Historia de España: De la Crisis de 1808 a la Revolución de 1868

La Crisis de 1808 y la Guerra de la Independencia

En este periodo, España pasa del Antiguo al Nuevo Régimen. Es la primera vez que las ideas liberales salidas de la Revolución Francesa cuajan en España y, precisamente, como respuesta a la invasión de otro absolutista como Napoleón. Los acontecimientos en Francia iban a afectar mucho a nuestro país. Carlos IV y, sobre todo, sus acólitos, como Floridablanca o el Conde de Aranda, tenían miedo al contagio de la Revolución Francesa. Lo que poco podían sospechar es que sería precisamente un régimen absolutista como el suyo el que iba a dar al traste con su reinado. España adopta una postura neutral durante la revolución, para después establecer pactos estratégicos con Francia. La mutua defensa contra Francia supondrá para los españoles la subordinación a la política de Napoleón. Los tratados de San Ildefonso (que involucraban a España en la invasión de Bretaña) y la Guerra de las Naranjas contra Portugal fueron unos primeros pasos de acercamiento entre Napoleón y Carlos IV. Pero, decisivo para entender la Guerra de la Independencia, fue el Tratado de Fontainebleau (que implicó a España en el bloqueo comercial a Gran Bretaña), por el que los franceses entraron en España con la excusa de invadir Portugal para que este país no comerciara con Gran Bretaña. El Motín de Aranjuez contra Godoy fue la manera del pueblo español de negar a un rey que les había abandonado a las tropas napoleónicas. La entrada de las tropas napoleónicas en España era realmente una excusa para ocupar el país. Godoy tramó la huida de la familia real hacia Andalucía y desplazó la corte a Aranjuez. En marzo de 1808, el Motín de Aranjuez precipitó la caída de Godoy y obligó a abdicar a Carlos IV en su hijo, Fernando VII. Napoleón aprovechó el enfrentamiento entre padre e hijo y les obligó a abdicar en su hermano José Bonaparte (Abdicaciones de Bayona). José I (Pepe Botella para el pueblo español por su afición a la bebida) publicó el Estatuto de Bayona, que concedía algunos derechos más allá del absolutismo y con el que pretendía ganarse a los liberales. Pero el descontento popular fue creciendo y desembocó en los levantamientos del 2 de mayo en Madrid, que se extendieron por todo el país. Se iniciaba así la Guerra de la Independencia (1808-1814). Para hacer frente al invasor, se constituyen Juntas Provinciales (coordinadas en la Junta Central Suprema) que asumieron el poder en nombre del rey ausente. Las instituciones del Antiguo Régimen estaban débiles y las nuevas cobraban cada vez más importancia.

Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812

En este caldo de cultivo es en el que se convocan las Cortes de Cádiz, ya en 1812. En ese entorno nace la Constitución de 1812. Es la primera constitución española. En esta se establece el sufragio universal, la división de poderes y un nuevo sistema de representación, ya que los diputados no representaban o eran portavoces de un estamento, sino de la nación. Establece un sistema de elección articulado en cuatro niveles. Es de origen popular y la más extensa del constitucionalismo español. La Constitución de 1812 fue muy importante a la hora de abolir los señoríos jurisdiccionales, los mayorazgos, la Inquisición, la tortura, las pruebas de limpieza de sangre. Establece además la libertad de prensa, entre otras libertades fundamentales. El proceso de desamortización se inició en las Cortes de Cádiz. Se trata de una medida revolucionaria que los partidos progresistas del siglo XIX y XX solían incluir en sus gobiernos.

El final de la Guerra de la Independencia

La guerra duró seis años. Las tropas españolas consiguieron triunfos como el de Bailén. Se inició la «guerra de guerrillas» contra el ejército francés. El ejército británico ayudó a las tropas españolas. En 1812, el ejército del general británico Wellington consiguió las victorias de Arapiles y San Marcial. Tras la debacle de las tropas napoleónicas en Rusia, Napoleón devolvió la corona a Fernando VII por el Tratado de Valençay (1813) y las tropas francesas abandonaron el país. Fernando VII tratará de retornar al absolutismo, pero en las Cortes de Cádiz se inició un camino imparable hacia la democracia.

Al-Ándalus: Legado Cultural

Al-Ándalus mantuvo un estrecho contacto con el resto del mundo musulmán. La primacía religiosa del Islam marcó la cultura andalusí, aunque no impidió que hubiera pensamientos contrarios, como el de Ibn Masarra. En literatura, en el siglo X, Ibn Hazm se dio a conocer como poeta con su obra *El collar de la paloma*. Ibn Jaldún destacó como historiador con su *Introducción a la historia universal* y, en filosofía, Averroes, con sus interpretaciones del pensamiento aristotélico y principal difusor del mismo en Europa occidental. En el terreno científico, los musulmanes estaban más avanzados que los cristianos. Un ejemplo claro está en que el sistema numérico que actualmente se emplea en Occidente lo propagaron ellos. En matemáticas y medicina, Abulcasis redactó una enciclopedia médica y quirúrgica que hasta sería traducida al latín. La arquitectura andalusí se asentó sobre la tradición romano-visigoda y aportó elementos nuevos: arcos, cubiertas y la rica ornamentación basada en motivos geométricos, vegetales y epigráficos. La Gran Mezquita de Córdoba es la obra emblemática de Al-Ándalus. Se comenzó a levantar con Abd-al-Rahman I, y más tarde sería objeto de sucesivas ampliaciones. También fue importante el palacio de Madinat al-Zahra, edificado en tiempos de Abd-al-Rahman III. Durante la guerra civil que precedió a la desaparición del Califato, fue destruida. Fuera de Córdoba destacan la mezquita toledana de Bib al-Mardom -hoy iglesia del Cristo de la Luz-, el palacio de la Aljafería en Zaragoza, la Giralda de Sevilla y, sobre todo, la Alhambra de Granada, obra cumbre de los nazaríes (palacio oficial con gran fantasía ornamental).

Los Reinos Cristianos en la Edad Media: Primeros Núcleos de Resistencia

Los godos que se resistieron a la dominación musulmana se refugiaron en Asturias y Pirineos. Desde allí se inició la Reconquista, que duró más de siete siglos. Al frente de la rebelión de los astures se puso Don Pelayo, primer rey de Asturias y León, que obtuvo su primera victoria sobre el Islam en Covadonga. Su sucesor, Alfonso I, recorrió el valle del Duero y trasladó hasta Asturias a los cristianos de esa zona. Así se consolidó su reino y la meseta septentrional se convirtió en un territorio de nadie entre los dominios musulmán y cristiano. Carlomagno, rey de los francos, penetró hasta el sur de los Pirineos, en una zona donde los pamploneses habían logrado mantener cierta independencia. Los condados catalanes se mantenían en la denominada Marca Hispánica.

Evolución Política de Al-Ándalus: Conquista, Emirato y Califato de Córdoba

Los musulmanes invadieron toda la Península, salvo el norte, por la resistencia de los astures en Covadonga. Penetraron en Francia, pero la derrota cerca de Poitiers frenó sus ansias en Europa. Tras la invasión musulmana, la Península se convirtió en una provincia del Califato: Al-Ándalus. Al frente de este territorio se colocó a un emir que gobernaba en nombre del califa de Damasco, de la dinastía Omeya. A mediados del siglo VIII, los abasíes se adueñaron del Califato. Un Omeya derrotado se refugió en Al-Ándalus y se proclamó emir: Abd-al-Rahman I. Con él comienza el Emirato Independiente, que no dependía políticamente del nuevo Califato, trasladado a Bagdad. Trasladó la capital a Córdoba y se enfrentó a los nobles musulmanes de Al-Ándalus adeptos a los abasíes y que reconocían al califa de Bagdad como líder espiritual. Logra la unión de poder político y espiritual Abd-al-Rahman III, el primer califa de Córdoba. Residía en el Alcázar, al lado de la Mezquita, y mandó construir Madinat al-Zahra, centro del poder político de Al-Ándalus. En las últimas décadas del siglo X, el califa Hisham II delegó el poder en su ministro Almanzor, que basó su poder en el ejército, formado por soldados bereberes, e impulsó la conquista del norte cristiano. Tras su muerte, se inició la descomposición política que llevó al fin del Califato en 1031.

El Reinado de Isabel II (1843-1868)

La Década Moderada (1844-1854)

A finales de 1843 se declara la mayoría de edad de Isabel II (con 13 años). En su reinado efectivo podemos distinguir varias etapas. La reina muestra su simpatía por los moderados. En mayo de 1844 se forma un gobierno presidido por el general Narváez. Este suprime la Milicia Nacional y la Ley de Ayuntamientos, para acabar con los principales soportes de los progresistas. Creó la Guardia Civil. En 1845 se aprueba la Constitución moderada, que proclama una soberanía compartida entre el rey y las Cortes. En ella, las Cortes son bicamerales, aunque los miembros del Senado son designados por la reina. La nación se declara católica y los derechos que incluye son limitados, especialmente el de libertad de prensa. Narváez acometerá varias reformas, como la del sistema fiscal (que puso fin al sistema impositivo del Antiguo Régimen, con impuestos directos e indirectos), la de la ley electoral (con un sufragio restringido a varones de más de 25 años con una determinada renta), reducción del déficit público o la firma del Concordato con la Santa Sede, que da por válidas las expropiaciones a cambio de mantener el culto y al clero. Las revoluciones europeas de 1848 tienen su eco en España y Narváez las reprime duramente. En 1851 dimite Narváez debido a la crisis financiera. Le sustituyen Bravo Murillo y Sartorius. Los decretazos, la corrupción por la concesión de licencias para la construcción del ferrocarril, la crisis económica, etc., motivan el pronunciamiento de O’Donnell (la Vicalvarada), que da paso a dos años de gobierno progresista.

El Bienio Progresista (1854-1856)

O’Donnell, en el Manifiesto de Manzanares, redactado por Cánovas, recoge reformas en profundidad como la reinstauración de la Milicia Nacional, la ampliación del derecho de voto, ley de imprenta, convocatoria de Cortes y mayor descentralización. Isabel II llama a Espartero a formar un gobierno con progresistas y moderados. El nuevo gobierno de Espartero redactó la Constitución *non nata* de 1856 (de marcado carácter progresista, que proclamaba la soberanía nacional, la limitación del poder del monarca, una ampliación de derechos y libertades, la tolerancia religiosa, etc.), tomó medidas económicas como la Ley de Desamortización de Pascual Madoz. La inestabilidad continúa, agravada por un nuevo levantamiento carlista, la crisis agraria, la inflación y las primeras huelgas generales del movimiento obrero. O’Donnell sustituye a Espartero, restableciendo el orden con una dura represión del movimiento obrero y la disolución de la Milicia Nacional.

La Vuelta de los Moderados y la Unión Liberal (1856-1863)

La vuelta de los moderados (1856-1858) viene motivada por el no entendimiento entre O’Donnell e Isabel II. Narváez promulga la Ley Moyano de Instrucción Pública, que hacía obligatoria la enseñanza entre los 6 y los 9 años. Entre moderados y unionistas se produjo una alternancia en el poder durante los últimos años del reinado de Isabel II. La dura represión de Narváez ante la crisis agraria de 1857 devolvió el poder a O’Donnell. Es el gobierno largo de la Unión Liberal (1858-1863), en el que la prosperidad económica trajo estabilidad social. Las inversiones extranjeras hacen que se impulse la industria y el ferrocarril. Para recuperar el prestigio internacional, y con la ayuda de Francia, se interviene en Cochinchina, Marruecos (donde se consiguió la cesión de Ifni y el afianzamiento de Ceuta y Melilla), Santo Domingo, México y Perú. Un nuevo roce de O’Donnell y la reina hará caer el gobierno de la Unión Liberal.

El Regreso de Narváez y la Crisis Final (1863-1868)

El regreso de Narváez (1863-1868) supone el descrédito de la Corona. Los intelectuales y el ejército se oponían a los moderados: la Noche de San Daniel se produjeron revueltas universitarias por la destitución de dos catedráticos críticos con la reina. Además, la sublevación del cuartel de San Gil en Madrid se saldará con 200 muertos. La crisis se agrava. En 1866, tiene lugar el Pacto de Ostende entre progresistas, demócratas y unionistas para derribar a la Corona y que será la base para la Gloriosa (1868), revolución que exiliará a Isabel II.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *