Historia de la Segunda República Española: Del Ascenso al Caos

La Revolución de Octubre de 1934

En España, el 5 de octubre de 1934, se produjo una revolución de seguimiento irregular, reprimida militarmente por el gobierno al declarar el estado de guerra. Solo prendió la mecha revolucionaria en Cataluña, con la proclamación del Estat Catalá, y en Asturias, donde los mineros protagonizaron una revolución obrera.

La Revolución en Asturias

La Alianza Obrera, integrada por socialistas, comunistas y anarquistas, movilizó a unos 20.000 mineros, organizados en columnas o milicias armadas. Estas milicias obreras ocuparon los pueblos de la cuenca minera y de Oviedo, y sustituyeron los ayuntamientos por comités revolucionarios.

El gobierno decidió sofocar la revuelta popular de un modo ejemplarizante. Movilizó al ejército colonial destinado en Marruecos; el 10 de octubre desembarcaron en Gijón la Legión y los Tabores de Regulares — dirigidos por el general Franco desde Madrid. En una semana, las tropas africanistas derrotaron a las milicias obreras. La revolución había fracasado, pero fue un preludio de lo que ocurriría en la Guerra Civil dos años después.

La Revolución en Cataluña

Además de en Asturias, la revolución tuvo graves consecuencias en Cataluña, donde Companys, sucesor de Macià, proclamó el Estado Catalán dentro de la República Federal Española. La rebelión catalana no contó con el apoyo de los anarcosindicalistas y fue fácilmente reprimida. El Gobierno suspendió el Estatuto de Cataluña.

Crisis Política del Bienio Conservador

La consecuencia más evidente tras esta revolución es que el foso entre las izquierdas y las derechas se había hecho mucho más ancho y profundo.

Después de la revolución de octubre de 1934, entraron en el Gobierno cinco ministros de la CEDA, entre los cuales ya se encontraba Gil Robles en el desempeño de la cartera de Defensa. Se sucedieron más tarde varios gobiernos de coalición entre los Radicales y la CEDA, caracterizados por su carácter conservador y el retroceso de la Reforma Agraria. Pero lo más característico de estos gobiernos fue su inestabilidad.

En 1935, la situación del Gobierno radical-cedista presidido por Lerroux era ya insostenible. Las divergencias internas y los escándalos de corrupción habían acabado con su credibilidad política.

Al presidente Alcalá Zamora no le quedaban muchas alternativas. Por una parte, deseaba desembarazarse de Lerroux, implicado en el escándalo de corrupción política conocido como estraperlo; aunque, por otra, también se resistía a nombrar un Presidente del Gobierno de la CEDA, por temor a una nueva reacción violenta de la izquierda.

El conflicto entre Gil Robles y la Presidencia de la República surgió inmediatamente. Ante el descrédito del Partido Radical, parecía lógico que Alcalá Zamora nombrara a Gil Robles como presidente del Gobierno, puesto que era el líder del partido más votado; pero no fue así. Alcalá Zamora, desoyendo la petición del líder cedista, nombró a Manuel Portela Valladares.

Esta decisión precipitó decisivamente el fin del Bienio Derechista al ser entendida por Gil Robles como una provocación por parte del Presidente, máxime cuando se imponía un Gobierno en el que seis de sus miembros no eran diputados.

La indignación de Gil Robles le llevó a establecer contactos con algunos militares para contemplar la posibilidad de dar un golpe de Estado, en el entendimiento de que el Presidente de la República estaba violando la Constitución. Esta posibilidad no llegó a sustanciarse en ninguna acción concreta (el propio Franco la desaconsejó), por lo que Gil Robles retiró el apoyo parlamentario al Gobierno. Como consecuencia de ello, se convocaron nuevas elecciones para febrero de 1936.

El Pacto del Frente Popular

Los partidos de izquierda (republicanos, socialistas y comunistas) se agruparon en una coalición electoral denominada Frente Popular en enero de 1936. La idea nació de una propuesta de la III Internacional (Comunista) dirigida desde Moscú. Para detener la amenaza fascista, el Partido Comunista propuso crear un Frente antifascista que uniera todas las fuerzas políticas liberales, republicanas y de izquierdas. La CNT, a pesar de que no firmó el pacto, recomendó a sus afiliados votar a la coalición.

El programa común defendía la amnistía para los encarcelados y represaliados de la revolución de 1934, a quienes se reintegraría en sus cargos y puestos de trabajo, y la recuperación de la legislación reformista del primer bienio republicano.

El triunfo del Frente Popular se centró en la mayoría de Cataluña, en las regiones industriales y en las zonas latifundistas del sur. La derecha aumentó su representación a costa del hundimiento centrista, y ganó en Castilla-León, Aragón y Navarra. Como la ley electoral beneficiaba a las coaliciones, el ajustado resultado se transformó en una amplia mayoría del Frente Popular (298 diputados) en las Cortes.

Gobierno del Frente Popular

A pesar de la buena voluntad de Azaña, llamado a formar gobierno, la vida política no conseguía recuperar su pulso, asfixiada por el radicalismo proletario y la degradación del orden público. Ardieron de nuevo conventos e iglesias, mientras se agravaba la ola de pistolerismo callejero, y los miembros de las organizaciones legales de derechas las abandonan en masa para militar en movimientos más extremistas. La Falange multiplicaba sus actuaciones violentas y atentados. Los continuos rumores de golpe de Estado provocaban un intenso antimilitarismo en la prensa de izquierdas que contribuía al clima de violencia. La situación se complicó aún más cuando el Congreso decidió deponer a Alcalá Zamora. En mayo de 1936, Manuel Azaña fue promovido a la presidencia.

Durante los meses de junio y julio, tanto el campo como las ciudades fueron testigos de la agitación revolucionaria. Campesinos famélicos ocupaban tierras sin que las fuerzas del orden consiguieran evitarlo. Como demostración de su fuerza, la CNT desencadenó una huelga de la construcción en Madrid.

En este ambiente, un grupo de generales preparaba una acción contra el Gobierno. Para evitar esa posibilidad, el Gobierno alejó de Madrid a los generales sospechosos: Mola fue destinado a Pamplona, Franco a Canarias y Goded a Baleares. En la calle, el ambiente era cada vez más irrespirable y eran frecuentes los asesinatos de políticos y la ruptura del orden público por parte de los dos bandos en los que se había bipolarizado la política española.

El 13 de julio moría asesinado Calvo Sotelo, líder político de la derecha monárquica. Este asesinato fue el detonante que aceleró los preparativos para la insurrección militar, y el 17 de julio se sublevó la guarnición de Melilla.

La Proclamación de la República y el Contexto Internacional

La proclamación de la República en abril de 1931 supuso, por primera vez, el intento de instaurar en España un sistema democrático moderno. Este paso se da porque el poder político ha pasado por primera vez a las clases medias ante la hostilidad de los grupos tradicionales y frente a las clases populares orientadas hacia la revolución. La situación internacional no fue favorable para la República: desde el punto de vista económico, Europa vivía las repercusiones de la crisis del 29; y, desde el punto de vista político, fue una etapa de debilidad de los sistemas democráticos ante el ascenso de los totalitarismos, tanto de izquierda (comunismo) como de derecha (fascismos). España sucumbió a esta ola de radicalismo en julio de 1936.

En pocos días, ante el fracaso del levantamiento en las principales ciudades de España, el enfrentamiento entre las fuerzas sublevadas y las leales al Gobierno se convirtió en una guerra civil, en la que el general Franco adquirió pronto un protagonismo decisivo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *