Historia de España: De la Romanización a los Reyes Católicos

Romanización

Es el proceso por el cual los pueblos integrados en el estado romano adoptaron las formas de vida y la mentalidad de sus conquistadores, transformando su idioma, sus costumbres, su organización, su economía y su cultura. El gobierno romano no impuso la romanización por la fuerza, pero la influencia de la civilización romana terminó por imponerse sobre culturas menos desarrolladas que fueron perdiendo sus rasgos de identidad. Roma conquistó la península ibérica entre los años 218 y 19 a.C. Tras la pérdida de Sicilia y Cerdeña en la I Guerra Púnica, Cartago decidió ampliar sus dominios en la península. Aníbal Barca desembarcó en Gadir (Cádiz) con un ejército cartaginés. Asdrúbal (sucesor de Aníbal) fundó Cartago Nova, centro militar y político de Cartago en la península. Roma y Cartago firmaron un pacto para repartirse la península, fijando la línea del Ebro como límite para la expansión militar. La toma de Sagunto (ciudad aliada de Roma) inició nuevamente las hostilidades entre Roma y Cartago. Comenzaba la II Guerra Púnica y la conquista romana de la península ibérica. En la primera fase, los ejércitos romanos avanzaron rápidamente hacia el sur desde Ampurias. La toma de Cartago Nova determinó la victoria romana en la guerra. El estado romano se convirtió en dueño de los territorios ocupados en la península, que nunca recobraron su autonomía.

Al-Ándalus

A la muerte del rey visigodo Witiza surgieron las discordias. Fue elegido Don Rodrigo, pero los witizanos pidieron ayuda a los musulmanes del norte de África. El gobernador Musa envió una expedición al mando de Tarif. Después de firmar en el 711 un acuerdo con los witizanos, fue enviado Tariq con soldados bereberes que derrotaron a Don Rodrigo en la batalla de Guadalete, iniciándose así la invasión musulmana de la península. Tariq persiguió a las restas del ejército visigodo, ocupando Écija y Toledo. En el 712 entró Musa con un ejército, dominando Sevilla y Mérida, y su hijo inició una serie de pactos de capitulación que permitieron a los visigodos rendirse y conservar sus bienes. En el 714 se inició una conquista sistemática y llegaron a ocupar Zaragoza y Galicia. Apareció así Al-Ándalus como emirato dependiente de Damasco. La conquista fue relativamente fácil debido a la firma de pactos en los que se respetaba la estructura socioeconómica autóctona, aportando las técnicas y organización del Oriente Próximo, también al trato que dispensaron a la población y en especial a los judíos, que se sintieron liberados de los abusos de los nobles godos. Además, se les permitió seguir practicando su religión a cambio de un impuesto. Entraron unos 60.000 musulmanes: bereberes y árabes. Fue una sociedad eminentemente urbana, que utilizaron moneda propia.

Se puso la capital en Córdoba y se ocuparon de la fiscalidad. Al-Samh realizó un catastro y ocupó Pamplona. Fueron derrotados en Poitiers por Carlos Martel en 732. Se produjeron varios enfrentamientos entre yemeníes y sirios, y Alfonso de Asturias ocupó parte de la vega del Duero. Abd al-Rahman I, príncipe omeya que había escapado de la matanza de su familia, entró en España y se hizo proclamar emir. Estableció un sistema político propio e inició el desarrollo de una civilización brillante que convirtió a Córdoba en una de las más brillantes ciudades de la alta Edad Media europea. Formó un ejército de mercenarios y, para pagarles, aumentó la presión fiscal. Luchó y venció a las tropas del califa de Bagdad y del emperador Carlomagno. Inició las obras de la mezquita de Córdoba, dividió el reino en 22 coras y en tres marcas (Zaragoza, Toledo y Mérida). Al-Hakam I reforzó el ejército y su guardia personal. Se sublevaron las diferentes marcas porque aumentó los impuestos. En Toledo se dio la jornada del foso y en Córdoba la revuelta del Arrabal. Tarragona y Gerona cayeron en manos de Luis el Poderoso. Abd al-Rahman II reformó la administración; estableció una etiqueta rigurosa en la corte y nombró delegados suyos en las ciudades. No aumentó los impuestos, pero los cobró con rigor. Creó dos monopolios estables: la acuñación de moneda y la fabricación de telas de lujo.

Atacó los territorios cristianos del norte. Derrotó a los normandos que entraron por Lisboa y Sevilla. En los años finales de su reinado se enfrentó a la desobediencia mozárabe liderada por San Eulogio. En el 888 ya solo se poseía la ciudad de Córdoba. Con la llegada al poder de Abd al-Rahman III todo cambió. Se restableció la libertad religiosa y se reactivó la economía. El reino estuvo condicionado por la intolerancia religiosa. El reino perduró hasta 1492, cuando cayó en manos de los Reyes Católicos.

Los Reyes Católicos

Isabel I, reina de Castilla, y Fernando II, rey de Aragón, es considerado el punto de partida de la unidad de España. Siendo hermana del rey Enrique IV, fue apoyada por la facción de la nobleza que consideraba ilegítima a la hija de este, Juana la Beltraneja. Siendo princesa, contrae matrimonio en secreto con Fernando, hijo y heredero de Juan II de Aragón. Tras la muerte de Enrique IV y ya convertida en reina, gobernará conjuntamente con Fernando en virtud de un pacto entre ambos, la Concordia de Segovia, que sienta las bases de una dinastía. La unión dinástica de Castilla y Aragón incomodaba a los reinos vecinos y se produjo una nueva guerra por la sucesión a la corona de Castilla, con carácter internacional, con Francia y Portugal. Las tropas vencieron todas las resistencias y se produjeron dedicar a la organización de los reinos.

La unión de las coronas de Castilla y Aragón en el reinado fue la transición entre el mundo medieval y el mundo moderno en la península. Procuraron centralizar en lo posible las instituciones de gobierno, disminuyendo el poder político de la nobleza y el clero. Nacía así el Antiguo Régimen con el reforzamiento de las monarquías e instituciones de gobierno como virreyes, cortes o los diferentes consejos. La hacienda real fue saneada; introdujeron monedas de ambos reinos: de oro, llamadas ducados, el real de plata y los blancos de cobre. Quedaba por situar a Felipe, su hermano. Para ello se firmó el segundo pacto de familia: España apoyaría a Francia contra Gran Bretaña y Austria a cambio del reconocimiento del infante Felipe como soberano de los ducados de Parma, Plasencia y Guastalla.

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