Historia de la Península Ibérica: Prehistoria hasta la Baja Edad Media

El Paleolítico y el Neolítico

El Paleolítico empieza en el 1.300.000 a. C. con la aparición del Homo sapiens, procedente del Homo antecessor. La sociedad paleolítica estaba repartida en grupos de 30 personas. En aquella época, los Homo sapiens eran nómadas y se dedicaban a la caza, la pesca y la recolección de frutos. Se caracteriza por los cambios físicos (bipedismo), la fabricación de objetos o el nuevo lenguaje con el que se comunicaban.

En la Península Ibérica, el Homo antecessor es uno de los primeros en aparecer, de los más antiguos. Luego, en el Paleolítico medio, aparecen los neandertales, que tenían grandes cerebros y practicaban rituales. Los principales restos se han hallado en Gibraltar, donde se han encontrado enterramientos funerarios. El Homo sapiens aparece en el Paleolítico superior.

En el Neolítico, el hombre se hace sedentario y se produce una mejora con el desarrollo de la agricultura y la ganadería. Surgen sociedades, desigualdades de riqueza y avances como la cerámica, los tejidos y los monumentos megalíticos.

Los Pueblos Prerromanos

Durante el I milenio a. C. y antes de la llegada de los romanos, la Península Ibérica estaba habitada por diversos grupos:

Tartessos

(ss. IX-V a. C.) Fue el primer estado peninsular, ubicado en los valles del Guadalquivir y Guadiana, destacando por su minería y comercio con los fenicios.

Íberos

(ss. VI-III a. C.) Vivían en el litoral mediterráneo, organizados en tribus y ciudades-estado. Desarrollaron la moneda, la escritura y una economía basada en el cultivo de trigo, vid, olivo y ganadería. Su gobierno estaba encabezado por un régulo y una aristocracia guerrera.

Celtas y Celtíberos

(I milenio a. C. – s. II a. C.) Habitaban el interior y oeste peninsular, organizados en tribus y castros. Su economía se basaba en la ganadería y agricultura de subsistencia, con una metalurgia del hierro avanzada.

Fenicios

(ss. IX-VI a. C.) Venidos de Tiro (Líbano), fundaron ciudades como Gadir (Cádiz) y Malaka (Málaga). Introdujeron la salazón del pescado, el torno y la escritura alfabética.

Griegos

(desde el s. VIII a. C.) Establecieron colonias comerciales en Emporion (Ampurias) y Rhode (Rosas).

Cartagineses

Fundaron Cartagonova (Cartagena) y llevaron a cabo conquistas hasta su derrota por los romanos en la Guerra Púnica.

La Hispania Romana

La conquista romana de la península ibérica (218 a. C. desembarco en Ampurias – 19 a. C. fin de las guerras cántabras) se desarrolló en tres fases:

  • 218 a. C. – 197 a. C.: Ocupación del Levante y el valle del Guadalquivir.
  • 197 a. C. – 29 a. C.: Conquista de la Meseta y Lusitania (Numancia, Viriato).
  • 29 a. C. – 19 a. C.: Dominio sobre cántabros y astures.

La Península se integró como Hispania, organizada en provincias y con nuevas ciudades como Emérita Augusta (Mérida), Cesar Augusta (Zaragoza) e Hispalis (Sevilla). La romanización impuso el latín, el derecho romano y las costumbres romanas. Hispania se volvió crucial para el Imperio, exportando productos agrícolas (aceite, trigo) y minerales (oro, plata). Además, se construyeron grandes infraestructuras: puentes (Alcántara), calzadas (Vía de la Plata), acueductos (Segovia) y teatros (Mérida).

Hispania fue cuna de figuras como Séneca, Trajano y Adriano, y adoptó el cristianismo en los últimos siglos del Imperio.

La Monarquía Visigoda

En el 409 d. C. llegan a la península suevos, vándalos y alanos. Roma, debilitada, pacta con los visigodos (Foedus 416), permitiéndoles asentarse en la Galia a cambio de expulsar a los invasores. Los suevos fueron reducidos al noroeste, los vándalos expulsados a África y los alanos desaparecieron. Tras la caída del Imperio Romano de Occidente (476), se establece el primer Reino Visigodo con capital en Tolosa, pero tras la batalla de Vouillé (507), los francos expulsan a los visigodos a la península, fundando su capital en Toledo.

La monarquía visigoda logró la unificación:

  • Leovigildo (569) unificó políticamente al incorporar a los suevos y expulsar a los bizantinos.
  • Recaredo (589) logró la unificación religiosa, abandonando el arrianismo en el III Concilio de Toledo.
  • Recesvinto unificó las leyes visigodas y romanas con el Liber Iudiciorum.

El gobierno visigodo incluía el Aula Regia, un consejo de nobles y clérigos, y los Concilios, que adquirieron importancia política. La sociedad era rural, con grandes explotaciones agrícolas de la nobleza y la iglesia. En lo religioso, San Isidoro de Sevilla destacó con su obra Etimologías. La monarquía visigoda, inicialmente electiva, pasó a ser hereditaria, pero fue derrotada por los musulmanes en 711, tras la batalla de Guadalete.

Al-Ándalus: Evolución Política

El Imperio islámico o califato era dirigido por un califa, líder político y religioso. Tras cuatro califas de la familia de Mahoma en el siglo VII, se instauró el Califato omeya con capital en Damasco (Siria). Los omeyas expandieron sus conquistas hacia occidente, llegando a la Península Ibérica en 711, cuando los musulmanes, dirigidos por Tarik, derrotaron al rey visigodo Rodrigo en la batalla de Guadalete. Esto dio inicio a la conquista musulmana de la península, llamada Al-Ándalus, bajo el Emirato dependiente de Damasco con capital en Córdoba (711-756).

Cuando los abasíes destronaron a los omeyas, Abderramán I, último omeya, huyó a Al-Ándalus y estableció el Emirato independiente de Bagdad (756-929), solo dependiente religiosamente. Su sucesor, Abderramán III, se proclamó califa, fundando el Califato de Córdoba (929-1031), época de esplendor cultural y económico. Almanzor lideró campañas militares (razias) que frenaron a los reinos cristianos. En 1031, Al-Ándalus se dividió en 25 reinos independientes de Taifas, debilitándose ante los cristianos. Los almorávides y almohades controlaron las taifas hasta ser derrotados en la batalla de las Navas de Tolosa (1212), tras lo cual solo sobrevivió el Reino nazarí de Granada hasta 1492, cuando fue rendido a los Reyes Católicos.

Al-Ándalus: Economía, Sociedad, Cultura y Legado Judío

La economía de Al-Ándalus era principalmente agrícola, con innovaciones como el regadío y la noria. Introdujeron nuevos cultivos como algodón, arroz, azafrán y cítricos, sumándolos a la tríada mediterránea (cereal, vid y olivo). En ganadería, aumentó la ovina y equina, mientras que la porcina retrocedió. La minería se revitalizó, destacando el hierro, cobre y mercurio. Los productos artesanales, como cordobanes, brocados, armas y cerámicas, fueron famosos. El comercio interior se realizaba en zocos urbanos, y el exterior a través de puertos con el Magreb, usando el dinar (oro) y dírhem (plata).

La ciudad era un centro de consumo y la sociedad era muy diversa, con musulmanes (árabes, bereberes y muladíes), no musulmanes (mozárabes y judíos), y esclavos. Los judíos gozaban de tolerancia, destacando figuras como Maimónides, y fueron clave en la cultura andalusí como traductores. En cultura, sobresalieron el arte (mezquita de Córdoba, Alhambra de Granada), la filosofía (Averroes), la poesía y la ciencia (álgebra, medicina, astronomía).

Los Reinos Cristianos: Evolución de la Conquista y Organización Política

La Reconquista (722-1492) fue el proceso por el cual los reinos cristianos del norte recuperaron los territorios bajo control musulmán.

En los siglos VIII al X, el Reino de Asturias, surgido tras la victoria en Covadonga (722) bajo don Pelayo, fue clave. Alfonso III trasladó la capital a León en el siglo IX. El Condado de Castilla, frontera del Reino de León, se independizó bajo Fernán González en el siglo X. En los Pirineos, surgieron el Reino de Navarra, el Condado de Aragón y la Marca Hispánica (condados catalanes) bajo influencia franca.

Durante los siglos XI y XII, la expansión cristiana continuó con la conquista de Toledo (1085) y Zaragoza (1118), así como la unión de Aragón y los condados catalanes formando la Corona de Aragón.

En los siglos XIII al XV, la Batalla de las Navas de Tolosa (1212) fue un punto de inflexión, permitiendo la expansión hacia el sur. Fernando III unificó León y Castilla (1230), conquistando Sevilla (1248). Aragón se expandió conquistando Valencia y Mallorca. La caída de Granada en 1492 puso fin a la Reconquista.

Las monarquías feudales se basaban en el vasallaje y el régimen señorial, con la Curia Regia como órgano asesor. En 1188, surgieron las Cortes en León, representando a la nobleza, el clero y el estado llano.

Modelos de Repoblación y Organización Estamental en los Reinos Cristianos

Durante los siglos VIII al X, en la presura o aprisio, los campesinos, dirigidos por nobles o clérigos, se apropiaron de tierras reconquistadas en el Valle del Duero y en los Pirineos. Luego, el rey las legalizaba. Esto generó una sociedad de campesinos libres basada en la pequeña propiedad, quienes se comprometieron a defender el territorio militarmente.

En los siglos XI y XII, la repoblación concejil se basó en la creación de concejos y ciudades con su alfoz (arrabal), dotadas de carta puebla y fuero, configurando una sociedad de mediana propiedad en el sur del Valle del Duero y del Tajo. La carta puebla son documentos que daban derechos y deberes a ciertas localidades, y el fuero es un pacto entre pobladores y el rey, que establecía las leyes.

Entre los siglos XII y XIII, las encomiendas, un tipo de repoblación llevada a cabo por las Órdenes Militares, como Santiago, se caracterizó por la creación de grandes latifundios para la ganadería en Castilla la Mancha y Extremadura. Al final, la repoblación de repartimiento en el siglo XIII otorgó tierras reconquistadas a nobles y campesinos que habían luchado por ellas, creando grandes latifundios en el Valle del Guadalquivir y el litoral levantino, con donadíos para nobles y heredamientos para los de menor estirpe.

La estructura social era estamental, dividiéndose en tres órdenes: nobleza y clero como grupos privilegiados, que no pagaban impuestos directos y controlaban gran parte de las tierras; y el estado llano, el más numeroso. Además, coexistían judíos (sefardíes) y musulmanes (mudéjares) en barrios segregados conocidos como juderías y morerías.

La Baja Edad Media

La Baja Edad Media (siglos XIV y XV) en la Península Ibérica estuvo marcada por crisis económicas, demográficas y políticas, incluidas la Peste Negra y revueltas.

En la Corona de Castilla, que unificó los Reinos de Castilla y León, se establecieron las Cortes para asesorar al rey y recaudar impuestos. Alfonso X el Sabio logró la unificación jurídica con las Partidas, y la economía se centraba en la agricultura (cereales, vid) y la ganadería ovina, con la Mesta como institución que la protegía.

La Corona de Aragón unió Aragón, Cataluña, Valencia y Mallorca, expandiéndose hacia el Mediterráneo conquistando Cerdeña y Sicilia. Su sistema pactista, en el que cada reino tenía sus propias cortes y leyes, obligaba al rey a jurar las constituciones de cada reino.

Ambas coronas tenían una sociedad estamental con minorías religiosas, como judíos y musulmanes. En el s. XIV, Castilla vivió una guerra civil y la conquista de las Islas Canarias. En Aragón, tras el Compromiso de Caspe en 1412, Fernando de Antequera ascendió al trono, perteneciente a la Casa de Trastámara.

El Reino de Navarra enfrentó la influencia de Francia y los reinos de Castilla y Aragón. Tras la muerte de Sancho VII en 1234, el trono pasó a la dinastía de los Capetos franceses. Navarra mantuvo su independencia hasta que en 1512 fue anexionada por la Corona de Castilla, conservando sus instituciones y derechos.

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