Historia de España: Reformismo Borbónico e Independencia Americana

1. La Crisis del Reinado de Carlos IV (1788-1808)

1.1. La Monarquía de Carlos IV

Carlos IV apartó del gobierno a los ministros ilustrados (Floridablanca, Jovellanos…) y en 1792 confió el poder a un joven militar, Manuel Godoy. La ejecución del monarca francés, Luis XVI, impulsó a Carlos IV a declarar la guerra a Francia. Desde el ascenso al poder de Napoleón Bonaparte (1799), la política española vaciló entre el temor a Francia y el intento de pactar.

  • Las alianzas con Francia derivaron en conflicto con Gran Bretaña, y la batalla de Trafalgar constituyó el hito más relevante: la armada franco-española fue destrozada.

Godoy planteó reformas como la desamortización de tierras eclesiásticas, que provocaron una amplia oposición:

  • La nobleza y la Iglesia se mostraron contrarias a las reformas de Godoy.
  • Los impuestos sobre el campesinado provocaban el descontento popular, que se veía incrementado por las epidemias, el hambre y la escasez, sobre todo por la falta de artículos del mercado interior, que impedía abastecer los territorios necesitados.

1.2. El Motín de Aranjuez

En 1807, Godoy, con la aquiescencia de Carlos IV, firmó un tratado con Napoleón (Tratado de Fontainebleau): autorizaba a los ejércitos napoleónicos a entrar en España para atacar Portugal, aliada de Gran Bretaña. A cambio, se pactaría un futuro reparto de Portugal entre Francia y España. Las tropas se situaron en puntos estratégicos como Barcelona, Vitoria y Madrid.

El 18 de marzo de 1808 estalló un motín en Aranjuez, ciudad donde se encontraban los reyes, quienes, aconsejados por Godoy y temerosos de que la presencia francesa terminase en una invasión real del país, se retiraban hacia el sur. El motín, con participación popular, pero dirigido por la nobleza palaciega y el clero, perseguía:

  • La destitución de Godoy.
  • La abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando, alrededor del cual se habían unido quienes querían acabar con Godoy.

Los amotinados consiguieron sus objetivos, pero los hechos evidenciaron una crisis profunda en la monarquía española: Carlos IV escribió a Napoleón haciéndole saber los acontecimientos y reclamando su ayuda para recuperar el trono que le había sido arrebatado por su propio hijo Fernando VII.

1.3. La Monarquía de José Bonaparte

Carlos IV y Fernando VII fueron llamados por Napoleón a Bayona, donde acudieron con presteza y, sin mayor oposición, abdicaron ambos en la persona de Napoleón Bonaparte. Legitimado por las abdicaciones, Napoleón:

  • Nombró a su hermano José rey de España.
  • Convocó a Cortes a fin de aprobar una Constitución que acabase con el Antiguo Régimen y ratificase el nombramiento de José I.

El nuevo código de Bayona reconocía la igualdad de los españoles ante la ley. José Bonaparte inició una experiencia reformista:

  • Pretendía la liquidación del Antiguo Régimen, la abolición del régimen señorial, la desamortización de tierras de la Iglesia y la desvinculación de los mayorazgos.

2. Guerra de la Independencia (1808-1814)

2.1. La Revuelta Popular y la Formación de Juntas

El 2 de mayo de 1808, el resto de la familia real se preparaba para partir hacia Bayona. Una multitud se congregó ante palacio para impedir su partida y se alzó de forma espontánea contra la presencia francesa. La revuelta fue reprimida por las tropas del general Murat.

Surgieron juntas de armamento y defensa, ante el vacío de poder creado por las abdicaciones de Bayona. Las juntas se expandieron y se crearon las juntas provinciales, que asumieron la soberanía en ausencia del rey, declararon la guerra a Napoleón y buscaron el apoyo de Gran Bretaña. Las juntas enviaron representantes a Aranjuez, tras la derrota de Bailén, para formar una Junta Suprema Central que coordinase la lucha. Floridablanca y Jovellanos eran los miembros más ilustres, como el rey legítimo de España. Ante el avance francés, la Junta huyó a Sevilla y de allí a Cádiz.

2.2. La Resistencia: Sitios y Guerrillas

Los sitios de las tropas francesas inmovilizaron parte del ejército francés e impidieron el avance hacia el Levante. La derrota de los invasores en el Bruc y sobre todo en Bailén tuvieron un impacto inmediato: se impidió la conquista de Andalucía, los soldados imperiales se replegaron al norte del Ebro.

Las guerrillas, pequeños grupos locales de entre 30 y 50 miembros, hostigaban al ejército por sorpresa: destruían sus instalaciones, asaltaban los convoyes. En 1812 la guerra quedó afectada por la campaña que Napoleón inició en Rusia y que obligó a retirar miles de efectivos de la península. Ante ello, las tropas españolas consiguieron la victoria de Arapiles (1812), que permitió el trono a Fernando VII (Tratado de Valençay) y los franceses empezaron a abandonar la península.

2.3. Actitudes Sociales, Políticas e Ideológicas

Una minoría de españoles, los afrancesados, colaboraron con la monarquía de José. Vinculados con su programa reformista, apostaban por un poder fuerte para modernizar España, sin riesgo de excesos revolucionarios. Muchos tuvieron que exiliarse ante la persecución iniciada por Fernando VII.

El grueso de la población española formó lo que se conoce como el frente patriótico, es decir, los que se opusieron a la invasión. Agrupaba posiciones muy diferentes:

  • La mayor parte del clero y la nobleza deseaban la vuelta al absolutismo bajo la monarquía de Fernando VII, defendían la tradición y la religión católica y rechazaban todo cambio social.
  • Algunos ilustrados creían que con la vuelta de Fernando VII se podría emprender un programa de reformas y la modernización del país dentro de los cauces del Antiguo Régimen.
  • Los liberales (burgueses, profesionales…) veían en la guerra la oportunidad de realizar un cambio en el sistema político. Era la ocasión para implantar en España un sistema político liberal, basado en una constitución como norma suprema, la soberanía nacional, la división de poderes, las instituciones representativas y la abolición de los privilegios estamentales y gremiales a fin de impulsar el desarrollo del capitalismo.

Al margen de posiciones ideológicas, gran parte de la población afrontó la guerra como un movimiento de defensa y resistencia contra el invasor.

3. Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812

3.1. La Convocatoria de Cortes

La Junta Suprema Central se había mostrado incapaz de dirigir la guerra y decidió disolverse en enero de 1810, no sin antes iniciar un proceso de convocatoria de Cortes para que los representantes de la nación decidieran sobre su organización y su destino. Mientras se reunían las Cortes se mantenía un Consejo de Regencia formado por cinco miembros y, asimismo, se organizó una “consulta al país” sobre las reformas a realizar por las Cortes, a través de las Juntas provinciales y los ayuntamientos. Predominaba la idea de que la desastrosa acción de los gobiernos de Carlos IV había provocado la ruina de España, por lo que se pedían garantías contra el poder absoluto del monarca.

El proceso de elección de diputados a Cortes y su reunión en Cádiz fueron difíciles dado el estado de guerra, y en muchos casos se optó por elegir sustitutos entre las personas presentes en Cádiz. El ambiente liberal de la ciudad influyó en que gran parte de los elegidos tuvieran simpatías por estas ideas. Las Cortes se abrieron en septiembre de 1810 y el sector liberal consiguió su primer triunfo al forzar la formación de una cámara única, frente a la tradicional representación estamental. En su primera sesión aprobaron el principio de soberanía nacional, es decir, el reconocimiento de que el poder reside en el conjunto de los ciudadanos, representados en las Cortes.

3.2. La Constitución de 1812

Una comisión de las Cortes preparó el proyecto de Constitución desde marzo de 1811. Empezó a debatirse en agosto y se promulgó el 19 de marzo de 1812, día de San José, por lo que se la conoció popularmente como “la Pepa”. Era un texto largo, de 384 artículos, y su tramitación se vio afectada por las vicisitudes bélicas y por las diferencias entre absolutistas y liberales.

Contiene una declaración de derechos del ciudadano:

  • La libertad de pensamiento y opinión.
  • La igualdad de los españoles ante la ley.
  • El derecho de petición.
  • La libertad civil.
  • El derecho de propiedad.
  • El reconocimiento de todos los derechos legítimos de los individuos que componen la nación española.

La nación se definía como el conjunto de todos los ciudadanos de ambos hemisferios: los territorios peninsulares y las colonias americanas. La estructura del Estado correspondía a una monarquía limitada, basada en la división de poderes y no en el derecho divino:

  • El poder legislativo recaía en las Cortes unicamerales, que representaban la voluntad nacional y poseían amplios poderes: elaboración de leyes, aprobación de los presupuestos y de los tratados internacionales, mando sobre el ejército, etc. El mandato de los diputados duraba dos años y eran inviolables en el ejercicio de sus funciones. El sufragio era universal masculino e indirecto.
  • El monarca era la cabeza del poder ejecutivo: poseía la dirección del gobierno e intervenía en la elaboración de las leyes a través de la iniciativa y la sanción, poseyendo veto suspensivo durante dos años. Sus decisiones debían ser refrendadas por los ministros, quienes estaban sometidos a responsabilidad penal.
  • La administración de justicia era competencia exclusiva de los tribunales. Se establecían los principios básicos de un Estado de derecho: códigos únicos en materia civil, criminal y comercial, inamovilidad de los jueces, garantías de los procesos, etc.

Otros artículos de la Constitución planteaban la reforma de los impuestos y la Hacienda, la creación de un ejército nacional, el servicio militar obligatorio, la implantación de una enseñanza primaria, pública y obligatoria.

El territorio se dividía en provincias, para cuyo gobierno interior se creaban las diputaciones provinciales, se establecía la formación de ayuntamientos con cargos electivos para el gobierno de los pueblos y se creaba la Milicia Nacional, a nivel local y provincial. El texto constitucional plasmaba también el compromiso existente entre los sectores de la burguesía liberal y los absolutistas, al afirmar la confesionalidad católica del Estado.

3.3. La Acción Legislativa de las Cortes

Además del texto constitucional, las Cortes de Cádiz aprobaron una serie de leyes y decretos destinados a eliminar el Antiguo Régimen y a ordenar el Estado como un régimen liberal. Procedieron a la supresión de los señoríos jurisdiccionales, distinguiéndolos de los territorios, que pasaron a ser propiedad privada de los señores. Ello apuntaba hacia un tipo de reforma agraria que liquidaba el régimen señorial pero que transformaba a los antiguos señores, y no a los campesinos, en propietarios de tierras.

Se decretó la eliminación de los mayorazgos y la desamortización de las tierras comunales, con el objetivo de recaudar capitales para amortizar deuda pública. Se votó la abolición de la Inquisición, con una fuerte oposición de los absolutistas y del clero. Se votó la libertad de imprenta que, sin embargo, en lo referente a la religión continuaba bajo el control de la Iglesia y condicionada por unas juntas de censura. Se votó la libertad de trabajo, la anulación de los gremios y la unificación del mercado.

Este primer liberalismo marcó las líneas básicas de lo que debía ser la modernización de España. Los legisladores de Cádiz aprovecharon la situación revolucionaria creada por la guerra para elaborar un marco legislativo mucho más avanzado de lo que hubiera sido posible en una situación de normalidad. La obra de Cádiz no tuvo una gran incidencia en la práctica: la situación de guerra impidió la efectiva aplicación de lo legislado y, al final de la guerra, la vuelta de Fernando VII frustró la experiencia liberal y condujo al retorno del absolutismo.

4. El Reinado de Fernando VII (1814-1833)

4.1 La Restauración del Absolutismo (1814-1820)

Los liberales desconfiaban de la predisposición del monarca para aceptar el nuevo orden constitucional. Dispusieron que viajara directamente a Madrid para jurar la Constitución. Fernando VII temió enfrentarse a quienes que durante seis años se habían resistido al invasor y acató sus condiciones. Pero los absolutistas sabían que la vuelta del monarca era su mejor oportunidad para deshacer la obra de Cádiz y volver al antiguo régimen. Demandaron la restauración del absolutismo (Manifiesto de los Persas) y movilizaron al pueblo para que mostrase su adhesión al monarca.

Mediante el Real Decreto de 4 de mayo de 1814 anuló la constitución y anunció la vuelta al absolutismo. Fueron detenidos los liberales y otros huyeron al exilio. La monarquía procedió a la restauración del régimen señorial y de la Inquisición. Era una vuelta al Antiguo Régimen, refrendada en Europa mediante el Congreso de Viena y la creación de la Santa Alianza. Así, a partir de 1815, Fernando VII tuvo como objetivo rehacer un país destrozado por la guerra, con el comercio paralizado, las finanzas en bancarrota y todas las colonias luchando por su independencia. Hay que añadir los movimientos independentistas en las colonias y los pronunciamientos militares liberales en las ciudades. La represión fue la única respuesta de la monarquía a las demandas políticas y sociales.

4.2 El Trienio Liberal (1820-1823)

El 1 de enero de 1820, el coronel Rafael del Riego se sublevó y recorrió Andalucía proclamando la Constitución de 1812. Inmediatamente se formó un nuevo gobierno que proclamó una amnistía y convocó elecciones a Cortes. Los diputados liberales iniciaron rápidamente una importante obra legislativa: establecieron la disminución del diezmo e impulsaron la liberalización de la industria y el comercio, potenciando así el desarrollo de la burguesía.

Todas estas reformas suscitaron rápidamente la oposición de la monarquía. Fernando VII paralizó cuantas leyes pudo, recurriendo al derecho de veto, buscando recuperar su poder mediante la intervención de las potencias absolutistas en España. Las nuevas medidas provocaron el descontento de los campesinos, pues no les facilitaban el acceso a la tierra. Los antiguos señores se convirtieron en los nuevos propietarios. No se produjo una rebaja de los impuestos y la monetarización de las rentas y de los diezmos, antes pagados con productos agrarios. Los campesinos se sumaron a la agitación antiliberal. La nobleza y la iglesia, perjudicadas por la supresión del diezmo y la venta de bienes monacales, impulsaron la revuelta contraria al Trienio.

En 1822 se alzaron partidas absolutistas en Cataluña, Navarra, Galicia y el Maestrazgo, estableciendo una regencia absolutista en Seo de Urgel en 1823. Los propios liberales se dividieron en dos tendencias: los moderados, partidarios de reformas limitadas que no perjudicasen a las élites sociales, y los exaltados, partidarios de reformas radicales, favorables a las clases medias y populares.

4.3 La Década Ominosa (1823-1833)

La Santa Alianza encargó a Francia la intervención en España (los Cien Mil Hijos de San Luis) y repusieron a Fernando VII como monarca absoluto. Las potencias restauradoras, alarmadas por la constante agitación en que vivía España, consideraban necesarias algunas reformas moderadas: proclamar una amnistía para superar la situación de violencia y organizar una administración eficaz con el fin de dotar de estabilidad a la monarquía. Fernando VII no se avino a estas peticiones y de nuevo se produjo, como en 1814, una feroz represión contra los liberales, muchos de los cuales marcharon al exilio.

Otra gran preocupación para la monarquía fue el problema económico: las dificultades para la Hacienda, agravadas por la pérdida definitiva de las colonias, forzaron a un estricto control del gasto público. El rey buscó la colaboración del sector moderado de la burguesía financiera e industrial. Esta actitud incrementó la desconfianza de los realistas y de los sectores ultramontanos de la corte. En la corte, dicho sector, que gozaba de importante poder en los círculos nobiliarios y eclesiásticos, se agrupó alrededor de Carlos María Isidro, hermano del rey y su previsible sucesor, dado que Fernando no tenía descendencia.

4.4. El Conflicto Dinástico

En 1830, el nacimiento de la hija del rey, Isabel, dio lugar a un grave conflicto en la sucesión al trono: la Ley Sálica impedía el acceso al trono a las mujeres. Fernando VII derogó la ley mediante la Pragmática Sanción, que abrió el camino a su hija y heredera. Los llamados carlistas se negaron a aceptar la nueva situación. Estos enfrentamientos se trataban de la lucha por imponer un modelo u otro de sociedad:

Alrededor de don Carlos se agrupaban las fuerzas más partidarias del Antiguo Régimen, opuestas a cualquier forma de liberalismo. María Cristina entendió que si quería salvar el trono para su hija, debía buscar apoyos en los sectores más cercanos al liberalismo:

  • Nombrada regente durante la enfermedad del rey.
  • Formó un nuevo gobierno de carácter reformista.
  • Decretó una amnistía que supuso la vuelta de 100.000 exiliados liberales.
  • Se preparó para enfrentarse a los carlistas.

En 1833, Fernando VII murió, reafirmando en su testamento a su hija, de tres años de edad, como heredera del trono y nombrando gobernadora a la reina María Cristina hasta la mayoría de Isabel. El mismo día, don Carlos se proclamó rey, iniciándose un levantamiento absolutista en el norte de España y, poco después, en Cataluña. Comenzaba así la primera guerra carlista.

3. El Reformismo Borbónico: Carlos III

3.1. Las Nuevas Ideas Ilustradas

Los ilustrados creían que los hombres, conducidos por su inteligencia, podrían alcanzar el conocimiento, que constituía la base de la felicidad. Eran firmes partidarios de la educación y del progreso, es decir, del enriquecimiento del saber y la progresiva mejora de las condiciones de vida de los seres humanos.

Los ilustrados sometieron a crítica los principios en los que se basaba la sociedad estamental, negando la transmisión hereditaria de cualquier virtud o privilegio y afirmando la igualdad y el derecho a la libertad de todos los seres humanos.

Criticaron la rígida organización económica, la falta de libertad para comprar, vender, establecerse o progresar, y defendieron un sistema social que garantizase la propiedad y la libertad de comercio e industria.

Sin negar la existencia de Dios, se opusieron al dominio ideológico de la Iglesia, a sus privilegios y a la visión conservadora e inmovilista transmitida por el clero.

Se enfrentaron al absolutismo monárquico, defendiendo la necesidad de un contrato entre gobernantes y gobernados, que garantizase los derechos básicos del individuo:

  • Montesquieu planteó la separación de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial).
  • Rousseau defendió el principio de soberanía popular, afirmando que el poder emana del libre consentimiento de los ciudadanos, expresado mediante el voto.

3.2. La Ilustración Española

La introducción y difusión de las nuevas ideas ilustradas en España fue lenta y difícil, debido a:

  • La ausencia de amplios grupos burgueses.
  • El anquilosamiento y conservadurismo de los medios intelectuales universitarios.
  • El enorme peso de la Iglesia.

Esto provocó que se obstaculizara la difusión de la nueva corriente de pensamiento hasta la segunda mitad del siglo. A partir de 1750-1760, surgió una generación de pensadores, entre los que destacaron Feijoo, Campomanes, Cadalso, Jovellanos, Aranda, Floridablanca, Olavide y Capmany. En sus escritos reflejaban las preocupaciones ilustradas y empezaron a criticar el modelo social imperante en España en el siglo XVIII. No formaban un grupo heterogéneo, pero coincidían en el interés por la ciencia, el espíritu crítico y la idea de progreso.

Muchos de los ilustrados eran miembros de la pequeña nobleza y permanecían aislados, entre la indiferencia de gran parte de la aristocracia y el clero y la ignorancia de las clases populares:

  • Estaban convencidos de que únicamente la mejora del nivel cultural de la población podía sacar al país de su atraso.
  • Hicieron de la educación un objetivo prioritario, el eje sobre el que debía sustentarse el cambio social.

Para conseguir dicho objetivo, los ilustrados se enfrentaron a las órdenes religiosas y a los estamentos privilegiados. Defendieron la necesidad de imponer una enseñanza útil y práctica, obligatoria para todos en los primeros niveles, común a ambos sexos, impregnada por los nuevos conocimientos y relacionada con el extranjero.

La segunda preocupación básica de los ilustrados fue la cuestión económica:

  • Todos ellos eran conscientes de que el retraso del país, en relación con otras potencias europeas, provenía de la gran cantidad de tierras amortizadas en manos de la nobleza y el clero, del excesivo control sobre las actividades económicas y del desconocimiento de las nuevas técnicas e inventos, aplicados ya en otros países como Gran Bretaña u Holanda.
  • Se esforzaron en estudiar la situación real del país y en proponer una serie de reformas que contribuyeran al crecimiento económico.

3.3. El Despotismo Ilustrado: Carlos III

Carlos III (1759-1788) accedió al trono español al morir su hermanastro Fernando VI sin descendencia directa. Ya había gobernado en Nápoles (1734-1759) y había entrado en contacto con las ideas ilustradas. Al iniciar su reinado en España se mostró partidario, como otros monarcas absolutos europeos, de seguir algunas de las ideas de progreso y racionalización ilustradas, siempre que no atentaran contra el poder de la monarquía absoluta. Se inició así la etapa del despotismo ilustrado en nuestro país.

En el inicio de su reinado tuvo que enfrentarse a la fuerte oposición de los grupos privilegiados a su programa de reformas. En 1766 se produjo el motín de Esquilache, una revuelta de causas complejas en la que se unieron el malestar de la población por la escasez y el elevado precio de los alimentos, el rechazo al excesivo poder de los altos cargos extranjeros (Grimaldi, Esquilache…), el descontento de los privilegiados, que veían cómo las reformas ilustradas reducían su poder e influencia. Todo ello confluyó en una revuelta popular en Madrid contra las medidas de saneamiento y orden público tomadas por el ministro Esquilache: limpieza urbana, alumbrado, prohibición de los juegos de azar y del uso de armas, así como de utilizar sombreros chambergos y capas largas.

Carlos III, atemorizado ante la extensión y gravedad de la revuelta, destituyó a Esquilache, paralizó las reformas y tomó medidas populares como bajar el precio de algunos productos básicos (aceite, pan, etc.). Los motines cesaron rápidamente y el país se pacificó. Controlada la situación, el rey se mostró decidido a continuar con la política reformista.

Para llevar adelante su programa, Carlos III contó con una serie de ministros y colaboradores españoles, que desde diversos puestos de gobierno auxiliaron al monarca y fueron, en realidad, los responsables de los esfuerzos reformistas. Cabe destacar: Campomanes, el conde de Floridablanca, el conde de Aranda, Pablo de Olavide, Francisco Cabarrús y Gaspar Melchor de Jovellanos.

3.4. La Legislación Reformadora

En el ámbito religioso se puso énfasis en reformar el papel, el poder y la influencia de la Iglesia. Los ilustrados eran regalistas, es decir, defensores de la autoridad y las prerrogativas del rey frente a la Iglesia. Carlos III reclamó el derecho al nombramiento de los cargos eclesiásticos, al control de la Inquisición y a la fundación de monasterios. Se procedió a la expulsión de los jesuitas en 1766, una orden religiosa de enorme poder, de directa obediencia al papado y probable instigadora de los motines contra Esquilache.

En la cuestión social, el pensamiento ilustrado se plasmó en el decreto de 1783 por el que se declararon honestas todas las profesiones.

En educación, se inició una reforma de los estudios universitarios y de las enseñanzas medias, pero muy especialmente se fundaron las escuelas de artes y oficios, ligadas a conocimientos prácticos, y se impulsó la obligatoriedad de la educación primaria. Se promovió la fundación de Academias dedicadas a las letras y las ciencias.

En el terreno económico, para intentar acabar con las trabas que inmovilizaban la propiedad, entorpecían la libre circulación y amordazaban los mercados, se establecieron las siguientes medidas:

  • Limitación de los privilegios de la Mesta, apoyo a la propuesta de Olavide de colonización de nuevas tierras (Sierra Morena) e impulso de los proyectos de reforma agraria.
  • Fomento de la libre circulación de mercancías en el interior de España, como la libre circulación de grano, y la liberalización progresiva del comercio colonial (fin del monopolio del puerto de Cádiz, decretado en 1765).
  • Apoyo a la actividad industrial, liberalizando gradualmente el proceso de fabricación y abandonando la gestión directa de las Real Fábricas. Se establecieron aranceles y se firmaron tratados comerciales para defenderse de la competencia exterior.
  • Moderación en la política impositiva, con el objetivo de fomentar la producción y limitar el gasto público.

Otra iniciativa importante fue la creación de las Sociedades Económicas de Amigos del País, con el objeto de fomentar la agricultura, el comercio y la industria, traducir y publicar libros extranjeros e impulsar la difusión de las ideas fisiócratas y liberales.

3.5. Los Límites del Reformismo Borbónico

El despotismo ilustrado de Carlos III presenta en su conjunto un balance positivo. Ahora bien, los intentos de reforma agraria implicaban trastocar profundamente el poder de los privilegiados. Reformar tenía como límite el poder del monarca y mantener el esqueleto del orden del Antiguo Régimen. Cuando la Revolución francesa anunció el fin del viejo orden, el nuevo monarca, Carlos IV, y gran parte de sus colaboradores fueron los primeros en observar con gran temor los efectos que las ideas ilustradas provocaban en la vecina Francia, el inicio de un ciclo demográfico caracterizado por el crecimiento y que se mantuvo limitado por la persistencia de las crisis de subsistencia, las tensiones del sector agrario y fomentaron la creación de manufacturas con la finalidad de superar el estrecho marco productivo gremial y aumentar la producción, se crearon las reales fábricas, se implantaron por todo el territorio español, tres zonas de mayor actividad: Valencia, el País Vasco y Cataluña. En el País Vasco, la existencia de una minería del hierro proporcionaba la materia prima necesaria para impulsar la creación de fundiciones y fábricas metalúrgicas. En Cataluña, la industria estaba ligada a la textil de la lana y a la industria algodonera, dedicada a la producción de tejidos blancos o estampados (indianas). La expansión de la manufactura catalana vino favorecida por la ampliación del mercado en Castilla, la apertura de los mercados americanos y la mayor y más estable demanda interna de la propia Cataluña.

5. La Independencia de la América Hispana

5.1. La América Española a Finales del Siglo XVIII

A lo largo del siglo XVIII, la decidida preocupación de los Borbones por los territorios de ultramar había dado lugar a una etapa de prosperidad basada en la reactivación del comercio y la puesta en marcha y explotación de numerosas plantaciones. El crecimiento económico propició el desarrollo de un poderoso grupo burgués criollo, de origen europeo pero nacido en América. En esta burguesía criolla tomaron cuerpo y se fraguaron los programas y los proyectos de independencia, provocados por el trato discriminatorio dado a los criollos en los cargos coloniales, el sometimiento a fuertes impuestos y el control que España ejercía sobre la economía.

5.2. El Proceso de Independencia

A partir de 1808, los criollos optaron por no aceptar la autoridad de José Bonaparte y crearon Juntas que asumieron el poder en sus territorios. No reconocieron la autoridad de la Junta Suprema Central. Hacia 1810 muchas se declararon autónomas respecto a la metrópoli. Los focos más destacados fueron:

  • El virreinato del Río de la Plata, donde José de San Martín proclamó la independencia de Argentina.
  • El virreinato de Nueva Granada y Venezuela, a cuyo frente se situó Simón Bolívar.
  • México, cuyo levantamiento dirigieron Miguel Hidalgo y José María Morelos.

Finalizada la guerra de la Independencia en 1814, el gobierno español respondió con el envío de un ejército de 10.000 hombres, que pacificó Nueva Granada y México, pero se mostró inoperante en el virreinato de Río de la Plata. Los diversos territorios americanos fueron obteniendo la independencia a excepción de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, en Asia.

5.3. Los Problemas de las Nuevas Naciones Americanas

La emancipación de las colonias y la creación de repúblicas independientes no solucionaron todos los problemas existentes en la América hispana. El sueño de los libertadores, especialmente de Bolívar, de conseguir una América Unida, poderosa y solidaria se mostró imposible. Los intereses de los caudillos locales, de las burguesías comerciales y de los grandes terratenientes, que querían dominar y explotar cada uno de los territorios, condujeron a innumerables guerras y al fraccionamiento del territorio en múltiples repúblicas. Los criollos que habían dirigido el movimiento de independencia abandonaron a su suerte a la gran mayoría de la población india, negra o pobre, lo cual daría lugar a profundas convulsiones sociales. La independencia política no supuso la independencia económica para el subcontinente: el dominio español fue sustituido por la constante intromisión de Gran Bretaña y Estados Unidos, que fueron los primeros en reconocer a las nuevas naciones.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *