Historia de la Península Ibérica: Desde la Prehistoria hasta el Reino Visigodo

El proceso de hominización en la Península Ibérica: nuevos hallazgos

El hombre actual es fruto de una evolución iniciada hace más de 3 o 4 millones de años en África, desde donde pasó a Próximo Oriente y Asia, llegando a las zonas meridionales de Europa y se culminó con la aparición del Homo Sapiens. Los restos fósiles encontrados en la Península Ibérica pertenecen al denominado Homo Antecessor, restos encontrados en el yacimiento de Atapuerca.

Durante el Paleolítico Medio aparece en Europa el Homo Neanderthalensis cuya antigüedad se podría remontar a unos 250.000 años y del que se han encontrado yacimientos dispersos en Gibraltar, Bañolas y Cova Negra. Se sabe que manejaban la piedra y enterraban a sus muertos. Junto a él, vive el hombre de Cromagnon.

En el Paleolítico Superior se extingue el Homo Neanderthalensis y sólo queda el Homo Sapiens; con restos en Cantabria y Asturias. Durante todo el paleolítico el hombre fue nómada y tuvo una economía de depredación.

En el Mesolítico el medio ambiente en Europa y en la península sufrió profundas alteraciones. Se han encontrado restos de pueblos «concheros» e industria lítica de microlitos.

En el Neolítico, llegaron los nuevos sistemas agrícolas y ganaderos, se trabaja con piedra pulimentada y los hombres se hacen sedentarios.

Durante la Edad de los Metales, en el Calcolítico aparece la arquitectura megalítica.

En la edad de bronce destacan la Cultura del Argar y el Megalitismo tardío de la «Cultura Talayótica» en las Baleares.

Durante la Edad de Hierro las culturas protohistóricas, ibérica y celta, junto con las colonizaciones preparan la entrada de la península ibérica en la historia.

Los pueblos prerromanos

La más antigua, Tartessos, podría considerarse el primer estado peninsular. Los autores clásicos la consideraron una civilización avanzada que practicó la minería y el comercio. Su origen es desconocido, así como las causas de su desaparición.

Los pueblos íberos, ubicados en el área mediterránea y Andalucía, con diferentes tipos de organización política y económica. Con importantes yacimientos como los de Azaila, donde se encuentran importantes restos del arte ibérico.

A partir de 1000 a.C. se registraron intensos movimientos de población en parte de las estepas euroasiáticas. Desde el norte y el centro de Europa, llegaron a la Península oleadas de pueblos indoeuropeos y se establecieron en Cataluña y Valle del Ebro y por todo el norte y centro peninsular.

Los celtas, cuya organización se basaba en clanes y con un modo de vida menos evolucionado que los pueblos del sur y levante. Al norte, vascones, cántabros, astures y los pueblos galaicos, mantienen sus características sociales, políticas y culturales más inalteradas y se enfrentan con dureza a la conquista de Roma.

Las colonizaciones históricas

A lo largo del primer milenio a.C., fenicios, griegos y cartagineses fundan enclaves comerciales en la Península Ibérica. Tanto griegos como fenicios se establecieron con intención de practicar el comercio con la población autóctona.

Los fenicios fueron los primeros en asentarse, fundando factorías comerciales. Aportaron a los pueblos ibéricos un alfabeto, técnicas para trabajar los metales, la fabricación del vidrio, la salazón del pescado…

Cuando se produce la caída de Tiro en el siglo VI a.C., Cartago toma el relevo del control del comercio del Mediterráneo occidental y por tanto de las colonias fenicias. Tras la batalla de Alalia contra los griegos, controlaron las rutas comerciales del sur y levante peninsular desde Sicilia, Córcega y Cerdeña.

Desde el siglo III a.C. la rivalidad entre Cartago y Roma enfrentó a ambas potencias en las tres guerras púnicas. Cartago perdió el control sobre Córcega, Cerdeña y Sicilia e inició una política hostil que condujo a la ocupación militar del sur y sudeste peninsular. Estas guerras convirtieron a la península en escenario del enfrentamiento y su desenlace significaría la entrada de Roma en la Península Ibérica.

La colonización púnica y griega, transforman el área mediterránea y sur de la Península Ibérica y preparan a la cultura ibera para su entrada en la historia.

Etapas de la conquista de la península por Roma

Entre el siglo III a.C. y el siglo I a.C., Roma acomete un largo proceso de conquista de la Península Ibérica, Hispania para los romanos. El interés romano nace del enfrentamiento por el dominio del Mediterráneo occidental.

El ataque de Cartago a la ciudad de Sagunto, sirve de excusa para iniciar la 2ª Guerra Púnica y con ella las sucesivas etapas de la conquista de la península por Roma. Se divide en tres etapas:

La primera etapa de la conquista se desarrolla desde el 218 a.C. con el desembarco romano en Ampurias. A partir de las primeras conquistas, Roma se planteó la explotación sistemática del territorio conquistado. Ocupan las costas mediterráneas. Los pueblos sometidos pagaban los impuestos que mantenían al ejército romano. Pronto se divide el territorio por su mejor control y explotación en dos provincias: Citerior y Ulterior. La dureza de la conquista provocó múltiples levantamientos de los pueblos indígenas. Desde este momento el dominio de la península hasta la cordillera Cantábrica y el río Miño, es pleno.

La segunda etapa, entre el 123 a.C. y el 29 a.C., se desarrolla un periodo de asentamiento, para lo que se crean ciudades con estatutos privilegiados para aumentar la romanización del territorio conquistado.

La tercera etapa, 29 a.C. al 19 d.C., los pueblos del Norte son el último territorio por conquistar, pero la dureza de la guerra obliga al emperador Augusto en persona a dirigir la guerra contra cántabros, astures…

La romanización nunca fue total en el norte peninsular por lo que se fundaron campamentos militares estables para asegurar el dominio romano.

El proceso de romanización: el legado cultural

Los romanos gobernaron el territorio peninsular entre los siglos III a.C. al 5 d.C., y tuvo como efecto la sustitución pacífica, o por la fuerza del mundo indígena por las formas sociales, políticas y económicas romanas. Romanización es el proceso de asimilación de la cultura y el modo de vida urbano por parte de los pueblos autóctonos peninsulares. Fue un proceso lento y no tuvo carácter uniforme; penetró profundamente entre los iberos y tuvo menor aceptación entre los celtíberos y pueblos del norte. Los factores esenciales de ese cambio fueron:

  • La lengua
  • Las leyes
  • La nueva organización y administración territorial
  • La introducción del modo de vida romano
  • Las obras públicas que facilitaron las comunicaciones y la integración territorial
  • La religión
  • El arte

Roma desde el siglo I a.C. se planteó la explotación sistemática de los recursos económicos que ofrecía Hispania e impulsó el modelo administrativo basado en la provincia. Existieron dos tipos de provincias:

  • Senatoriales, pacificadas, sin ejército, dependientes del Senado de Roma.
  • Imperiales, controladas por el ejército y un legado imperial.

Roma exportó el modo de vida basado en las ciudades, que pasaron a convertirse en el centro político y económico de Hispania.

El proceso de romanización: las obras públicas

A lo largo de los siglos que abarca la dominación romana de la Península, los pueblos indígenas fueron asimilando su cultura y sus formas de vida. Si bien el grado de romanización dependió del desarrollo previo de los pueblos. La arquitectura romana persiguió dos objetivos fundamentales: La perfección técnica y la utilidad sin perder la monumentalidad que se apreciaba en templos, teatros y otros edificios públicos.

Las invasiones bárbaras

El imperio romano fue invadido a comienzos del siglo V por los denominados pueblos bárbaros, en el año 409. Aprovecharon la debilidad del imperio romano para cruzar los Pirineos y entrar en Hispania, saqueando a su paso todo lo que encontraban.

A partir del año 411 se asentaron en algunas provincias: Los suevos en la Gallaecia, los alanos en la Lusitania y en la Cartaginensis, y los vándalos en la Bética. Poco tiempo después, los visigodos, llegaron a la Península para ayudar al ejército romano.

El panorama se complicó con la presencia en tierras hispanas, a mediados del siglo VI, de los bizantinos, cuya pretensión era restaurar el imperio romano.

El reino visigodo: instituciones y cultura

Los visigodos, pueblo con origen al sur de Escandinavia, fueron uno de los pueblos «bárbaros» romanizados. Practicaban la religión arriana, variante herética para el cristianismo oficial.

Cuando el último emperador de Occidente fue depuesto por los hérulos, los visigodos fijaron el centro político de su monarquía en la ciudad de Toulousse. Años después, fueron derrotados por los francos y expulsados de la Galia. Tras esta derrota, penetraron en Hispania buscando un nuevo asentamiento definitivo.

Eran poco numerosos frente a unos 7 a 10 millones de población hispanorromana. La monarquía visigoda, electiva, se convirtió en el primer estado independiente de la península de la Edad Media e instauraron la capital en Toledo. Los visigodos intentan la unificación de Hispania a través de los siguientes hechos:

  • Unificación territorial: Leovigildo conquista y anexiona en 585 el reino suevo asentado en Gallaecia y Suintila culmina la unificación territorial en el año 624.
  • Unificación religiosa: Recaredo, se convierte al catolicismo en el III Concilio de Toledo.
  • Unificación jurídica: Recesvinto elimina las instituciones separadas para hispanorromanos y visigodos a través del Liber Iudiciorum o Fuero Juzgo.

Los órganos de gobierno

Los poderes del rey eran muy amplios, el rey gobernaba con la ayuda de instituciones de carácter consultivo. El organismo más importante era el Oficio Palatino, que asesoraba al rey y del que formaban parte altos dignatarios que estaban al frente de diversos servicios y grandes funcionarios territoriales y militares.

El oficio Palatino integraba dos órganos de gestión, el Aula Regia o Consejo del rey y los «Concilios», asambleas de obispos y nobles presididas por el rey donde se tomaban importantes decisiones religiosas y políticas, comenzando una interdependencia institucional entre el poder político y el religioso que perduraría hasta el mundo contemporáneo.

La cultura y el arte

La cultura se reducía al ámbito religioso. Entre los escritores, destaca San Isidoro de Sevilla, uno de los primeros que formuló la teoría política que anteponía el poder espiritual al temporal. En las artes, destacan las aportaciones en la arquitectura, donde los visigodos lograron resultados interesantes gracias a la utilización de formas hispanorromanas, enriquecidas con aportaciones bizantinas y del norte de África. También destacan los trabajos de orfebrería. Su aportación más original son las coronas de oro decoradas con grandes piedras preciosas y perlas incrustadas.

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