La Guerra de Independencia y la Crisis del Antiguo Régimen (1808-1814)
La Guerra de Independencia fue un conflicto que se desarrolló entre 1808 y 1814, a partir de la invasión de las fuerzas francesas en España. Este periodo coincide con la Crisis del Antiguo Régimen (1788-1833), una época caracterizada por el constante enfrentamiento entre dos ideologías: absolutismo y liberalismo. La invasión napoleónica trastocó las bases económicas y sociales del viejo sistema, precipitando un cambio político influenciado por las ideas de la Revolución Francesa. Este cambio culminaría en el liberalismo político, identificado con las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812.
Antecedentes: El Tratado de Fontainebleau y las Abdicaciones de Bayona
Los antecedentes de la guerra se remontan a la firma del Tratado de Fontainebleau (1807) entre España y Francia. Este tratado autorizaba a los ejércitos franceses a atravesar la Península con el objetivo de invadir Portugal. Sin embargo, los franceses ocuparon plazas estratégicas, generando descontento popular contra los gobernantes. Fernando VII aprovechó esta situación para, mediante el Motín de Aranjuez (1808), forzar la abdicación de su padre, Carlos IV. Napoleón, observando la debilidad de la Corona, convocó a ambos en Bayona y les obligó a renunciar al trono a favor de la familia Bonaparte, nombrando a su hermano, José I, rey de España.
El Levantamiento del 2 de Mayo y la Formación de Juntas
Como consecuencia de las Abdicaciones de Bayona, el 2 de mayo de 1808 estalló en Madrid un levantamiento popular contra la invasión francesa, que fue duramente reprimido. El levantamiento se extendió por gran parte de España, organizándose desde el pueblo con las Juntas Locales y Provinciales. Una Junta Suprema Central pretendía coordinar la lucha contra los franceses y asumir la autoridad hasta el retorno de Fernando VII, ante el vacío de poder generado por las abdicaciones y la guerra.
Bandos Enfrentados: Afrancesados y Patriotas
La Guerra de Independencia tuvo una dimensión de guerra civil. Parte de la población aceptó el reinado de José I, formando el bando de los afrancesados, que provenían del Despotismo Ilustrado y creían que Bonaparte podía traer la modernización del país. Aunque apoyaban a José I, sus motivos variaban: desde el interés por mantener su posición social hasta la creencia de que la modernización de España dependía de la adopción de las ideas napoleónicas. Al final de la guerra, Fernando VII los reprimió duramente.
La mayoría de la población conformó el grupo de los patriotas, con una heterogénea composición ideológica:
- Un sector cercano al absolutismo (nobleza y clero), defensores de la monarquía borbónica y del viejo orden sin reformas: los absolutistas.
- Los reformistas moderados, una minoría liberal de origen burgués que pensaba que la guerra propiciaría cambios para modernizar España. Defendían el regreso del rey, creyendo que significaría el desarrollo de un programa de reformas dentro del Antiguo Régimen.
- Los liberales, que deseaban un cambio profundo que permitiese acabar con el absolutismo y esperaban que Fernando VII fuese un nuevo rey constitucional.
- El resto de la población, sin ideología definida, aunque de mentalidad conservadora, apoyó la lucha contra el francés.
Dimensión Internacional del Conflicto
El conflicto también tuvo una dimensión internacional, pues el ejército inglés desembarcó en la Península para ayudar a los portugueses y, desde allí, aliado con el ejército español, hizo retroceder a los franceses.
Fases de la Guerra
La guerra se puede dividir en varias etapas:
- 1ª Fase (hasta noviembre de 1808): El levantamiento del 2 de mayo se propaga por diversas ciudades, como Zaragoza y Girona, que fueron sitiadas y resistieron heroicamente. Éxitos de la resistencia española, como la victoria en la Batalla de Bailén, frenaron la ocupación francesa de Andalucía. José I abandonó Madrid y las tropas francesas se replegaron al norte.
- 2ª Fase (noviembre de 1808 a enero de 1812): La presencia francesa en España es hegemónica. Napoleón decide intervenir con un gran ejército de 150.000 soldados. Se producen la toma de Zaragoza, Girona y Madrid, entre otras. Los franceses ocupan toda España salvo Cádiz y Alicante. Restablecen a José I en Madrid. La resistencia española se vio reforzada por la ayuda inglesa al mando del general Wellington, al tiempo que surgía la guerrilla como forma de hostigamiento continuado al ejército enemigo, aunque no conlleve ocupación territorial.
- 3ª Fase (1812 al final de la guerra): El dominio francés se debilita. Napoleón retira su ejército para reforzar la campaña de Rusia, mientras que las tropas españolas y angloportuguesas contraatacan, venciendo a un ejército en retirada en Arapiles y Madrid en 1812, y en Vitoria y San Marcial en 1813. A finales de 1813, Napoleón, al borde de la derrota en Europa, firma con Fernando VII el Tratado de Valençay, que supone el final de la ocupación francesa y el reconocimiento de este como rey de España.
El Reinado de Fernando VII (1814-1833): Absolutismo contra Liberalismo
A finales de 1813, Napoleón firmó la paz con España (Tratado de Valençay) y reconoció a Fernando VII como monarca legítimo, permitiendo su vuelta al país y retirando sus tropas. Se iniciaba así el reinado de Fernando VII (1814-1833), que atraviesa diferentes etapas que demuestran las dificultades para instaurar el régimen liberal y la resistencia de las fuerzas partidarias del Antiguo Régimen. En él se plantearán muchos de los problemas que arrastrará España durante el siglo XIX.
1ª Etapa: El Sexenio Absolutista (1814-1820)
Cuando Fernando VII regresa a España, no cumple sus promesas de acatamiento del régimen constitucional. Amparándose en las peticiones de los diputados absolutistas en el Manifiesto de los Persas, que le animaban a volver al absolutismo, procede al restablecimiento del Antiguo Régimen mediante el Decreto de 4 de mayo de 1814. Este decreto abole toda la obra legislativa de las Cortes de Cádiz, incluyendo la Constitución de 1812. Se produce la restitución de los privilegios de la nobleza y el clero, de la Inquisición, el fin de la desamortización, el fin de la soberanía nacional y de las libertades individuales. Todo ello estaba propiciado por el ambiente internacional que imperaba en la Europa de la Restauración.
La consecuencia inmediata del Decreto fue la represión, tanto de afrancesados como de liberales. Muchos pasaron a la clandestinidad, llevando a cabo pronunciamientos como el de Espoz y Mina o Porlier. Otros fueron arrestados y otros decidieron exiliarse en Francia o Inglaterra, lo que generó una gran inestabilidad política. También hubo una gran crisis económica debido a la ruina de la Hacienda por la negativa de los estamentos privilegiados a pagar impuestos, por las destrucciones de la guerra y por la pérdida de las colonias americanas.
2ª Etapa: El Trienio Liberal (1820-1823)
En 1820 tiene lugar el pronunciamiento a favor de la Constitución del comandante Riego en Cabezas de San Juan, que da paso al Trienio Liberal. Tras el pronunciamiento, el rey Fernando VII, presionado, jura la Constitución de 1812. Se retoman las reformas liberales, pero deberán hacer frente a la frontal oposición del rey, encarnada en el continuo derecho de veto, evitando sancionar toda ley liberal. Otros problemas que afectarán a los gobiernos liberales serán la división interna entre doceañistas (más moderados) y exaltados (que quieren implantar toda la legislación liberal), la organización de partidas absolutistas, el malestar campesino y la agudización del proceso de emancipación de las colonias americanas.
En este contexto, la Santa Alianza intervendrá en España tras el acuerdo del Congreso de Verona, a través del ejército conocido como Los Cien Mil Hijos de San Luis, provocando la caída del régimen liberal y restaurando el poder absoluto del monarca.
3ª Etapa: La Década Ominosa (1823-1833)
Tras la caída del régimen liberal, Fernando VII retoma su política absolutista, anulando la legislación liberal previa e iniciando la represión contra los liberales, como la ejecución de Riego. Esta vuelta al absolutismo se desarrolló con un carácter más moderado, buscando una cierta modernización administrativa en la línea de la Ilustración para resolver el problema hacendístico.
Durante esta última etapa del reinado, Fernando VII tuvo que hacer frente a una doble oposición: los liberales, opositores naturales del régimen absolutista, y los apostólicos, el grupo más exaltado de los realistas o absolutistas, que consideraban sospechosas las tímidas medidas de reforma y el moderantismo del monarca. Estos se agruparon en torno al hermano del rey, Carlos María Isidro, posible heredero del monarca si este no lograba tener descendencia.
La Cuestión Sucesoria
La falta de descendencia del rey se conoce como la cuestión sucesoria. Fernando VII se casó con su sobrina María Cristina de Borbón y, en 1830, tuvo una hija, Isabel. Para poder nombrarla su sucesora, el rey promulgó la Pragmática Sanción, norma que autorizaba la sucesión femenina al trono, prohibida hasta entonces por la Ley Sálica (ley que habían traído los Borbones en 1700 y que impedía la sucesión en el trono de las mujeres). Los más conservadores consideraron ilegal la sucesión de Isabel, sosteniendo que debía recaer en Carlos María Isidro, hermano del rey y defensor del absolutismo. Esta división dará lugar, a la muerte de Fernando VII en 1833, a una larga y cruenta guerra civil: la Primera Guerra Carlista (1833-1840), entre los partidarios del absolutismo que apoyan a Carlos, y los defensores de la legalidad del trono de Isabel II, hija de Fernando VII.
El Reinado de Isabel II (1833-1868): La Implantación del Liberalismo
El reinado de Isabel II (1833-1868) se divide en tres grandes etapas: la Regencia de María Cristina (1833-1840), la Regencia de Espartero (1840-1843) y la Mayoría de Edad de la Reina (1843-1868). Su reinado supone la definitiva implantación del sistema liberal en España, aunque de forma convulsa por la presión de los carlistas al principio del reinado y, después, por un predominio del liberalismo moderado en detrimento de los progresistas. Es una etapa de gran inestabilidad política, y los gobiernos se suceden no tanto por los resultados de las urnas (el sufragio, además de alterado, es muy minoritario al ser censitario) sino por los caprichos de la reina o por la intervención de los militares. Esta presencia militar en política ha servido para denominar al periodo como el gobierno de los espadones.
La Regencia de María Cristina (1833-1840)
La regente, asediada por los carlistas, buscó apoyos entre los liberales, que se dividieron en moderados y progresistas. Los moderados, liderados por Narváez, eran partidarios de amplios poderes de la corona, del sufragio censitario muy restringido, de la propiedad privada y del entendimiento con la Iglesia. Los progresistas, liderados por Espartero, defendían la legislación gaditana, limitar los poderes del rey a favor de las Cortes, la soberanía nacional, el sufragio censitario menos restringido y, entre los derechos, añadían el de imprenta y asociación.
La regente mostrará su predilección por los moderados y, aunque es poco favorable a restablecer el sistema liberal, debe hacer concesiones que se plasman en una Carta Otorgada, el Estatuto Real (1834), que establecía un limitado sistema representativo. Cuando aumentaba el descontento, la regente llamaba a los progresistas al poder. Fue en estos breves periodos de gobierno progresista cuando se procedió a desmantelar jurídicamente el Antiguo Régimen, con hechos como la promulgación de la Constitución de 1837 o la Desamortización de Mendizábal (1836), que afectó sobre todo a los bienes de la Iglesia, que serían vendidos, sirviendo este capital para financiar y acabar la guerra carlista. También son de este periodo el final de los señoríos y los mayorazgos.
La Regencia de Espartero (1840-1843)
En 1840, una revuelta desencadenada por el carácter centralista de la Ley de Ayuntamientos provocó que el progresista Espartero aprovechara la popularidad ganada en la Primera Guerra Carlista para hacerse con el poder, que ejercerá de manera autoritaria. Particular interés tendrá la aprobación de un arancel librecambista firmado con Gran Bretaña, que originó que la burguesía catalana y los trabajadores lo consideraran lesivo para sus intereses, por lo que se movilizaron contra esa política económica. La reacción de Espartero fue bombardear Barcelona, lo que provocó una revuelta encabezada por progresistas y moderados que le costará la regencia, dando paso al gobierno de los moderados y a la mayoría de edad de Isabel II.
En cuanto al papel de los militares en el reinado de Isabel II, estos procedían del Antiguo Régimen y del prestigio adquirido durante las guerras de Independencia y Carlistas, y de su estrecha relación con los partidos políticos. Tanto militares moderados como Narváez, progresistas como Espartero, Serrano y Prim, y unionistas como O’Donnell, recurrieron a los pronunciamientos para derribar a los gobiernos, tendiendo la corona a otorgar el poder a los moderados. Esta presencia e injerencia militar en la política se ha denominado el gobierno de los espadones.
La Mayoría de Edad de Isabel II (1843-1868)
La derrota de Espartero supone la declaración de Isabel II como mayor de edad con 13 años, comenzando un nuevo periodo que va de 1843 a 1868. Se puede dividir en tres etapas en función del partido gobernante:
a) La Década Moderada (1843-1854)
En este periodo gobiernan los moderados, liderados por el general Narváez, y tomarán una serie de medidas conservadoras. Realizaron la Constitución de 1845, moderada, vigente hasta 1868. La nueva Constitución sustituyó el principio de soberanía nacional por la soberanía compartida (Cortes y Rey). Amplió los poderes reales (libre nombramiento y cese de los ministros, veto legislativo). Las Cortes, que comparten el poder legislativo con el Rey, eran bicamerales: Senado de designación real y Congreso elegido por sufragio censitario muy restrictivo, que limitaba a solo el 1% de la población la posibilidad de votar. El Estado es confesional y se comprometía a mantener el culto y al clero.
La Constitución establecía una organización administrativa centralizada, en la que ayuntamientos y diputaciones eran controlados por el gobierno. Aunque se reconocían formalmente derechos individuales, estos quedaron muy limitados por las leyes posteriores que los desarrollaron, especialmente la libertad de expresión. Se suprimió la Milicia Nacional. Se reformó administrativamente el Estado en un sentido centralista a partir de la división provincial. Desde Madrid se nombraba un gobernador civil para cada provincia y este, a su vez, nombraba y controlaba a los alcaldes de cada municipio. También en el ámbito fiscal se realizaron reformas, eliminando impuestos no rentables y simplificando el número de estos, que pasan a ser unos directos sobre las actividades y el territorio, y otros indirectos, como los impopulares consumos. En educación, la Ley Moyano estableció la enseñanza primaria pública gratuita y obligatoria. Otras actuaciones moderadas fueron el Concordato con la Santa Sede, que otorgaba grandes poderes a la Iglesia católica, y la creación de la Guardia Civil para el mantenimiento del orden (por el navarro Duque de Ahumada).
En 1854, el descontento y los casos de corrupción habían mermado la popularidad de los moderados, hasta el punto de que el general O’Donnell se pronunció contra el gobierno en Vicálvaro, y la reina se vio obligada a llamar a los progresistas al gobierno.
b) El Bienio Progresista (1854-1856)
Tras el pronunciamiento de O’Donnell, la reina llama a Espartero, progresista, al gobierno. De este periodo hay que destacar una serie de medidas económicas. La más importante es la Desamortización de Madoz (1855), que extendió el proceso desamortizador a los bienes de los ayuntamientos (bienes de propios y comunes) y a todos los que quedaban amortizados, con el objetivo de obtener dinero para financiar la construcción del ferrocarril. También son de este periodo una Ley de Ferrocarriles, que favoreció a las empresas que invirtiesen en el ferrocarril (extranjeras en su mayoría), una Ley de Banca, que ordenó el sistema financiero y la emisión de moneda, y la Ley de Sociedades de Crédito, que posibilitó la aparición de las Sociedades Anónimas.
c) La Etapa Final del Reinado (1856-1868)
Hasta 1868 se alternaron en el poder la Unión Liberal de O’Donnell y el Partido Moderado de Narváez. Se restableció la Constitución de 1845, moderada. Es interesante destacar de este periodo la política exterior activa, con expediciones a Marruecos, Conchinchina, Perú, la reincorporación de Santo Domingo y México, con pocas consecuencias reales.
De 1866 a 1868, la monarquía entró en una profunda crisis, al tiempo que se producía una gran crisis financiera, industrial y de subsistencias. El gobierno aumentó la represión, mientras que la oposición se organizaba. En 1866, los progresistas, demócratas y republicanos firmaron el Pacto de Ostende, donde acordaron la expulsión de los Borbones y la democratización de la vida política. En septiembre de 1868, la flota al mando del general Topete se sublevó en Cádiz. Un manifiesto al grito de ¡Viva España con honra! recoge las razones que justifican el levantamiento. Además de Topete, figuraban el general Prim y el general Serrano. El movimiento se extendió por todo el país y la reina optó por huir a Francia. Se le conoce como la Revolución de la Gloriosa e inaugura un nuevo periodo: el Sexenio Democrático (1868-1874).
El Sexenio Democrático (1868-1874) y la Constitución de 1869
La Constitución de 1869 se enmarca dentro de un periodo de gran inestabilidad denominado Sexenio Democrático (1868-1874). Las causas de esta revolución hay que buscarlas en la situación del último periodo del reinado de Isabel II, cuando en 1866 estalla una gran crisis económica, financiera, industrial y de subsistencias, a la que se une la crisis política por el desprestigio de Isabel II y la dura represión practicada por el gobierno moderado. En 1866, los progresistas, demócratas y republicanos firmaron el Pacto de Ostende, donde acordaron la expulsión de los Borbones y la democratización de España. En septiembre de 1868, la flota al mando del general Topete se sublevó en Cádiz. Un manifiesto al grito de ¡Viva España con honra! recoge las razones que justifican el levantamiento. Además de Topete, figuraban el general Prim y el general Serrano. El movimiento se extendió por todo el país y la reina optó por huir a Francia.
Se formó un Gobierno Provisional encabezado por Prim, con progresistas y unionistas, con Serrano como regente del reino. Se convocaron elecciones a Cortes Constituyentes mediante sufragio universal masculino, que dieron la victoria a la coalición gubernamental (progresistas, unionistas y un sector de los demócratas), con la presencia minoritaria de carlistas y republicanos. Las Cortes aprobaron la Constitución a mediados de 1869, siendo la primera constitución democrática de España.
Características de la Constitución de 1869
- Amplia declaración de derechos y libertades individuales, reconociéndose los derechos de reunión, enseñanza, manifestación y asociación por primera vez, siendo de gran importancia para el desarrollo posterior de la lucha obrera.
- Se reconocía la libertad de culto, tanto público como privado, aunque la nación se comprometía a mantener el culto y a los ministros de la religión católica.
- Se proclamaba la soberanía nacional: todos los poderes emanan de la nación, del pueblo.
- Proclama la división de poderes, con gran protagonismo de las Cortes, compuestas por dos cámaras: Congreso y Senado, como órgano representativo de la nación. Legislaban, controlaban al gobierno y limitaban el poder del rey.
- Proclama un poder judicial independiente.
- Se definió como forma de Estado una monarquía parlamentaria, en la que la potestad de hacer leyes correspondía a las Cortes y el monarca no tenía derecho de veto, aunque podía interferir en las decisiones del ejecutivo y en la designación de ministros.
- Sufragio universal masculino, siendo esta una de las conquistas destacadas de la etapa.
- Autonomía de gobiernos locales (ayuntamientos o diputaciones) y reformas del gobierno de las provincias de ultramar: Puerto Rico y Cuba, mientras que Filipinas tendría una ley especial.
Una vez aprobada, Serrano fue nombrado regente, mientras que Prim asumía la jefatura de Estado y se procedía a la búsqueda de un rey, candidatura que recayó en Amadeo de Saboya, hombre con una concepción democrática del Estado. Fue la primera Constitución democrática de la Historia de España y una de las más avanzadas de su tiempo, pero apenas tuvo vigencia por los graves conflictos generados a lo largo del Sexenio. Durante la Primera República fue aprobado un proyecto de Constitución Federal (1873) que no llegó a estar vigente. Con la Restauración Borbónica, la Constitución de 1869 fue reemplazada por la Constitución de 1876.