1.1. INTRODUCCIÓN
A la muerte de Carlos III y ascenso al trono de Carlos IV (1788), el Antiguo Régimen, impregnado de reformismo ilustrado, seguía intacto. Un año después, la Revolución Francesa (1789) inició un proceso que derrumbó el Antiguo Régimen en Europa occidental, abriendo paso al liberalismo político, a la expansión del capitalismo y a la consolidación de la sociedad de clases.
Las ideas revolucionarias francesas se extendieron por Europa a través de los ejércitos de Napoleón, quien desde 1799 había tomado el poder en Francia, iniciando una expansión militar por el continente. España fue también invadida por los ejércitos napoleónicos. Sin embargo, la guerra contra el invasor francés estuvo animada por muchas de las ideas de libertad originadas en Francia. La propia Constitución de Cádiz de 1812 fue reflejo de muchos de los principios expresados en la Constitución francesa de 1791 y en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789.
La derrota de Napoleón por las potencias absolutistas europeas (1815) significó la vuelta al viejo orden y al absolutismo monárquico, pero los vientos de libertad ya no podrían ser definitivamente amordazados y, entre 1815 y 1833, España y Europa entera se debatirán entre el absolutismo y el liberalismo.
1.2. LA GUERRA DE INDEPENDENCIA
1.2.1El impacto de la revolución francesa en España. El Motínde Aranjuez
El rey Carlos IV accedíó al trono español en 1788 y un año después se vio desbordado por la compleja situación creada por la Revolución Francesa. El miedo a la expansión revolucionaria congeló todas las reformas iniciadas en el reinado de Carlos III y apartó del gobierno a los viejos ministros ilustrados (Floridablanca, Jovellanos). El protagonismo de las clases populares en la Revolución Francesa, el carácter radical de sus reformas y la muerte en la guillotina en Enero de 1793 del rey Luis XVI y de su familia, condujeron al nuevo monarca a declarar la guerra a Francia (1793-1795). El enfrentamiento bélico se saldó con una absoluta derrota de las tropas españolas.
A partir de ese momento, y especialmente desde el ascenso al poder de Napoleón Bonaparte, la política española, conducida por el nuevo primer ministro Manuel Godoy, dudó entre el temor a Francia y el intento de pactar con ella para evitar el enfrentamiento con el ejército napoleónico.
Godoy siguió un camino de alianzas sucesivas con Francia, firmando una serie de pactos con Napoleón. España se convirtió en aliada de Francia y se enfrentó a Inglaterra. En Trafalgar (1805) perdíó casi toda su flota naval. En 1807 Napoleón obtuvo el consentimiento de Carlos IV para que sus ejércitos atravesasen España para atacar Portugal, aliada de Inglaterra, a cambio de un futuro reparto de Portugal entre Francia, España y un principado para el propio Godoy (Tratado de Fontainebleau).
El 18 de Marzo de 1808 estalló un motín en Aranjuez, donde se encontraban los reyes. El motín, dirigido por la nobleza palaciega y el clero, buscaba la destitución de Godoy y la abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando. Los amotinados consiguieron sus objetivos, poniendo en evidencia una crisis profunda en la monarquía española. Carlos IV escribíó a Napoleón haciéndole saber los acontecimientos y reclamando su ayuda para recuperar el trono que le había arrebatado su propio hijo Fernando VII.
Carlos IV y Fernando VII fueron llamados por Napoleón a Bayona. Allí, sin mostrar oposición, abdicaron ambos en la persona de Napoleón Bonaparte, que nombró a su hermano José I rey de España.
1.2.2. La monarquía de José Bonaparte
Para ratificar a su hermano en el trono y anunciar sus intenciones de futuro, Napoleón convocó para Junio Cortes en Bayona. El Estatuto de Bayona se establecíó el 7 de Julio de 1808. Es un documento en cuya redacción no participa el pueblo, sino que emana de la voluntad real. En él se establecíó que España era un Estado confesional (la religión católica era oficial). No establece Soberanía Nacional pero sí limita el poder del monarca, su único poder independiente era ahora el judicial. El Estatuto de Bayona reconocía la igualdad de los españoles ante la ley, ante los impuestos y ante el acceso a los cargos públicos. Por último, se abolíó la inquisición y se inició la reforma de la administración.
Con escaso apoyo y total incomprensión, José Bonaparte intentaría una experiencia reformista para acabar con el Antiguo Régimen: desamortizó parte de las tierras del clero, desvinculó los mayorazgos y las tierras de manos muertas y legisló el fin del régimen señorial.
La invasión francesa y la quiebra del modelo social, político y económico del A.Régimen que representaba la monarquía borbónica, obligaron a la toma de postura por parte de las diferentes corrientes ideológicas frente a la presencia francesa y a la nueva monarquía napoleónica.
Posturas políticas ante la invasión francesa:
una pequeña parte de la población (conocidos como afrancesados), entre los que se hallaban numerosos intelectuales, altos funcionarios y parte de la nobleza, aceptaron al nuevo monarca José Bonaparte y participaron en su gobierno. Pensaban que un poder fuerte podría realizar las reformas necesarias para la modernización del país. Pero el grueso de la población española se opuso a la invasión, aunque desde posiciones muy diferentes: la mayor parte del clero y la nobleza, buscaba la vuelta a la situación absolutista anterior bajo la monarquía de Fernando VII; por el contrario, la burguésía, los intelectuales, los sectores claramente liberales e ilustrados, veían en la guerra la oportunidad de realizar una serie de reformas largamente deseadas. Los ilustrados, representados por Floridablanca o Jovellanos, esperaban que la victoria frente a los franceses permitiese la vuelta de Fernando VII, del que se esperaba que impulsase el inicio de un programa de reformas que permitiera la continuidad de la monarquía borbónica junto a la modernización del país. Sin embargo, gran parte de la población, ajena a posiciones ideológicas claras, afronta la guerra como un movimiento de defensa contra el invasor extranjero.
1.2.3.El desarrollo de la guerra
Mientras se desarrollaban los hechos de Bayona, en España se inició un alzamiento popular contra la presencia francesa. El 2 de Mayo, ante los rumores de que Fernando VII había sido secuestrado por Napoleón, el pueblo de Madrid se alzó de forma espontánea contra la presencia francesa. Aunque la sublevación fue duramente reprimida por las tropas francesas al mando del general Murat, su ejemplo cundíó por todo el país y la población se levantó rápidamente contra el invasor. Ante la sorpresa de los franceses, un movimiento de resistencia popular frenó el avance de las tropas imperiales.
En toda España surgieron Juntas de Defensa, que reaccionaban ante el desconcierto de las clases privilegiadas, incapaces de organizar el país ante el vacío de poder creado por la abdicación de los monarcas en Bayona. Las juntas fueron primero locales pero pronto se organizaron juntas provinciales que reclamaron la acción de las autoridades y forzaron la reuníón de una Junta Central que coordinase la acción contra los franceses.
Desde el punto de vista bélico, los restos del ejército tradicional español eran incapaces de oponerse al avance de las fuerzas francesas. Por esa razón, la guerrilla y los sitios fueron las formas de impedir, o al menos obstaculizar, el dominio francés en el territorio español.
Los sitios consistían en la resistencia de las ciudades españolas al avance francés. Las ciudades sitiadas resistían los bombardeos, la falta de alimentos, y hasta de agua, a la que las sometía el cerco francés, con tal de no dejar avanzar al ejército invasor y, de esta forma, desgastar a las tropas napoleónicas y dar tiempo a la organización de la resistencia del resto del país.
La guerrilla fue la forma espontánea y popular de resistencia armada contra el invasor. Partidas formadas por campesinos, burgueses o gente de cualquier otra ocupación, se organizaban con un jefe de cuadrilla al frente para luchar contra los franceses. Su mejor arma era el conocimiento de terreno y el apoyo de la población. No se enfrentaban a campo abierto, sino que actuaban en pequeños grupos, hostigaban al ejército, destruían instalaciones o asaltaban los cargamentos de avituallamiento.
Evolución de la guerra
Para Napoleón, la invasión de Portugal, iba íntimamente ligada al dominio completo de la Península Ibérica. Por ello, dispuso sus tropas estratégicamente situadas en Barcelona, Vitoria y Madrid, para que en su despliegue ocupasen toda la Península. Napoleón no esperaba encontrar grandes resistencias. Sus informes le hablaron de unas instituciones incapaces de oponerse a su presencia, una vez privadas de los monarcas, y esperaba conquistar el país sin graves problemas.
1ª etapa: Ocupación y levantamiento (1808): Marcado por las Juntas provinciales que organizaron operaciones militares. La acción conjunta de las Juntas de Sevilla y Granada consiguió la victoria en la Batalla de Bailén (Julio de 1808), al mando del general Castaños y derrotando al francés Dupont, lo que impidió la toma de Andalucía y obligó al repliegue de gran parte de los soldados napoleónicos más allá del Ebro y al abandono de la ciudad de Madrid. El éxito de la batalla propició la creación de una Junta Central: se establecíó en Aranjuez y fue presidida por Jovellanos. Lo primero que hizo fue ratificar un tratado con Inglaterra que envió tropas al mando del duque de Wellington.
2ª etapa: Hegemonía francesa (1808-1812): La Batalla de Bailén obligó a Napoleón a intervenir. Consigue entrar en Madrid, distanciando a los españoles en Gamonal y Somosierra. La Guerra con Europa le obligó a abandonar España. Los franceses proceden a la ocupación de toda la Península. Hacia el este fue el General Suchet, que tras el segundo sitio en Zaragoza consigue entrar en Valencia. Hacia el sur, el General Soult derrotó en Ocaña al ejército español, y ocupó Andalucía. Sitió Cádiz y Gibraltar, defendida por los británicos. Hacia el oeste, el General Massena avanza sobre Portugal pero no consigue romper la defensa de Lisboa. El avance francés hacia Madrid hizo que la Junta Central se trasladara a Cádiz. La junta decide disolverse y formar el Consejo de Regencia y convocar a las Cortes
La situación bélica se estabiliza cuando los franceses ocupan toda la Península excepto Cádiz y Gibraltar, y tienen que hacer frente a las tropas inglesas y a la guerrilla. En conclusión, ocuparon toda la Península pero no la dominaron.
3ª etapa: ofensiva final (1812-1814): a mediados de 1812 el fracaso de la campaña rusa obligó a Napoleón a sacar tropas de la Península. La derrota francesa en la batalla de Arapiles por la acción de las guerrillas y del ejército británico dirigido por Wellington obligó a los franceses a retirarse de Andalucía y Madrid y replegarse en los Pirineos. Las victorias de Vitoria y San Marcial obligaron a los franceses a abandonar Cataluña. Napoleón, derrotado en todos los frentes, puso fin a la guerra en España con el Tratado de Valençay y la puesta en libertad de Fernando VII.
Balance final
La guerra de Independencia hay que enmarcarla, desde el punto de vista económico, en un largo periodo de estancamiento que se inicia en 1808 y llega a 1840. En efecto, al desastre causado por la guerra se unirán luego la desastrosa política económico-social de Fernando VII, la pérdida de las colonias americanas y una coyuntura económica desfavorable.
La guerra supuso pérdidas materiales (la destrucción de ciudades como Zaragoza, Badajoz, San Sebastián y de la mayor parte de las industrias estatales y privadas). El sistema de comunicaciones quedó seriamente afectado. Finalmente, la agricultura y la ganadería sufrieron un importante proceso de descapitalización en forma de tala de bosques, quema de cosechas y matanza de ganado.
1.3. LAS CORTES DE CÁDIZ
1.3.1.Introducción
Desde el comienzo de la guerra, las juntas locales y provinciales que dirigían la resistencia enviaron representantes para formar una Junta Central Suprema que coordinara las acciones bélicas y dirigiera el país durante la guerra. Esta junta se reuníó en Septiembre de 1808. Floridablanca y Jovellanos eran sus miembros más ilustres. La junta reconocíó a Fernando VII como rey legítimo de España y asumíó, hasta su retorno, su autoridad. Ante el avance francés, la junta acabó refugiándose, en 1810, en Cádiz, la única ciudad española que resistía al asedio francés con ayuda de los ingleses.
La Junta Central se mostró incapaz de dirigir la guerra y decidíó convocar unas Cortes en la que los representantes de la nacíón decidieran sobre su organización y su destino.
El proceso de elección de diputados a Cortes y su reuníón en Cádiz fueron necesariamente difíciles. En un país dominado por los franceses, era imposible una elección de representantes y en muchos casos se optó por elegir sustitutos o diputados, entre las personas de cada una de las provincias, que se hallaban en Cádiz. El ambiente liberal de la ciudad influyó en que gran parte de los elegidos tuvieran simpatías por estas ideas. Las Cortes se abrieron en Septiembre de 1810. La gente que formaba las Cortes era de capas de población medias y urbanas: funcionarios, abogados, comerciantes,… También había miembros de la nobleza, que formaban la sexta parte de la cámara y esperaban que se convocara la Cámara Alta (nunca ocurríó). La mayor parte de la gente era de ideología liberal. Los absolutistas estaban representados por Floridablanca y asumían la situación como provisional hasta la vuelta del rey. Los reformistas liberales estaban encabezados por Jovellanos y pretendían seguir el modelo de gobierno Inglés: eran partidarios de la Soberanía Nacional y querían que solo hubiese una cámara.
Triunfó el sector liberal, que consiguió forzar la formación de una cámara única y aprobaron el principio de soberanía nacional (reconocimiento de que el poder reside en los ciudadanos y que se expresa a través de las Cortes formadas por representantes de la nacíón).
La constitución de 1812
Reunidas las Cortes se planteó la necesidad de dar a la monarquía una Constitución. Para elaborar el texto se designó una comisión que utilizó como referencia el “Estatuto de Bayona”.
La Constitución fue promulgada el día 19 de Marzo de 1812, día de San José, por lo que se la conoce popularmente como “La Pepa”. Es el texto legal que mejor define el espíritu liberal español de esa época. El texto constitucional plasma el compromiso y equilibrio entre los sectores de la burguésía liberal y los absolutistas, al reconocer totalmente los derechos de la religión católica, caballo de batalla del sector absolutista, especialmente del clero.
La Constitución de 1812 es la más extensa de nuestra historia constitucional, contiene 384 artículos, recogidos en 10 títulos. Asume los principios del liberalismo: afirma la Soberanía Nacional, limita el poder del monarca, reconoce la igualdad jurídica de los ciudadanos varones, asume la división de poderes, reconoce un sistema participativo: sufragio universal masculino indirecto y reconoce el derecho de la propiedad. La nacíón se define como el conjunto de todos los ciudadanos de ambos hemisferios, es decir, se colocan en pie de igualdad los territorios peninsulares y las colonias americanas. Sus principios fundamentales eran:
- Establecía la monarquía constitucional. La figura del rey era inviolable y manténía importantes prerrogativas como la de vetar las leyes.
- Fijaba la separación de poderes dejando en manos del rey el poder ejecutivo. El legislativo lo compartían las Cortes, en las que residía la soberanía nacional, y el monarca. La imposición de tributos quedaba en manos de las Cortes que también tendrían potestad para autorizar el matrimonio del rey.
- Se trataba de una Constitución confesional, la religión católica era la del Estado, al ser la “única verdadera”.
- Amplia declaración de derechos: libertad de imprenta, libertad civil, derecho de petición, igualdad ante la ley y el reconocimiento de todos los derechos legítimos de los individuos que componen la nacíón española
- Contemplaba la inviolabilidad del domicilio y la supresión del tormento en los interrogatorios.
- Sufragio para todos los varones mayores de 25 años.
En resumen, el texto establece los principios de una sociedad moderna, con derechos y garantías para sus ciudadanos.
Además del texto constitucional, las Cortes de Cádiz aprobaron una serie de leyes y decretos destinados a eliminar las trabas del Antiguo Régimen y a ordenar el Estado como un régimen liberal. Los decretos se pueden ordenar en:
1. Decretos de carácter social: Afectaban a la nobleza, mediante los “estatutos de limpieza de sangre” que eliminaron las pruebas de la nobleza para ingresar en Academias Militares y en la Administración del Estado, y a la Iglesia, suprimiendo los diezmos, las primicias y la Inquisición.
2. Decretos de carácter económico: Se establecieron cuatro leyes:
Ley agrícola
Se creó el “Informe Jovellanos”, basado en la libertad total de los cultivos.
Ley ganadera
Se suprimíó el Consejo de la Mesta.
Ley de industria
Se establecíó la libertad para que cualquier ciudadano pudiera establecer una industria, definiera la producción y el precio de los productos.
Ley de comercio
Se establecíó el librecambismo, se quitaron los impuestos de las aduanas para facilitar la entrada de productos extranjeros.
3. Decretos de carácter fiscal: Desaparecieron los privilegios fiscales de la nobleza y el clero, iniciándose el proceso de desamortización y la reforma agraria.
4. Decretos de carácter jurídico: Se unificaron todos los códigos legales para todo el territorio del Estado y se suprimieron los señoríos jurisdiccionales.
Valoración de la constitución de 1812
La Constitución de 1812 constituye un ejemplo de constitución liberal, inspirada en la francesa de 1791. La Constitución no solo pretendía regular el ejercicio de poder, sino también conseguir una reordenación de la sociedad: aceptaba el principio de sufragio y establecía una amplia garantía de los derechos.
Fue elaborada en un país en guerra, ocupado por las tropas napoleónicas, y los legisladores, esperanzados por el triunfo final, intentaron aprovechar la situación revolucionaria creada por la guerra, para elaborar un marco legislativo mucho más avanzado de lo que el conjunto de la sociedad española hubiera permitido en una situación normal. Tuvo tres cortos periodos de vigencia: el primero de Marzo de 1812 a Marzo de 1814, el segundo a partir de Mayo de 1820 con el levantamiento de Riego y en 1836 a la espera de promulgar una nueva constitución. Sirvió de ejemplo para otras Constituciones, tanto europeas (Portugal o Italia) como americanas (Hispanoamérica) e inspiró el constitucionalismo español del Siglo XIX.
A pesar de la importancia de su obra, las Cortes no tuvieron gran incidencia práctica en la vida del país. La situación de la guerra impidió la efectiva aplicación de lo legislado en Cádiz y, al final de la guerra, la vuelta de Fernando VII condujo al retorno del absolutismo.