Historia de la Globalización y el Imperialismo del Siglo XIX

1. El Auge de la Globalización en el Siglo XIX

La globalización, entendida como la intensificación de las relaciones sociales a nivel mundial que interconectan lugares distantes, experimentó un crecimiento drástico en la segunda mitad del siglo XIX. Si bien existía una red de intercambios global desde hacía tiempo, este período marcó la emergencia de una economía genuinamente mundial y la unificación del globo en un solo sistema social.

Dos factores impulsaron este proceso:

  • Avances tecnológicos: La aceleración del progreso técnico en comunicaciones y transporte facilitó el acceso a todo el mercado.
  • Decisiones políticas: La liberalización del comercio y las políticas imperialistas adoptadas por los gobiernos más poderosos.

El imperialismo, la división del mundo entre fuertes y débiles, se convirtió en la expresión más evidente de este fenómeno.

2. Ideologías del Imperialismo

El imperialismo justificaba las conquistas como un acto benéfico. La creencia en la superioridad de la propia civilización impulsó el imperialismo durante siglos. En el caso de Occidente, el progreso técnico desde la Revolución Industrial reforzó esta idea, justificando la «misión civilizadora» del hombre blanco. A finales del siglo XIX, la idea de la superioridad de la raza blanca se radicalizó, argumentando la necesidad de reemplazar a las poblaciones colonizadas.

Además de estas justificaciones, el nacionalismo impulsó la defensa de las políticas imperialistas. Los ciudadanos, vinculados a comunidades nacionales con lengua y tradiciones compartidas, sentían el deber de defender y engrandecer su nación frente a rivales. Este sentimiento nacionalista fue el principal soporte ideológico del imperialismo europeo a finales de siglo.

3. Crecimiento Basado en la Exportación de Materias Primas

América Latina y los territorios coloniales se especializaron en la producción de uno o dos bienes primarios para el mercado mundial. En muchos casos, un único producto representaba la totalidad de los ingresos por exportaciones, haciendo que la economía de la región dependiera de su precio en el mercado. Esto generaba problemas como la caída abrupta de los precios al entrar nuevos productores, el agotamiento de recursos por sobreexplotación o la sustitución por materiales artificiales.

Los países exportadores de alimentos enfrentaban el problema de la «elasticidad ingreso» de la demanda. Según la Ley de Engel, el aumento de la riqueza no implica un mayor consumo de alimentos básicos, lo que dificultaba el crecimiento a largo plazo. Si bien la demanda de alimentos y materias primas creció durante la segunda mitad del siglo XIX, generando prosperidad en algunas regiones, este modelo de crecimiento basado en la exportación de bienes primarios era frágil, un problema que se manifestaría con crudeza en el futuro. Países como Australia, Nueva Zelanda y Canadá mantuvieron su crecimiento después del siglo XIX, a diferencia de Argentina y Uruguay.

4. La Explosión Demográfica

En las sociedades preindustriales, la alta mortalidad, especialmente infantil, mantenía la población estable. La industrialización trajo mejoras en medicina, higiene y alimentación, reduciendo la mortalidad pero manteniendo alta la natalidad, debido a la demanda de trabajo infantil. Este desequilibrio provocó un gran aumento de la población, particularmente en Inglaterra. En Francia, la natalidad disminuyó constantemente, resultando en un crecimiento poblacional menor. España, con altas tasas de natalidad y mortalidad, experimentó un crecimiento lento.

El descenso de la mortalidad infantil y el aumento de la esperanza de vida impulsaron el crecimiento demográfico europeo en el siglo XIX. La industrialización también provocó la urbanización, concentrando la población en las ciudades.

5. Transformación de la Estructura Social

El avance del capitalismo industrial llevó a Karl Marx a predecir una sociedad dividida en dos clases: el proletariado (trabajadores) y la burguesía (propietarios). Esta imagen se ajustó a la realidad del siglo XIX.

6. Condiciones de Vida y Trabajo en la Revolución Industrial

Hombres, mujeres y niños trabajaban jornadas de 12 a 14 horas, e incluso más, por salarios miserables. La combinación de largas jornadas y la nueva disciplina de trabajo intensificó las condiciones laborales. La precariedad laboral, la incertidumbre sobre salarios, horas de trabajo y la posibilidad de despido, marcó la vida de los obreros. Los niños, especialmente huérfanos o abandonados, eran explotados en minas e industrias.

7. La Predicción de Marx

Marx predijo la desaparición de artesanos, pequeños comerciantes y campesinos, integrándose a una clase trabajadora homogénea y explotada por la burguesía. Creía que los trabajadores, al reconocer su interés común, se organizarían para abolir la propiedad privada y el capitalismo, dando paso al socialismo, ya sea mediante una revolución o el triunfo electoral de partidos socialistas.

8. Clases Medias y Proletariado

Las clases medias, nuevas y viejas, se diferenciaban del proletariado por:

  • Derechos políticos: El derecho al voto les permitía acceder a la educación secundaria y participar en la vida cultural.
  • Patrones de consumo: Mayores ingresos les permitían ahorrar.
  • Aspiraciones: Buscaban el progreso individual, a diferencia de los obreros, cuyo progreso dependía del grupo.

9. Primeras Protestas Obreras

Las primeras protestas, impulsadas por el temor a la miseria y la inseguridad, fueron protagonizadas por artesanos y campesinos, quienes tenían más recursos y mucho que perder con el avance del capitalismo. Sus objetivos eran:

  • Defender o restaurar los derechos tradicionales.
  • Detener el avance del capitalismo, incompatible con sus valores.

10. El Papel de los Sindicatos

En los países industrializados, se desarrolló un modelo de movimiento obrero basado en sindicatos. Sindicatos y partidos socialistas colaboraban con el objetivo común del socialismo. Los sindicatos se centraban en la acción industrial, mientras que los partidos se dedicaban a la política.

11. El Movimiento Obrero

El movimiento obrero, originado en Gran Bretaña y extendido por Europa, surgió como consecuencia de la Revolución Industrial. Inicialmente clandestino, ganó fuerza con doctrinas como el anarquismo y el marxismo, organizándose a nivel supranacional. Sus causas fueron:

  • La transformación de las relaciones laborales y la división de clases.
  • Bajos salarios e incertidumbre laboral.
  • Extensas jornadas de trabajo.

12. Marxismo y Anarquismo

Marxistas y anarquistas compartían la visión de una sociedad con propiedad colectiva. Sin embargo, diferían en dos aspectos: quién lideraría la transformación y las estrategias para lograrla. Para los marxistas, eran los trabajadores industriales, mientras que para los anarquistas era todo el pueblo oprimido. Los anarquistas promovían la acción clandestina, mientras que los marxistas creaban grandes organizaciones obreras que buscaban la legalidad y la negociación.

13. Crisis del Movimiento Obrero a Finales del Siglo XIX

A finales del siglo XIX, el movimiento obrero, pese a su discurso revolucionario, se volvió más pragmático. La legalización de sindicatos y partidos, la reducción de la jornada laboral, la mejora de salarios y la intervención del Estado en la economía les otorgaron beneficios que no querían perder. La posibilidad del sufragio universal masculino reforzó esta postura. La Segunda Internacional creía que la revolución llegaría con una catástrofe económica. Surgieron dos interpretaciones antagónicas: el revisionismo, que proponía un movimiento reformista, y la postura de Lenin, que abogaba por la revolución.

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