del Conde de Floridablanca, la Junta Central Suprema, que tomó para sí los poderes soberanos y se erigió en el máximo órgano gubernativo en su lucha contra los franceses.
Fases de la Guerra:
Características fundamentales:
- Amplia participación popular.
- Deseo de independencia y defensa del espacio propio frente al invasor.
- Entusiasmo nacionalista y rechazo emocional de “lo francés”, identificado con el ateísmo y el robo.
a) Primera fase: desde mayo a finales de 1808.
En principio la relación de fuerzas era muy desigual. Frente a un ejército francés hasta entonces invencible, el ejército español estaba en clara inferioridad de condiciones, pero mostraron una gran capacidad de lucha. Además, la intervención de unidades inglesas y portuguesas reforzó la resistencia española. En un primer momento los franceses trataron de sofocar los levantamientos urbanos surgidos por todo el país. A mediados de junio se inició el sitio de Zaragoza, cuya resistencia fue organizada por el General Palafox. Frente a la superior técnica militar francesa, los españoles opusieron una heroica resistencia, teniéndose que rendir los franceses en Bailén (19 de julio), ante el General Castaños. Esta derrota alcanzó una gran repercusión internacional al tratarse de la primera derrota en tierra de un ejército de Napoleón, y José Bonaparte, que acababa de llegar a Madrid, hubo de retirarse rápidamente a Vitoria, y las tropas francesas retrocedieron hasta el Ebro. También serán derrotados en Portugal, por el ejército inglés.
b) Segunda fase: desde fines de 1808 hasta finales de 1811.
Fase de dominio militar francés, que se inició con el traslado de Napoleón en persona al frente de la Grand Armée, en su mayoría veteranos de guerra, recuperó Madrid y regresó a Francia (enero 1809). José Bonaparte vuelve a Madrid, mientras que la Junta Central debe buscar refugio primero en Sevilla y luego en Cádiz. Sólo Cádiz pudo resistir con la ayuda británica. Desde 1809 en adelante la guerra entró en una fase de desgaste por la hostilidad continua de la guerrilla, una forma de lucha nueva e imprevista que será decisiva para la victoria final. Su importancia radica en su peculiar táctica. El guerrillero rehuye la batalla frontal, en la que se sabe inferior, y opta por golpear repetidamente, mediante emboscadas, contra fuerzas reducidas del enemigo. El ejército francés, incapaz de luchar con efectividad contra las guerrillas, reaccionó con una dura represión indiscriminada contra la población española en su conjunto.
c) Tercera fase: 1811 y 1813.
A partir de 1811 la guerra cambia de rumbo. En marzo, tras la derrota de Torres Vedras, los franceses abandonaron Portugal y meses después Wellington avanzó por el sur y reconquistó Badajoz.
En la primavera de 1812, la guerra da un giro definitivo. La retirada de efectivos al frente de Rusia podía llevar a los franceses al desastre, como efectivamente ocurrió en julio de 1812, cuando el general Wellington, al frente de tropas inglesas, portuguesas y españolas, y ayudado por las partidas guerrilleras, derrota a los franceses en Arapiles, cerca de Salamanca; los expulsa de Andalucía y entra en Madrid, obligando a José I a dejar la ciudad. Vencido también en Austria, Napoleón llega a un acuerdo con Fernando VII, al que libera y devuelve la corona de España –Tratado de Valençay.
Consecuencias de la invasión y de la guerra:
Hubo unas 470 batallas e infinitas escaramuzas o pequeños encuentros armados. Madrid cambió seis veces de dueño.
A) Consecuencias internas:
- Elevadas pérdidas humanas (unas 300.000 bajas) y económicas, pues los asedios dejaron ciudades completamente arrasadas, como Zaragoza, Gerona o San Sebastián. Y en otras como Salamanca, destrucción de edificios y monumentos.
- Grave deterioro de la industria textil catalana.
- La ruina definitiva de la Hacienda española.
- El exilio de los afrancesados, la primera emigración política de la historia de la España contemporánea.
B) Consecuencias a nivel internacional:
- La derrota de Bailén causó una enorme sensación en Europa, al demostrar que los franceses no eran invencibles.
- La táctica de desgaste y la acción guerrillera obligaron a los franceses a movilizar gran número de soldados en la ocupación, al tiempo que minaba el prestigio de su ejército y la cohesión de sus mandos.
- El inicio de la guerra había provocado en las colonias americanas el estallido del movimiento independentista. Los grupos criollos, empapados de ideas nacionalistas por influjo de los procesos revolucionarios norteamericano y francés, aprovecharon el levantamiento español de 1808 para organizar sus propias Juntas y cabildos. Pero si en España era una rebelión contra los invasores, en América se convirtió en una revolución independentista.
El Reinado de José Bonaparte
El reinado de José I se inició a comienzos de julio de 1808 con un llamamiento a los españoles, a los que prometió la integridad e independencia de su país y también reformas políticas y sociales. Estará marcado por el vacío de poder y por el desarrollo de una España de la resistencia opuesta a los franceses, al que se suma el rechazo de la población a su gobierno al considerar la intervención de Napoleón en las decisiones de su hermano.
José I hizo meritorios intentos de ganarse a los españoles. Se aprobó la llamada Constitución de Bayona. Antes de abandonar España, en enero de 1809, dictó ocho decretos desde Burgos, sin consultar a su hermano. Destacan la disolución del Consejo de Castilla, la supresión del Tribunal de la Inquisición, la reducción a un tercio de los conventos existentes, la abolición de la jurisdicción señorial y la eliminación de las barreras aduaneras interiores. Las líneas generales de este Estatuto son: confesionalidad católica del Estado, creación de un Consejo de Ministros, sistema bicameral (Senado y Congreso), Consejo de Estado de carácter consultivo, y establecía como forma de gobierno la monarquía hereditaria. Su huida a Valencia con su Corte tras la derrota de Arapiles, en julio de 1812, acabó por hundir lo que quedaba de su gobierno.
Los Inicios del Liberalismo en España
La organización de la resistencia y la convocatoria de Cortes
Durante los años de guerra tuvo lugar el proceso revolucionario político gaditano, que significó la ruptura con el absolutismo. El hundimiento del Antiguo Régimen en España se producía tras dos décadas de fracasos militares, crisis fiscales y desprestigio de la monarquía.
Al haber renunciado al trono Carlos IV y Fernando VII se produjo un vacío de poder legítimo y, como el rey impuesto José I no era aceptado, será el pueblo español en su conjunto el que recoja la soberanía vacante en un acto completamente revolucionario, ya que se pasaba así del poder monárquico al poder popular. Existe una continuidad entre las ideas reformistas de los ilustrados y el pensamiento liberal en España.
Fuentes ideológicas:
- La filosofía política de la separación de poderes de Montesquieu, las teorías democráticas e igualitarias de Rousseau sobre la soberanía nacional y el contrato social, que eran conocidos en España y se habían difundido a pesar de que sus libros estuvieran condenados por la Inquisición.
- El sistema político parlamentario inglés y las nuevas instituciones surgidas en Norteamérica.
- El pensamiento económico de Adam Smith.
- La tradición teórica política española, en especial el iusnaturalismo (Suárez, Vitoria).
Todas estas influencias superpuestas configuraron el pensamiento liberal, cuya premisa básica es la afirmación de que el individuo posee unos derechos naturales.
Fuentes sociales: La toma de conciencia de la débil y poca numerosa burguesía española fue lenta. Sólo cuando sus intereses económicos peligraron comprendieron la necesidad urgente de reformar en profundidad las instituciones españolas y abrazaron las ideas liberales.
La nobleza, que conservó sus extensas propiedades territoriales tras el decreto de abolición de los señoríos aprobados por las Cortes de Cádiz, se adaptó bien a la nueva situación y muchos de sus miembros apoyaron la revolución política.
Aunque el campesinado español participó en la lucha contra los invasores, no lo hizo en la revolución política. Quedó marginado, excluido y apenas sacó beneficios de sus resultados, pues no consiguió tierras.
De este modo, los grupos sociales que protagonizaron y se beneficiaron principalmente de la revolución liberal fueron los altos burócratas, los nobles terratenientes, la burguesía comercial, industrial y financiera, y las llamadas en el lenguaje liberal español la burguesía de las capacidades (intelectuales, abogados, profesores).
El ambiente revolucionario y patriótico de Cádiz, la ciudad cosmopolita del país y símbolo de la resistencia, permitió que el ideario liberal pudiera concretarse en la Constitución de 1812. Los liberales postulan un régimen político libre, parlamentario, en oposición al absolutismo monárquico.
Ante la situación creada por la abdicación borbónica, se produce un vacío de poder real, en el momento en que una parte considerable del país se rebela contra los franceses: los patriotas. Surgieron así por todo el país las Juntas Locales y, en pocas semanas, las Juntas Provinciales, que gobernaron en nombre de Fernando VII. Existió el propósito de constituir un gobierno central que asumiera el papel del gobierno de la nación. A esta idea respondió la Junta Suprema Central compuesta por 36 representantes de todas las Juntas Provinciales, que representaban todas las tendencias de la resistencia, desde aristócratas ilustrados del Antiguo Régimen, como el Conde de Floridablanca, su presidente, pasando por ilustrados moderados, como Jovellanos, hasta liberales progresistas partidarios de cambios más o menos radicales, como Calvo de Rozas. Estableció primero su sede en Aranjuez, y posteriormente se trasladó a Sevilla y Cádiz obligada por el avance de las tropas de Napoleón. Su obra fue triple:
- Gobernar el país, pues era el órgano legítimo supremo nacional en ausencia del rey.
- Dirigir la resistencia militar contra los franceses; por ello firmó un tratado de alianza con Inglaterra.
- Convocar la reunión de los representantes de la nación en unas Cortes extraordinarias en Cádiz. Se formó una Comisión de Cortes, que empezó a debatir el carácter que tenían que tener las elecciones y la Cámara. Sus miembros coincidieron en que las Cortes debían ser constituyentes y compuestas de diputados elegidos por votación.
En enero de 1810 se dictaron las instrucciones para proceder a la elección de la Cámara baja, y pocos días después, la Junta, dividida y asediada por las tropas francesas, decidió disolverse y traspasó sus poderes a un Consejo de Regencia, que continuó las líneas trazadas por la Junta y procedió a convocar elecciones a Cortes en junio de 1810; al final se constituyó una sola Cámara, ante las dificultades que el aislamiento imponía para organizar la votación de los estamentos privilegiados. Las elecciones se celebraron y los diputados que lograron llegar a Cádiz asistieron a la solemne apertura de las Cortes el 24 de septiembre de 1810.
Las Cortes de Cádiz
Las Cortes de Cádiz empiezan con un problema y terminan con una revolución liberal. El problema se superó por el propio proceso revolucionario y se puede decir que la reunión de las Cortes es una revolución andaluza, por la presión que ejercieron las Juntas de Sevilla, Cádiz y Jaén.
La misión principal de la Junta será la dirección de la guerra, pero pronto se adquirió conciencia de que la invasión había arrasado el viejo Estado y que era necesario reconstruirlo, ante lo cual había división de opiniones tanto dentro como fuera de la Junta. Un sector, del que Jovellanos fue su representante, era partidario de restaurar el Antiguo Régimen. Pero otro sector, más influido por las doctrinas y ejemplos de Francia, consideraba que aquella reconstrucción debía realizarse mediante una Constitución que ordenase la vida política según criterios y patrones más modernos y ajustados a las necesidades de los tiempos nuevos.
Finalmente, las Cortes se reunieron en la isla de León el día 24 de septiembre de 1810; ese mismo día proclamaron tres principios que serían las columnas sobre las que se construiría la futura Constitución: soberanía nacional, división de poderes y la nueva representación.
El proceso de elección de diputados a Cortes y su reunión en Cádiz fueron difíciles. En un país dominado por los franceses era imposible una elección de representantes y en muchos casos se optó por elegir sustitutos o diputados entre las personas de cada una de las provincias que se hallaban en Cádiz, dominando las clases medias con formación intelectual y una escasa presencia de nobles y obispos. No hubo representación alguna de las masas populares: ni un solo campesino tuvo sitio en la asamblea de Cádiz. Tampoco mujeres, carentes todavía de todo derecho político.
Tanto en la elaboración de la Constitución como del conjunto de leyes y decretos que la constituyen, se diferencian dos grupos: los liberales y los absolutistas, y entre ellos surge a veces una posición intermedia, los representantes de las colonias, que tienden a votar con los liberales.
- Los liberales, partidarios de las reformas revolucionarias, que dominaron los debates e influyeron decisivamente en toda la labor de las Cortes.
- El grupo de los absolutistas, llamados despectivamente los “serviles”, que se pronunciaron a favor de la defensa del viejo absolutismo monárquico.
Las Cortes proclamaron a Fernando VII, a quien se consideraba secuestrado, como legítimo rey, pero su obra política fundamental fue la elaboración de una Constitución que, precedida de un Discurso Preliminar, fue promulgada en Cádiz el día 19 de marzo de 1812, que además de reconocer a Fernando VII como Rey, reconoce a la religión católica como la única y oficial del Estado, y la necesidad de organizar la instrucción pública, así como la abolición de los Señoríos.
La Constitución de 1812
El día de San José de 1812, los diputados de Cádiz proclaman una Constitución, “la Pepa”, la primera de la historia de España, que resume su labor legisladora y establece las ideas y el lenguaje del liberalismo español. Cuatro son las características esenciales de la Constitución:
- Es una Constitución de origen popular: la Nación española se da a sí misma la Constitución. Se elaboró sin participación del Rey; pero no frente o contra un Rey por cuya libertad combatía la nación.
- Es de carácter democrático, que se manifiesta en el principio de la soberanía nacional, que a su vez se instrumenta mediante el sufragio universal. Establece la división de poderes, derechos civiles y políticos, libertad y seguridad personales, inviolabilidad del domicilio, libertad del pensamiento y expresión, derecho de sufragio, igualdad y unidad religiosa.
- Es una Constitución extensa, pues consta de 384 artículos, y la más larga de nuestra historia. Tal amplitud se explica por el hecho de que regulaba, de manera sistemática, la organización de los poderes fundamentales del Estado y, de manera dispersa, los derechos de los españoles.
- Es una Constitución rígida. Su reforma exige trámites distintos de los que son necesarios para modificar una ley ordinaria.
La obra legisladora de la Constitución de 1812 descansa en los siguientes principios fundamentales:
A) Soberanía Nacional. Principio según el cual el poder reside en la Nación.
B) División de Poderes. La Constitución confía el poder legislativo a unas Cortes unicamerales. El poder judicial queda depositado en los tribunales, y se reconoce el fuero eclesiástico y el militar como jurisdicciones especiales. El poder ejecutivo queda, con limitaciones, en manos del rey, pues para impedir el retorno al absolutismo el monarca no podía disolver las Cortes. Aunque el rey reina pero no gobierna, conserva importantes atribuciones: posee iniciativa de proponer leyes a las Cortes, manda nominalmente las fuerzas armadas, dirige las relaciones internacionales y nombra libremente a los ministros, que debían contar con el apoyo de las Cortes según el principio de “doble confianza”. Además, el rey poseía un veto suspensivo transitorio durante dos años; después quedaba obligado a aceptar la ley aprobada en Cortes.
C) El nuevo derecho de representación. Los diputados representaban a todos los españoles y no a los estamentos, como en las antiguas Cortes. Según el texto constitucional, los diputados se nombraban mediante el procedimiento electoral de sufragio universal indirecto. Tenían derecho a voto todos los hombres mayores de 25 años, que elegían a unos compromisarios que a su vez elegían a los diputados. También las provincias americanas votaban representantes en Cortes. Alcaldes y concejales municipales serían elegidos democráticamente por los vecinos.
D) La declaración de igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. Esto supone el fin de las diferencias estamentales.
E) Al mismo tiempo, tratan de configurar una nueva sociedad basada en los principios ilustrados de libertad, igualdad y propiedad, que corresponden a los principios que inspiran la sociedad clasista, es decir, la abolición de los señoríos. El objetivo fundamental es establecer un sistema de economía de mercado, facilitado por la Constitución y que explica la defensa burguesa de la propiedad individual de la tierra y la adopción, para conseguirla, de una política que combina el respeto a la propiedad de la nobleza, pero desvinculada, y la negación del derecho de Iglesia, Estado y municipios a poseer un patrimonio en tierras y casas como bienes amortizados. En esta línea de intento de “reforma agraria”, está el Decreto de 6 de agosto de 1811 que aprueba la supresión de los señoríos jurisdiccionales, y establece una de las medidas fundamentales para liquidar el Antiguo Régimen en España. Los señoríos territoriales y solariegos se convertirían en propiedad particular y la misma transformación experimentarían los contratos existentes, como aparece recogido el preámbulo de la disposición “incorporación de los señoríos jurisdiccionales a la Nación: los territorios quedarán como propiedades particulares”.
F) Otras decisiones legislativas de las Cortes de Cádiz:
- Reformas políticas: desaparición de los antiguos Consejos, excepto el de Estado, fijación de los ministerios y principios de una división provincial sustitutiva de los antiguos reinos.
- Reformas religiosas: supresión de la Inquisición y del voto de Santiago.
- Reformas socioeconómicas: nuevo plan de contribuciones públicas, programas desamortizadores, fomento de la agricultura y ganadería, libertad de trabajo y desaparición de los gremios, fin de los privilegios, extinción de pruebas nobiliarias para ingresar en determinados cuerpos del Estado, abolición de los señoríos jurisdiccionales, etc.
- El reconocimiento de una serie de derechos individuales: derecho a la educación, libertad de imprenta, inviolabilidad del domicilio, derecho a la libertad y a la propiedad.
- La proclamación del catolicismo como única confesión permitida.
- La reorganización de las fuerzas armadas con la creación de un ejército que sirva, represente y defienda a la nación en sustitución de los anteriores ejércitos de la monarquía.
En definitiva, la Constitución de 1812 se convirtió en un mito y una bandera de libertad. Su importancia radica en que fue el comienzo del constitucionalismo español, en que inició la idea de que el poder emana de la soberanía nacional, tuvo una gran influencia y fue adoptada en algunos países de Europa (Nápoles, Piamonte, Portugal) y en las nuevas repúblicas iberoamericanas, como modelo para elaborar las suyas durante el siglo XIX. A pesar del triunfo de los liberales en las Cortes, ese triunfo no fue definitivo. La obra legislativa de Cádiz fue de gran importancia y tendente a consolidar una profunda reforma en todo el país que quedaría incorporado a las nuevas corrientes liberales.
La Restauración del Absolutismo y los Intentos Liberales Durante el Reinado de Fernando VII
El rasgo característico del reinado de Fernando VII (1814-1833) es la contraposición entre absolutismo y liberalismo. Por el Tratado de Valençay (1813), Fernando VII es liberado. El rey vuelve en marzo de 1814, con unos mínimos conocimientos de la situación española. Las Cortes de Cádiz envían al cardenal Luis María de Borbón para presentar a Fernando el texto constitucional, y proponen el itinerario de la comitiva real hasta Madrid, donde, en sesión solemne, el rey tendría que jurar la Constitución, requisito imprescindible para que la nación, representada en las Cortes, otorgase la legitimidad del monarca. Con la ayuda británica y del general Eguía, que será más tarde ministro del Ejército, el 4 de mayo de 1814 (Decreto de Valencia), el rey anula la obra liberal, establece el absolutismo y da paso a una honda represión contra los liberales, que encuentran en el destierro el camino más seguro para salvar la vida. El 10 de mayo, Fernando VII llega a Madrid y recibe la adhesión de un pueblo que ve en el rey a una víctima del “monstruo francés”. Un numeroso grupo de diputados absolutistas, al frente del cual se sitúan Mozo del Real, le presentan el Manifiesto de los Persas, nombre con el que es conocido el documento de carácter absolutista que justifica la anulación de la obra legislativa de las Cortes de Cádiz. El restablecimiento del absolutismo se produce en una España con una profunda crisis económica, consecuencia de una guerra especialmente destructora: campos destrozados, falta de mano de obra, industrias arruinadas y comercio colapsado, a lo que se une la inexistencia de suministros desde las colonias americanas.
Etapas de su reinado
El Sexenio Absolutista (1814-1820)
Se reclamaba la vuelta al sistema del Antiguo Régimen y a la situación de partida de 1808. Se reivindicaba el poder ilimitado del Rey. Se defendía la alianza del Altar y el Trono.
El decreto de 4 de mayo eliminó la soberanía nacional y la institución que la representaba, las Cortes constitucionales. También quedó derogada la Constitución de Cádiz y la legislación ordinaria. Así se anularon las medidas desamortizadoras, los inicios de reforma fiscal o la libertad de imprenta. Se restituyeron los privilegios de la nobleza y de la Iglesia: jurisdicciones, tierras, edificios, derechos, etc. Se restablecieron el Tribunal de la Inquisición y la Mesta, y se permitió incluso el retorno de la Compañía de Jesús. El pronunciamiento de Riego, en 1820, jefe de las tropas expedicionarias acantonadas en Cabezas de San Juan (Sevilla), apoyado en la trama civil por Alcalá Galiano y militarmente por Quiroga, dio al traste con el absolutismo de Fernando VII y la proclama de la Constitución. Fernando VII, cercado políticamente, jura la Constitución de 1812, y se inicia con ello el Trienio Constitucional o Liberal, que tiene una amplia repercusión en los países europeos.
El Trienio Liberal o Constitucional (1820-1823)
El Trienio (marzo de 1820 – octubre de 1823) se caracteriza por la inestabilidad gubernamental, debido a la propia división entre los liberales. Por un lado estaban los moderados, partidarios de un gobierno fuerte, de un sistema de doble Cámara, de una libertad de prensa limitada, del sufragio censitario, de la defensa de la propiedad y del orden social. Representaban a la burguesía urbana de negocios, y sus diputados procedían del exilio, habían sido doceañistas y eran minoría en las Cortes. Por otro lado, los radicales constituían el germen del futuro partido progresista. Eran más jóvenes, exaltados y partidarios de llevar al límite el desarrollo de la Constitución.
Una segunda fuente de inestabilidad la constituyó la actitud del Rey, expresada a través de los nombramientos de ministros absolutistas, del veto a determinadas leyes y de la desconfianza ante los ministros liberales. Comenzó a pedir secretamente una intervención extranjera que le restaurara en su poder absoluto. A esta inestabilidad se sumó la presión en la calle que produjo levantamientos y provocó la resistencia guerrillera, sobre todo en el Norte. A lo largo de estos tres años las Cortes aprobaron una legislación reformista que tenía la intención de acabar con el Antiguo Régimen. El fracaso del Trienio se precipitó por la acción sucesiva de movimientos contrarrevolucionarios y por la posterior actuación de las potencias europeas que formaban la Quíntuple Alianza, que en el Congreso de Verona (octubre de 1822) encomendó a Francia la operación militar. El ejército francés, con el refuerzo de 35.000 voluntarios realistas, entró en España (abril de 1823) y recorrió, sin apenas oposición, la Península. En octubre “liberaba” al Rey en Cádiz devolviéndole su poder absoluto.
La Década Ominosa (1823-1833)
Está presidida por el retorno al absolutismo, la represión y
el terror frente a los liberales, la inoperancia económica y las presiones de los ultrarrevolucionarios, que
acaban formando un movimiento a la derecha del propio Fernando VII, que acabará cristalizando en el
carlismo. Se formó una Junta Provisional y una Regencia, que supusieron la vuelta al Antiguo Régimen y la represión a los liberales y declaró nula toda la legislación del Trienio.
Las medidas represivas actuaron en todos los ámbitos. En el ejército se organizaron Comisiones
Militares, que procesaron a todos los miembros de aquel que desempeñaron papeles importantes durante el
Trienio. Las Juntas de Purificación, fueron las encargadas de depurar a todos los funcionarios, empleados
públicos y profesores de tendencia liberal. La Inquisición, fue sustituida por las llamadas Juntas de Fe,
encargadas de censurar y vigilar todas las publicaciones y opiniones para evitar cualquier tipo de propaganda
liberal. Se creó el Voluntariado Realista que sustituyeron a la abolida Milicia Nacional y actuaron agudizando la represión por su cuenta. Por otra parte, Fernando VII, pidió la permanencia de las tropas francesas en España para poder, mientras tanto, reconstruir el ejército. La vuelta al absolutismo no fue idéntica a la de 1814, había que introducir cambios si se quería mantener el Antiguo Régimen. Se creó el Consejo de Ministros. Fernando VII intentó mantenerse alejado de los absolutistas más radicales.
Esta línea política sirvió para dividir al absolutismo en dos bandos enfrentados. Originó levantamientos
realistas y generó la reivindicación del trono para el hermano del Rey, el infante don Carlos.
El mayor foco de tensión le vino a Fernando VII desde su derecha. Los llamados realistas, partidarios
del absolutismo más cerril. Tras la aparición de un Manifiesto de los Realistas Puros en 1826, que apoyaba el relevo en el trono, en 1827 estalló una insurrección general en el Pirineo catalán, la llamada Guerra de los
Agraviados. La gravedad de la situación llevó al propio Rey a viajar a Cataluña. En octubre fueron finalmente vencidos, y ejecutados sus dirigentes. Los realistas más radicales pasaron a apoyar abiertamente al príncipe don Carlos: era el comienzo del carlismo. La situación empeora a partir de 1829, fecha en que muere la tercera esposa de Fernando VII y se plantea el problema de su casamiento:
– Si se casaba los liberales veían el gobierno asegurado.
– Si no se casaba lo aseguraban los carlistas.
Ya a mediados de 1829 Fernando VII casará con Mª Cristina de Nápoles, de la que nace Isabel, ante este
acontecimiento sale a relucir la Ley Sálica, introducida por Felipe V y que será anulada por una Pragmática
Sanción. Cuando en 1833 moría Fernando VII dejaba enfrentados a carlistas e isabelinos.
IV.- LA IDENPENDENCIA DE LA AMÉRICA ESPAÑOLA.
Los orígenes del independentismo americano se remontan al siglo XVIII, y tienen que ver con la política llevada a cabo por los Borbones en América y la estructura social del continente. Los criollos controlaban las haciendas y plantaciones, así como por la débil producción manufacturera, y formaban el grupo socialmente más dinámico y económicamente más poderoso. Indios, mestizos y negros, mezclados en multitud de cruces raciales, constituían una masa campesina y minera explotada tanto por los criollos como por los peninsulares. Estos últimos integraban un reducido grupo de administradores, altos funcionarios y representantes de las compañías comerciales enviados desde España, y ocupaban todos los cargos públicos de importancia en los territorios coloniales: virreinatos, presidencias de Audiencia, capitanías generales, etc.
En los años previos a 1808 se fue difundiendo entre la minoría criolla más culta el ideario liberal. Las influencias provenían de la independencia de Estados Unidos. En general, fue liderado por las principales ciudades de la América colonial, y dentro de ellas por las elites criollas. Dónde las reivindicaciones independentistas estuvieron unidas a las propuestas de reforma social, más o menos radicales, se produjo casi siempre una alianza entre los hacendados criollos y los
españoles. En tales casos, el proceso de emancipación sufrió un serio retraso. En general, los indígenas
apoyaron al principio a la metrópoli, para incorporarse más tarde al movimiento emancipador.
Primera fase. En las ciudades más importantes la burguesía criolla promovió Juntas similares a las españolas, en nombre de Fernando VII, y depuso a los virreyes y capitanes generales, siguiendo la línea del
Consejo de Castilla, pretendieron imponer la fidelidad a José I. Será en 1809, a raíz de la formación de la Junta Central, los dirigentes americanos comiencen a rechazar la autoridad de dicha Junta y su arrogación de la soberanía nacional. La burguesía americana se convenció de la incapacidad de la Regencia gaditana para
resistir, e inició entonces el movimiento independentista. Entre marzo y septiembre de 1810, se formaron
juntas revolucionarias en Caracas, Buenos Aires, Santa Fe de Bogotá y Santiago de Chile. Los enfrentamientos entre tendencias moderadas y liberales, entre partidarios de la independencia pura o de mantener la fidelidad a Fernando VII, y entre sectores centralistas y federalistas, hicieron imposible coordinar fuerzas para enfrentarse a los ejércitos realistas. Estos consiguieron rehacerse a partir de 1813, y fueron reconquistando las posiciones perdidas. El envío de un ejército de 10.000 hombres, al mando de Morillo, en febrero de 1814, fue decisivo para el restablecimiento del control peninsular en el Norte, mientras las fuerzas del ejército del Perú actuaban en Chile. No Obstante, el proceso había permitido extender el ideario revolucionario por toda América. La emancipación de México estuvo liderada en principio por los sacerdotes. Miguel Hidalgo y José María Morelos, quien recogió la herencia de Hidalgo a su muerte, y reanudó el movimiento campesino, con un carácter más nacionalista y menos revolucionario. Consiguió convocar un Congreso nacional, el Congreso de Anahuac, que en noviembre de 1813 declaró la independencia. Morelos también fue capturado y ejecutado, pero su movimiento había hecho arraigar suficientemente el nacionalismo, para que este triunfará en 1821 cuando el general Joaquín Iturbide publicó el Plan de Iguala.
Segunda fase. Se desarrolla a partir de 1816. La restauración del absolutismo en España reavivó las ansias de independencia, al mismo tiempo que en el contexto internacional favorecía las pretensiones de los criollos. En el Sur, los delegados enviados al Congreso de Tucumán proclamaron la independencia de las Provincias Unidas de Sudamérica, la futura Argentina, en julio de 1816. En 1819, se aprobó una Constitución centralista. Simón Bolívar, reanudó las operaciones en Venezuela en 1816. Tras la conquista de Angostura, en un Congreso reunido allí en enero de 1819 proclamó la República de la Gran Colombia (actualmente comprende Venezuela y Colombia) y nombró presidente a Simón Bolívar. A finales de este año quedaba aprobada la Constitución. Conquista de Chile. En 1817, un ejército de refuerzo
argentino dirigido por José de San Martín, atravesó los Andes y emprendió la reconquista. La victoria de
Carabobo permitió la toma de Santiago, y en febrero de 1818 se aprobó el Acta de Independencia de Chile, y Bernardo O’Higgins se convirtió en su presidente.
Tercera Fase. Se produce a partir de 1820 y significa la consolidación de las nuevas repúblicas. Los dos grandes líderes, San Martín desde el Sur y Bolívar desde el Norte, convergieron hacia el virreinato de
Perú para acabar definitivamente con los ejércitos peninsulares. Las fuerzas de San Martín fueron
arrinconando a las tropas españolas, hasta que entraron en Lima en 1821 y proclamaron la independencia de
Perú. El ejército de Bolívar entraba en Quito. En 1824 Bolívar reconquistaba Lima, que había vuelto a ser ocupada por los realistas. En diciembre tendría lugar la batalla de Ayacucho, en la que el general Sucre
derrotó al ejército de La Serna; y meses más tarde se proclamó la independencia de Bolivia.
La década de 1820 sirvió para consolidar los nuevos países. A pesar de los proyectos de una
federación del Sur de América, en torno a Argentina, o de la Gran Colombia soñada por Bolívar, las
tendencias regionalistas y las diferencias marcadas por la división colonial en virreinatos acabaron
imponiéndose sobre el ejemplo federal estadounidense. En 1830 el Sur se había disgregado entre Argentina,
Perú y Chile, y la Gran Colombia se había disuelto en Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia.La derrota española se debió a la fuerza del movimiento independentista y a los problemas internos de
la monarquía absoluta. Reaccionaron tarde y mal.