Historia de la Península Ibérica: Desde el Paleolítico hasta la Reconquista

Sociedad y Economía en el Paleolítico. Pinturas Rupestres

El Paleolítico y el Neolítico son fases de la Prehistoria, periodo histórico que abarca desde los orígenes del hombre hasta la aparición de la escritura. En el Paleolítico, los hombres eran nómadas y se agrupaban para la supervivencia y los lazos familiares en tribus, hordas y clanes. La economía era depredadora, ya que se dedicaban a la caza y la recolección.

En el Neolítico aparecieron la agricultura y la ganadería, comenzando los primeros asentamientos estables con cierta organización social y división de tareas por sexos. Por tanto, la economía era productora y en este periodo comenzó a darse el trueque.

La pintura rupestre son dibujos o bocetos prehistóricos dibujados con pigmentación natural en cuevas y rocas. Estaban relacionados con rituales para mejorar la caza. Las más famosas de España son las de la cueva de Altamira.

Los Pueblos Prerromanos. Colonizaciones Históricas: Fenicios, Griegos y Tartesos

Se denominan pueblos prerromanos a los pobladores de la península ibérica antes de la conquista romana en el 218 a.C. El litoral mediterráneo lo ocupaban los íberos, que destacaban con un nivel de cultura, lengua común y esculturas como la Dama de Elche. En las áreas del norte y la meseta se encontraban los celtas y los celtíberos, donde se encontraron poblados fortificados y ciudades como Numancia.

En el primer milenio a.C. llegaron a la península pueblos mediterráneos con el objetivo de fundar enclaves para el comercio de oro, plata, cobre y estaño.

  • Los fenicios se establecieron en factorías como Gadir (Cádiz) y Malaka (Málaga), difundiendo el uso del hierro, el torno de alfarería, la conserva en salazón y la escritura alfabética.
  • Los griegos se extendieron por la costa catalana y levantina, siendo Emporion (Ampurias) su colonia más importante e influyendo en el arte y la lengua.
  • Los tartesos, procedentes del norte de África, se establecieron en el suroeste peninsular y tuvieron contacto con las tribus iberas, fenicios y griegos para el comercio.

Conquista y Romanización de la Península Ibérica. Principales Aportaciones Romanas

La conquista de la península ibérica por el ejército romano se inició en la Segunda Guerra Púnica en el 218 a.C., conquistando el sur y el este. En la segunda etapa se conquistó el interior, acabando la resistencia en Numancia en el 133 a.C. Por último, tomaron la costa cantábrica, donde se asentaron los cántabros y astures.

La romanización fue un proceso de adaptación cultural al modo de vida romano por parte de los indígenas, que se dio en ciudades, difundido por soldados y comerciantes. Las aportaciones importantes que se dieron fueron a nivel social (derechos y religión), económico (mejora en el comercio por las calzadas), lingüístico (introdujeron el latín) y arquitectónico (construcciones de monumentos).

El Reino Visigodo: Origen y Organización Política. Los Concilios

Con las invasiones bárbaras al Imperio romano, los pueblos germanos procedentes del norte de Europa llegaron a la península. Entre ellos estaban los visigodos, que ocuparon gran parte del territorio tras la derrota frente a los francos en Vouillé en el 507 d.C. Así crearon un reino con capital en Tolosa, que después se trasladaría a Toledo.

En poco tiempo llevaron a cabo una unificación territorial con Leovigildo, que derrotó a los suevos y bizantinos; religiosa con Recaredo; y legislativa con Recesvinto, que creó el Fuero Juzgo.

A nivel político, el rey era elegido por la asamblea de hombres libres y gobernaba con la ayuda del Officium Palatinum, compuesto por el Aula Regia o Consejo Real y el Concilio de Toledo, asambleas legislativas en las que participaba la aristocracia para ratificar las decisiones del rey.

Al-Ándalus

Conquista Musulmana de la Península. Emirato y Califato de Córdoba

Al-Ándalus es el nombre que dieron los musulmanes al territorio peninsular que conquistaron a partir del año 711 d.C., aprovechando la crisis visigoda por la debilidad de su monarquía. Esta invasión finalizó con la batalla de Guadalete y la Península pasó a ser una provincia del Imperio islámico con capital en Córdoba.

Tras la revolución abasí, el último omeya, Abderramán I, llegó al-Ándalus y lo proclamó emirato independiente, dejando de depender políticamente del imperio musulmán, pero no religiosamente. Esta etapa se caracterizó por la inestabilidad causada por rebeliones internas y el avance de los reinos cristianos.

En el 929, Abderramán III se proclamó califa, dejando de depender del imperio islámico e instaurando el califato de Córdoba. Comenzó así una época de esplendor económico, cultural y militar por las victorias de Almanzor, además de político por la inestabilidad interna.

Reinos de Taifas y Reino Nazarí

El período de decadencia de Al-Ándalus comenzó en el 1031 con la muerte de Almanzor, cuando algunos gobernadores decidieron independizar sus territorios formándose los reinos de taifas y acabando con el califato. A pesar de que algunos reinos prosperaron económica y culturalmente, a nivel militar perdieron fuerza al dividirse y les costaba resistir a los ataques cristianos. Los taifas, para evitar las ofensivas, pagaban tributos anuales a los reinos cristianos, pero aún así, Castilla tomó Toledo en el 1085.

Los reinos de taifas buscaron el apoyo de los almorávides y, en el siglo XII, de los almohades, consiguiendo ganar alguna batalla. Finalmente, en 1212, con la victoria cristiana en las Navas de Tolosa, se puso fin al dominio almohade, reduciéndose la presencia musulmana al reino nazarí de Granada. Este experimentó un crecimiento demográfico y un auge cultural, convirtiéndose en el puente entre Oriente y Occidente. En 1492, los Reyes Católicos finalizaron la reconquista de la península y Boabdil les entregó las llaves de la ciudad de Granada.

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