Historia de la Península Ibérica: Un Recorrido desde Tartesos hasta la Reconquista
1. Tartesos, Griegos y Fenicios: Intercambio Cultural en el Mediterráneo
Impulsados por la escasez de tierras y la situación política, griegos y fenicios buscaron puertos y oportunidades económicas en el Mediterráneo Occidental, en los siglos IX y VIII a.C. respectivamente. La fundación de Gadir por los fenicios en la desembocadura del Guadalquivir y la de Emporion por los griegos, fueron hitos fundamentales de esta presencia.
El resultado fue la transformación de los pueblos indígenas, que se convirtieron en interlocutores de ambas presencias comerciales. Uno de los más notables fue el pueblo aborigen conocido como Tarteso. Los textos clásicos lo describen como una civilización dependiente del río Guadalquivir, urbanizada y organizada en torno a una realeza longeva. Tarteso fue el resultado de la interacción cultural entre un pueblo que toma la iniciativa en el contacto comercial y otro que se beneficia de esa relación.
2. La Romanización de la Península Ibérica
La romanización fue el proceso de implantación de la cultura romana en la Península Ibérica. Los romanos llegaron para combatir a los cartagineses, sus enemigos, y no para conquistar la península. Además del interés militar, Roma buscaba reconstruir el imperio económico griego. La Península era rica en materiales como madera y esparto, esenciales para la construcción naval. También podía suministrar soldados y cereales para alimentar a su ejército y población en expansión.
En el año 218 a.C., las legiones romanas desembarcaron en Ampurias. La conquista duró doscientos años, durante los cuales, y a pesar de la tolerancia romana, se produjo la adaptación al modo de vida romano. Esto supuso cambios en la lengua, religión, urbanismo, comercio y costumbres.
3. La Monarquía Visigoda en Hispania
La Hispania visigoda abarca el período del asentamiento visigodo en la Península Ibérica, entre mediados del siglo V y principios del siglo VIII. En el año 476, los visigodos ya se habían asentado en la Península y en el 490 terminaron las migraciones desde el norte.
Gracias a la acción política de Leovigildo, en la segunda mitad del siglo VI se fortaleció la monarquía, con logros en diversos campos. Consiguió estabilidad con reformas monetarias y restableció el control sobre territorios que se habían independizado. Leovigildo intentó unificar sus reinos religiosamente con el arrianismo, pero fracasó. Su hijo, Recaredo, logró la unidad religiosa tomando como base el catolicismo. En el trascendental III Concilio de Toledo, el rey y su esposa manifestaron su conversión, marcando el cénit de la cultura visigoda en Hispania.
4. Modelos de Repoblación en la Península Ibérica
La repoblación fue el proceso de ocupación del territorio conquistado a los musulmanes por los reinos cristianos del norte. Hubo cuatro modelos principales:
- Presura o Aprisio: Ocupación espontánea de tierras por pequeños campesinos.
- Repoblación Concejil: Iniciativa real en territorios amenazados, con concesiones para atraer población.
- Repoblación de las Órdenes Militares: Entrega de latifundios a las órdenes que ayudaron en la reconquista.
- Repartimiento: División en donadíos (para nobles y clero) y heredamientos (para quienes poblarían el territorio).
La forma de repoblación tuvo una gran repercusión social y económica, dando lugar a pequeñas propiedades y hombres libres en algunos casos, y a grandes señoríos en otros.
5. La Corona de Castilla en el Siglo XIII: Organización Política y Expansión Territorial
Castilla y León se unieron y separaron varias veces. Tras la derrota musulmana en las Navas de Tolosa, los reyes Fernando III y Alfonso X conquistaron casi toda Andalucía. En 1230, se produjo la unión definitiva cuando Fernando III fundó la Corona de Castilla.
La Corona de Castilla era un único Estado con instituciones y leyes comunes. El rey castellano tenía más poder que otros reyes peninsulares, pudiendo elaborar leyes, declarar la guerra y juzgar. Las Cortes castellanas no podían legislar, pero aprobaban o negaban nuevos impuestos. La economía se basaba en la agricultura y la ganadería.
La escasez de pobladores llevó a la creación de grandes señoríos, trabajados por siervos. Tras la batalla de las Navas de Tolosa, Castilla se apoderó de Andalucía y Murcia, mientras que la Corona de Aragón se expandió por Valencia y Baleares.
6. El Califato de Córdoba: Esplendor y Poder en Al-Ándalus
Abd al-Rahman III fue el emir (912-929) y primer califa omeya de Córdoba (929-961). Asumió el gobierno de un emirato desmembrado por conflictos internos y amenazado por reinos cristianos. En el 929 se proclamó califa, convirtiendo Córdoba en el centro de un imperio musulmán en Occidente, rivalizando con Bagdad en poder, prestigio y cultura.
Almanzor, descendiente de una familia árabe del Yemen, ocupó importantes cargos administrativos. Tras la muerte de al-Hakam II, aprovechó la minoría de edad de Hisam II para tomar el poder. Llevó a cabo 56 campañas en tierras cristianas sin ser derrotado, destruyendo Santiago de Compostela en 997. Almanzor respetó el aparato califal, lo que le proporcionó prestigio y permitió que su hijo Abd al-Malik le sucediera como hayib.
7. Almorávides y Almohades: El Fin del Dominio Musulmán en la Península
Los almorávides detuvieron el avance cristiano y unificaron Al-Ándalus bajo su dominio de extremismo islámico, integrando la península como una provincia de Marruecos. Tras su debilitamiento, los almohades, otro pueblo musulmán de extremismo islámico, los sustituyeron en el Norte de África. En 1146, invadieron la península y reconstruyeron la unidad de Al-Ándalus, dependiente de Marruecos.
Los almohades también detuvieron la expansión cristiana, pero la reacción cristiana organizó una gran cruzada. Los reinos cristianos vencieron al ejército almohade en la batalla de las Navas de Tolosa, marcando el avance definitivo hacia el sur. Hacia 1250, solo el reino de Granada quedaba en poder de los musulmanes.